martes, 22 de abril de 2014

El jueves 17 de abril volvió a exudar aceite una imagen de la Virgen y la vidente de Soufanieh

Sucede cuando coincide la fecha de la Pascua católica y la ortodoxa.

Durante ocho años, en un pequeño barrio de Damasco, Siria, una mujer y su pequeña imagen de la Virgen exudaban aceite, inexplicablemente, con motivo de la Pascua. Pero sólo cuando las celebració ortodoxa y católica coinciden. El jueves 17 de abril, el fenómeno sucedió por primera vez después de un intervalo de diez años. 

myrna soufanieh

Myrna cayó en éxtasis, exudando de aceite y tuvo una visión de Cristo que ha enviado el siguiente mensaje:
“Las heridas que han sangrado en esta tierra son las mismos que están en mi cuerpo, ya que la causa y el actor son los mismos; alégrense, porque su suerte será la misma de Judá”.
Para conocer más de esta aparición ver aquíaquíaquí yaquí. 
La pequeña imagen de la Virgen de Kazan, el marco, el mantelito de seda contra el que se apoya, la misma taza de cristal transparente que lo contiene, muestra un color amarillento, desgastado, viscoso del aceite.
Tal como aceite puro de oliva, durante ocho años consecutivos, entre 1982 y 1990, con una interrupción de un año entre 1985 y 1986, el cuadrito ha exudado. Y por más tiempo aún las manos, el cuello, la cara y hasta de los ojos de Myrna, la vidente. Aquella a quien entre 15 de diciembre 1982 y 24 de marzo 1983 ??la Virgen María se apareció cinco veces dejando mensajes.
La entonces recién casada de dieciocho años cuyo cuerpo – manos, pies, cara – por cinco veces ha manifestó los estigmas, y que recibió durante 36 episodios de éxtasis, visiones de la Virgen María y Jesús, que le hablaron y dejaron mensajes.
Hay dos características destacadas de las apariciones y otros fenómenos de Sufanieh, que duró desde 1982 hasta 1990, con una “cola” entre 2001 y 2004: la primera es que la Virgen María y Cristo hablaban árabe, y la segunda es que el contenido de sus mensajes tenían una preocupación fuerte sobre la unidad de los cristianos y de la naturaleza pecaminosa de su desunión.

madonna de soufanieh que exuda

El mensaje de la última aparición dice:
“Funden una iglesia. Yo se ha dicho: construyan una iglesia. La Iglesia que Jesús adoptó es Una, porque Jesús es Uno. La Iglesia es el Reino de Dios en la tierra. Quién la ha dividido ha pecado, y quien se regocijó de su división ha pecado. Jesús la ha construido, y era pequeña; cuando ha crecido, se ha dividido. Y quién la ha dividido no tiene amor en su interior. Reunifíquenla. Qué hermoso que mis hijos se arrodillen en oración. No lo dividen, al igual que los grandes. Vayan a enseñar a las generaciones palabras unidad, amor y fe”.
Mientras que el último de los mensajes transmitidos durante las visiones extáticas, el 26 de noviembre de 1990, decía lo siguiente:
“No temas, hija mía, si te digo que esta es la última vez que me ves, hasta que no se unifique la fiesta de la Pascua”.
Y a continuación, las últimas palabras:
“Estamos contigo y con todos los que quieran que la fiesta de la Pascua se unifique”.
Este año, por coincidencia, las fechas de la celebración de la Pascua coinciden: ortodoxos y católicos de todo el mundo, entre ellos de Siria y el Oriente Medio, la celebran el mismo día, el 20 de abril. Los cálculos del calendario juliano este año coinciden con los del calendario gregoriano utilizado por católicos, protestantes, y muchos ortodoxos no calcedonianos (por ejemplo, los armenios apostólicos). En Tierra Santa, desde el 2012 los católicos han decidido celebrar la Pascua según el calendario juliano, es decir, el mismo día que los ortodoxos. En Siria, esto todavía no ha sucedido.
Myrna recibió por primera vez los estigmas en el cuerpo el 25 noviembre de 1983. Abiertos a las 16.30 en las palmas de las manos, pies y costado izquierdo, y se cerraron de nuevo a las once de la noche. El fenómeno se repitió cuatro veces, siempre en Jueves Santo, en 1984, 1987, 1990 y 2001. Siempre y sólo el año en el que el Pascua Juliana y la Pascua Gregoriana coincidían.
Incluso los fenómenos de exudación de aceite, que comenzaron el 27 de noviembre 1982 y terminaron en 1990, eran más abundantes en los años en que ambas iglesias coincidían en la fecha de la Pascua.
Myrna es hija de un sirio de confesión greco católica (melquita) y una ortodoxa griega siria. Su marido Nicolas es ortodoxo griego. Fue él quien compró la pequeña imagen en un viaje a Bulgaria en 1980. La primera vez que la imagen exudó aceite dentro de la casa, llamó a tres sacerdotes ortodoxos para mostrarles el milagro. Examinaron con cuidado el pequeño icono después de que lo retiraron de su marco y las manos de Myrna, quien tuvo que lavarselas ante ellos. Ambos, manos e imagen volvieron a exudar aceite. Los dos se fueron, repitiendo en voz alta: “Dios es grande”.
Fuentes: Tempi, Signos de estos Tiempos

lunes, 21 de abril de 2014

Abr 11_14 Preparaos, viviendo en estado de Gracia y oración, para los momentos últimos de la prueba.

Abr 11_14 Preparaos, viviendo en estado de Gracia y oración, para los momentos últimos de la prueba.ImprimirE-Mail
Rosario vespertino.

Temas:
  • Que estos últimos tiempos, antes del gran cambio, al menos dejadMe vivirlos plenamente, libremente, para que Yo pueda salvar a infinidad de almas, ya que vosotros no pudisteis o no quisisteis ayudarMe.
  • Yo Soy vuestro Dios y os he prometido que estaré con vosotros en todos los momentos de la tribulación, pero necesito que os soltéis a Mi Voluntad, para que Yo pueda ayudaros, para que Yo pueda Vivir plenamente en vosotros.
  • Os he Creado a todos, con la intención de que pudierais reunir al rebaño, para que vuestro ejemplo cambiara corazones hacia el Bien pero, éste tipo de almas, prefirieron seguir a satanás y prefirieron quitarMe almas antes que dármelas.
  • AgradecedLe a Mi Hijo, que por ésta Gracia tan grande, vosotros sois hermanos de Mi Hijo, porque también vosotros sois Mis hijos, por mandato de Mi Hijo en la Cruz.
  • Mi Amor en pleno viviréis ¿qué más regalo podéis tener, Mis pequeños, que vivir las Promesas que se os dieron desde antiguo? Sed agradecidos en todo momento, porque fuisteis escogidos para vivir éstos acontecimientos que muchas almas quisieron vivir.

Mensaje de Dios Padre y la Santísima Virgen María a J. V.

