viernes, 11 de enero de 2013

LA VIDA VIRTUOSA - Nuestra mejor defensa


A continuación se encuentra la transcripción de la plática dada por el Padre John Abberton, en el Retiro de la VVeD, en Rodas, en septiembre de 2012.


NUESTRA MEJOR DEFENSA CONTRA SATANÁS Y LOS ESPÍRITUS MALIGNOS:
LA VIDA VIRTUOSA

Algunas personas querrán argumentar sobre el título de esta charla. Dirán, “Sin duda, la mayor defensa contra el mal es la oración”. Otras querrán potenciar la oración con el ayuno, y otras dirán que nuestra mayor defensa es la obediencia y cumplir la Voluntad de Dios. Quizás habrá quienes quieran mencionar el Rosario y la intercesión de la Madre de Dios. Por supuesto no debemos olvidarnos de San Miguel Arcángel. Sin embargo, está claro por las vidas de los santos, por los mensajes de la Verdadera Vida en Dios y por los Evangelios que nuestra mejor defensa es vivir en unión con Cristo. A esto me refiero al hablar de “vida virtuosa”, y cuando se la entiende de ese modo, podemos ver que todas esas otras cosas están incluidas.
Cuando la Virgen María se apareció a las niñas de Garabandal, pidió la devoción al Santísimo Sacramento, el Rosario y la penitencia. “Pero”, les dijo “antes tenéis que ser buenas”. ¿Qué quería decir? ¿Qué es “ser bueno”, llevar una “vida buena”?
He sido exorcista durante once años. En ese tiempo he aprendido muchísimo. He llegado a comprender que la liberación del demonio no consiste sólo en rezar con la gente. Algunas personas afectadas no son liberadas hasta que no han empezado a cambiar sus vidas. Otras, que son liberadas, pueden sufrir serias recaídas porque no han cambiado. Nuestro Señor Jesucristo advirtió que, cuando un espíritu maligno es expulsado de una persona, puede volver y traer consigo a otros, si ve que el lugar que le hicieron abandonar está deshabitado. No es suficiente expulsar a los demonios; el lugar que ha sido desocupado debe convertirse en morada del Espíritu Santo. Los que están seriamente afectados por espíritus malignos, deben estar preparados a cambiar. Hablo de conversión. Esto es tan importante que creo que la liberación puede ocurrir durante una sincera confesión de los pecados. Si el penitente quiere realmente librarse del mal – si él o ella quiere realmente cambiar – si él o ella quiere realmente ser sanado, la liberación puede tener lugar a través de la confesión y la absolución. Los sacramentos son muy poderosos cuando nos abrimos verdaderamente a la gracia de Dios.
Tuve que viajar más de una hora para ver a una mujer que estaba gravemente afectada. Fui a verla unas cinco veces. La habían abusado sexualmente dos veces: una vez, de niña, y otra más tarde, de joven. Su madre había estado involucrada en espiritismo. Esa mujer era soltera, aunque tenía un hijo que estaba viviendo en ese momento con su abuela; pero lo que tenía en su casa y alrededor de su persona era un espíritu maligno que parecía comportarse como si fuera su marido. La mujer no había sido bautizada, pero se estaba preparando para el bautismo. Quería ser católica. Le dije, cada vez que la vi, que todo iría bien cuando se bautizara. Supe que se iba a bautizar alrededor de Pascua, el año pasado. No la había vuelto a ver desde hacía cierto tiempo, cuando un día me encontré que había dejado un mensaje en el contestador. Me decía que se había bautizado y que estaba bien. Estaba muy agradecida por mi ayuda, pero ahora todo iba bien. Alabado sea Dios.
Tratar de vivir un auténtica vida espiritual – un vida de virtud - , no significa que no vayamos a ser tentados o atacados por el diablo. S. Juan María Vianney oía fuertes golpes en la puerta y, a menudo, escuchaba al diablo burlándose de él – en una ocasión su cama prendió fuego. El Padre Pío era físicamente golpeado por el diablo. La mayoría de los exorcistas han sufrido algún tipo de ataque físico, ya sea a través de otra persona o a través de alguna clase de extraña enfermedad, o de alguna aflicción temporal cualquiera. Aunque puedan ocurrir ataques físicos, seguimos estando protegidos de ataques morales o espirituales serios, siempre que estemos tratando de vivir en unión con Cristo. Todo el mundo es tentado y, a medida que nos acercamos más a Dios, la gravedad de esos ataques puede aumentar. Esto puede servir para nuestro beneficio espiritual, porque el Espíritu Santo nos invita a combatir contra nuestras debilidades. La tentación es permitida porque, resistiendo-la, nos hacemos más fuertes espiritualmente y más capaces de ayudar a otros en sus luchas. Recordad, del evangelio de San Lucas, las palabras que Nuestro Señor Jesucristo dirigió a S. Pedro:
“Simón, Simón. Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos.” (Lc 22, 31-32)
Jesús dice: “Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras vidas” (Lc 21,19)
Jesús también nos dice que no tengamos miedo. En el evangelio de S. Juan dice lo siguiente a Sus discípulos:
“En el mundo tendréis tribulación. Pero, ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo”. (Jn 16, 33).
