“Muchos peregrinos, incluidos los sacerdotes, no comprenden porqué la
Virgen viene cada día. ¿Qué me cuenta la Señora todos los días y que le digo yo?
En primer lugar debo decir que hablamos mucho. Pero un día cuando las
cosas vengan reveladas, comprenderemos, y nuestros ojos se abrirán. Cuando
veamos los cambios físicos que sucederán en el mundo comprenderemos porqué venía
cada día.”
Aquellas palabras no pasaron desapercibidas justo porque no eran
esperables. Ivan Dragicevic, siempre pronto a dar testimonio
personal sobre su vida, había roto el guión. De repente
la imagen de unos tiempos futuros emergió ante todos. En cierto
modo se hacía evidente que no se estaba refiriendo en concreto a ninguno de esos
10 secretos que se supone deben ocurrir y que tienen expectantes a tantos. No.
Estaba hablando en el contexto de la cotidianidad de los mensajes, de la
misteriosa realidad de una Virgen desconcertante que tanto tiene que contar a
algunos de sus hijos. Y en ese contexto del porqué viene tanto la Virgen a
Medjugorje desveló un aspecto sorprendente. Porque cuando expresamente dijo
“que veremos cambios físicos que sucederán en el mundo y que comprenderemos”
implícitamente dijo otras muchas cosas. De entrada la
presumible cercanía de esos sucesos, porque “los veremos”. Y a continuación su
sentido positivo, espiritualmente hablando, porque “se nos abrirán los ojos y
comprenderemos el porqué de las apariciones.” Porque llegará un día " en que las
cosas nos serán reveladas".
Para Ivan comprender ese porqué de las apariciones no es, como pudiera parecer, hacer justicia a unas apariciones tan amadas como odiadas, sino el poder percibir con los ojos del alma la grandeza de la vida de fe. Lo dirá con otras palabras: “El tiempo que tenemos ante nosotros es de una gran responsabilidad. Cada uno es responsable. Cada familia es responsable. Debemos guiar a nuestras familias espiritualmente y basar nuestra vida en las cosas santas del Evangelio. Debemos llevar a la práctica lo que el Evangelio enseña. Este es el mensaje de estos treinta años. No es una novedad, lo sabemos por la Iglesia. Pero no lo vivimos. La Señora nos invita a ser responsables.” Entonces, cuando esos sucesos ocurran y comprendamos esto de un modo evidente, ¿no es cómo decir que la realidad de Dios ya no permanecerá oculta a nuestro entendimiento? ¿Qué se nos hará patente no sólo que Dios estuvo presente estos oscuros años, que la Virgen realmente se apareció, sino que no hay más opción que o Dios o no Dios, y que la elección por Dios abre las puertas al futuro, mientras que la negación de Dios sólo trae la destrucción de todo y todos?
Para Ivan comprender ese porqué de las apariciones no es, como pudiera parecer, hacer justicia a unas apariciones tan amadas como odiadas, sino el poder percibir con los ojos del alma la grandeza de la vida de fe. Lo dirá con otras palabras: “El tiempo que tenemos ante nosotros es de una gran responsabilidad. Cada uno es responsable. Cada familia es responsable. Debemos guiar a nuestras familias espiritualmente y basar nuestra vida en las cosas santas del Evangelio. Debemos llevar a la práctica lo que el Evangelio enseña. Este es el mensaje de estos treinta años. No es una novedad, lo sabemos por la Iglesia. Pero no lo vivimos. La Señora nos invita a ser responsables.” Entonces, cuando esos sucesos ocurran y comprendamos esto de un modo evidente, ¿no es cómo decir que la realidad de Dios ya no permanecerá oculta a nuestro entendimiento? ¿Qué se nos hará patente no sólo que Dios estuvo presente estos oscuros años, que la Virgen realmente se apareció, sino que no hay más opción que o Dios o no Dios, y que la elección por Dios abre las puertas al futuro, mientras que la negación de Dios sólo trae la destrucción de todo y todos?
Algo de esto hay cuando Ivan añada en su discurso estas palabras:
“Estas apariciones de la Señora son una alternativa para la humanidad,
una nueva llamada, un modo nuevo, un futuro nuevo para la humanidad.”
No porque las apariciones de Medjugorje sean un hito mistérico, un súmmum de
sobrenaturalidad, sino porque son una catequesis paciente sobre la vida en Dios.
Simplemente, ante tanta dificultad y oposición a lo espiritual en este mundo,
Medjugorje personifica la paciencia del Cielo para irnos llevando hacia Dios.
Así lo explicará Ivan: “Durante algunos años hemos tenido un mensaje cada
jueves, después una vez al mes. ¿Por qué? La Señora nos estaba dando tiempo para
comprender cada mensaje. Es importante usar bien de nuestro tiempo para vivir
los mensajes.” Justo porque la vida es seria y serio es lo que nos
jugamos.
Pero hay una novedad latente que hizo saltar el guión de lo
previsto por los aires. Sí, no es novedad que al actuar inmoral del
hombre le sigan sus terribles consecuencias. Este siglo pasado es buen ejemplo
de ello. Y los tiempos presentes amenazan negras nubes en todos los ámbitos. Sí.
Esa es la enseñanza primera, que si no nos convertimos todos pereceremos. Pero
Ivan Dragicevic ha ido más allá. O más bien, ha desvelado un algo más. “Cuando
veamos los cambios físicos que sucederán en el mundo comprenderemos” ¿Qué nos tienen reservados los tiempos futuros?
Ivan Dragicevic eleva la mirada hacia eso, más allá de las terribles
consecuencias de nuestra “irresponsabilidad” si elegimos no-Dios. Porque viene a
decir, que a pesar de que podamos ser tan irresponsables (y por esa línea
parecen ir los diez secretos de Medjugorje) al final se nos tiene reservado un
algo desconcertante que tiene relación con esa presencia casi diaria de la
Virgen enseñando a vivir el Evangelio.
Desde luego que las palabras que Ivan Dragicevic dirigió aquel día traen ecos de otros aromas, de otras esperanzas que vienen bien en estos tiempos de tanta dificultad. Ecos, quizá, de aquella otra promesa de María en Fátima de que al final, pase lo que pase, su Corazón Misericordioso triunfará.
cesaruribarri@gmail.com
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