Primer Misterio. Habla Dios Padre.
Sobre: Que estos últimos tiempos, antes del gran cambio, al menos dejadMe vivirlos plenamente, libremente, para que Yo pueda salvar a infinidad de almas, ya que vosotros no pudisteis o no quisisteis ayudarMe. 
Hijitos Míos, tal y como os he venido diciendo, la maldad os ha cubierto, la maldad está a vuestro alrededor. Difícilmente encontráis almas puras, almas buenas, almas que vivan Mi Justicia y Mi Amor, almas en las cuales podáis vosotros confiar plenamente.
Hay muchos hermanos a vuestro alrededor, pero ya no vivís perfectamente en paz, Mis pequeños. Os da miedo salir ya a determinadas horas, os da miedo tomar transportes públicos, os da miedo entrar en lugares o muy llenos o ir por lugares aislados, satanás se ha encargado de que tengáis miedo, Mis pequeños y, así, os va controlando.
Vosotros sabéis que los que, viven Conmigo, viven en paz. No importa por dónde vayan, qué hagan o a qué hora estén fuera de casa, Yo estoy viviendo dentro de ellos y éstos hermanos vuestros, viven en paz, porque confían plenamente en Mí, en vuestro Dios.
Os voy cuidando, pero no todos tenéis ésa confianza que tienen aquellos que llevan paz en su corazón y que confían plenamente en Mí. Pero, ¿por qué tiene paz?, os podéis preguntar, y es que éstos hermanos vuestros están viendo por Mis intereses, caminan por el mundo, pero buscando el cómo agradarMe, buscando el cómo ayudar a vuestros hermanos para salvarse, para crecer espiritualmente, sus ideales son muy diferentes a los ideales de la gran mayoría de vuestros hermanos. Sus ideales son espirituales, ven más la profundidad del corazón, ven en el alma y no, como la gran mayoría, que ven solamente el exterior, los lujos, el dinero, las posesiones. Ciertamente,  muchos de ellos, eso es lo que quieren mostrar y lo logran, ciertamente, dan un mal aspecto, porque se están mostrando ellos mismos al mundo, porque así se os ha dicho, que las acciones muestran qué es lo que tenéis en vuestro corazón y, aquellos que se quieren mostrar con riquezas, con lujos, en su interior, solamente están buscando las cosas superfluas, las cosas vanas, las cosas que no os van a servir para vuestra salvación eterna.
Este mundo, Mis pequeños, os está ahogando, éste mundo no os está dando lo que debierais vosotros tener para lograr una espiritualidad alta y bella, éste mundo os está separando de Mí. No hay espiritualidad buena, correcta, sana y santa. Este mundo os quiere llevar a vuestra destrucción, porque lo está manipulando satanás.
¿Qué buscáis pues, Mis pequeños? ¿Qué queréis al fin y al cabo? ¿Queréis gozar plenamente y buscar solamente los bienes Terrenos? O ¿Realmente estáis buscando vuestra mejora espiritual, para ayudarMe a salvar tantos y tantos de vuestros hermanos que mucho Me necesitan? ¡Cuántas injusticias! ¡Cuánta maldad! ¡Y tenéis las manos atadas!
Ciertamente que no podéis ayudarles a vuestros hermanos o ayudaros a vosotros mismos, ya que la corrupción y la maldad os bloquean todo lo bueno que queréis hacerpero recordad que el Bien que vosotros deseáis a través de una oración, que salga de lo profundo de vuestro corazón,puede hacer grandes cosas y, por eso os digo y os repito continuamente, que no dejéis la oración, que viváis para servir a vuestros  hermanos, que no dejéis que satanás Me siga arrebatando almas.
Sois Mis apóstoles de éstos tiempos, ayudadMe pues, Mis pequeños en la salvación de infinidad de almas, que ya no tiene Luz en su interior, o sea, que ya no saben dirigirse hacia Mí.
Que Mi Paz quede con vosotros, Mis pequeños y con esto os quiero decir, que Me dejéis vivir plenamente en vosotros, que Me llevéis a los vuestros, que sea Yo, a través de vosotros, el que actúe en éstos tiempos para vuestros hermanos.
Ya vivisteis vuestro tiempo, vivisteis para vosotros mismos, vivisteis para hacer vuestras cosas y ¡os olvidasteis tanto de Mí! Que estos últimos tiempos, antes del gran cambio, al menos dejadMe vivirlos plenamente, libremente, para que Yo pueda salvar a infinidad de almas, ya que vosotros no pudisteis o no quisisteis ayudarMe.
DadMe vuestra voluntad y dejadMe actuar, dejadMe acrecentar Mi Gracia en la Tierra, en el Universo entero, para que Mi Nombre sea alabado y Bendecido por todos vosotros, cuando Yo os dé la Gracia de encontrarMe y de provocar vuestro cambio, para que podáis plenamente, ConocerMe, seguirMe desear estar Conmigo eternamente.
Gracias, Mis pequeños.
Segundo Misterio. Habla Dios Padre.
Sobre: Yo Soy vuestro Dios y os he prometido que estaré con vosotros en todos los momentos de la tribulación, pero necesito que os soltéis a Mi Voluntad, para que Yo pueda ayudaros, para que Yo pueda Vivir plenamente en vosotros.
Hijitos Míos, preparaos para los grandes acontecimientos que se han de venir. Todo será para bien. Como la Pasión, Muerte y Resurrección de Mi Hijo. Sufrió por vosotros, lloró por vosotros, dejó hasta la última gota de Su Sangre por vosotros. Recibió calumnias, vivió y sintió la maldad de los sumos sacerdotes y escribas, recibió el repudio de la gente que Le rodeaba, que días antes Lo alababan y querían hacerlo Rey y, después, Lo traicionaron.
Mis pequeños, ésa es la naturaleza humana. Sois tan manipulables, cambiáis de parecer de un momento a otro, no tenéis vuestros principios bien fundamentados, sois veletas, os movéis de acuerdo a vuestros intereses, no a los intereses de los demás. No defendéis lo que creéis de corazón. Cambiáis de parecer demasiado rápido, sin defender en lo que creéis ni lucháis en lo que os convence. No hay vida espiritual fuerte en vosotros, todo esto y más quedará purificado en vosotros, todo esto que os he venido anunciando será para vuestro bien, será para que os volváis personas de una sola pieza y que ya no os mováis de acuerdo a los intereses de los demás.
¿Realmente vivo Yo en vuestro corazón? ¿Realmente Me defenderíais como Pedro Le prometió a Mi Hijo Jesucristo? o ¿en el momento de la tribulación, también Me negaréis? ¿Cuánto valgo realmente para vosotros?
Siento dolor en haceros éstas preguntas, Mis pequeños. Pena Me da conocer vuestras respuestas. Leo vuestro corazón y no encuentro corazones dispuestos a defender lo que creéis que tenéis, que es la vida espiritual que tanto os he pedido.
Muchos de vosotros ya estáis entrados en años y, en el momento de la prueba, ¿reaccionaréis como verdaderos hijos Míos y defensores de lo que has venido viviendo por años? o en el momento de la prueba correréis, os esconderéis o negaréis lo que vivisteis por largo tiempo.
Meditad, Mis pequeños y dadMe la respuesta en vuestro interior y si necesitáis Mi ayuda, pedídMela, Mis pequeños, para que podáis ser ejemplo de vida, para que podáis ser ejemplo de que defendisteis vuestros ideales y, ése Ideal, Soy Yo, vuestro Dios.
PedidMe, Mi ayuda, para que os podáis enfrentar a la maldad que os ataque. PedidMe Mi ayuda, para que se muestre santidad en vuestras palabras, en vuestros actos, en el momento de la tribulación. Muchos, muchos se pueden convertir con un ejemplo santo de alguno de sus hermanos, que, al momento de la prueba reaccionen con la Verdad, con amor y con un gran ejemplo de vida.
DejadMe pues vivir plenamente en vosotros y os haré más fácil y más llevadero ése momento, ése momento que os puede dar la vida eterna o ése momento del cual, os podéis arrepentir con gran dolor. DejadMe que os evite un dolor temporal o eterno.
Yo Soy vuestro Dios y os he prometido que estaré con vosotros en todos los momentos de la tribulación, pero necesito que os soltéis a Mi Voluntad, para que Yo pueda ayudaros, para que Yo pueda Vivir plenamente en vosotros.
Gracias, Mis pequeños.
Tercer MisterioHabla Dios Padre.
Sobre: Os he Creado a todos, con la intención de que pudierais reunir al rebaño, para que vuestro ejemplo cambiara corazones hacia el Bien pero, éste tipo de almas, prefirieron seguir a satanás y prefirieron quitarMe almas antes que dármelas.
Hijitos Míos, bien sabéis que no os voy a pedir más de lo que podáis vosotros resistir en la prueba. Cada uno de vosotros ha sido preparado de diferente forma para dar fruto en la Tierra. Vinisteis a la Tierra a servirMe, vinisteis al mundo a dar ejemplo de vida, a mover corazones, a daros por el bien de vuestros hermanos.
A lo largo de vuestra existencia, corta o larga, ciertamente, habéis hecho el bien, pero también habéis caído en el mal y en el pecado. Yo, vuestro Dios, os Juzgaré, será con Justicia Santa, con Misericordia Infinita, porque Yo conozco vuestra debilidad. Conozco el bien que hicisteis y todo será pesado, pero sabed, Mis pequeños, que contáis con un Padre amorosísimo que, lo último que quiero de vosotros, es vuestra condenación eterna.
Mi Amor está en todo momento con vosotros, Mi Amor os cubre, Mi Amor os protege, Mi Amor os guía, pero sois como niños traviesos que os salís por un lado, desobedeciendo Mis Ordenes y Mis Deseos y haciendo vuestra propia voluntad, que es voluntad humana, que es voluntad de niño travieso. Digámoslo así, cuando cometéis pecados, hablando que sean graves, a veces caéis en ellos por distracción o peor es por andar buscando cosas que no os convienenHay diferencia en el hecho, y de éstos últimos os voy a hablar ahora. Son hermanos vuestros que actúan plenamente en el mal, sabiendo que están haciendo un mal a las almas pero, principalmente, sabiendo que Me están dañando a Mí, vuestro Dios. Estas son almas malas, almas satanizadas, almas que desean hacer daños graves a Mi Voluntad y a las almas, para llevarlas a su perdición eterna.
Estas almas serán juzgadas severamente, difícilmente tendrán Mi Misericordia, porque no la han buscado ni la han pedido. Ciertamente, sigo siendo Padre, también, de éstas almas, que, ciertamente, aunque reciban Mi Benevolencia, para que ésta las lleve al arrepentimiento, éstas almas no la aceptarán y Me seguirán atacando y blasfemando. ¡Cuánta tristeza Me da éste tipo de almas, Mis pequeños!
Os he Creado a todos, con la intención de que pudierais reunir al rebaño, para que vuestro ejemplo cambiara corazones hacia el Bien pero, éste tipo de almas, prefirieron seguir a satanás y prefirieron quitarMe almas antes que dármelas.
Orad por ellas y orad por los que tienen necesidad de ser apoyadas porque son débiles y satanás las puede hacer caer y se vuelvan de éste tipo de almas, que difícilmente tendrán su salvación eterna. ¡Cuánto Me duele que éstas almas se condenen, pero se condenan porque ellas quieren, no porque Yo las castigue y las lleve a ése fin!
DadMe vuestro corazón, Mis pequeños, dadMe vuestro amor para poder quitarMe éste dolor que éstas almas Me causan.
Gracias, Mis pequeños.
Cuarto Misterio. Habla La Santísima Virgen María.
Sobre: AgradecedLe a Mi Hijo, que por ésta Gracia tan grande, vosotros sois hermanos de Mi Hijo, porque también vosotros sois Mis hijos, por mandato de Mi Hijo en la Cruz.
Hijitos Míos, Mi Hijo, Me dio una gran tarea, pero también una gran dicha, la de Ser la Madre de todo el género humano.
Mis pequeños, Mi Hijo Me dio ésta tarea para buscar vuestra salvación. Me dio ésta tarea, para que vosotros Me vierais como a una Madre, en la cual pudierais vosotros confiar plenamente porque, Yo, Madre del Salvador, os estaba dando a todo un Dios que os iba a traer nuevamente ésa vida espiritual que se había perdido con el Pecado de vuestros Primeros Padres.
Con ésta Gracia, con la cual envolvía al género humano, Yo, vuestra Madre, os iba a llevar por caminos de bien, por caminos de un crecimiento espiritual como no se había tenido antes y, especialmente, porque os iba a llevar a la Evangelización que Mi Hijo os había dado en ése tiempo de Su Vida para la salvación. Os dio una escuela de Amor una escuela de perfección, un ejemplo de Vida a seguir.
Yo Lo crie desde Pequeñito, Lo vi crecer, Él Me enseñó y Yo Le enseñé. Vivimos a la par, aún en aquellos momentos en los cuales Él empezó Su Vida pública. Yo estaba perfectamente unida a Él, nunca Me separé y Me seguía enseñando y Yo Le seguía apoyando. Su Corazón y Mi Corazón, eran Uno.
Asimilé todas Sus Enseñanzas, le ofrecí Mi Vida y Me dio ésta Gracia, el poder seguir transmitiendo Su Vida a todos vosotros y lo he seguido haciendo, Mis pequeños. Apoyé espiritualmente a los apóstoles escogidos, los acompañé en todo momento, estaba Yo presente en sus dudas, en sus dolores, en sus triunfos, en sus alegrías. Ellos venían a Mí, Me preguntaban y les contestaba con la Sabiduría de Mi Hijo. En sus momentos de tribulación, Yo iba a ellos, Me les presentaba, les confortaba, les apoyaba para que fueran ésos Cristos enseñando por todo el mundo.
Fueron tomados al Cielo después de cumplir su misión y Yo, vuestra Madre, os he seguido apoyando. He apoyado a las almas de todo el mundo con Mis Apariciones, Yo sigo dando Vida, la Vida que Mi Hijo dio por vosotros. Me sigo apareciendo, os sigo llevando hasta el Corazón de Mi Hijo, os preparo en las tribulaciones, os preparo para el regreso al Reino Celestial, os reconforto en vuestros momentos de lucha, en los momentos difíciles Me presento, para que podáis tomar de Mí, vuestra Madre, Mi Dulzura, Mi Amor, Mis Lágrimas, Mi apoyo, el apoyo que una Madre sabe dar a los hijos.
Sabéis que contáis Conmigo, Mis pequeños, para Mí, siempre seréis pequeñitos, necesitados de unas palabras de consuelo, de alivio, de Amor. Soy vuestra Madre, que conozco vuestra naturaleza, vuestras debilidades, vuestros errores, pero también vuestros aciertos y vuestros deseos de mejora.
Soy ésa Madre que todos vosotros deseáis tener, la Madre que os acompaña, que vive junto a vosotros, que os comprende perfectamente y que os da Palabras de aliento para que sigáis con vuestra tarea, agradando a vuestro Dios.
Agradeced a Mi Hijo en la Cruz, cuando Me estaba dando ésta tarea tan bella, tan grande de ayudaros, de ser vuestra Madre pero, sobre todo, agradecedLe a Mi Hijo, que por ésta Gracia tan grande, vosotros sois hermanos de Mi Hijo, porque también vosotros sois Mis hijos, por mandato de Mi Hijo en la Cruz.
¡Cuánta alegría os debe dar esto, Mis pequeños! ¡Cuánto Amor debéis sentir por vuestro Dios y Salvador!, que no solamente os abrió las Puertas del Cielo, sino que os dio a una Madre que ahora se da por vosotros, que se ha venido dando  por el género humano, pero os repito, que os dio la Gracia tan grande de ser hermanos con Él y que así os presentaréis ante Nuestro Padre Dios.
Os amo tanto, Mis pequeños, y Me siento halagada, por Mi Hijo, de poder serviros en vuestra salvación eterna.
Venid a Mí, Mis pequeños, venid a Mí, que Soy vuestra Madre y que, así, como Mi Hijo, también deseo lo mejor para cada uno de vosotros. Os amo, Mis pequeños, recibid la Bendición de Mi Hijo, a través de Mi Corazón Inmaculado.
Gracias, Mis pequeños.
Quinto MisterioHabla Dios Padre.
Sobre: Mi Amor en pleno viviréis ¿qué más regalo podéis tener, Mis pequeños, que vivir las Promesas que se os dieron desde antiguo? Sed agradecidos en todo momento, porque fuisteis escogidos para vivir éstos acontecimientos que muchas almas quisieron vivir.
Preparaos, Mis pequeños, viviendo en estado de Gracia y en oración, para los momentos últimos de la prueba, en donde aquellos que asesinaron a Mi Hijo, querrán dar su golpe final, tratando de destruir lo que Mi Hijo os dejó. Pero ridiculizados quedarán ante toda la humanidad. Su maldad que han venido guardando y que han hecho a lo largo del tiempo, los aplastará.
Esta maldad que ellos difundieron por todo el mundo, se volverá contra ellos mismos, contra los suyos. Os he dicho que todo aquello que se hizo en lo oculto, a la luz del día se mostrará y se sabrá todo lo que estaba oculto a los ojos de los hombres. Conoceréis, Mis pequeños, cómo satanás trabajó para tratar de destruir todo lo que venía de Mí y todo lo que Mi Hijo hizo por el bien de todos vosotros. El mal nunca vence, Mis pequeños, el mal queda ridiculizado y destruido al final. Mi Bien, siempre aplastará toda maldad, toda destrucción que viene de satanás.
Alegraos, Mis pequeños, porque ya estáis a momentos de todo éste cambio en el que el mal será vencido y el bien surgirá. Vosotros, los que oráis y pedís constantemente por éste cambio que necesitáis, seréis recompensados. Gozaréis lo que tanto habéis esperado, viviréis lo que tanto habéis anhelado.
Gozad pues, Mis pequeños, ya desde ahora, éstos momentos del cambio que tanto os he prometido. Gozaréis infinitamente.
AgradecedMe pues, Mis pequeños, éste cambio, que viviréis que muchos en el pasado quisieron vivir y que no se les concedió, pero que ahora vosotros lo gozaréis.
Grandes cosas veréis, grandes cambios ocurrirán a vuestro alrededor y en vuestro interior.
Mi Amor en pleno viviréis ¿qué más regalo podéis tener, Mis pequeños, que vivir las Promesas que se os dieron desde antiguo? Sed agradecidos en todo momento, porque fuisteis escogidos para vivir éstos acontecimientos que muchas almas quisieron vivir.
Gracias, Mis pequeños.