Y Sn. Juan, en su primera epístola, pregunta: “¿Y quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” Y puntualiza: “Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo – nuestra fe”(1Jn 5,5; 5,4).
En el mensaje de La Verdadera Vida en Dios del 17 de abril de 1992, Jesús dice a Vassula: “Sé lo frágil que eres y lo mucho que Satanás desea verte aniquilada de la faz de la tierra, pero Yo estoy a tu lado. Por lo tanto, no te quejes jamás, sino acepta todas tus pruebas con benevolencia, con amor y gran humildad. El diablo se verá desarmado y huirá ante esas virtudes. Nunca des pie al diablo.”
Sabemos que el amor y la humildad son las llaves de la unidad. Aquí nos recuerdan que son dos virtudes, por lo tanto estamos llamados a vivir una vida virtuosa. Hay otras virtudes que debemos tener como seguidores de Cristo. En el Cántico del Espíritu Santo del 22 de junio de 1998, leemos acerca de la virtud de la fortaleza. Dios dice a Vassula:
“Te he dado la virtud de la fortaleza para que fuera en ti el principio de todas tus otras virtudes, ya que estaba preparando tu alma para esta batalla de vuestros tiempos, en los que el bien se deforma en mal…”
Para ayudar a Vassula a aguantar y perseverar contra las fuerzas del mal, le fue otorgada la virtud de la confianza en la Santísima Trinidad, junto a la virtud de la fortaleza. Estas virtudes están enraizadas en La Trinidad, “Fuente del Amor Divino”. El amor da origen a todas las demás virtudes. Parafraseando a Sn. Pablo, sin amor, todo lo que hacemos no tiene valor. Se nos dice que “vivamos santamente”, y esto significa vivir con humildad y amor, y aprender a practicar todas las virtudes necesarias para la vida cristiana.
Las tres Virtudes Teologales de fe, esperanza y caridad se infunden en nosotros a través del Espíritu Santo, y son virtudes que se desarrollan a medida que cooperamos con la gracia de Dios. Para crecer en el amor y en todas las demás virtudes debemos responder a Dios y debemos aprender a morir a nosotros mismos. Las llamadas Virtudes Cardinales son las bisagras de las que dependen todas las virtudes morales. Hablamos de virtudes “morales” porque mediante ellas, con la gracia de Dios, gobernamos nuestras pasiones y somos capaces de comportarnos de acuerdo con la fe y la razón. Estas virtudes se consiguen a través del esfuerzo humano, ayudado por la gracia, y por lo tanto nuestro esfuerzo personal es esencial. La lucha para desarrollar y vivir las virtudes es parte de nuestra vocación en Cristo: debemos cargar con la Cruz cada día. Las cuatro Virtudes Cardinales son prudencia,justicia,fortaleza y templanza. Por lo tanto, las llamadas siete Virtudes Capitales son lo opuesto a los siete Pecados capitales. Se considera que todas las virtudes que nos esforzamos en practicar fluyen de éstas: Humildad, generosidad, amor fraterno, mansedumbre, castidad, templanza y diligencia.
Los vicios opuestos a las virtudes capitales son: Soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza.
Tratar de seguir a Cristo, llevando la Cruz, tratar de morir a sí mismo, buscar la Voluntad de Dios y cooperar con la gracia, nos capacita para gozar y compartir los frutos del Espíritu Santo. Estos maravillosos signos de la Verdadera Vida deberían reflejarse en nuestras vidas: caridad, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, confianza, benignidad y control de sí mismo.
¿Cómo debería proclamarse la victoria sobre el mal, el pecado y la muerte? No sólo con nuestras palabras, por muy maravillosas e inspiradoras que puedan ser – sino con nuestra vida. La oración ha de salir del corazón. La oración de labios afuera no sirve. No podemos orar y evangelizar con eficacia si vivimos en pecado y nos negamos a cooperar con el Espíritu Santo. Mostramos lo que somos y demostramos la verdad de nuestro mensaje por la manera de comportarnos unos con otros.. Como dice S. Juan:
“Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien nunca ha visto” (1 Jn 4, 20).
Hay más de una razón por la que la unidad es importante, pero he aquí una que hace falta reconocer y proclamar: Satanás no lo puede soportar. ¿Por qué? Ésta es la razón: la unidad de la Iglesia, y luego la unidad de toda la humanidad, permitirá que se vea la imagen de la Santísima Trinidad en el mundo. Hermanos y hermanas viviendo en unidad, orando en unidad, proclamando el mismo Evangelio y alabando al mismo Dios, santificará la tierra y a la humanidad entera. El poder de la gracia de Dios forzará a Satanás y a los espíritus malignos a darse a la fugay estarán listos para ser arrojados al abismo. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y hemos de “convertirnos en dioses por participación”. Esto no puede ocurrir en la tierra sin unidad, y por eso el demonio la aborrece y hará todo lo que pueda por destruirla.
