miércoles, 9 de julio de 2014

Monseñor Richard Williamson. Conferencia brindada el 17 de septiembre de 2004.




LAS SIETE EDADES DE LA IGLESIA

Monseñor Richard Williamson. Conferencia brindada el 17 de septiembre de 2004.

La situación de hoy es desesperante desde el punto de vista de la fe. El demonio aparentemente está triunfando, Dios cada vez es más echado fuera de su creación, los hombres, llenos de orgullo, es­tán conduciendo al mundo a su ruina: esto está clarísimo. Y nos acercamos a no sabemos qué acon­tecimiento, pero habrá una catástrofe, un desastre... no sabemos cuál, pero mucha gente lo siente. Y aparentemente, no hay nada que pueda impedir esto.
Lo que está pasando hoy no tiene sentido. Porque la Creación es de Dios y Dios creó todo para que los hombres lleguen al cielo, ¿pero qué vemos hoy? Corrupción (la corrupción, por ejemplo, de la juventud, la corrupción de las costumbres, la confusión cada vez más creciente en los espíritus). Si Dios se ha perdido, si Dios aparentemente no actúa ¿qué sentido tiene esta situación que estamos vi­viendo? En particular sobre la corrupción de la juventud, ¿cómo pueden los hombres de hoy conocer la verdad? ¿Ycómo pueden elegir una verdad que no conocen?
Entonces, ¿qué sentido tiene esta situación que estamos viviendo?
Por eso creo que este análisis de las siete épocas de la Iglesia no sólo permite vislumbrar un sen­tido, sino hasta un plan y un futuro. Veamos de qué se trata.
La idea de estas siete épocas es de un alemán de la primera mitad del siglo XVII, el Venerable Barthelemy Holzhauser. Para la Iglesia no es todavía Santo, pero era un sacerdote muy bueno, muy santo y al igual que Mons. Lefebvre, animó a los sacerdotes a vivir en comunidad. Se daba cuenta (como Mons. Lefebvre) de que los sacerdotes aislados sólo con muchas dificultades pueden resistir a las influencias del mundo de hoy. Los sacerdotes tienen que vivir juntos en comunidad para apoyar­se y ayudarse los unos a los otros. Hizo mucho en este sentido. Entonces lo vemos corno un refor­mador o por lo menos un gran ayudador del clero alemán en los años terribles de la Guerra de los Treinta Años (de 1618 a 1648). Y escribió un comentario del Apocalipsis, último libro de la Biblia.
Estaba convencido de que escribía esto'bajo inspiración. Decía: “ No son mis ideas, yo recibo es­tas ideas”. Por supuesto que decir esto no significa que estaba verdaderamente inspirado, pero cuando llega al capítulo 15, versículo 4, dejó de escribir, diciendo: “No tengo más inspiración”.
Lo que haremos aquí es esencialmente su comentario a los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis. Son aquellos capítulos que presentan las siete Cartas a las siete iglesias (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiati­ra, Sardes, Filadelfia y Laodicea). Holzhauser dice que cada Carta corresponde a una época de la Igle­sia, o sea: siete Cartas, para siete épocas de la Iglesia. Y agrega que en esas siete épocas se ve una cierta hermosura, una simetría. Que la historia de la Iglesia desde Cristo hasta el Anticristo es como una curva en el cual hay tres épocas que suben y tres épocas que bajan.

Primera época: La de los Apóstoles. La primitiva Iglesia tuvo mucha fuerza, mucho vigor. La primera época de la Iglesia fue la de los Apóstoles, desde el año 33 supongamos, el año de la muerte de Nuestro Señor, hasta el año 70, en que ocurre la destrucción del Templo en Jerusalén por parte de los romanos (el fin público y evidente de la religión de Moisés, del Antiguo Testamento).
Es decir, que el Antiguo Testamento tuvo su fin con la muerte de Nuestro Señor en la Cruz a pe­sar de todo lo que fingen los judíos de hoy. Es completamente falso que el Antiguo Testamento vale todavía. Ha muerto con Nuestro Señor en la Cruz, y el Nuevo Testamento entró en vigor en ese mis­mo momento. Pero no obstante, vemos en los Hechos de los Apóstoles que San Pedro y San Juan fre­cuentaban aún el Templo, porque el culto en el Templo continuó hasta la destrucción de Jerusalén. Y de allí los judíos se dispersaron por todo el mundo_ Y su vuelta de hoy es algo "permitido" por Dios.
Los Apóstoles, entre aquellos años 33 y 70, sembraron la fe en todo el mundo conocido en aquel tiempo. San Juan vivía aún después del año 70, pero en general hasta allí fue la época de los Após­toles. Una época de "semillas".

Segunda época: La de los mártires. Época de “regar”. Regar con la sangre de los mártires, des­de el año 70 hasta el 313. Había fe, la fe se conocía, pero el Imperio Romano en particular en todos sus dominios, resistía. Y hubo diez persecuciones más o menos feroces desde la primera de Nerón hasta la décima de Diocleciano. El Imperio estaba en contra de los cristianos y los asesinaba: aparecieron los mártires. El número de ellos no se sabe exactamente, pero fueron muchísimos. Pensemos nosotros, ¿seríamos capaces de morir por la fe? En principio, ¡por supuesto! En Ingla­terra los católicos cantan siempre que “ Moriremos, vamos a morir...” ylas viejitas cantan “Vamos a morir...” Y todos los burgueses que cantan "Vamos a morir" son bastante cómodos, por cierto. Y la sangre de los mártires fue el cimiento de la Iglesia, los fundamentos de la Iglesia. Entonces, ésta fue la época de los mártires (años 70 a 313). Terminó en el año 313 con la batalla al norte de Roma en la que el emperador Constantino venció a Maximiliano, que se ahogó en el río, y Constantino fue el emperador único del Imperio. Y venció “ in hoc signo”, en “la señal de Cristo”. Cristo le había dado su victoria. Entonces, Constantino se convirtió, el Imperio Romano se convirtió y se ingresó en una nueva época de la Iglesia (en la cual el Estado ya no estaba más en contra de la Iglesia).

Tercera época: La de los doctores. La de la Doctrina dé la Iglesia. Cuando el Estado está con­tra la Iglesia y cuando está a favor de la Iglesia, se dan dos situaciones diferentes. En el año 313 em­pezó la época constantiniana de la Iglesia, a la que el Padre Congar (un feroz modernista francés del Vaticano II) dijo que el Concilio Vaticano II “le había puesto fin”. Es decir, que la época constanti­niana empezó con la victoria del emperador Constantino y la tercera época de la Iglesia también.
Como el Estado ya no estaba más en contra de los mártires sino a favor, los mártires desaparecie­ron de las fauces de los leones. Entonces, como el demonio no se podía tragar más a los cristianos con los leones, tuvo que cambiar de táctica. Y en lugar de atacar los cuerpos, atacó las cabezas... ata­có la doctrina. Y la tercera época de la Iglesia fue la época de las grandes herejías. El arrianismo fue la primera y la más terrible, pero también hubo otras (como el nestorianismo, etc.).
Fue la gran época de la doctrina de la Iglesia. No por supuesto de la invención de la doctrina ni de su descubrimiento, porque la doctrina fue descubierta o revelada antes de la muerte del último Apóstol. Fue la época de la explicitación del dogma. Y este proceso siguió siempre después, cada herejía empujó a los católicos a explicar más claramente el aspecto de la doctrina católica que había sido atacado en su época. En diferentes épocas, diferentes ataques, diferentes defensas, diferentes doctores. Pero muchos doctores de la Iglesia pertenecieron a aquella tercera época. Por eso Holzhau­ser la llamaba “la época de los doctores”.
Tres de los cuatro grandes doctores latinos y los cuatro grandes doctores griegos, es decir, siete de los ocho grandes doctores de la Iglesia pertenecieron a esta época. Los griegos: San Atanasio, San Basilio, San Gregorio de Nisa, San Gregario de Arianzo. Los latinos: San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo. Todos pertenecieron a la época en la cual frente al ataque doctrinal del demonio (a tra­vés de los herejes), la Iglesia tuvo que explicar y profundizar su doctrina. Y es la época de los “con­substanciales”, esas palabras inventadas por los cristianos para expresar la realidad.
Pero la realidad es de Cristo, y fue revelada a los Apóstoles. Una verdad ha sido revelada y hay que explicar cada vez mejor esa verdad
Hay católicos que creen que las definiciones crean verdades. No: en primer lugar, la realidad. En segundo lugar, la verdad que expresa la realidad, una proposición verdadera que expresa la rea­lidad. Pero sin realidad, no hay verdad.
En tercer lugar, una definición, que llega después de la realidad y de la verdad y la definición no hace verdad de la realidad. Es la realidad la que hace la realidad de la verdad, la realidad hace la ver­dad de la verdad. Sigue la definición, y la definición no añade otra cosa que la certidumbre de la ver­dad_ La certidumbre, para nosotros; no la realidad en sí, sino la certidumbre para nosotros.
Las definiciones son muy útiles para los creyentes. Pero con respecto a la verdad, no son necesa­rias, no cambian la realidad. Las definiciones hacen aparecer la verdad, así como la nieve que cae so­bre una montaña no cambia la montaña, sino que hace que se la vea más claramente. La definición no es otra cosa. Hay católicos que creen que el Papa puede crear una nueva verdad con una nueva definición: no, hay que someter las autoridades de la Iglesia a la verdad.
Entonces, los doctores no crean las verdades de la Iglesia pero la expresan cada vez mejor. Trini­ dad (otra palabra inventada por los católicos), consubstanciales, y los conceptos de naturaleza y per­sona se desarrollan completamente, profundizados por los católicos, sobre todo en esta tercera época.