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Abr 03_14 No es tiempo ya de que vosotros estéis haciendo vuestra voluntad.

Abr 03_14 No es tiempo ya de que vosotros estéis haciendo vuestra voluntad.ImprimirE-Mail
Rosario vespertino.

Temas:

  • Quiero que seáis almas dóciles para que Yo, vuestro Dios, pueda moveros para cambiar a éste Mundo y llevarlo a la perfección que ha perdido por el Pecado Original y por la testarudez del hombre.
  • ¿A dónde queréis llegar? ¿Qué queréis para vuestro futuro, cercano y lejano? ¿Qué queréis para la eternidad? Éstas y otras preguntas os las tenéis que hacer, y vosotros tenéis la respuesta.
  • Yo no puedo pasar por sobre vuestra voluntad, os respeto y si vosotros no Me dais permiso para que Yo os pueda tomar y ser instrumentos de Amor, de salvación y de triunfo en éstos tiempos, no podré si vosotros no Me lo permitís.
  • ¡Mucha pena y mucho dolor Me da ver tantas almas destrozadas por el pecado y que no hacen nada por levantarse!, vosotros, los que estáis Conmigo, orad incesantemente por vuestros hermanos que están así.
  • Verdaderamente gozaréis lo que Yo os daré, esperadlo con ansía y seguid adelante, como habéis venido siendo a lo largo de vuestra vida, fieles a Mí, vuestro Dios.

Mensaje de Dios Padre a J. V.


Primer Misterio. Habla Dios Padre.
Sobre: Quiero que seáis almas dóciles para que Yo, vuestro Dios, pueda moveros para cambiar a éste Mundo y llevarlo a la perfección que ha perdido por el Pecado Original y por la testarudez del hombre.
Hijitos Míos, en las Sagradas Escrituras leéis que no sabéis ni el día ni la hora del Regreso del Hijo del Hombre, pero tampoco sabéis ni el día ni la hora de las tribulaciones que deberéis padecer y, por eso, os vuelvo a aconsejar, Mis pequeños, que debéis manteneros en Estado de Gracia, en oración, sumidos totalmente a Mi Voluntad. Que estéis viendo por Mi bien, por lo que Yo quiero que vosotros hagáis y viváis. No es tiempo ya de que vosotros estéis haciendo vuestra voluntad.
Ciertamente, tenéis el libre albedrio, pero las almas que han entendido el Mensaje que por tanto tiempo os he dado, deberán haber aprendido que deben de poner su libre albedrío, su voluntad, a Mi disposición, para que Yo os mueva a como Mi Voluntad deseé y, os puedo decir que, ciertamente, os llevaré a la perfección, a la santidad de vida.
Vosotros siempre os imagináis que os voy a quitar muchas cosas cuando os pongáis ante Mi Presencia y Me deis vuestra voluntad, quiero que meditéis, Mis pequeños, como en alguna otra ocasión os he pedido, que ¿quién creéis que va a salir ganando cuando Yo tome posesión de vosotros, si vosotros o Yo, vuestro Dios?
Yo, Soy el Perfecto, Soy el Creador, Soy Fuente de Vida, Soy Providencia Infinita. Vosotros sois imperfectos, sois receptores, estáis todavía creciendo, no lleváis la perfección en vuestro ser. Si Yo os tomo, os vuelvo a repetir, ¿quién saldrá ganando, vosotros o Yo? La respuesta es obvia, Mis pequeños y, por eso, quiero que, en total confianza hacia Mí, Me deis vuestra voluntad, que Me dejéis que Yo mueva vuestra vida a como Yo necesito que se mueva. Sois instrumentos de Mi Amor, sois instrumentos de salvación, sois instrumentos de crecimiento espiritual.
Yo os voy a aconsejar muchas cosas que van a servir a vuestros hermanos a crecer espiritualmente o a salvarse eternamente y tantas y tantas cosas que vosotros podéis hacer por vuestros hermanos para su vida espiritual, para su vida humana, para su salvación eterna.
La Sabiduría viene de Mí y, cuando Yo os la concedo, para que vosotros la transmitáis a vuestros hermanos, vosotros mismos gozáis con lo que les decís a vuestros hermanos y con la ayuda que les dais. Ellos se alegran de la ayuda que vosotros les dais y, honestamente, vosotros os dais cuenta de que lo que dijisteis o hicisteis, verdaderamente no era vuestro, porque no eran vuestras palabras, no eran vuestros consejos, porque los conocéis y, es cuando Me dais crédito a Mí, vuestro Dios, de que Yo os tomé para el bien y el crecimiento del alma de un hermano vuestro. Vosotros os sentís satisfechos de haberMe ayudado a ayudar a crecer a un alma de un hermano vuestro y, si es así, ¿por qué no Me dejáis más seguido hacerlo, Mis pequeños? Hay tantas y tantas almas alrededor del mundo, y a vuestro alrededor, a quienes les podríais hacer tanto bien, pero vosotros Me limitáis poder hacerles el bien, porque no os soltáis perfectamente a Mi Voluntad, para que Yo os mueva según lo que las almas necesitan.
Entended bien esto, Mis pequeños, vosotros debéis ser prolongación de Mi Sabiduría, debéis ser prolongación de Mi Amor, de Mis Milagros, de la Vida de Mi Hijo. Os puedo tomar y hacer con vosotros tantas cosas bellas y buenas para vuestros hermanos y para vosotros mismos, pero si Me limitáis y no Me dejáis actuar libremente, no podremos hacer todas las cosas que Yo quisiera hacer para el bien del Mundo y del Universo entero.
Quiero que seáis almas dóciles para que Yo, vuestro Dios, pueda moveros para cambiar a éste Mundo y llevarlo a la perfección que ha perdido por el Pecado Original y por la testarudez del hombre que no quiere buscar lo mejor para su vida ni para los suyos.
Dependo de vosotros, Mis pequeños para hacer grandes cosas. Ciertamente, Yo las podría hacer por Mí Mismo, pero quiero que Me ayudéis para que seáis corredentores en ésta obra de salvación de miles de millones de almas que Me necesitan y que, por desgracia, no hay muchas almas que se donen a Mí voluntad, para que Yo las pueda tomar y lleven Mis Bendiciones a aquellos hermanos vuestros que Me necesitan.
DejadMe, pues, que Yo Me sirva de vosotros para engrandecer Mi Reino en la Tierra y en el Universo entero y empecéis a gozar fuertemente de Mis regalos Celestiales. No detengáis ya Mi Obra, Mis pequeños, dejadMe Ser en vosotros.
Gracias, Mis pequeños.
Segundo Misterio. Habla Dios Padre.
Sobre: ¿A dónde queréis llegar? ¿Qué queréis para vuestro futuro, cercano y lejano? ¿Qué queréis para la eternidad? Éstas y otras preguntas os las tenéis que hacer, y vosotros tenéis la respuesta.
Hijitos Míos, uno de los mayores problemas que tenéis para cumplir con vuestra misión en la Tierra, esvuestra debilidad espiritual. Si fuerais realmente conscientes de vuestra tarea en la Tierra, primeramente, os alegraríais de estar sirviéndoMe, como se alegran los ángeles en el Cielo al servirMe en todo momento, con gran alegría y con una disponibilidad total. Así debierais estar también vosotros, agradeciéndoMe el don de la vida y poniéndoos en total disponibilidad para que Yo os tome en lo que Yo necesito para la salvación de las almas de todos los tiempos, del Mundo y del Universo entero. Pero vuestra debilidad espiritual cada vez aumenta más, porque hay una gran separación ahora, ya del hombre con Mi Iglesia, con vuestra vida espiritual, con vuestra espiritualidad hacia Mí, con vuestra obediencia al cumplir las Leyes y Decretos que Yo os he dado. Estáis débiles espiritualmente hablando y satanás lo sabe y, por eso, muchos de vosotros sois vencidos fácilmente por las tentaciones de satanás.
Lo estáis viendo alrededor del Mundo, cómo la espiritualidad va decreciendo, cómo los templos se van quedando cada vez más vacíos, pero sobre todo, se va terminando la hermandad entre los pueblos. Ya no os cuidáis los unos a los otros, no veis por vuestros hermanos, os volvéis cada vez más malos, os apartáis de la Gracia, no os interesan ya los Sacramentos ni la oración, ¿a dónde queréis llegar, Mis pequeños?, ¿a dónde? Sabéis que sin Mí no sois nada ni nadie, os he dado todo para que podáis servirMe correctamente en lo personal y también servirMe, sirviendo a vuestros hermanos, como lo hizo Mi Hijo Jesucristo.
Satanás sabe que estáis muy débiles espiritualmente y os pone tentaciones en las que caéis fácilmente, ya no necesita luchar demasiado para llevaros al pecado y a la maldad. Fácilmente sucumbís a sus tentaciones porque no tenéis con qué defenderos ante las tentaciones que él os pone.
Es el tiempo de la lucha, es el tiempo de la tentación, es el tiempo de la destrucción espiritual. La respuesta la tenéis vosotros ¿A dónde queréis llegar? ¿Qué queréis para vuestro futuro, cercano y lejano? ¿Qué queréis para la eternidad? Éstas y otras preguntas os las tenéis que hacer, y vosotros tenéis la respuesta Mis pequeños.
¿A dónde queréis llegar? Debéis fortaleceros para que vosotros podáis luchar contra los ataques de satanás.
El mal está a vuestro lado, el mal os rodea, el mal os lleva a la perdición eterna, Yo no os creé para eso, Mis pequeños, os creé para que llegarais a una perfección de vida tal, que os pudierais ganar el Reino de los Cielos eternamente, como regalo a vuestra donación, a vuestro ejemplo, a vuestro trabajo, a vuestra lucha.
Vuestra salvación depende de vuestra docilidad para que os dejéis mover por Mí y os dejéis transformar por Mi Gracia y seáis almas ardientes de Mi Amor y deseosas de la perfección, pero sabéis que Yo no os voy a forzar en ningún momento, si vosotros no os dais a Mí libremente, Yo no os puedo forzar ni obligar de ninguna forma para que Me sigáis y para que os perfeccionéis.
Mi Gracia os está esperando, Mis pequeños, torrentes de bendiciones están esperando para vuestra perfección. La purificación os dejará preparados para que Yo os pueda llenar de todas éstas Gracias y Bendiciones, pero vuestra docilidad y vuestra donación, hará mucho más fácil ése cambio en vosotros.
Os amo, Mis pequeños, recibid Mis Bendiciones. Que así Sea.
Tercer MisterioHabla Dios Padre.
Sobre: Yo no puedo pasar por sobre vuestra voluntad, os respeto y si vosotros no Me dais permiso para que Yo os pueda tomar y ser instrumentos de Amor, de salvación y de triunfo en éstos tiempos, no podré si vosotros no Me lo permitís. 
Mis pequeños, os he dicho que éstos tiempos de purificación van a ser para que vosotros crezcáis en Caridad hacia vuestros hermanos.
El Regreso de Mi Hijo a la Tierra, tiene que estar lleno de Amor, los hombres deberán desear ver el Regreso de Mi Hijo, gozar Su Presencia entre vosotros y esto solamente se puede lograr viviendo ya en un mundo de paz, de armonía, de hermandad y todo esto dado por el Amor que debe de nacer de vuestros corazones, por las condiciones que Yo voy a permitir se den entre vosotros, en éste tiempo.
Ciertamente satanás sabe de éstos planes Míos, para que vosotros os preparéis en Amor a recibir a Mi Hijo, pero satanás no quiere ésta Gracia para vosotros y él, junto con sus secuaces, tratará de afectar vuestra espiritualidad, vuestra caridad, el amor que salga de vuestro corazón hacia vuestros hermanos, él no quiere que vosotros triunféis en el Amor.
Él tratará de atacar todo aquello que pueda hacer que vosotros empecéis a vivir en el Amor, hablar en el Amor, gozar del Amor, que solamente puede venir de Mí, el Amor Verdadero, el Amor Santo, el Amor de donación, el Amor de hermandad, el Amor de padres a hijos, de hijos a padres. Yo, vuestro Dios, espero con ansia, éste amor que saldrá de vuestro corazón, deseándoMe, agradeciéndoMe, buscándoMe y se dará, Mis pequeños, aún a pesar de lo que satanás quiera hacer con vosotros, con vuestras familias, con el mundo entero, con el Universo. Por eso os hablo tanto de la docilidad de vuestro ser hacia Mí, de vuestra donación, porque, solamente así, voy a poder trabajar libremente en vosotros y vencer fácilmente los ataques de satanás.
Ciertamente, éstos, los podéis ver ya a vuestro alrededor y cada vez creciendo más, pero el Amor no ha desaparecido de sobre la faz de la Tierra. Hay muchas almas alrededor del Mundo que Yo he ido preparando para éstos momentos y, aunque no son tantas en comparación a las almas malas, que se han soltado a la acción de satanás, las almas buenas que Yo he preparado, van a terminar fácilmente con todo ése poderío satánico que se ha desatado por toda la Tierra y que os quiere acabar, porque satanás quisiera burlarse de Mi Creación, del que Yo os haya dado el don de la vida para servirMe y para hacer grandes cosas para Mi Reino.
Satanás no podrá vencerMe jamás ni podrá vencer a aquellos que se dejen mover por Mí.PermitidMe, pues, Mis pequeños, que Yo os proteja, que Yo os salve, que Yo os dé una fuerza descomunal para atacar a satanás, vencerlo y que vosotros dejéis que Yo implante Mi Poderío Divino en la Tierra y en el Universo entero, pero siempre a través de vuestra donación, de vuestra docilidad, de que dejéis que Yo tome vuestra voluntad y que os maneje según Mi Voluntad.
Esto os lo repito tanto, Mis pequeños, porque Yo no puedo pasar por sobre vuestra voluntad, os respeto y si vosotros no Me dais permiso para que Yo os pueda tomar y ser instrumentos de Amor, de salvación y de triunfo en éstos tiempos, no podré si vosotros no Me lo permitís.
DejadMe pues, moveros en libertad, regalándoMe vuestra voluntad.
Gracias, Mis pequeños.
Cuarto Misterio. Habla Dios Padre.
Sobre: ¡Mucha pena y mucho dolor Me da ver tantas almas destrozadas por el pecado y que no hacen nada por levantarse!, vosotros, los que estáis Conmigo, orad incesantemente por vuestros hermanos que están así.
Hijitos Míos, cuando vosotros contraéis una enfermedad, ésta se va desarrollando en vuestro cuerpo, vais sintiendo los efectos que los microbios van causando en vuestra salud, caéis y sufrís.
La humanidad está enferma, y lo estáis viendo, y no está haciendo nada para protegerse. Así como cuando tomáis vosotros algún medicamento para que vuestro cuerpo vaya destruyendo a los microbios que le atacan, ésta pobre humanidad, poco hace para reponerse, para salir de la enfermedad en la que vive y que se puede poner peor y que, de hecho, así será.
Todavía no llegáis a los momentos más fuertes de ésta enfermedad de maldad, en la que ya está envuelta la humanidad y el Universo entero, pero lo peor de todo, es que satanás ha sabido actuar y os ha llevado a ésta enfermedad tan grave, que es el pecado y, vosotros estáis contentos con ello. Ha sabido esconder ése sentimiento de maldad para que vosotros aceptéis la vida que estáis viviendo.
Vosotros mismos os habéis apartado de la Iglesia, del estado de Gracia, de la oración, de la protección que se os dio por tanto tiempo y, especialmente para estos momentos. Estáis totalmente desprotegidos una gran mayoría de vosotros y así, vais a sucumbir a los ataques de satanás, porque estáis viviendo ésta vorágine de maldad que os llevará a la condenación eterna a infinidad de almas.
No estáis luchando contra satanás, no estáis luchando contra el pecado, no estáis tratando de sacar de vuestra vida la maldad que está a vuestro alrededor. Pocos, muy pocos son los que se dan cuenta de ésta realidad y son las almas que están Conmigo, que han abierto su corazón a Mi Gracia, a Mi Sabiduría, al Discernimiento Santo que Yo os he aconsejado tantas veces que Me pidáis para protegeros contra los engaños de satanás.
Poco hacéis para luchar contra ésta maldad que os ha degradado y os ha llevado a tal nivel de pecado, que podríais decir ya, que no sois hijos Míos, sino que sois hijos de pecado, muchos hasta ya, hijos de satanás, por todo el mal que están haciendo,  porque se han vuelto instrumentos de él para llevar a tantas almas a la perdición.
¡Mucha pena y mucho dolor Me da ver tantas almas destrozadas por el pecado y que no hacen nada por levantarse!, vosotros, los que estáis Conmigo, orad incesantemente por vuestros hermanos que están así, desprotegidos de Mi Gracia porque han cerrado su corazón a todo lo que viene de Mí. Orad por ellos y, sobre todo, orad para que crezca en vosotros ése deseo grande de salvarles, que es el deseo por el que se dio Mi Hijo Jesucristo por todos vosotros.
Cuando vosotros veis a alguien que no se da cuenta que va a tener un accidente grave, si sigue por el camino errado por el que va, debéis ayudarle, si no directamente, indirectamente a través de vuestra oración, de vuestra intercesión. Para eso estáis, Mis pequeños y para eso os he dado los dones que tenéis en éstos momentos y que se acrecentarán para salvar almas, porque muchas están ciegas, sordas, mudas a Mi Gracia y a su salvación.
Vosotros debéis ser intercesores, salvadores por vuestra donación de vida, por éstas almas que se pueden perder si vosotros no les ayudáis. Sois pocos, muy pocos los que estáis Conmigo en estos momentos alrededor del mundo, pero haciendo todo en unión con Mi Hijo Jesucristo, así sois infinitamente poderosos por la Gracia y el Amor que os concede Mi Hijo, al ser vosotros corredentores de vuestros hermanos.
Os creé para vuestra salvación eterna, os creé para que vivierais Mi Amor y lo difundierais y no se ha logrado, porque satanás os ha atacado, de tal forma, que muchos de vuestros hermanos prefirieron seguirle, gozar su maldad y apartarse de Mí.
Ahora vosotros, Mis verdaderos hijos, os pido que oréis por vuestros hermanos que han perdido el rumbo,confío en vosotros, pedidMe lo que necesitéis, que Yo os lo daré, para que podáis salvar a vuestros hermanos.
Gracias, Mis pequeños.
Quinto MisterioHabla Dios Padre.
Sobre: Verdaderamente gozaréis lo que Yo os daré, esperadlo con ansía y seguid adelante, como habéis venido siendo a lo largo de vuestra vida, fieles a Mí, vuestro Dios.
Hijitos Míos, Mi Mensaje siempre es esperanzador. A pesar, de que os estoy hablando de una purificación mundial y que esto va a costar infinidad de almas, eliminándolas de la Tierra, aún así, Mi Mensaje es esperanzador, porque las almas buenas, las almas deseosas de la paz, las almas deseosas de vivir en Mí, para vivirMe y transmitirMe, Me han pedido, que ya esto termine y, por éstas almas viene la purificación, porque no puedo permitir que satanás termine con todas las almas, y menos de las escogidas, que han luchado por mantenerse Conmigo y que, ciertamente, satanás las está atacando cada vez más fuertemente, para tratar de llevarlas hacia el pecado y hacia la condenación eterna.
Mis pequeños, Mi Misericordia es Infinita y Mi Amor por vosotros también. Estoy ya preparando que éste Mundo y el Universo entero quede purificado para que gocéis los grandes regalos que tengo preparados para vosotros.
Primeramente, vuestra transfiguración, para que gocéis lo que vuestros Primeros Padres gozaban y que perdieron, por el Pecado Original.
Mis pequeños, con éste cambio que tendréis, que es la transfiguración, podréis gozar de toda la Creación y con eso, os estoy hablando de que gozaréis la Creación, que son todos los planetas y todo lo Creado en el Universo entero, lo que ahora es invisible para vosotros.
Iréis conociendo, más a fondo, lo que Yo quise hacer en la Creación. Pensaba en vosotros en cada cosa que Yo creaba, veía vuestro gusto, vuestro deleite, vuestras alabanzas de agradecimiento por el consentimiento que Yo os estaba dando al crear todas éstas bellezas para vuestra recreación. No os imagináis, Mis pequeños, tantas cosas tan bellas que os esperan, tanto para vuestro deleite físico como espiritual.
Hay bellezas inimaginables para vuestros sentidos y para vuestra percepción actual, que gozaréis, tan pronto como termine la purificación.
Agradeceréis con todo vuestro corazón, lo que Yo os daré, Mis pequeños, y éste es un regalo a vuestra perseverancia, a vuestra Fe, a vuestro Amor hacia Mí, vuestro Dios, en Mi Santísima Trinidad.
Por eso os digo que no debéis estar tristes, aún en los momentos de la tribulación, al contrario, cuando estéis en los momentos más álgidos, sabréis que todo se irá preparando ya para ése gozo que pronto vendrá.
Como os decía momentos antes, en una enfermedad, también viene un momento de crisis en lo más alto de la temperatura, de la enfermedad que tenéis, después decrece y os aliviáis. Vuestro mundo está muy enfermo, pero por Mi Gracia, por ésta purificación, se eliminará todo lo que está sucio, enfermo, malo, para que no contamine a las almas buenas, y gozaréis, Mis pequeños, verdaderamente gozaréis lo que Yo os daré, esperadlo con ansía y seguid adelante, como habéis venido siendo a lo largo de vuestra vida, fieles a Mí, vuestro Dios, llenos de Mi Amor, llenos de Mi Gracia, y con unas ganas tremendas de servirMe, de servir a vuestro Dios, para que todos gocéis de los Bienes Prometidos.
Gracias, Mis pequeños.

