Una vez mas la Misericordia de Dios se manifiesta en el mundo. Una vez mas, como a través de las innumerables pruebas y signos que ha ido regalando a lo largo de la historia a una humanidad que ha caído en el descreimiento y se ha alejado del amor hacia si misma y hacia su Creador.
Los mensajes de La Santa Madre, de Jesucristo y el mismo Padre Dios, llegan a nuestros días con la urgencia del amor que sabe y quiere preparar al hombre, sustrayéndolo de las preocupaciones mundanas que lo absorben y separan de la verdadera realidad espiritual, para que se encuentre a si mismo, y así hacer posible el retorno a la Casa Celestial.
Cuánto amor se derrama en cada palabra que encontrarán en estos textos, cuánta delicadeza y cuánta urgencia!
Ante los signos de los tiempos, Dios ha querido que su Palabra se manifestara por medio de sus instrumentos, seres especialísimos y entregados por completo a Su Voluntad. Es gracias a ellos, como en el caso de Luz de María, que Su Mandamiento de Amor cobra especial sentido y relevancia, porque así como “No hay amor mas grande que dar la vida por los amigos”, del mismo modo Cristo nos llama a ser cada uno, plenamente conciente del mundo y sus instancias, pero sin olvidar que vamos camino a la morada definitiva del Cielo. Las profecías y anuncios que ya se han ido cumpliendo, deben servir al hombre para despertar del largo sueño en que se encuentra, con la fe puesta en Cristo, quien como lo anuncia el Evangelio, nos promete: “No teman, yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”.
Abramos el corazón, y pidamos como gracia especial poder comprender la magnitud de cuanto estamos viviendo, para dejarnos transformar por Cristo, y llevar de la mano por María, nuestra tierna Madre.
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