Cuarta época: La de la Cristiandad. Tras el gran ascenso de la Iglesia en tres épocas, ahora la Iglesia se hallaba en órbita, y voló durante mil años: fue la cuarta época, una época hermosísima de la Cristiandad, de la que hoy nos sentimos tan envidiosos. En muchos sentidos quisiéramos recrear la Cristiandad. Como un ideal sí, pero según las circunstancias no, es imposible. Los hombres de aquella época son muy diferentes de los hombres de hoy, son diferentes según las épocas. El triunfo mismo de la Iglesia cambió a los hombres, y el demonio cambió .de táctica.
Desde esa cuarta época de la Iglesia en que la Iglesia fue la Reina de la civilización, no hubo ci­vilización sin la Iglesia. Pocas herejías (mártires sí) pero muchas misiones y la conversión de muchas naciones. Las naciones se convertían, no sólo los individuos. En 496 Clodoveo en Francia, en 598 la conversión del rey de Inglaterra, la conversión de Alemania, Irlanda, muchísimas naciones en esta época. Hasta Suecia, Escandinavia y Rusia. Y todas aquellas hermosas conversiones pertenecieron a aquel triunfo de la Iglesia del que hablamos.
Pero después, digamos ya desde el 1300, hubo señales de decadencia. El nominalismo en filoso­fia; con los legistas de Francia hubo ya un laicismo de hecho, lo que hoy llamamos secularismo.
Ya en el año 1400 el gran predicador dominico San Vicente Ferrer gritaba que venía el fin del mun­ do: “El fin del mundo es inminente, convertíos...” Y convirtió a muchísima gente porque fue un tau­maturgo, un gran hacedor de milagros. En el 1400 decía: “El fin del mundo es inminente”. Se equi­ vocó seiscientos años... un “Pequeño”' error. Pero sólo fue un pequeño error de calendario, porque vio justo que en el año 1400, antes del fin de la Cristiandad, así como nosotros hoy lo pensaríamos, había ya una decadencia que culminaría con el Anticristo. Es decir que el Santo, con sus ojos espiri­tuales, leyó en los acontecimientos de su propio tiempo el fin, donde necesariamente tenía que aca­bar. Vio la corrupción y sabía que ella tiene que acabar con el Anticristo. Y viendo esto, fue para él tan dramático que pensó que era para mañana.
Asimismo, hoy, nosotros que vemos con ojos un poco espirituales lo que pasa, sabemos que es ho­rrible y terrible y pensamos que se tiene que acabar mañana. Y lo decimos desde hace treinta años (desde los años sesenta). Decimos: “Se tiene que acabar, así las cosas no pueden seguir”. Y las co­sas siguen, siguen y siguen... ¿Hasta cuándo?
San Vicente Ferrer vio lo que pasaba en el 1400, hubo sólo un error de tiempo, pero de hecho la Cristiandad ya estaba decayendo desde el año 1300 desde el 1400...

Quinta época: La de la apostasía. En 1517 fue la irrupción del protestantismo con Lutero. El fin del medioevo, el inicio de los tiempos modernos y el inicio de la quinta época de la Iglesia. Y aquella fue la época de la apostasía. La fe constantemente iba decayendo. Entonces, desgraciadamente, es completamente normal que hoy la fe esté cons­tantemente decayendo. Es lamentable, no es cómodo. Si se tiene fe, no es cómodo porque hay cada vez menos fe al­rededor de nosotros, pero es "normal". Desde Lutero, es normal.
Hubo tres grandes episodios: 1517, protestantismo; 1717, inicio de la masonería en Londres, y 1917, irrupción del comunismo en Rusia. Del protestantismo al liberalismo; del liberalismo al comunismo, es una caída inevitable.
Del protestantismo al liberalismo, se pasó de una situación mala a una aún peor. Pero esta caída del protestantis­mo hacia el liberalismo era inevitable, y la del liberalismo al comunismo también.
Por lo tanto, la caída del protestantismo en el comunismo fue la historia, de la quinta época de la Iglesia (la apos­tasía). Hoy el comunismo es la misma revolución: desde Lutero hasta nuestros días es la misma revolución la que mu­ta, es decir, la que adquiere otra forma y apariencia (como una metamorfosis);
El comunismo ha mutado en la globalización. De manera que la globalización de hoy es la conclusión lógica del protestantismo, y es mucho más peligrosa que el comunismo. Porque el comunismo (al estilo de Stalin) era brutal, evi­dente y claro, e hizo muchos mártires (mártires de sangre). Pero hoy y hasta ahora la globalización, aparentemente no es brutal, y la gente misma va a ver a los tiranos y les pide que les pongan más cadenas.
Y este acto permite ver que desde las gracias inmensas dadas a la humanidad por la Encarnación de Cristo, la su­bida de su Iglesia fue normal. Que hubiera un triunfo que durara un largo tiempo, también. La Encarnación no podía triunfar sólo cincuenta o quinientos años, no: triunfó mil años. Pero dado el pecado original y el libre albedrío de los hombres, la caída de este triunfo también fue normal. Y si Holzhauser dijo que él vivió al inicio de esa época, noso­tros vivimos el final de esta quinta época. ¿Qué va a seguir? La corrupción de hoy es tan grande, profunda e irrever­sible... ¡Cuánto facilitado el pecado! Los pecados en los futuros padres de familia, por ejemplo. ¿Cómo habrá fami­lias sanas mañana? ¡Hay tantas influencias que están destruyendo la familia!
Los hombres podrían convertirse, pero para eso haría falta un milagro global. Habrá un milagro global: Garaban­dal. Yo creo que es auténtico. No es de fe. Es materia opinable, y las opiniones opuestas son perfectamente lícitas. Pero para mí, en esta situación de hoy, la profecía triple de Garabandal adquiere mucho sentido.
Primero: habrá un gran aviso para despertar y revelar la verdad cuando ésta ha sido tan escondida por las univer­sidades y sobre todo por la Iglesia. Un gran aviso que permitirá que todos vean exactamente dónde están delante de Dios, sin morir, tal es la primera profecía de Garabandal. Viendo la confusión de hoy, esto tiene mucho sentido para mí. Muchos hombres hoy podrían comparecer delante del Tribunal de Dios y decir “ Pero, Señor, yo no supe”. Pero después de este aviso sabrán cómo salvar sus almas.
Segundo: un gran milagro, aún más grande que el del sol de Fátima, que durará un cuarto de hora, dijo la Virgen en Garabandal. Y que dejará en las montañas de España una señal permanente. En Fátima se vio el milagro del sol, pero después, no quedó nada. Esta vez todos podrán ir con sus cámaras y tomar acaso una imagen de ese suceso ex­traordinario que no sabemos cuál será, pero que seguirá mostrándose en Garabandal.
Entonces, con el aviso y el milagro, habrá una grandísima posibilidad para los hombres de convertirse.
Tercero: un castigo. Si los hombres no se convierten o si vuelven á caer en pecado, la tercera profecía es un cas­tigo. Y un castigo espantoso, que corresponde a los pecados del fin de esta época. La historia de la humanidad algu­na vez se acabó con el Diluvio en tiempos de Noé. Leemos en el Génesis que los hombres habían corrompido sus caminos y sólo Dios podía lavar todo eso y empezar de nuevo, con el Arca. Noé trató de explicar las cosas a sus con­temporáneos y se burlaron de él. Nosotros quisiéramos explicar las cosas a nuestros contemporáneos y, o se burlan, o no escuchan. Es como si habláramos en griego y ellos sólo entendieran latín. Hoy el idioma de la fe y sus conceptos son extraños a los hombres modernos. Todos son gentiles, sinceros, tienen buenas intenciones: son todos buenos. De­lante de Dios... es otra historia. Dios no ve las cosas como los hombres de hoy. Entonces, una vez hubo un castigo que destruyó la humanidad. Eso prueba que puede llegar a darse otra vez. Hay muchas profecías y el Venerable Holz­hauser hablaba también de un castigo terrible que tendrá lugar al final de la quinta época y que lavará al mundo.