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domingo, 20 de abril de 2014

Mensaje a Luz de María - 18 de abril del 2014

MENSAJE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
A SU HIJA AMADA LUZ DE MARÍA
VIERNES SANTO
MENSAJE RECIBIDO EN ROSARIO, SANTA FE ARGENTINA
18 DE ABRIL DEL 2014



Hijos de Mi Corazón Inmaculado:

Les bendigo. Retomen nuevamente la oración a San Miguel Arcángel.

SUS COMPAÑEROS DE CAMINO PERMANECEN JUNTO A USTEDES. 
LAS LEGIONES CELESTIALES SE MANTIENEN SOBRE LA HUMANIDAD EN ESTOS INSTANTES YA ANUNCIADOS POR MÍ EN QUE EL BIEN Y EL MAL LUCHAN POR LAS ALMAS.


HAN DEJADO DE LADO LA PRACTICA DE LA ORACIÓN Y DEBEN RETOMARLA. LA ORACIÓN DEBE SER ACTIVA Y NO PASIVA, EL MAL SE MANTIENE EN UN CONSTANTE ACCIONAR; DE IGUAL MANERA USTEDES, HIJOS MÍOS, DEBEN LLEVAR POR DOQUIER LA PALABRA DE MI HIJO Y MIS LLAMADOS.

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado:

Cada uno de ustedes es tierra fértil o tierra árida; cada uno de ustedes mantiene dentro de sí un campo minado, minado por el “ego” del yo humano, el cual debe ser vencido con una conciencia clara y justa, actuando y obrando a semejanza de Mi Hijo.  Deben caminar en Sus Divinos Preceptos para que ese campo minado del yo humano no les lleve a caer continuamente en las garras del mal, sino les lleve a mantenerse de Mi Mano y a mantenerse en una constante acción de gracias y adoración a Mi Hijo.

Amados Míos:

El hombre no se ha enfrentado jamás a un instante tan decisivo espiritualmente como éste… y continúan como si no escucharan.

¡AY DE AQUELLOS QUE NO PRESTEN ATENCIÓN A LOS LLAMADOS DE MI HIJO,
YA QUE EL INSTANTE PRESENTE ES EL INSTANTE DE LA VERDAD, ES EL INSTANTE DE LAS ALMAS QUE AMAN A MI HIJO EN ESPÍRITU Y EN VERDAD!

