jueves, 4 de abril de 2013

"No se dejen robar la esperanza": Papa Francisco

Como que hablar de “tener esperanza”, cuando hay una crisis de liquidez brutal en todo el mundo, pareciera cosa de soñadores empedernidos. Y hablar de “mirar hacia adelante” con entusiasmo y ganas de hacer las cosas bien, cuando las redes de narcotráfico, contrabando, trata de personas, desviación de recursos públicos y corrupción en todo lo alto, parece también una respuesta poco sensata.
Un Papa visionario
Lo “políticamente correcto” en casos así, sería hablar de los países emergentes; de los programas de asistencia de todo tipo que buscan paliar las crisis, también de todo tipo.
El liderazgo efectivo sería protestar con la mayor violencia posible para capturar la atención mediática; o rasgarse las vestiduras lanzando estadísticas, estudios, sondeos, y encuestas que subrayen todo “lo mal que anda el mundo”, echándole la culpa de todo, por supuesto, a quienes detentan la autoridad.
Siguen capturando la atención de propios y extraños, de creyentes y de quienes no lo son, los planteamientos formulados por el Papa Francisco; su vehemente oratoria, su estilo de comunicación no verbal y, particularmente, el ejemplo y testimonio de vida que da en cada día del pontificado.
Él podría ser el primero en quejarse, lamentarse y protestar por todo lo que está sucediendo. El Papa podría exigir, como lo hacen todos los liderazgos populistas que matan por un espacio en la prensa, que alguien haga algo para resolver la problemática mundial, que va desde encontrarle trabajo a cinco millones de parados en España, pasando por pagar la deuda de Portugal y Grecia, además de encontrarle soluciones atinadas a lo que está sucediendo en Chipre y en México. Pero no, su visión y percepción de las cosas posee un “algo” que para quienes no tienen el privilegio de la fe, resulta incomprensible.
SS. Francisco fue claro hace unos días. Ante varios miles de jóvenes congregados para esperar la palabra del Santo Padre, el argumento fue contundente: “No se dejen robar la esperanza, no sean hombres y mujeres tristes”.
La perspectiva del Papa no es la del triunfalista. Pidió a los jóvenes que se recordara lo que él denominó con puntualidad, “las heridas de la humanidad”, entre las que colocó a las guerras, la violencia, los conflictos. Francisco habló de la sed de dinero y de poder; de la corrupción y la división entre gobernantes y gobernados.
Es decir, con una visión certera –le rogaría a mis brillantes lectoras y amabilísimos lectores que ubicaran los conceptos que el Papa menciona como “heridas de la humanidad”- el obispo de Roma identifica con claridad, en dónde se encuentran todas aquellas cosas que lastiman y duelen al mundo entero. Es decir, el Papa sabe qué planeta está pisando.
Primer requisito: afrontar con alegría
Pues, delante de estos escenarios críticos, Francisco nos convoca a estar alegres y ver las acciones y respuestas con enormes dosis de entusiasmo. Él mismo dio la justificación, en un par de frases que llevan más fondo del que aparentan a primera vista: “Nuestra alegría no nace de la posesión de las cosas. “No debemos creer al maligno que nos dice: no puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia o contra tus pecados. No debemos acostumbrarnos al mal”
Dicho en otros términos, frente a todo el desorden que observamos y que golpea nuestros bolsillos, a nuestras familias, a la gente a la que amamos, a nuestro trabajo y a nuestras empresas, es necesario que estemos alegres, precisamente, porque nuestra alegría no nace de las cosas que poseemos. Es mucho más trascendente porque nace de la fe en la redención y en las promesas de Jesucristo.
Adicionalmente, no se trata de una especie de alegría como la que se produce en un establo en donde las vacas proporcionan más leche porque les ponen música y una sustentable ambientación. Tampoco se trata de un “providencialismo” que se sienta a “esperar” que Dios baje a resolver los problemas de Medio Oriente, la crisis de los bancos chipriotas, o a resolver las lagunas jurídicas de la Ley General de Víctimas en México.
En principio, es una fe y una esperanza sustentadas en la identificación del generador de desesperanzas, depresión y sentimiento de frustración que invita a no participar y dejar de lado todo.
Por ello, el Papa Francisco subraya que, es el maligno –esto es, el demonio sí existe y sigue actuando- quien provoca e invita a no hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia y la concupiscencia. El remate es sensacional: ¡no debemos acostumbrarnos al mal. Dicho de otra forma, no ceder ante la desesperanza”.
La “traducción” del mensaje es sencilla. ¿No tienes empleo?, no cedas ante la desesperanza. ¿Las ventas en la empresa han ido a la baja y cartera de cobranza, va a la alta?, no cedas ante la desesperanza. ¿Vas con el funcionario de gobierno y éste pone cara de sufrimiento para que le des dinero a cambio de favores?, no cedas ante la desesperanza. ¿Ves que la drogadicción y el bullying son cosas cotidianas en las escuelas de los hijos?, no cedas ante la desesperanza.

En mi México lindo y querido, en la nave central de la Basílica, exactamente, debajo de la imagen de la virgen de Guadalupe, está inscrita una frase, que me hace pensar en la profunda devoción del Papa Bergoglio en la morenita del Tepeyac: “Que no te aflija ni te apene cosa alguna, ¿no estoy yo aquí, que soy tu madre?”
Creo que ahí se encuentra el fundamento de la solicitud papal: No se dejen robar la esperanza.

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