Sexta época: La del triunfo del Corazón Inmaculado de María. Después del castigo, todos los hombres ten­drán el santo Temor de Dios, y por eso la sexta época de la Iglesia será el triunfo más grande de todos los tiempos: el triunfo del Corazón Inmaculado de María. Habrá como una interrupción de la caída.
Los hombres serán muy buenos porque tendrán el Temor de Dios, que hoy casi ha desaparecido. ¿Quién tiene hoy el Temor de Dios? El Temor de Dios, dice la Sagrada Escritura, es el inicio de la sabiduría. ¿Quién es hoy verdade­ramente sabio? ¿Quién piensa hoy en las verdades importantes de la vida? Nadie: sólo placer, placer, y placer.
Entonces será el triunfo del Corazón Inmaculado de María. Pero Nuestra Señora dice en La Sallete (1846): “Es­ta paz entre los hombres, no será larga: veinticinco años de abundancia en sus cosechas les harán olvidar que sus pe­ cados son ¡ti causa de todos los males gire existen en la tierra”. Es decir, que el bienestar hará olvidar a Dios en po­co tiempo. La sexta época de la Iglesia no será larga. Veinticinco años de buenas cosechas y unos años para que el Anticristo llegue. Y cuando la corrupción de esta sexta época de la Iglesia ocurra, será la llegada del Anticristo.

Séptima época: La del Anticristo. El Anticristo será la séptima y última época de la Iglesia. El reino del Anti­cristo durará tres años y medio; después de su muerte quizás (hay un versículo de Daniel que permite pensarlo), entre su muerte y el fin del mundo, habrá unos cuarenta y cinco días de paz.
Entonces: la cuarta época, mil años; la quinta, más o menos 500 años. Hasta el castigo en el 2017, posiblemente, no lo sé. La sexta, 25 años de buenas cosechas y unos años más... unos años más para el Anticristo. La séptima épo­ca, la del Anticristo que reinará tres años y medio, más unos 45 días más (versículo de Daniel) para el fin del mundo.

Es posible que los jóvenes de hoy conozcan el fin del mundo. San Vicente Ferrer acortó los años necesarios, mas la justicia de Dios es muy lenta pero muy exacta. Entonces, desde hoy hasta el Anticristo habrá 50 años, quizás más, quizás hasta cien años: me asombraría personalmente, pero ¿quién sabe? Dios lo sabe... nosotros no.
De todas formas, hoy no estamos viviendo la época del Anticristo, sino una corrupción que es como la repetición general de la corrupción del Anticristo. Es decir, que la corrupción de hoy es muy semejante a la que será la corrup­ción bajo el Anticristo. Pero no lo es todavía: es por eso que muchos piensan hoy que estamos viviendo los tiempos del Anticristo. No lo creo. Pero es muy semejante a lo que será.
Piensen ustedes que la corrupción de hoy es muy sutil. Hay tantos católicos engañados por el Concilio que no la ven... todavía no la ven. Después de cuarenta años de frutos malos, todavía no la ven. Y son buenos católicos, me­jores que ustedes y yo, aparentemente. Nosotros hemos recibido una gracia particular de Dios para verla, pero mu­chos buenos católicos no la ven, porque esta corrupción es muy sutil.
Los hombres, al salir de las cavernas, al inicio de la sexta época de la Iglesia, habrán sufrido toda esta corrupción de hoy y habrán entendido qué era la corrupción: a través del castigo terrible y sus sufrimientos y la cólera de Dios, la verán. Es decir como la vieron, luego la entendieron.
Los seminaristas, en tres días harán tres años de teología. En tres días de tinieblas aprenderán muchísimo sobre Dios, y los años de seminario no serán quizás tan necesarios después de aquel castigo, yo no sé. Pero si la corrupción de hoy es tan sutil y a pesar de esto el período de paz no será largo, ¿cuán sutil ha de ser la corrupción del Anticristo?
En la séptima Carta, a la Iglesia de Laodicea, el Señor dice: “Nosotros sois tibios, ojalá fueseis fríos o calientes. Pero puesto que sois tibios yo los vomitaré de mi boca”.
Hoy también... vemos que hay indiferencia, pero no hay odio a Dios. Y Dios prefiere el odio, porque quien odia a Dios, por lo menos se lo toma en serio. Pero los hombres de hoy toman en serio a Dios, es terrible.
Entonces, podemos estar no demasiado lejos del fin del mundo, pero éste no ha llegado todavía.
Es muy interesante la Carta a la Quinta Iglesia, la de Sardes (nosotros estamos en esta Quinta Iglesia). Dice así: “Al ángel de la Iglesia de Sardes escríbele: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Co­nozco tus obras, se te tiene por viviente pero estás muerto. Ponte alerta y consolida lo restante que está a punto de morir. Porque no he hallado tus obras cumplidas delante de Dios. Recuerda pues tal como recibiste y oíste, guárda­lo arrepiéntete. Si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora llegaré sobre ti. Con todo, tienes en Sar­des algunos pocos hombres que no han manchado sus vestidos v han de andar conmigo vestidos de blanco porque son dignos. El vencedor será vestido con vestidura blanca y no borraré su nombre del Libro de la Vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Ángeles. Quien tiene oído, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Son los consejos del Espiritu Santo para nosotros:
“Conozco tus obras, se te tiene por viviente pero estás muerto”: Toda esta quinta es una época de hipocresía. El protestantismo es hipocresía, se dice cristiano, pero hace su propia voluntad. El jansenismo, el puritanismo son hipo­ cresía. El liberalismo es hipocresía también. Los liberales fingen ser tan buenos como los católicos; pero sin Dios sin Cristo, no lo son. Las garras de los liberales gotean sangre, son halcones que simulan ser palomas.
Los liberales de la iglesia oficial fingen ser amables con nosotros, pero tienen garras de sangre para destruirnos, si acaso pudieran hacerlo.
Una palabra caracteriza a esta época de la Iglesia: es la hipocresía. Y es lógico, porque es una época que llega des­pués de la Cristiandad. Antes de ésta, los hombres no la conocían, entonces no era necesario fingir ser cristiano. Pe­ro después de la Cristiandad, todos saben que es mejor ser cristiano. Pero no quieren ser más cristianos sino fingir que lo son, y tienen que ser hipócritas. La hipocresía de esta época es lógica y caracteriza a los hombres de hoy: “Son tan buenos, tan sinceros, tienen tan buenas intenciones, somos todos tan gentiles...” No, las garras gotean sangre.
“... Se te tiene por viviente pero estás muerto”. La gente de hoy cree estar viva espiritualmente, en todos los sen­tidos importantes, y están muertos en el único sentido importante, que es el espiritual. ¿Cuántos viven hoy en estado de gracia?
“...Ponte alerta v consolida lo restante”- Es exactamente la tarea de la Tradición católica, consolidar lo restan­te. Esto es lo que hizo Monseñor Lefebvre. En las ruinas de la Iglesia, después del Concilio Vaticano II, Monseñor Lefebvre agrupó lo restante para recomponer pequeñas capillas, pequeñas iglesias, pequeñas escuelas, lo que era po­sible. Mañana ni siquiera quedará este resto que logró consolidar Monseñor Lefebvre, porque hoy lo restante es ame­nazado cada día. Pero nosotros tenemos que hacer lo que podamos para consolidar lo restante.
“.. . Que está a punto de morir” . ¡Lo restante está a punto de morir! Hay niños que vienen aquí, jóvenes también; ¿pueden comprender, tienen ganas de comprender? Algunos sí. Y la misma Carta a la Quinta Iglesia lo dice exacta­mente: “hay unos pocos buenos” es decir, que hay muchos que no lo son. Cada vez quedarán menos. Nuestro Señor dice de la séptima época: “Si estos días no fueran acortados, ni siquiera los elegidos se salvarían”.
“...Porque no he hallada tus obras cumplidas delante de Dios”: Es exactamente lo que dije antes: cómo vemos nosotros a nuestros contemporáneos y cómo los ve Dios, son dos cosas completamente diferentes. Nosotros pensamos que todos somos amables, buenos y sinceros, pero para Dios es otra cosa.
“Recuerda pues tal como recibiste y oíste”. La Tradición. “Transmití lo que recibí” dice la tumba de Monse­ñor Lefebvre. Hay que cuidar y guardar lo que oímos siempre, las verdades de siempre, no las novedades de hoy, si­no lo recibido y oído en el pasado.
“...Guárdalo y arrepiéntete. Si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora llegaré” . El castigo.
“...Con todo, tienes en Sardes algunos pocos hombres que no han manchado sus vestidos” : Algunos hoy logran vivir en estado de gracia, no manchan sus vestidos, pero no muchos. Es difícil, hoy eso es un heroísmo. Guardar hoy el estado de gracia puede ser heroico.
“...Han de andar conmigo vestidos de blanco porque son dignos”. Las últimas palabras, la recompensa magnífi­ca para los que se mantengan fieles en esta época tan difícil como es la nuestra, la recompensa.
“...El vencedor será vestido así de vestidura blanca y no borraré su nombre del Libro de la Vida, y confesaré sur nombre delante de mi Padre Y de sus Ángeles. Quien tiene oído, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias” . Recomiendo leer el texto completo del Venerable Barthelemy Holzhauser. Habla bastante de la Guerra de los Treinta Años. Vio horrores en esa guerra en Alemania.
Y un último punto, breve: en toda la historia de la Iglesia se ve una simetría, un arco hermoso. Vean la simetría: la gran época, la cuarta, en el centro. Por ambos lados tenemos la subida de los doctores y la bajada de la apostasía. A los mártires corresponde, por otro lado, el triunfo de María y a los Apóstoles de Cristo corresponden los apóstoles del Anticristo del otro lado, el éxito del Anticristo que casi aniquilará a la Iglesia. Dijo el Señor. “Cuando vuelva ¿acaso hallaré fe sobre la tierra?”... En el fin del mundo la Iglesia estará muy reducida.
Hay muchos paralelos entre la quinta época y la séptima. Se podrían agregar más cosas pero basta por ahora.
Mons. Richard Williamson.