Yo, como Madre Dolorosa, en este Día de Conmemoración tan especial, permanezco con Mi Corazón continuamente atravesado por las continuas ofensas que como dagas me lastiman y hacen sangrar Mi Corazón, por la constante negativa a mirarse sin vendas en los ojos, sin disimulos y sin justificaciones. Pero ustedes temen más al mal en el que han caído que al temor de perder la Vida Eterna que Mi Hijo les ofrece, y esto porque viven continuamente en un ir y venir.  Ésta es una estratagema, un engaño del mal para que ustedes no puedan recapacitar y actúen automáticamente y sin conciencia. Es el instante en que deben mantenerse en lucha contra todas las debilidades que les llevan a ofender a Mi Hijo. 

YO LES LLAMO A QUE CADA UNO SEA CUMPLIDOR DE LA VOLUNTAD DE MI HIJO,
LES LLAMO A QUE CADA UNO ACEPTE SU CAMINO, ACEPTE SU MISIÓN PERSONAL
Y AME LA DE SUS HERMANOS.

ES UNA GRAN TAREA LA QUE LES LEGO EN ESTE INSTANTE; PROFUNDÍCENLA Y PROMÉTANSE A USTEDES MISMOS TRANSFORMAR EL OBRAR Y ACTUAR PERSONAL EN EL OBRAR Y ACTUAR DE MI HIJO PARA QUE SEAN CUMPLIDORES DE SU VOLUNTAD Y ASÍ ME PERMITAN AMARLES.

No olviden invocar a sus Compañeros de camino para que Ellos logren guiarles porque ustedes se lo piden.

Les bendigo, les amo.

AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.



COMENTARIO DEL INSTRUMENTO
AL MENSAJE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Hermanos (as):

En el silencio interior, reflexionemos:
Rom 12, 1-5
“Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual.  Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la Voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual. Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros.”
 



Catequesis de Juan Pablo II sobre la Resurrección




La resurrección de Jesucristo ha cambiado el curso de la historia. La vida ha vencido a la muerte.
Se necesita fe para abrirse a este nuevo y maravilloso horizonte. Dejémonos penetrar por los pensamientos y las emociones que vibran en la secuencia pascual: “Sí, estamos seguros: en verdad, Cristo ha resucitado”.
María fue testigo silenciosa de todos estos acontecimientos. Pidámosle que nos ayude también a nosotros a acoger plenamente este anuncio pascual.

 LA RESURRECCIÓN COMO HECHO HISTÓRICO QUE AFIRMA LA FE
SS Juan Pablo II, 25 de enero, 1989
1. En esta catequesis afrontamos la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, documentada por el Nuevo Testamento, creída y vivida como verdad central por las primeras comunidades cristianas, transmitida como fundamental por la tradición, nunca olvidada por los cristianos verdaderos y hoy profundizada, estudiada y predicada como parte esencial del misterio pascual, junto con la cruz; es decir la resurrección de Cristo. De El, en efecto, dice el Símbolo de los Apóstoles que ‘al tercer día resucitó de entre los muertos’; y el Símbolo niceno-constantinopolitano precisa: ‘Resucitó al tercer día, según las Escrituras’.
Es un dogma de la fe cristiana, que se inserta en un hecho sucedido y constatado históricamente. Trataremos de investigar ‘con las rodillas de lamente inclinadas’ el misterio enunciado por el dogma y encerrado en el acontecimiento, comenzando con el examen de los textos bíblicos que lo atestiguan.
2. El primero y más antiguo testimonio escrito sobre la resurrección de Cristo se encuentra en la primera Carta de San Pablo a los Corintios. En ella el Apóstol recuerda a los destinatarios de la Carta (hacia la Pascua del año 57 d. De C.): ‘Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde a todos los Apóstoles. Y en último lugar a mi, como a un abortivo’ (1 Cor 15, 3-8).
Como se ve, el Apóstol haba aquí de la tradición viva de la resurrección, de la que él había tenido conocimiento tras su conversión a las puertas de Damasco (Cfr. Hech 9, 3)18). Durante su viaje a Jerusalén se encontró con el Apóstol Pedro, y también con Santiago, como lo precisa la Carta a los Gálatas (1,18 ss.), que ahora ha citado como los dos principales testigos de Cristo resucitado.
3. Debe también notarse que, en el texto citado, San Pablo no habla sólo de la resurrección ocurrida el tercer día ‘según las Escrituras’ (referencia bíblica que toca ya la dimensión teológica del hecho), sino que al mismo tiempo recurre a los testigos a los que Cristo se apareció personalmente. Es un signo, entre otros, de que la fe de la primera comunidad de creyentes, expresada por Pablo en la Carta a los Corintios, se basa en el testimonio de hombres concretos, conocidos por los cristianos y que en gran parte vivían todavía entre ellos. Estos ‘testigos de la resurrección de Cristo’ (Cfr. Hech 1, 22), sonante todo los Doce Apóstoles, pero no sólo ellos: Pablo habla de a aparición de Jesús incluso a más de quinientas personas a la vez, además de las apariciones a Pedro, a Santiago y a los Apóstoles.
4. Frente a este texto paulino pierden toda admisibilidad las hipótesis con las que se ha tratado, en manera diversa, de interpretar la resurrección de Cristo abstrayéndola del orden físico, de modo que no se reconocía como un hecho histórico; por ejemplo, la hipótesis, según la cual la resurrección no sería otra cosa que una especie de interpretación del estado en el que Cristo se encuentra tras la muerte (estado de vida, y no de muerte), o la otra hipótesis que reduce la resurrección al influjo que Cristo, tras su muerte, no dejó de ejercer (y más aún reanudó con nuevo e irresistible vigor) sobre sus discípulos. Estas hipótesis parecen implicar un prejuicio de rechazo a la realidad de la resurrección, considerada solamente como ‘el producto’ del ambiente, o sea, de la comunidad de Jerusalén. Ni la interpretación ni el prejuicio hallan comprobación en los hechos. San Pablo, por el contrario, en el texto citado recurre a los testigos oculares del ‘hecho’: su convicción sobre la resurrección de Cristo, tiene por tanto una base experimental.
Está vinculada a ese argumento ‘ex factis’, que vemos escogido y seguido por los Apóstoles precisamente en aquella primera comunidad de Jerusalén. Efectivamente, cuando se trata de la elección de Matías, uno de los discípulos más asiduos de Jesús, para completar el número de los ‘Doce’ que había quedado incompleto por la traición y muerte de Judas Iscariote, los Apóstoles requieren como condición que el que sea elegido no sólo haya sido ‘compañero’ de ellos en el período en que Jesús enseñaba y actuaba, sino que sobre todo pueda ser ‘testigo de su resurrección’ gracias a la experiencia realizada en los días anteriores al momento en el que Cristo (como dicen ellos) ‘fue ascendido al cielo entre nosotros’ (Hech 1, 22).
5. Por tanto no se puede presentar la resurrección, como hace cierta crítica neostestamentaria poco respetuosa de los datos históricos, como un ‘producto’ de la primera comunidad cristiana, la de Jerusalén. La verdad sobre la resurrección no es un producto de la fe de los Apóstoles o de los demás discípulos pre o post-pascuales. De los textos resulta más bien que la fe ‘prepascual’ de los seguidores de Cristo fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro. El mismo había anunciado esta prueba, especialmente con las palabras dirigidas a Simón Pedro cuando ya estaba a las puertas de los sucesos trágicos de Jerusalén; ‘¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca’ (Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión y muerte de Cristo fue tan grande que los discípulos (al menos algunos de ellos) inicialmente no creyeron en la noticia de la resurrección. En todos los Evangelios encontramos la prueba de esto. Lucas, en particular, nos hace saber que cuando las mujeres, ‘regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas (o sea, el sepulcro vacío) a los Once y a todos los demás…, todas estas palabras les parecieron como desatinos y no les creían’ (Lc 24, 9. 11).
6. Por lo demás, la hipótesis que quiere ver en la resurrección un ‘producto’ de la fe de los Apóstoles, se confuta también por lo que es referido cuando el Resucitado ‘en persona se apareció en medio de ellos y les dijo: ¡Paz a vosotros!’. Ellos, de hecho, ‘creían ver un fantasma’. En esa ocasión Jesús mismo debió vencer sus dudas y temores y convencerles de que ‘era El’: ‘Palpadme y ved, que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo’. Y puesto que ellos ‘no acababan de creerlo y estaban asombrados’ Jesús les dijo que le dieran algo de comer y ‘lo comió delante de ellos’ (Cfr. Lc 24,36-43).
7. Además, es muy conocido el episodio de Tomás, que no se encontraba con los demás Apóstoles cuando Jesús vino a ellos por primera vez, entrando en el Cenáculo a pesar de que la puerta estaba cerrada (Cfr. Jn 20, 19). Cuando, a su vuelta, los demás discípulos le dijeron: ‘Hemos visto al Señor’, Tomás manifestó maravilla e incredulidad, y contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado no creeré. Ocho días después, Jesús vino de nuevo al Cenáculo, para satisfacer la petición de Tomás ‘el incrédulo’ y le dijo: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente’. Y cuando Tomás profesó su fe con las palabras ‘Señor mío y Dios mío’, Jesús le dijo: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído’ (Jn 20, 24-29).
La exhortación a creer, sin pretender ver lo que se esconde Por el misterio de Dios y de Cristo, permanece siempre válida; pero la dificultad del Apóstol Tomás para admitir la resurrección sin haber experimentado personalmente la presencia de Jesús vivo, y luego suceder ante las pruebas que le suministró el mismo Jesús, confirman lo que resulta de los Evangelios sobre la resistencia de los Apóstoles y de los discípulos a admitir la resurrección.
Por esto no tiene consistencia la hipótesis de que la resurrección haya sido un ‘producto’ de la fe (o de la credulidad) de los Apóstoles. Su fe en la resurrección nació, por el contrario (bajo a acción de la gracia divina), de la experiencia directa de la realidad de Cristo resucitado.
8. Es el mismo Jesús el que, tras la resurrección, se pone en contacto con los discípulos con el fin de darles el sentido de la realidad y disipar la opinión (o el miedo) de que se tratara de un ‘fantasma’ y por tanto de que fueran víctimas de una ilusión. Efectivamente, establece con ellos relaciones directas, precisamente mediante el tacto. Así es en el caso de Tomás, que acabamos de recordar, pero también en el encuentro descrito en el Evangelio de Lucas, cuando Jesús dice a los discípulos asustados: ‘Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo’ (24, 39). Les invita a constatar que el cuerpo resucitado, con el que se presenta a ellos, es el mismo que fue martirizado y crucificado. Ese cuerpo posee sin embargo al mismo tiempo propiedades nuevas: se ha ‘hecho espiritual’ (y ‘glorificado’ y por lo tanto ya no está sometido a las limitaciones habituales a los seres materiales y por ello a un cuerpo humano. (En efecto, Jesús entra en el Cenáculo a pesar de que las puertas estuvieran cerradas, aparece y desaparece, etc.) Pero al mismo tiempo ese cuerpo es auténtico y real. En su identidad material está la demostración de la resurrección de Cristo.
9. El encuentro en el camino de Emaús, referido en el Evangelio de Lucas, es un hecho que hace visible de forma particularmente evidente cómo se ha madurado en la conciencia de los discípulos la persuasión de la resurrección precisamente mediante el contacto con Cristo resucitado (Cfr. Lc 24, 15-21). Aquellos dos discípulos de Jesús, que al inicio del camino estaban ‘tristes y abatidos’ con el recuerdo de todo lo que había sucedido al Maestro el día de la crucifixión y no escondían la desilusión experimentada al ver derrumbarse la esperanza puesta en El como Mesías liberador (‘Esperábamos que sería El el que iba a librar a Israel’) experimentan después una transformación total, cuando se les hace claro que el Desconocido, con el que han hablado, es precisamente el mismo Cristo de antes, y se dan cuenta de que El, por tanto, ha resucitado. De toda la narración se deduce que la certeza de la resurrección de Jesús había hecho de ellos casi hombres nuevos. No sólo habían readquirido la fe en Cristo, sino que estaban preparados para dar testimonio de la verdad sobre su resurrección.
Todos estos elementos del texto evangélico, convergentes entre sí, prueban el hecho de la resurrección, que constituye el fundamento de la fe de los Apóstoles y del testimonio que, como veremos en las próximas catequesis, está en el centro de su predicación.