El difunto Metropolita de Sourozh, Antoine Bloom [1], dijo que la Iglesia debería ser un icono de la Trinidad. La Iglesia, decía, debería estar formada de tal modo que pudiera expresar la relación dentro de la Santísima Trinidad: relación de amor, libertad y santidad. Nos resulta evidente que esto no puede ocurrir de acuerdo con el plan de Dios, sin unidad. Cuanto más nos dediquemos a esta causa, y cuanto más ordenemos nuestras vidas con este fin, mayor será nuestra protección contra el mal. Como ya he dicho, seguiremos siendo atacados, pero estaremos protegidos. Aunque algunos de estos ataques puedan ser graves, estarán bajo el control de Cristo. Al enemigo sólo se le permite llegar hasta cierto punto, pero no seremos destruidos.
A veces descubriremos nuestra victoria y nuestra sanación al trabajar juntos, ayudándonos unos a otros y orando juntos. Después de un encuentro con un espíritu maligno, empecé a sentir dolor en la cadera. Una mujer de mucha oración me recordó que había estado luchando con un ángel – un ángel caído – y, como Jacob, había recibido un golpe en el nervio ciático. Pedí a algunas personas que oraran conmigo – se trataba de un grupo de oración carismático – y después de eso, inesperadamente, otra señora de mucha oración y muy carismática me llamó y me pidió que fuera a verla. Hacía tiempo que no había visto a esa mujer. Ocurrió que su hermana, que era una monja de Irlanda, estaba allí de visita. Esta monja tenía el don de sanación a través de la oración. Ambas señoras oraron conmigo, y al cabo de poco tiempo, el dolor cesó completamente.
Qué importante es que crezcamos en amor y comprensión mutuos. En la santidad de vida, que crece gracias al amor y en la que se practican todas las virtudes, es donde hallamos nuestra fuerza contra el enemigo. S. Juan María Vianney, el Cura de Ars, no era un exorcista oficial. Un día, cuando una persona poseída vino a ver al santo sacerdote, no fue necesario que el Cura recitara muchas oraciones, porque sólo hallarse cerca del santo fue suficiente para expulsar al demonio. Por supuesto, oremos y empleemos todas las armas de que disponemos, pero si realmente queremos defendernos y defender a otros, y si realmente queremos tener el valor de enfrentarnos al maligno y no inmutarnos, tenemos que “vivir santamente”.
Hay diferencias entre el exorcismo formal, que es un Rito de la Iglesia, y la liberación. Es un error creer que todo el que necesita liberación ha de ver a un exorcista. No obstante, es también un error– un grave error – creer que cualquiera puede resolver problemas serios, como la obsesión espiritual. No es mi propósito hablar de esas diferencias en esta charla, pero sí puntualizar que la liberación de espíritus malignos no requiere siempre un exorcista, pero sí requiere fe, oración y madurez espiritual. Los laicos no deberían intentar enfrentarse solos a espíritus malignos. Hay grupos de oración carismáticos que tienen experiencia en esto, pero cuentan con carismas otorgados por el Espíritu Santo, carismas como el discernimiento de espíritus y las palabras de conocimiento. Nadie debe asumir que tiene la vocación de orar con aquellos que necesitan liberación. Muchos tienen esa capacidad, aunque no lo sepan, pero tales cosas han de ser examinadas y hay que tener mucho cuidado de evitar errores graves e incluso tragedias. Un buen exorcista experimentado podrá ayudar a los que se crean llamados a desempeñar esa labor. Al mismo tiempo, todos podemos orar por una liberación – y debemos hacerlo – empleando los ejercicios espirituales normales de la vida espiritual: la oración y el ayuno, el Rosario, los Sacramentos y, especialmente, la celebración de la Sagrada Eucaristía. La oración de intercesión puede a menudo influir en la liberación. No siempre necesitamos estar con la persona afectada, o incluso decirle que estamos orando por su liberación. Recuerdo un caso muy serio de posesión que duró años. Vi varias veces a esa mujer. En una ocasión había pedido a mucha gente, incluidos dos conventos,que rezaran por ella. Un día, cuando llegué a su casa, me dijo: “Usted ha tenido a gente rezando por mí”. No se trataba sólo de una vaga percepción de oraciones ofrecidas por ella; la señora había sentido realmente la fuerza de esas oraciones. Si hoy existen muchos casos graves, en los que la liberación resulta muy difícil, puede ser porque la Iglesia entera no está orando o ayunado lo suficiente, o porque dentro de la Iglesia misma hay muchos pecados graves sin confesar. Tales cosas debilitan a la Iglesia y la hacen vulnerable. Sobre todo, la falta de unidad es una debilidad de gran magnitud y, al terminar esta charla,quiero insistir de nuevo en la necesidad de unidad para nuestra lucha contra el mal.
Padre John Abberton




[1] Nacido en 1914,en Lausanne, y fallecido el 4 de agosto de 2003, Antoine Bloom fue el metropolita ortodoxo de Souroge, encargado de la diócesis ortodoxa de Gran Bretaña, incardinada al patriarcado de Moscú.




Entérate en: www.tlig.org/sp

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