Fuente:
www.statveritas.com.ar/Apocalipsis/MonsWilliamson-01.htm

martes, 8 de julio de 2014

Entrevista a Papa Francisco con Henrique Cymerman, 13 de Junio del 2014




Publicado el 15/6/2014
Papa Francisco en una entrevista con Henrique Cymerman, 13 de Junio ​​de 2014: "Nuestro sistema económico mundial ya no se aguanta", dice el Obispo de Roma.

El periodista Henrique Cymerman conversa con el Papa Francisco. Un encuentro en el que el papa no duda en abordar cuestiones tan controvertidas como el papel de la iglesia Católica durante la Segunda Guerra Mundial, además de asuntos como la pobreza dentro de la Iglesia, los fundamentalismos y el protocolo que rodea sus intervenciones.

"No soy ningún iluminado; no traje bajo el brazo ningún proyecto personal", asegura.

"Descartamos toda una generación por mantener un sistema que no es bueno", opina respecto a los jóvenes parados.

Vivencia sobrenatural concedida por nuestro Señor Jesucristo a Luz de María

VIVENCIA SOBRENATURAL
CONCEDIDA POR CRISTO A LUZ DE MARÍA
7 DE JULIO DEL 2014

DESPUÉS DEL MENSAJE, CRISTO ME COMPARTIÓ:

AMADA MÍA, VEN, TE MOSTRARÉ:

Nuestro Señor Jesucristo se acerca a mí, me toma de la mano y me lleva a lo alto, desde donde pude mirar gran cantidad de criaturas humanas, que vestían como vestimos normalmente.

Me dice Mi Señor: vas a mirar de cerca los frutos de quienes viven, obran y actúan en Mi Voluntad, de aquellos que luchan contra el mal, como Yo deseo; de los que dicen amarme y actúan en el pecado, en la oscuridad donde creen que no les puedo mirar.

Miré un gran batallón de criaturas que oraban y yo escuchaba sus oraciones y sentía en mi alma un regocijo. Me dice nuestro Amado: ese regocijo es la profunda devoción, el amor ofrecido, la donación de estas almas en el acto de orar. Escucha: no es algo mecánico, es el fruto de su amor hacia Mí y hacia sus hermanos.  

Las miré invocar con oraciones y ofrendas espirituales a la Madre Santísima y vi como la Madre tomaba en Sus Manos esos actos  y los presentaba ante Jesús Eucaristía que se mantenía en un altar de una altura inimaginable, rodeado de criaturas Angélicas que permanecían en adoración, levantaban sus rostros e inclinaban la cabeza ante tan Grande Majestad. Candelabros hermosos con velas encendidas iluminaban el altar.  

¡Oh Dios Mío y Señor Mío, qué grande eres!

Nuestra Madre Santísima se acerca al altar y miro altares más pequeños y de variedad de materiales y formas. Me dice Cristo: estos son los altares de los templos del mundo.

¡QUÉ FELIZ ME HACEN LAS ALMAS QUE SE ACERCAN A RECIBIRME VERDADERAMENTE CONSCIENTES DE QUE ME RECIBEN A MÍ!,
Y ¡QUÉ DOLOR ME CAUSAN LOS QUE POR APARIENCIA SE ACERCAN A RECIBIRME; DOBLEMENTE ME OFENDEN!

Miré unos seres luminosos como el sol, sus rostros verdaderamente angelicales de una belleza sobrenatural, y cada uno de esos seres acompañaba a la criatura a recibir la Sagrada Comunión, y luego estos hermanos nuestros y compañeros de camino, colocaban sobre las cabezas de las criaturas que habían comulgado debidamente, una gracia especial. Esta gracia se trasformaba en una corona. En unas cabezas había varias coronas y en otras una, en otras una o dos flores. Me explicó Cristo que las coronas distinguen a cada criatura en su espiritualidad, señaló a una criatura y me dijo: esta criatura Me recibe a diario pero vive una fe muerta, no vive a plenitud Mi Amor en el prójimo y Me recibe por costumbre, y la costumbre mata la entrega y el amor.

De cada una de esas almas vi salir un rayo luminoso, y cómo estos se unían en uno solo que Cristo lo tomaba en Sus Manos y lo elevaba. Yo pregunté: Señor, ¿hacia dónde va ese rayo tan luminoso? Él me respondió: hacia Mi Padre y va a fortalecer a aquellos hermanos tuyos que necesitan auxilio para crecer en la fe y no consentir el temor ni los respetos humanos que les detienen para ser voceros de Mi Voluntad.

Es impactante el poder de la oración; escuche un murmullo y Cristo me dijo: este rayo de luz,  son las oraciones realizadas con amor, verdad, paciencia, fe, esperanza y caridad; llegan hasta donde moran las almas que necesitan de los actos de los hombres en Mi Voluntad para recibir consuelo y así esperar a que Mi Madre les lleve hacia Mi Morada.