EL SEPULCRO VACÍO Y EL ENCUENTRO CON CRISTO RESUCITADO
SS Juan Pablo II, el 1 de febrero, 1989
1. La profesión de fe que hacemos en el Credo cuando proclamamos que Jesucristo ‘al tercer día resucitó de entre los muertos’, se basa en los textos evangélicos que, a su vez, nos transmiten y hacen conocer la primera predicación de los Apóstoles. De estas fuentes resulta que la fe en la resurrección es, desde el comienzo, una convicción basada en un hecho, en un acontecimiento real, y no un mito o una ‘concepción’, una idea inventada por los Apóstoles o producida por la comunidad postpascual reunida en torno a los Apóstoles en Jerusalén, para superar junto con ellos el sentido de desilusión consiguiente a la muerte de Cristo en cruz. De los textos resulta todo lo contrario y por ello, como he dicho, tal hipótesis es también crítica e históricamente insostenible. Los Apóstoles y los discípulos no inventaron la resurrección (y es fácil comprender que eran totalmente incapaces de una acción semejante). No hay rastros de una exaltación personal suya o de grupo, que les haya llevado a conjeturar un acontecimiento deseado y esperado y a proyectarlo en la opinión y en la creencia común como real, casi por contraste y como compensación de la desilusión padecida. No hay huella de un proceso creativo de orden psicológico)sociológico)literario ni siquiera en la comunidad primitiva o en los autores de los primeros siglos. Los Apóstoles fueron los primeros que creyeron, no sin fuertes resistencias, que Cristo había resucitado simplemente porque vivieron la resurrección como un acontecimiento real del que pudieron convencerse personalmente al encontrarse varias veces con Cristo nuevamente vivo, a lo largo de cuarenta días. Las sucesivas generaciones cristianas aceptaron aquel testimonio, fiándose de los Apóstoles y de los demás discípulos como testigos creíbles. La fe cristiana en la resurrección de Cristo está ligada, pues, a un hecho, que tiene una dimensión histórica precisa.
2. Y sin embargo, la resurrección es una verdad que, en su dimensión más profunda, pertenece a la Revelación divina: en efecto, fue anunciada gradualmente de antemano por Cristo a lo largo de su actividad mesiánica durante el período prepascual. Muchas veces predijo Jesús explícitamente que, tras haber sufrido mucho y ser ejecutado, resucitaría. Así, en el Evangelio de Marcos, se dice que tras la proclamación de Pedro en las cerca de Cesarea de Filipo, Jesús ‘comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente’ (Mc 8, 31-32). También según Marcos, después de la transfiguración, ‘cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contaran lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos’ (Mc 9. 9). Los discípulos quedaron perplejos sobre el significado de aquella ‘resurrección’ y pasaron a la cuestión, y agitada en el mundo judío, del retorno de Elías (Mc 9, 11): pero Jesús reafirmó la idea de que el Hijo del hombre debería ‘sufrir mucho y ser despreciado’ (Mc 9, 12). Después de la curación del epiléptico endemoniado, en el camino de Galilea recorrido casi clandestinamente, Jesús toma de nuevo la palabra para instruirlos: ‘El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará’. ‘Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle’ (Mc 9, 31-32). Es el segundo anuncio de la pasión y resurrección, al que sigue el tercero, cuando ya se encuentran en camino hacia Jerusalén: ‘Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará’ (Mc 10, 33-34).
3. Estamos aquí ante una previsión profética de los acontecimientos, en la que Jesús ejercita su función de revelador, poniendo en relación la muerte y la resurrección unificadas en la finalidad redentora, y refiriéndose al designio divino según el cual todo lo que prevé y predice ‘debe’ suceder. Jesús, por tanto, hace conocer a los discípulos estupefactos e incluso asustados algo del misterio teológico que subyace en los próximos acontecimientos, como por lo demás en toda su vida. Otros destellos de este misterio se encuentran en la alusión al ‘signo de Jonás’ (Cfr. Mt 12, 40) que Jesús hace suyo y aplica a los días de su muerte y resurrección, y en el desafío a los judíos sobre ‘la reconstrucción en tres días del templo que será destruido’ (Cfr. Jn 2, 19). Juan anota que Jesús ‘hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús’ (Jn 2 20-21). Una vez más nos encontramos ante la relación entre la resurrección de Cristo y su Palabra, ante sus anuncios ligados ‘a las Escrituras’.
4. Pero además de las palabras de Jesús, también a actividad mesiánica desarrollada por El en el período prepascual muestra el poder de que dispone sobre la vida y sobre la muerte, y la conciencia de este poder, como la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5, 39-42), la resurrección del joven de Naín (Lc 7, 12-15), y sobre todo la resurrección de Lázaro (Jn 11, 42-44) que se presenta en el cuarto Evangelio como un anuncio y una prefiguración de la resurrección de Jesús. En las palabras dirigidas a Marta durante este último episodio se tiene la clara manifestación de a autoconciencia de Jesús respecto a su identidad de Señor de la vida y de la muerte y de poseedor de las llaves del misterio de la resurrección: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás’ (Jn 11, 25-26).
Todo son palabras y hechos que contienen de formas diversas la revelación de la verdad sobre la resurrección en el período prepascual.
5. En el ámbito de los acontecimientos pascuales, el primer elemento ante el que nos encontramos es el ‘sepulcro vacío’. Sin duda no es por sí mismo una prueba directa. A Ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro en el que había sido depositado podría explicarse de otra forma, como de hecho pensó por un momento María Magdalena cuando, viendo el sepulcro vacío, supuso que alguno habría sustraído el cuerpo de Jesús (Cfr. Jn 20, 15). Más aún, el Sanedrín trató de hacer correr la voz de que, mientras dormían los soldados, el cuerpo había sido robado por los discípulos. ‘Y se corrió esa versión entre los judíos, (anota Mateo) hasta el día de hoy’ (Mt 28, 12-15).
A pesar de esto el ‘sepulcro vacío’ ha constituido para todos, amigos y enemigos, un signo impresionante. Para las personas de buena voluntad su descubrimiento fue el primer paso hacia el reconocimiento del ‘hecho’ de la resurrección como una verdad que no podía ser refutada.
6. Así fue ante todo para las mujeres, que muy de mañana se habían acercado al sepulcro para ungir el cuerpo de Cristo. Fueron las primeras en acoger el anuncio: ‘Ha resucitado, no está aquí… Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro…’ (Mc 16, 6-7). ‘Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: !Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite!. Y ellas recordaron sus palabras’ (Lc 24, 6-8).
Ciertamente las mujeres estaban sorprendidas y asustadas (Cfr. Mc 24, 5). Ni siquiera ellas estaban dispuestas a rendirse demasiado fácilmente a un hecho que, aun predicho por Jesús, estaba efectivamente por encima de toda posibilidad de imaginación y de invención. Pero en su sensibilidad y finura intuitiva ellas, y especialmente María Magdalena, se aferraron a la realidad y corrieron a donde estaban los Apóstoles para darles la alegre noticia.
El Evangelio de Mateo (28, 8-10) nos informa que a lo largo del camino Jesús mismo les salió al encuentro les saludó y les renovó el mandato de llevar el anuncio a los hermanos (Mt 28, 10). De esta forma las mujeres fueron las primeras mensajeras de la resurrección de Cristo, y lo fueron para los mismos Apóstoles (Lc 24, 10). ¡Hecho elocuente sobre la importancia de la mujer ya en los días del acontecimiento pascual!
7. Entre los que recibieron el anuncio de María Magdalena estaban Pedro y Juan (Cfr. Jn 20, 3-8). Ellos se acercaron al sepulcro no sin titubeos, tanto más cuanto que María les había hablado de una sustracción del cuerpo de Jesús del sepulcro (Cfr. Jn 20, 2). Llegados al sepulcro, también lo encontraron vacío. Terminaron creyendo, tras haber dudado no poco, porque, como dice Juan, ‘hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos’ (Jn 20, 9).
Digamos la verdad: el hecho era asombroso para aquellos hombres que se encontraban ante cosas demasiado superiores a ellos. La misma dificultad, que muestran las tradiciones del acontecimiento, al dar una relación de ello plenamente coherente, confirma su carácter extraordinario y el impacto desconcertante que tuvo en el ánimo de los afortunados testigos. La referencia ‘a la Escritura’ es la prueba de la oscura percepción que tuvieron al encontrarse ante un misterio sobre el que sólo la Revelación podía dar luz.
8. Sin embargo, he aquí otro dato que se debe considerar bien: si el ‘sepulcro vacío’ dejaba estupefactos a primera vista y podía incluso generar acierta sospecha, el gradual conocimiento de este hecho inicial, como lo anotan los Evangelios, terminó llevando al descubrimiento de la verdad de la resurrección.
En efecto, se nos dice que las mujeres, y sucesivamente los Apóstoles, se encontraron ante un ‘signo’ particular: el signo de la victoria sobre la muerte. Si el sepulcro mismo cerrado por una pesada losa, testimoniaba la muerte, el sepulcro vacío y la piedra removida daban el primer anuncio de que allí había sido derrotada la muerte.
No puede dejar de impresionar la consideración del estado de ánimo de las tres mujeres, que dirigiéndose al sepulcro al alba se decían entre si: ‘¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?’ (Mc 16, 3), y que después, cuando llegaron al sepulcro, con gran maravilla constataron que ‘la piedra estaba corrida aunque era muy grande’ (Mc 16, 4). Según el Evangelio de Marcos encontraron en el sepulcro a alguno que les dio el anuncio de la resurrección (Cfr. Mc 16, 5); pero ellas tuvieron miedo y, a pesar de las afirmaciones del joven vestido de blanco, ‘salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas’ (Mc 16, 8). ¿Cómo no comprenderlas? Y sin embargo la comparación con los textos paralelos de los demás Evangelistas permite afirmar que, aunque temerosas, las mujeres llevaron el anuncio de la resurrección, de la que el ‘sepulcro vacío’ con la piedra corrida fue el primer signo.
9. Para las mujeres y para los Apóstoles el camino abierto por ‘el signo’ se concluye mediante el encuentro con el Resucitado: entonces la percepción aun tímida e incierta se convierte en convicción y, más aún, en fe en Aquél que ‘ha resucitado verdaderamente’. Así sucedió a las mujeres que al ver a Jesús en su camino y escuchar su saludo, se arrojaron a sus pies y lo adoraron (Cfr. Mt 28, 9). Así le pasó especialmente a María Magdalena, que al escuchar que Jesús le llamaba por su nombre, le dirigió antes que nada el apelativo habitual: Rabbuni, ¡Maestro! (Jn 20, 16) y cuando El la iluminó sobre el misterio pascual corrió radiante a llevar el anuncio a los discípulos: ‘!He visto al Señor!’ (Jn 20, 18). Lo mismo ocurrió a los discípulos reunidos en el Cenáculo que la tarde de aquel ‘primer día después del sábado’, cuando vieron finalmente entre ellos a Jesús, se sintieron felices por la nueva certeza que había entrado en su corazón: ‘Se alegraron al ver al Señor’ (Cfr. Jn 20,19-20).
¡El contacto directo con Cristo desencadena la chispa que hace saltar la fe!