Pero de un momento a otro me sorprendió la cantidad de rayos azules, violetas, verdes, rojos, amarillos, lila, dorados y plateados que salían de esas criaturas que oraban, y las miré moviéndose en busca de otras almas. Me dijo Cristo: este es Mi Regocijo, las criaturas no sólo se mantienen estáticas en la oración, sino son acción; mira cómo esa criatura - y la señaló para que yo la mirara, tan tímida, comparte con sus hermanos esas páginas y les pide que las lean, no necesita hablar, sólo actuar. Esas son las criaturas que provocan esta variedad de luces según su obrar y actuar, pero míralas, ninguna se encuentra en un solo lugar. Ese es Mi Pueblo, el que más bendiciones produce, el que no se guarda para sí Mis enseñanzas sino las comparte con sus hermanos.

Mira a los que luchan por la vida, mira a los que transmiten Mis peticiones a la humanidad, mira a los que no detienen su pensamiento en actos banales sino actúan para Mí y para el bien de las almas.

Un Arcángel, en obediencia a nuestra Madre paso de lado a lado en donde se mantenían esas criaturas que luchaban contra todos los detentes cotidianos para permanecer en el camino correcto; el Arcángel bendecía con un agua celeste a todas esas criaturas.

Pregunté, Mi Señor, ¿qué tiene esa agua de color tan especial? y Cristo me respondió: Fe, amada Mía; Fe,  es el agua de la Fe, para que continúen a pesar de las batallas diarias. Apareció otro Arcángel, e incensando a todos exclamaba: ¡esperanza para todas las criaturas fieles a Mi Rey, esperanza!

De pronto un Arcángel, moviéndose con una luz esplendorosa, casi enceguecedora, que sólo me permitía mirar su silueta, mantenía en su mano una tea y decía: la Luz de nuestro Rey ilumine el camino de los fieles y fortalezca a los temerosos, les colme de caridad, ésta que el mal ha llevado a desaparecer del corazón y de la sensibilidad de los hombres. La caridad es la luz que hace renacer en los corazones la verdad de la entrega de nuestro Rey. El Amor sin caridad es una farsa, y la caridad sin Amor es impensable. El Amor y la Caridad son virtudes en donde confluye la Voluntad de la Divinidad.

Mi regocijo, dice el ser Angelical, me lleva a exultar en un cántico de adoración, al mirar lo que sucede durante una oración llevada como Cristo y la Madre esperan de los hombres: en acto de contrición, con verdadero propósito de enmienda, con fe, obediencia, y disposición, vertiendo todo esto en la práctica hacia los hermanos y abriendo los ojos del prójimo, no sólo los del cuerpo sino los del espíritu, para que no sean engañados.

Y el ser Angelical de esplendorosa luz pronunció: ¡Ah… si todos los seres humanos actuaran con esta consciencia de este pequeño número y en lugar de perder la vida dedicándose a la crítica y al mal, se propusieran ser mensajeros activos hacia el prójimo!, ¡qué diferente sería esta humanidad! Ya me permitirá Mi Rey permanecer más cerca del hombre, junto a nuestra Reina y Madre, en los instantes necesarios en los que la fe deba crecer y no disminuir en los seres humanos.

Nuestro Amado me miró fijamente, y me dice: Mi Pueblo no permanecerá solo, enviaré todo auxilio de Mi Casa, no será presa fácil del enemigo del alma.

Amada mía, has vivido lo que logran no sólo las oraciones sino los actos y obras de las criaturas humanas, cuando éstas son efectuadas con consciencia, y deseo no sólo compartir el conocimiento sino compartirlo con el propósito de que cada hombre lleve a otros este conocimiento para que el mal no les encuentre dormidos.

Mis hijos deben ser conscientes de que la disposición es necesaria para que Mi Espíritu actúe en cada uno y derrame los carismas necesarios, y cada uno alerte a sus hermanos, ante esta pandemia de poder y de insensibilidad que sobre los débiles y  más necesitados, vierten los que mantienen poder en la Tierra.

Y me dice: “LA FE SIN OBRAS ESTÁ MUERTA”.

Y ESTE ES EL INSTANTE DE LA ACCIÓN Y LA UNIDAD; EN ESTE INSTANTE, LA UNIÓN PESA SOBRE LAS ALMAS QUE MÁS CONOCEN. QUIEN ES CAUSA DE DESUNIÓN, SERÁ JUZGADO SEVERAMENTE.

Mi Amado me da la orden de compartir con mis hermanos los méritos de la oración correctamente realizada, los méritos de las comuniones ofrecidas con plena consciencia de que se recibe a Cristo vivo y palpitante; y me da la orden de compartir la importancia de ser cada uno de nosotros un vocero que alerte al hermano de cuanto sucede en la humanidad, para que el mal no tome más ventaja ante la ignorancia de Su Pueblo.

Así en obediencia, comparto esta bendita experiencia.
                                                                                                              Luz de María.


www.revelacionesmarianas.com


lunes, 7 de julio de 2014

Mensaje de María Reina de la Paz del 2 de julio de 2014 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina

Mensaje del 2 de julio de 2014 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
Aparición de la Virgen a Mirjana el 2 de julio de 2014“Queridos hijos, yo, Madre de ustedes aquí reunidos, y Madre del mundo entero, los bendigo con la bendición maternal y los invito a emprender el camino de la humildad. Ese camino conduce al conocimiento del amor de mi Hijo. Mi Hijo es omnipotente. Él está en todo. Si ustedes, hijos míos, no conocen eso, entonces la oscuridad reina en vuestra alma –la ceguera. Solamente la humildad los puede sanar. Hijos míos, yo siempre he vivido humilde y valientemente, y en la esperanza. Yo sabía, y había comprendido que Dios está en nosotros y nosotros en Dios. Eso mismo pido de ustedes. Deseo que todos ustedes estén conmigo en la eternidad, porque ustedes son parte de mí. En su camino, yo los ayudaré. Mi amor los envolverá como un manto, y hará de ustedes apóstoles de mi luz –la luz de Dios. Con el amor que proviene de la humildad, llevarán la luz donde reina la oscuridad –la ceguera. Llevarán a mi Hijo, que es la luz del mundo. Yo estoy siempre con sus pastores, y oro para que siempre sean ejemplo de humildad para ustedes. ¡Les agradezco!”

domingo, 6 de julio de 2014

Mensaje a Luz de María - 04 de Julio del 2014

MENSAJE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
A SU AMADA HIJA LUZ DE MARÍA
04 DE JULIO DEL 2014



Amadísimo Pueblo Mío, les bendigo.

NO SOY UN DIOS DE MUERTOS, SOY DIOS DE VIVOS Y COMO TAL, VENGO POR CADA UNO DE MIS FIELES.
YO SOY LA CABEZA DE MI IGLESIA Y MI CUERPO MÍSTICO DEBE ACTUAR A SEMEJANZA DE SU CABEZA.

El horror y espanto han caído sobre la humanidad, algunos Pueblos aún no perciben los efectos de la alteración emocional del hombre; pero poco a poco, como una peste  irá tomando  Nación tras Nación y Mi Pueblo padecerá los horrores causados por el mismo hombre.

La vida es totalmente despreciada por algunas criaturas y en su lugar la vida se muestra como un trofeo de guerra, cuando ésta es arrebatada por las armas bélicas, o la alteración de los mismos hombres. 

Los grandes poderosos de la Tierra, que adoran al dios dinero, se unen una vez más y deciden el destino de toda la humanidad.  De esto se deriva el que poco a poco la humanidad sea asechada e invadida por diferentes pestes creadas en laboratorios por el mismo hombre, y dirigidas por los poderosos de la Tierra con la finalidad de exterminar a Mis hijos. 

En este instante los poderosos gozan de su poder, pero Yo vengo con Mi Misericordiosa Justicia para doblegarlos. Mi Pueblo no será avasallado por siempre.

YO SOY EL MISMO DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE. MI PALABRA ES LA MISMA, NO VARÍA NI ESTÁ SUJETA A INTERPRETACIONES; A ESTA GENERACIÓN LE EXPLICITO MI PALABRA PARA QUE COMPRENDAN EL INSTANTE EN QUE SE ENCUENTRAN Y ABRAN SU CONSCIENCIA A LA REALIDAD. Aún así soy negado y despreciado, aún así, algunos de los que se han consagrado a Mi Santo Servicio no actúan según Mi Voluntad y entregándose a los beneficios que le ofrece la sociedad, viven en la opulencia mientras Mi Pueblo gime por un trozo de pan.

NO SOY UN DIOS DE MODERNISMOS, SOY EL QUE SOY, el mismo que nació en la pobreza, el mismo que fue crucificado en una Cruz y el mismo que resucitó para gloria de Mi Pueblo. No deseo nuevos ritos dentro de Mi Iglesia, Yo deseo a cambio, una Jerarquía viviendo en Mi Voluntad, en la pobreza, en el abandono, en la fe y en la obediencia hasta la muerte de Cruz para que resuciten gloriosos ante Mí.

ME MANTENGO VIVO Y PALPITANTE CON MI PUEBLO, LES MIRO A CADA UNO EN PARTICULAR, Y ASÍ SERÁ LA RECOMPENSA QUE RECIBA CADA UNO: recibirá el mismo jornal el que llegó a primera hora como aquel que arrepentido y con firme propósito de enmienda, llegue al atardecer.  No desprecio a ninguno de Mis hijos, si éstos se convierten en espíritu y en verdad.

El hombre que vive plácidamente en este instante en su hogar,  ignora el padecimiento atroz de gran parte de sus hermanos que son inmolados injustamente. 

DESEO QUE AQUELLOS QUE LIDERAN LAS GRANDES POTENCIAS SE CONVIERTAN A MÍ.  ESTE ES EL DESEO DE SU DIOS, PERO SÉ POR ADELANTADO QUE NO SERÉ ESCUCHADO, SERÉ IGNORADO…,
PUESTO QUE EL PODER TERRENO LE DA AL HOMBRE UNA FALSA SEGURIDAD.

MI IGLESIA SE ENCUENTRA A POCOS PASOS DE TRANSFORMACIONES QUE ENFRENTARÁN A UNOS CONTRA OTROS Y MI CORAZÓN SE DUELE POR ELLO.  La desobediencia hará a temblar los cimientos de Mi Iglesia.

Los grandes poderosos, los gobernantes de las grandes Naciones constantemente infringen Mis Mandamientos.

El sufrimiento de Mi Pueblo ha nacido en los grandes laboratorios auspiciados por familias económicamente poderosas y atacan a las Naciones más empobrecidas, ignorando que estas criaturas Mías, con el sufrimiento se entregan a Mí, solicitando el perdón y Yo las acojo con Mi infinita Misericordia.

Amados hijos Míos:

COMO LES HE ANUNCIADO, LAS PESTES LLEGAN A LA HUMANIDAD UNA TRAS OTRA…,
PERO USTEDES SABEN QUE YO NO LES DESAMPARO NI MI MADRE LES DEJA DE SU MANO.

La guerra está a un abrir y cerrar de ojos, sólo basta una palabra para que la guerra involucre a toda la humanidad que se encuentra totalmente ajena a los acontecimientos de este instante.

Amado Pueblo Mío:

Les llamo a ofrecer sus oraciones, su arrepentimiento personal, el deseo de conversión, la consciencia del compartir Mis Llamados con todos sus hermanos; las Eucaristías recibidas dignamente, ofrézcanlas por el amado Pueblo Mío de Estados Unidos; su dirigente no atiende Mi Palabra.

Les invito a orar por Medio Oriente, el sufrimiento aumentará y ustedes se asombrarán ante tanto dolor.
Oren por Mis amados hijos de Chile, el dolor llega una vez más a este Pueblo Mío.

Amados Míos:

LA CIENCIA UTILIZADA CON FINES CONTRARIOS A MI VOLUNTAD, HA CONTAMINADO EN SU MAYORÍA LO QUE MIS HIJOS INGIEREN EN SU ALIMENTACIÓN, Y ESTOS ELEMENTOS EXTRAÑOS AL CUERPO HUMANO, ALTERAN GRANDEMENTE AL HOMBRE, no sólo en su cuerpo sino han logrado nublar la mente y el pensamiento para que el hombre dé rienda suelta a los bajos instintos y la ira domine la mente y el pensamiento.

EL ENEMIGO DEL ALMA YA CARGA SU BOTÍN Y TOTALMENTE SIN TENER QUE LABORAR, MIRA DESDE UNA ESQUINA EN TOTAL QUIETUD, CÓMO MIS HIJOS HAN SUPERADO EL PECADO DEL MISMO SATANÁS.

A ustedes amados Míos, que atienden Mi Llamado, que no se niegan a escucharme y a conocerme profundamente, A USTEDES LES LLAMO UNA VEZ MÁS A SER MIS HIJOS DE ACCIÓN MEDIANTE EL DON DEL AMOR PARA QUE CON ESE AMOR LLEGUEN HASTA SUS HERMANOS Y NO PERMITAN QUE MÁS ALMAS ME SEAN ARREBATADAS.

Amado Pueblo Mío:

La Tribulación es causa de la desobediencia de ustedes mismos y con ella han abierto las puertas a satanás y a sus legiones diabólicas.

SUPERADA LA PRUEBA, VENDRÉ YO CON LA BALANZA DE MI JUSTICIA EN MI MANO, SEPARARÁN MIS ÁNGELES EL TRIGO DE LA CIZAÑA, y aquellos hijos Míos que hayan permanecido fieles e infatigables serán colocados en Mi Balanza y sus obras y sus actos junto a su obediencia y su buena disposición inclinarán la balanza hacia Mi Misericordia y Mis Legiones les presentarán ante Mi Padre.

A Mi Pueblo le falta ahondar en los grandes secretos que los poderosos les esconden, con la finalidad de ultrajarlo, confundirlo y llevarle a la hecatombe.  

NO OLVIDEN, HIJOS MÍOS, QUE LA CORONA DE LA GLORIA SERÁ PARA AQUELLOS QUE PERMANEZCAN FIELES, PARA AQUELLOS QUE LLEVEN A LA PRAXIS MI PALABRA, LUCHANDO PARA RESCATAR ALMAS.

Bendigo a todos aquellos que actúan en Mi Voluntad, a todos aquellos que Me conocen y conociéndome, no se permiten ser confundidos.  

VENGO POR MI IGLESIA SANTA, COMO YO SOY SANTO.  Mi Iglesia Santa debe permanecer lejos de lo mundano, pero atenta a todo aquello que se mueve a su alrededor para no ser desorientada.  El mal es ingenioso y Mis hijos en ocasiones son demasiado confiados, negando el porvenir desastroso de la humanidad, y así continúan caminando sin mirar la Realidad y la Verdad porque Yo soy el que les alerta; de lo contrario no sería un Padre justo, no sería Misericordioso si permitiera que a Mi Pueblo le llegue por sorpresa todo flagelo.

LES ANUNCIO TODO LO ANTERIOR PARA QUE SE PREPAREN, PARA QUE SE CONVIERTAN, NO PARA QUE ME TEMAN, SINO TEMAN AL PECADO Y A LA DESOBEDIENCIA.
NO TEMAN A MI PALABRA, ACÓJANLA Y ÁMENLA.

Les bendigo a cada uno y esta Mi bendición les acompañe en cada paso que den por la Tierra.  

Su Jesús.

AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.



COMENTARIO DEL INSTRUMENTO

Hermanos (as):

Nuestro amado Señor nos lleva a concientizar la importancia del renacer en el Amor Divino y en el amor al prójimo; esta acción lograría un espíritu de unidad, el cual sanaría los males actuales.

La estrechez mental a la que la humanidad ha sido sometida ha impedido ese renacer en el Amor Divino, y en su lugar el hombre ha sido arrastrado por el mal y llevado a cometer vejaciones contra sí mismo y sus hermanos.

No todo es desalentador, siempre tenemos la oportunidad personal de la transformación y ser mensajeros de los Llamados Divinos para concientizar a los que así lo deseen.