LAS APARICIONES DE JESÚS RESUCITADO
SS Juan Pablo II, 22 de Feb 1989
1. Conocemos el pasaje de la Primera Carta a los Corintios, donde Pablo, el primero cronológicamente, anota la verdad sobre la resurrección de Cristo: ‘Porque os transmití… lo que a mis vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras: que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce… ‘ (1 Cor 15,3-5). Se trata, como se ve, de una verdad transmitida, recibida, y nuevamente transmitida. Una verdad que pertenece al ‘depósito de la Revelación’ que el mismo Jesús, mediante sus Apóstoles y Evangelistas, ha dejado a su Iglesia.
2. Jesús reveló gradualmente esta verdad en su enseñanza pre-pascual. Posteriormente ésta, encontró su realización concreta en los acontecimientos de la pascua jerosolimitana de Cristo, certificados históricamente, pero llenos de misterio.
Los anuncios y los hechos tuvieron su confirmación sobre todo en los encuentros de Cristo resucitado, que los Evangelios y Pablo relatan. Es necesario decir que el texto paulino presenta estos encuentros (en los que se revela Cristo resucitado) de manera global y sintética (añadiendo al final el propio encuentro con el Resucitado a las puertas de Damasco: Cfr. Hech 9, 3-6). En los Evangelios se encuentran, al respecto, anotaciones más bien fragmentarias.
No es difícil tomar y comparar algunas líneas características de cada una de estas apariciones y de su conjunto para acercarnos todavía más al descubrimiento del significado de esta verdad revelada.
3. Podemos observar ante todo que, después de la resurrección, Jesús se presenta a las mujeres y a los discípulos con su cuerpo transformado, hecho espiritual y partícipe de la gloria del alma: pero sin ninguna característica triunfalista. Jesús se manifiesta con una gran sencillez. Habla de amigo a amigo, con los que se encuentra en las circunstancias ordinarias de la vida terrena. No ha querido enfrentarse a sus adversarios, asumiendo a actitud de vencedor, ni se ha preocupado por mostrarles su ‘superioridad’, y todavía menos ha querido fulminarlos. Ni siquiera consta que se haya presentado a alguno de ellos. Todo lo que nos dice el Evangelio nos lleva a excluir que se haya aparecido, por ejemplo, a Pilato, que lo había entregado a los sumos sacerdotes para que fuese crucificado (Cfr. Jn 19, 16), o a Caifás, que se había rasgado las vestiduras por a afirmación de su divinidad (Cfr. Mt 26, 63-66).
A los privilegiados de sus apariciones, Jesús se deja conocer en su identidad física: aquel rostro, aquellas manos, aquellos rasgos que conocían muy bien, aquel costado que habían traspasado; aquella voz, que habían escuchado tantas veces. Sólo en el encuentro con Pablo en las cercanías de Damasco, la luz que rodea al Resucitado casi deja ciego al ardiente perseguidor de los cristianos y lo tira al suelo (Cfr. Hech 9, 3-8); pero es una manifestación del poder de Aquél que, ya subido al cielo, impresiona a un hombre al que quiere hacer un ‘instrumento de elección’ (Hech 9, 15), un misionero del Evangelio.
4. Es de destacar también un hecho significativo: Jesucristo se aparece en primer lugar a las mujeres, sus fieles seguidoras, y no a los discípulos, y ni siquiera a los mismos Apóstoles, a pesar de que los había elegido como portadores de su Evangelio al mundo. Es a las mujeres a quienes por primera vez confía el misterio de su resurrección, haciéndolas las primeras testigos de esta verdad. Quizá quiera premiar su delicadeza, su sensibilidad a su mensaje, su fortaleza, que las había impulsado hasta el Calvario. Quizá quiere manifestar un delicado rasgo de su humanidad, que consiste en a amabilidad y en la gentileza con que se acerca y beneficia a las personas que menos cuentan en el gran mundo de su tiempo. Es lo que parece que se puede concluir de un texto de Mateo: ‘En esto, Jesús les salió al encuentro (a las mujeres que corrían para comunicar el mensaje a los discípulos) y les dijo: !¡Dios os guarde!!. Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: !No temáis. Id y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán!’ (28, 9-10).
También el episodio de la aparición a María de Magdala (Jn 20, 11-18) es de extraordinaria finura ya sea por parte de la mujer, que manifiesta toda su apasionada y comedida entrega al seguimiento de Jesús, ya sea por parte del Maestro, que la trata con exquisita delicadeza y benevolencia.
En esta prioridad de las mujeres en los acontecimientos pascuales tendrán que inspirarse la Iglesia, que a lo largo de los siglos ha podido contar enormemente con ellas para su vida de fe, de oración y de apostolado.
5. Algunas características de estos encuentros postpascuales los hacen, en cierto modo, paradigmáticos debido a las situaciones espirituales, que tan a menudo se crean en la relación del hombre con Cristo, cuando uno se siente llamado o ‘visitado’ por El.
Ante todo hay una dificultad inicial en reconocer a Cristo por parte de aquellos a los que El sale al encuentro, como se puede apreciar en el caso de la misma Magdalena (Jn 20, 14-16) y de los discípulos de Emaús (Lc 24, 16). No falta un cierto sentimiento de temor ante El. Se le ama, se le busca, pero, en el momento en que se le encuentra, se experimenta alguna vacilación…
Pero Jesús les lleva gradualmente al reconocimiento y a la fe, tanto a María Magdalena (Jn 20,16), como a los discípulos de Emaús (Lc 24, 26 ss.), y, análogamente, a otros discípulos (Cfr. Lc 24, 25)48). Signo de la pedagogía paciente de Cristo al revelarse al hombre, al atraerlo, al convertirlo, al llevarlo al conocimiento de las riquezas de su corazón y a la salvación.
6. Es interesante analizar el proceso psicológico que los diversos encuentros dejan entrever: los discípulos experimentan una cierta dificultad en reconocer no sólo la verdad de la resurrección, sino también la identidad de Aquél que está ante ellos, y aparece como el mismo pero al mismo tiempo como otro: un Cristo ‘transformado’. No es nada fácil para ellos hacer la inmediata identificación. Intuyen, sí, que es Jesús, pero al mismo tiempo sienten que El ya no se encuentra en la condición anterior, y ante El están llenos de reverencia y temor.
Cuando, luego, se dan cuenta, con su ayuda, de que no se trata de otro, sino de El mismo transformado, aparece repentinamente en ellos una nueva capacidad de descubrimiento, de inteligencia, de caridad y de fe. Es como un despertar de fe: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?’ (Lc 24, 32). ‘Señor mío y Dios mío’ (Jn 20, 28). ‘He visto al Señor’ (Jn 20, 18). Entonces una luz absolutamente nueva ilumina en sus ojos incluso el acontecimiento de la cruz; y da el verdadero y pleno sentido del misterio del dolor y de la muerte, que se concluye en la gloria de la nueva vida! Este será uno de los elementos principales del mensaje de salvación que los Apóstoles han llevado desde el principio al pueblo hebreo y, poco a poco, a todas las gentes.
7. Hay que subrayar una última característica de las apariciones de Cristo resucitado: en ellas, especialmente en las últimas, Jesús realiza la definitiva entrega a los Apóstoles (y a la Iglesia) de la misión de evangelizar el mundo para llevarle el mensaje de su Palabra y el don de su gracia.
Recuérdese a aparición a los discípulos en el Cenáculo la tarde de Pascua: ‘Como el Padre me envió, también yo os envío…’ (Jn 20, 21); ¡y les da el poder de perdonar los pecados!
Y en la aparición en el mar de Tiberíades, seguida de la pesca milagrosa, que simboliza y anuncia la fructuosidad de la misión, es evidente que Jesús quiere orientar sus espíritus hacia la obra que les espera (Cfr. Jn 21,1-23). Lo confirma la definitiva asignación de la misión particular a Pedro (Jn 21, 15)18): ‘¿Me amas?… Tú sabes que te quiero… Apacienta mis corderos…Apacienta mis ovejas…’.
Juan indica que ‘ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos’ (Jn 21,14). Esta vez, ellos, no sólo se habían dado cuenta de su identidad: ‘Es el Señor’ (Jn 21, 7), sino que habían comprendido que, todo cuanto había sucedido y sucedía en aquellos días pascuales, les comprometía a cada uno de ellos (y de modo muy particular a Pedro) en la construcción de la nueva era de la historia, que había tenido su principio en aquella mañana de pascua.

LA RESURRECCIÓN CULMEN DE LA REVELACIÓN
S.S. Juan Pablo II 8, de marzo, 1989
1. En la Carta de San Pablo a los Corintios, recordada ya varias veces a lo largo de estas catequesis sobre la resurrección de Cristo, leemos estas palabras del Apóstol: ‘Sino resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía es también vuestra fe’ (1 Cor 15, 14). Evidentemente, San Pablo ve en la resurrección el fundamento de la fe cristiana y casi la clave de bóveda de todo el edificio de doctrina y de vida levantado sobre la revelación, en cuanto confirmación definitiva de todo el conjunto de la verdad que Cristo ha traído. Por esto, toda la predicación de la Iglesia, desde los tiempos apostólicos, a través de los siglos y de todas las generaciones, hasta hoy, se refiere a la resurrección y saca de ella la fuerza impulsora y persuasiva, así como su vigor. Es fácil comprender el porqué.
2. La resurrección constituía en primer lugar la confirmación de todo lo que Cristo mismo había ú hecho y enseñado’. Era el sello divino puesto sobre sus palabras y sobre su vida. El mismo había indicado a los discípulos y adversarios este signo definitivo de su verdad. El ángel del sepulcro lo recordó a las mujeres la mañana del ‘primer día después del sábado’: ‘Ha resucitado, como lo había dicho’ (Mt 28, 6). Si esta palabra y promesa suya se reveló como verdad también todas sus demás palabras y promesas poseen la potencia de la verdad que no pasa, como El mismo había proclamado: ‘El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasará’ (Mt 24, 35; Mc 13, 31; Lc 21, 33). Nadie habría podido imaginar ni pretender una prueba más autorizada, más fuerte, más decisiva que la resurrección de entre los muertos. Todas las verdades, también las más inaccesibles para la mente humana, encuentran, sin embargo, su justificación, incluso en el ámbito de la razón, si Cristo resucitado ha dado la prueba definitiva, prometida por El, de su autoridad divina.
3. Así, la resurrección confirma la verdad de su misma divinidad. Jesús había dicho: ‘Cuando hayáis levantado (sobre la cruz) al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy’ (Jn 8, 28). Los que escucharon estas palabras querían lapidar a Jesús, puesto que ‘YO SOY’ era para los hebreos el equivalente del nombre inefable de Dios. De hecho, al pedir a Pilato su condena a muerte presentaron como acusación principal la de haberse ‘hecho Hijo de Dios’ (Jn 19, 7). Por esta misma razón lo habían condenado en el Sanedrín como reo de blasfemia después de haber declarado que era el Cristo, el Hijo de Dios, tras el interrogatorio del sumo sacerdote (Mt 26, 63-65; Mc 14, 62; Lc 22, 70): es decir, no sólo el Mesías terreno como era concebido y esperado por la tradición judía, sino el Mesías Señor anunciado por el Salmo 109/110 (Cfr. Mt 22, 41 ss.), el personaje misterioso vislumbrado por Daniel (7, 13-14). Esta era la gran blasfemia, la imputación para la condena a muerte: ¡el haberse proclamado Hijo de Dios! Y ahora su resurrección confirmaba la veracidad de su identidad divina y legitimaba la atribución hecha a Si mismo, antes de la Pascua, del ‘nombre’ de Dios: ‘En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, Yo soy’ (Jn 8, 58). Para los judíos ésa era una pretensión que merecía la lapidación (Cfr. Lv 24, 16), y, en efecto, ‘tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo’ (Jn 8, 59). Pero si entonces no pudieron lapidarlo, posteriormente lograron ‘levantarlo’ sobre la cruz: la resurrección del Crucificado demostraba, sin embargo, que El era verdaderamente Yo soy, el Hijo de Dios.
4. En realidad, Jesús aun llamándose a Sí mismo Hijo del hombre, no sólo había confirmado ser el verdadero Hijo de Dios, sino que en el Cenáculo, antes de la pasión, había pedido al Padre que revelara que el Cristo Hijo del hombre era su Hijo eterno: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique’ (Jn 17, 1). ‘… Glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese’ (Jn 17, 5). Y el misterio pascual fue la escucha de esta petición, la confirmación de la filiación divina de Cristo, y más aún, su glorificación con esa gloria que ‘tenia junto al Padre antes de que el mundo existiera’: la gloria del Hijo de Dios.
5. En el periodo prepascual Jesús, según el Evangelio de Juan, aludió varias veces a esta gloria futura, que se manifestaría en su muerte y resurrección. Los discípulos comprendieron el significado de esas palabras suyas sólo cuando sucedió el hecho.
Así, leemos que durante la primera pascua pasada en Jerusalén, tras haber arrojado del templo a los mercaderes y cambistas, Jesús respondió a los judíos que le pedían un ‘signo’ del poder por el que obraba de esa forma: ‘Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré… El hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús’ (Jn 2,19-22).
También la respuesta dada por Jesús a los mensajeros de las hermanas de Lázaro, que le pedían que fuera a visitar al hermano enfermo, hacia referencia a los acontecimientos pascuales: ‘Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella’ (Jn 11 , 4).
No era sólo la gloria que podía reportarle el milagro, tanto menos cuanto que provocaría su muerte (Cfr. Jn 11, 46)54); sino que su verdadera glorificación vendría precisamente de su elevación sobre la cruz (Cfr. Jn 12,32). Los discípulos comprendieron bien todo esto después de la resurrección.
6. Particularmente interesante es la doctrina de San Pablo sobre el valor de la resurrección como elemento determinante de su concepción cristológica, vinculada también a su experiencia personal del Resucitado. Así, al comienzo de la Carta a los Romanos se presenta: ‘Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios, que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos; Jesucristo, Señor nuestro’ (Rom 1, 1-4).
Esto significa que desde el primer momento de su concepción humana y de su nacimiento (de la estirpe de David), Jesús era el Hijo eterno de Dios, que se hizo Hijo del hombre. Pero, en la resurrección, esa filiación divina se manifestó en toda su plenitud con el poder de Dios que, por obra del Espíritu Santo, devolvió la vida a Jesús (Cfr. Rom 8, 11) y lo constituyó en el estado glorioso de ‘Kyrios’ (Cfr. Flp 2, 9-11; Rom 14, 9; Hech 2, 36), de modo que Jesús merece por un nuevo titulo mesiánico el reconocimiento, el culto, la gloria del nombre eterno de Hijo de Dios (Cfr. Hech 13, 33; Hb 1,1-5; 5, 5).
7. Pablo había expuesto esta misma doctrina en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, en sábado, cuando, invitado por los responsables de la misma, tomó la palabra para anunciar que en el culmen de la economía de la salvación realizada en la historia de Israel entre luces y sombras, Dios había resucitado de entre los muertos a Jesús, el cual se había aparecido durante muchos días a los que habían subido con El desde Galilea a Jerusalén, los cuales eran ahora sus testigos ante el pueblo. ‘También nosotros (concluía el Apóstol) os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy’ (Hech 13, 32-33; Cfr. Sal 2, 7).
Para Pablo hay una especie de ósmosis conceptual entre la gloria de la resurrección de Cristo y la eterna filiación divina de Cristo, que se revela plenamente en esta conclusión victoriosa de su misión mesiánica.
8. En esta gloria del ‘Kyrios’ se manifiesta ese poder del Resucitado (Hombre-Dios), que Pablo conoció por experiencia en el momento de su conversión en el camino de Damasco al sentirse llamado a ser Apóstol (aunque no uno de los Doce), por ser testigo ocular del Cristo vivo, y recibió de El la fuerza para afrontar todos los trabajos y soportar todos los sufrimientos de su misión. El espíritu de Pablo quedó tan marcado por esa experiencia, que en su doctrina y en su testimonio antepone la idea del poder del Resucitado a la de participación en los sufrimientos de Cristo, que también le era grata: Lo que se había realizado en su experiencia personal también lo proponía a los fieles como una regla de pensamiento y una norma de vida: ‘Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor… para ganar a Cristo y ser hallado en él… y conocerle a él el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos’ (Flp 3, 8-11). Y entonces su pensamiento se dirige a la experiencia del camino de Damasco: ‘… Habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús’ (Flp 3, 12).
9. Así pues, los textos referidos dejan claro que la resurrección de Cristo está estrechamente unida con el misterio de la encarnación del Hijo de Dios: es su cumplimiento, según el eterno designio de Dios. Más aún, es la coronación suprema de todo lo que Jesús manifestó y realizó en toda su vida, desde el nacimiento a la pasión y muerte, con sus obras, prodigios, magisterio, ejemplo de una vida perfecta, y sobre todo con su transfiguración. El nunca reveló de modo directo la gloria que había recibido del Padre ‘antes que el mundo fuese’ (Jn 17, 5), sino que ocultaba esta gloria con su humanidad, hasta que se despojó definitivamente (Cfr. Flp 2, 7-8) con la muerte en cruz.
En la resurrección se reveló el hecho de que ‘en Cristo reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente’ (Col 2, 9; cfr. 1, 19). Así, la resurrección ‘completa’ la manifestación del contenido de la Encarnación. Por eso podemos decir que es también la plenitud de la Revelación. Por tanto, como hemos dicho, ella está en el centro de la fe cristiana y de la predicación de la Iglesia