El egoísmo instintivo del mal se apropia del actuar del hombre y le impide el conocimiento de la verdad y el reconocimiento del poder Redentor de Cristo.

NO NEGUEMOS LA CLARIDAD DE ESTOS LLAMADOS DIVINOS.
ACOJAMOS CON AMOR LA BENDICIÓN QUE HOY SE NOS HA IMPARTIDO.

Amén.

martes, 1 de julio de 2014

Beata Ana María Taigi


Un día cualquiera de julio de 1837. Un trágico clamor se esparce por toda la ciudad: ¡el cólera ha hecho su aparición en Roma! El pánico cunde y la gente abandona sus hogares evitando todo contacto con los contaminados. En el nuevo cementerio de Campo Verano una muchedumbre se halla en oración ante una tumba aún reciente: piden al Señor que, por intercesión de la allí sepultada, les libre del azote que ha caído sobre ellos. En la pequeña cruz que preside la tumba unos débiles trazos de pintura, aún no del todo seca, componen un nombre: Ana María Taigï, y dos fechas: 1769-1837.

¿Qué influencia puede tener esta mujer para que ahora todos acudan a implorar su ayuda? Su historia es la más corriente y la más extraordinaria a la vez que se pueda imaginar. Su vida, la vida de una simple mujer.

Nacida en Siena el 29 de mayo de 1769, su existencia transcurre durante uno de los períodos más críticos para la Iglesia y Europa. La corte de Luis XV, hundida en la lucha de intrigas y voluptuosidades, prepara activamente su ruina al tiempo que la de la cristiandad. La Enciclopedia adquiere resonante brillo. Voltaire reina e inunda el mundo con su filosofía pagana. Todo está minado: la Iglesia, la moral, la realeza. En Roma Clemente XIV va a suprimir la Compañía de Jesús a ruegos de los Borbones. Las naciones más católicas, como España, Polonia, Austria e Italia, se ven arrastradas por el torbellino que producen les acontecimientos. La masonería impera por doquier.
Ana María pertenece a una honorable familia: su abuelo, Pietro Giannetti, dirige en Siena una farmacia. Su hijo Luis, después de seguir los estudios que le permitan suceder algún día a su padre, se casa con una buena cristiana: María Santa Masi. Nuestra Beata es el único fruto de este matrimonio. Casi al mismo tiempo, dos meses más tarde, nace en Córcega, frente a esta tierra toscana, Napoleón I.
Bautizada al día siguiente de su nacimiento, recibe los nombres de Ana María Antonia Gesualda. Durante los seis primeros años la vemos jugar entre los viñedos, olivos y rosales que, como muralla roja, coronan las arenosas llanuras de la Toscana.
Pero esta época feliz ha de durar poco: el espíritu algo disipador y extravagante de su padre va produciendo la falta de recursos en la familia. Muy pronto vende todo lo que tiene en Siena y marcha a Roma con esperanza de hacer allí fortuna. Sin embargo, ésta no se muestra propicia y la pequeña familia ha de ir a habitar una mísera casucha en el barrio denominado de los Montes.
En esta situación viven ocho años. Nada sobresaliente hay en su infancia que haga prever la misión que la Providencia le tiene reservada. Cada mañana Annette mete su comida en un pequeño serillo y marcha a la escuela gratuita de la vía Graziosa, regentada por hermanas del Instituto Maestre Pie fundado por Santa Lucía Filipini. Junto a las clases de religión y cálculo recibe la pequeña Giannetti las enseñanzas propias del hogar. Los domingos asiste en la parroquia a la catequesis semanal.
Mas los reveses de fortuna endurecen poco a poco el carácter de sus padres. Tristes, irascibles, en lugar de conformarse con su suerte y unirse en la adversidad avivan cada vez más la llaga. Luis, el primer responsable, en vez de remediar su culpa, vuelve sus malos humores contra su hija, maltratándola a diario sin razón. Hay que trabajar para comer.
Despedida a poco de ir a la escuela por causa de una epidemia de viruelas, no podrá volver a ella por tener que ayudar a su madre en los oficios de la casa. Ha aprendido a leer, pero no a escribir, y jamás sabrá otra cosa que apenas garabatear su firma.
Ana María tiene ahora trece años. En este tiempo no se habla de otra cosa sino de las innovaciones financieras de Nocker y de guerras. Inglaterra lucha contra sus colonias americanas y termina por reconocer la independencia de los Estados Unidos. Las nuevas ideas triunfan: Roma, París se apasionan por Diderot, D’Alembert.El contrato social y los aeróstatos. ¡El hombre, se canta, ha conquistado, los cielos y derrotado a los dioses! La multitud aplaude clamorosamente las sarcásticas e hirientes representaciones en las que se hace mofa de los reyes, señores, religión y moral. En cambio, Voltaire es sublimado y su nombre figura en las letrillas populares.
A pesar de sus pocos años Annette comienza a darse cuenta de todo esto. Oye las conversaciones de la calle y las noticias que cuentan las compañeras del taller donde ha comenzado a trabajar. Para llevar algún refuerzo al vacío erario familiar carda la seda y corta las viejas ropas en una pequeña tienda propiedad de dos hermanas solteras. De regreso a su casa lava la ropa y hace la comida, mientras su madre sirve de asistenta en varias casas para sacar con qué comer. Durante estos trabajos siempre tiene la sonrisa en los labios, tratando de alegrar un poco la amargada vida de sus padres.
Poco a poco su cuerpo va desarrollándose: su cimbreante tipo, interesante rostro y serena mirada atraen la atención de cuantos la ven por las calles de Roma. La llaman Anita la guapa. Como todas las chicas italianas de su edad, ella sueña con fundar un hogar maravilloso, adora los romances sentimentales y le gusta bailar.
En 1787 abandona el taller para ocupar una plaza de doncella en el palacio donde trabaja su padre. La patrona, encantada de sus condiciones domésticas, ofrece también un empleo a su madre, y desde entonces los Giannetti trasladan su residencia a dos habitaciones que amablemente les ha cedido la señora Sierra, su patrona. La indigencia de la familia ha terminado: su madre no tendrá ya que ir de asistenta por las casas y, al menos, no les faltará comida y techo en que cobijarse.
En este palacio, mezcla de fortaleza y de convento, como todos los antiguos de Roma, es donde conoce a un criado que, dos veces por semana, les lleva provisiones desde el palacio Chigi. Domenico Taigï es hombre de buenas costumbres, de sólida piedad, aunque rudo, inculto y de vivo genio. Poco tiempo después se celebra la boda en la iglesia de San Marcelino y, como en todas las demás, hay una buena comida, se baila y se canta hasta el cansancio. Annette acaba de cumplir veinte años y su esposo veintiocho.
El príncipe Chigi les cederá dos habitaciones de su palacio y allí pasarán su luna de miel y les nacerán seis de sus siete hijos. Estamos en 1790 y la tempestad que va a purificar al mundo se encuentra próxima. Pero aún Dios no cree llegada la hora de su conversión. Durante los tres primeros años de su matrimonio Anna María sigue siendo la muchacha bonita, alegre y entusiasta de la vida mundana.
Un día Domenico y su esposa, arrastrados por la multitud, ganan la plaza de San Pedro. En París ha estallado la revolución y la noticia corre de boca en boca entre el estupor de algunos y la alegría de no pocos. Mas Dios ha elegido ya a su sierva. junto a la columnata de Bernini su dulce mirada se cruza con la de un religioso servita, el padre Angelo. Este no había visto nunca a la joven, pero una voz interior le anuncia de repente: “Presta atención a esa mujer. Yo te la confiaré un día; tú trabajarás por su conversión. Ella se santificará porque yo la he escogido para santa”.
Ana comienza a no gustar las cosas de este mundo. Se despoja de su vanidad y busca el consuelo a su insatisfacción en la piedad. Va de uno a otro confesor en busca de consuelo y apoyo, hasta que un día entra en la iglesia de San Marcelo, donde se casó. Hay allí un confesonario y a él se dirige nuestra Beata. El confesor, un religioso servita, el padre Angelo, la reconoce por la voz y le dice: “¡Ah, al fin habéis venido, hija mía! El Señor os llama a la perfección y vos no debéis desatender su llamada”. Y acto seguido le cuenta el mensaje recibido en la plaza de San Pedro.
Han pasado tres años de matrimonio en medio de las vanidades del mundo. Una nueva vida comienza para Ana María: vida de penitencia, de mortificación. En casa se impone el sacrificio de la sed, y no bebe agua sino cuando su marido se extraña de su conducta. Castiga su cuerpo con cilicios y correas, y es el propio confesor el que ha de advertirle de su condición de esposa para que no maltrate su cuerpo, que no le pertenece enteramente. En 1808 toma el hábito de terciaria trinitaria y quiere perfeccionarse más.
Pero la verdadera perfección consiste, como le dijo el Señor en una de sus apariciones, en la mortificación de la propia voluntad, en ocultar dentro de lo posible a los ojos de los hombres las obras que se hacen, en ser buena, caritativa y paciente. Y Ana María sigue fielmente estos consejos del Maestro.
Quizá lo que más llama la atención de su vida es cómo ha sabido conjugar o ser perfecta en su estado matrimonial. Máxime cuando Domenico no era precisamente un San José. Ella deberá tener presente cada día sus deberes de esposa y de madre.
En su casa todo debe de seguir igual. Atiende a sus hijos con maternal solicitud. Se levanta temprano para tener preparado el desayuno, arregla la casa, hace la comida e inculca a sus hijos el amor al trabajo, la economía y el orden. Los manda al colegio y les enseña sus deberes para con Dios y la sociedad; pero jamás usará la violencia contra ellos, sino la persuasión, la bondad.
Con su marido, de mal genio, ha de mostrar continuamente su paciencia: ni una disputa, ni un mal gesto en sus cuarenta y ocho años de matrimonio. Ella sabe que Domenico, como jefe de familia, debe ser respetado y obedecido. Sabe los derechos que sobre su persona tiene. y, nunca se opone a su legítimo cumplimiento. Humildad y confianza en Dios fueron siempre sus armas para salir de los malos trances. Porque Dios le ha dicho: “Yo seré tu guía en la vida de perfección”.
Más Él quiere que su sierva sea víctima expiatoria por los pecados ajenos. Y uno tras otro tiene que soportar dolores, vejámenes y sufrimientos. Ve morir a cuatro de sus hijos con santa resignación, aceptando siempre la voluntad del Todopoderoso; sufre calladamente las burlas de muchas personas que la consideran visionaria. Jamás protesta por su humilde condición. Poco a poco su alma se va purificando.
Ya Napoleón Bonaparte ha dado el golpe del 18 Brumario y se ha erigido emperador de los franceses. Sus ejércitos avanzan incontenibles por todos los suelos de Europa. Se profanan las iglesias, se hace mofa de la religión, se predice por doquier el fin de la cristiandad. Las ideas revolucionarias alcanzan su máximo esplendor.
Ana María es la respuesta de Dios a todas estas cosas: al racionalismo triunfante, al orgullo de los poderosos, al materialismo del siglo. El Señor sigue fiel a su promesa:“Ensalzaré a los humildes y abatiré a los orgullosos”.
En su cotidiano vivir esta mujer nunca ha dejado de ser pobre, sencilla. Buena madre, fiel esposa y modelo de suegras. Inculta y sin apenas saber firmar, es a ella a la que se le concede uno de los más extraordinarios dones con que santo alguno haya sido distinguido: desde el año de su conversión podrá ver en una especie de globo luminoso el pasado, el presente y el porvenir. Los principales personajes políticos desfilan ante su mirada con sus sinceridades e hipocresías. Los designios de Dios para confundirlos, los complots y reuniones de las sectas secretas, los acontecimientos futuros en todo el mundo, las almas que padecen en el purgatorio, las que se condenan y se salvan. Todo lo ve con una claridad meridiana.
Las circunstancias extraordinarias por las que van a pasar el mundo y la Iglesia son la probable explicación, dice el decreto de beatificación, del prodigio, único en los anales de la santidad, con que la Providencia distinguió a esta simple mujer.
Pobres, cardenales y embajadores vienen a pedirle consejo o solución a sus problemas. Ella trata a todos igual. Nunca rehusa el consuelo y la ayuda a nadie y jamás admite regalo ni limosna alguna. Y cuando, como en alguna ocasión, una reina, desterrada en Roma, quiere ayudarla dándole oro, ella le responde: “Señora, yo sirvo al más grande de los reyes y Él sabrá recompensarme espléndidamente”.
Con su santidad —Ana María Taigï es la única santa que murió estando casada— Dios ha querido darnos dos estupendas lecciones: que la santidad no es patrimonio de ricos ni de clases y que, además, no está reñida con estado alguno. Cada persona puede ser santa en medio de su quehacer habitual, en el convento o en la calle, guardando la virginidad o cumpliendo los deberes matrimoniales.
Su actuación en esta vida habrá de servir de ejemplo a las muchas almas que pretenden ser perfectas en medio de los peligros del mundo. Durante su permanencia en él no dejó sino constancia de las virtudes que deben adornar a las madres y esposas. Sus milagros fueron incontables: ve desde Roma la muerte de Pío VI en el destierro, contempla día a día las tribulaciones de Pío VII durante los cinco años de su cautividad. Cura enfermedades, anuncia muertes y señala las fechas de elección de los nuevos papas. Así quiso la Providencia premiar su oscura y pobre vida, concediéndole a sus ruegos el que la peste no entre en Italia hasta después de su muerte.
Pero aún debe purificarse más. Como si fuera poco lo que ha tenido que sufrir, Dios le reserva siete meses de dolorosa agonía. A pesar de ello su eterna sonrisa no desaparece de sus labios. Lleva con alegría esta última prueba, sabiendo que sus días están contados. Por fin el 7 de junio de 1837, rodeada de su marido y tres hijos, deja de existir a los sesenta y ocho años de edad. Al día siguiente es enterrada en el nuevo cementerio de Campo Verano. Ocho días más tarde la peste entra en Roma.
Beatificada por Benedicto XV, es declarada patrona de las madres de familia y su cuerpo descansa, incorrupto, en la basílica de San Criságono, de Roma.
 LUIS PORTERO