EL VALOR SALVÍFICO DE LA RESURRECCIÓN
SS Juan Pablo II, 15 de marzo de 1989
1. Si, como hemos visto en anteriores catequesis, la fe cristiana y la predicación de la Iglesia tienen su fundamento en la resurrección de Cristo, por ser ésta la confirmación definitiva y la plenitud de la revelación, también hay que añadir que es fuente del poder salvífico del Evangelio y de la Iglesia en cuanto integración del misterio pascual. En efecto, según San Pablo, Jesucristo se ha revelado como ‘Hijo de Dios con poder, según el espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos’ (Rom 1, 4). Y El transmite a los hombres esta santidad porque ‘fue entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación’ (Rom 4, 25). Hay como un doble aspecto en el misterio pascual: la muerte para liberar del pecado y la resurrección para abrir el acceso a la vida nueva.
Ciertamente el misterio pascual, como toda la vida y la obra de Cristo, tiene una profunda unidad interna en su función redentora y en su eficacia, pero ello no impide que puedan distinguirse sus distintos aspectos con relación a los efectos que derivan de él en el hombre. De ahí la atribución a la resurrección del efecto específico de la ‘vida nueva’, como afirma San Pablo.
2. Respecto a esta doctrina hay que hacer algunas indicaciones que, en continua referencia los textos del Nuevo Testamento, nos permitan poner de relieve toda su verdad y belleza.
Ante todo, podemos decir ciertamente que Cristo resucitado es principio y fuente de una vida nueva para todos los hombres. Y esto aparece también en la maravillosa plegaria de Jesús, la víspera de su pasión, que Juan nos refiere con estas palabra: ‘Padre… glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado’ (Jn 17, 1-2). En su plegaria Jesús mira y abraza sobre todo a sus discípulos a quienes advirtió de la próxima y dolorosa separación que sé verificaría mediante su pasión y muerte, pero a los cuales prometió asimismo: ‘Yo vivo y también vosotros viviréis (Jn 14, 19). Es decir: tendréis parte en mi vida, la cual se revelará después de la resurrección. Pero la mirada de Jesús se extiende a un radio de amplitud universal. Les dice: ‘No ruego por éstos (mis discípulos), sino también por aquellos, que por medio de su palabra, creerán en mí… (Jn 17, 20): todos deben formar una sola cosa al participar en la gloria de Dios en Cristo.
La nueva vida que se concede a los creyentes en virtud de la resurrección de Cristo, consiste en la victoria sobre la muerte del pecado y en la nueva participación en la gracia. Lo afirma San Pablo de forma lapidaria: ‘Dios, rico en misericordia…, estando muertos a causa de nuestros delitos nos vivificó juntamente con Cristo’ (Ef 2, 4-5). Y de forma análoga San Pedro: ‘El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo…, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos nos ha reengendrado para una esperanza viva’ (1 Pe 1, 3).
Esta verdad se refleja en la enseñanza paulina sobre el bautismo: ‘Fuimos, pues, con El (Cristo) sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva’ (Rom 6, 4).
3. Esta vida nueva (la vida según el Espíritu) manifiesta la filiación adoptiva: otro concepto paulino de fundamental importancia. A este respecto, es ‘clásico’ el pasaje de la Carta a los Gálatas: ‘Envió Dios a su Hijo… para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva’ (Gal 4, 4-5). Esta adopción divina por obra del Espíritu Santo, hace al hombre semejante al Hijo unigénito: ‘…Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios’ ‘m 8, 14). En la Carta a los Gálatas San Pablo se apela a la experiencia que tienen los creyentes de la nueva condición en que se encuentran: ‘La prueba de que sois hijos de Dios es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios’ (Gal 4, 6)7). Hay, pues, en el hombre nuevo un primer efecto de la redención: la liberación de la esclavitud; pero la adquisición de la libertad llega al convertirse en hijo adoptivo, y ello no tanto por el acceso legal a la herencia, sino con el don real de la vida divina que infunden en el hombre las tres Personas de la Trinidad (Cfr. Gal 4, 6; 2 Cor
13, 13). La fuente de esta vida nueva del hombre en Dios es la resurrección de Cristo.
La participación en la vida nueva hace también que los hombres sean ‘hermanos’ de Cristo, como el mismo Jesús llama a sus discípulos después de la resurrección: ‘Id a anunciar a mis hermanos…’ (Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza sino por don de gracia, pues esa filiación adoptiva da una verdadera y real participación en la vida del Hijo unigénito, tal como se reveló plenamente en su resurrección.
4. La resurrección de Cristo (y, más aún, el Cristo resucitado) es finalmente principio y fuente de nuestra futura resurrección. El mismo Jesús habló de ello al anunciar la institución de la Eucaristía como sacramento de la vida eterna, de la resurrección futura: ‘El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día’ (Jn 6, 54). Y al ‘murmurar’ los que lo oían, Jesús les respondió: ‘¿Esto os escandaliza? ¿Y cuándo veáis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes…?’ (Jn 6, 61-62).De ese modo indicaba indirectamente que bajo las especies sacramentales de la Eucaristía se da los que la reciben participación en el Cuerpo y Sangre de Cristo glorificado.
También San Pablo pone de relieve la vinculación entre la resurrección de Cristo y la nuestra, sobre todo en su Primera Carta a los Corintios; pues escribe: ‘Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron… Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo’ (1 Cor 15, 20-22). ‘En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y que este ser mortal se revista de inmortalidad. Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: !La muerte ha sido devorada en la victoria!’ (1 Cor 15, 53-54). ‘Gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo’ (1 Cor 15, 57).
La victoria definitiva sobre la muerte, que Cristo ya ha logrado, El la hace partícipe a la humanidad en la medida en que ésta recibe los frutos de la redención. Es un proceso de admisión a la ‘vida nueva’, a la ‘vida eterna’, que dura hasta el final de los tiempos. Gracias a ese proceso se va formando a lo largo de los siglos una nueva humanidad: el pueblo de los creyentes reunidos en la Iglesia, verdadera comunidad de la resurrección. A la hora final de la historia, todos resurgirán, y los que hayan sido de Cristo, tendrán la plenitud de la vida en la gloria, en la definitiva realización de la comunidad de los redimidos por Cristo ‘para que Dios sea todo en todos’ (1 Cor 15, 28).
5. El Apóstol enseña también que el proceso redentor, que culmina con la resurrección de los muertos, acaece en una esfera de espiritualidad inefable, que supera todo lo que se puede concebir y realizar humanamente. En efecto, si por una parte escribe que ‘la carne y la sangre no pueden heredar el reino de los cielos; ni la corrupción hereda la incorrupción’ (1 Cor 15, 50) lo cual es la constatación de nuestra incapacidad natural para la nueva vida), por otra, en la Carta a los Romanos asegura a los que creen lo siguiente: ‘Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en nosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros’ (Rom 8, 11). Es un proceso misterioso de espiritualización, que alcanzará también a los cuerpos en el momento de la resurrección por el poder de ese mismo Espíritu Santo que obró la resurrección de Cristo.
Se trata, sin duda, de realidades que escapan a nuestra capacidad de comprensión y de demostración racional, y por eso son objeto de nuestra fe fundada en la Palabra de Dios, la cual, mediante San Pablo, nos hace penetrar en el misterio que supera todos los límites del espacio y del tiempo: ‘Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida’(1 Cor 15, 45). ‘Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste’ (1 Cor 15, 49).
6. En espera de esa transcendente plenitud final, Cristo resucitado vive en los corazones de sus discípulos y seguidores como fuente de santificación en el Espíritu Santo, fuente de la vida divina y de la filiación divina, fuente de la futura resurrección.
Esa certeza le hace decir a San Pablo en la Carta a los Gálatas: ‘Con Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí’ (Gal 2, 20). Como el Apóstol, también cada cristiano, aunque vive todavía en la carne (Cfr. Rom 7, 5), vive una vida ya espiritualizada con la fe (Cfr. 2 Cor 10, 3), porque el Cristo vivo, el Cristo resucitado se ha convertido en el sujeto de todas sus acciones: Cristo vive en mí (Cfr. Rom 8, 2. 10)11;. Flp 1, 21; Col 3, 3). Y es la vida en el Espíritu Santo.
Esta certeza sostiene al Apóstol, como puede y debe sostener a cada cristiano en los trabajos y los sufrimientos de esta vida, tal como aconsejaba Pablo al discípulo Timoteo en el fragmento de una Carta suya con el que queremos cerrar )para nuestro conocimiento y consuelo) nuestra catequesis sobre la resurrección de Cristo: ‘Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio… Por eso todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna. Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con El, también viviremos con El; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con El; si le negamos, también El nos negará; si somos fieles, El permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo…’ (2 Tim 2, 8-13).
‘Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos’: esta afirmación del Apóstol nos da la clave de la esperanza en la verdadera vida en el tiempo y en la eternidad.