Beata Ana María Taigi.

Ana María: te pedimos bendiciones para todas las madres de familia.

Que de tal manera brille vuestro buen ejemplo que los demás al ver vuestras buenas obras glorifiquen a Dios (Jesucristo).

Esposa y madre ejemplar

Su primer intento de abrir el corazón ante un sacerdote, chocó con una seca negativa; pero la segunda tentativa tuvo éxito. Encontró la guía espiritual que necesitaba.. en un fraile servita, el padre Angelo, quien habría de ser su confesor durante muchos años. El sacerdote se dio cuenta desde un principio que estaba tratando con un alma elegida y ella, por su parte, siempre consideró el momento en que conoció al padre Angelo como la hora de su conversión. Desde aquel día renunció a todas las vanidades del mundo y se contentó con vestir las ropas más sencillas. No volvió a tomar parte en diversiones mundanas, a menos que su esposo se lo pidiera especialmente. Su mayor consuelo y alegría los encontró en la oración, y su generoso deseo de someterse a mortificaciones externas, tuvo que ser moderarlo por su confesor quién lo adaptó a los límites en que no afectara los deberes de su vida diaria como ama de casa. Su marido era un buen hombre, pero de escasas luces y muy quisquilloso; si bien apreciaba las evidentes cualidades de su esposa, nunca pudo comprender los heroicos esfuerzos de Ana por adquirir la santidad ni sus dones especiales. Ella siempre cumplía su deberes cotidianos del hogar con extraordinaria entrega.
Con referencia a la época en que la beata comenzaba ya a ser conocida y admirada, Domenico declaró: “Con frecuencia sucedía que. al regresar a casa, la encontraba llena de gente desconocida. Pero en cuanto Ana me veía, dejaba cualquiera, ya fuese una gran señora o tal vez un prelado el que tuviese con ella, se levantaba y acudía a atenderme con el afecto y la solicitud de siempre. Se podía ver que lo hacía con todo el corazón; se habría arrodillado en el suelo a quitarme los zapatos, si yo se lo hubiese permitido. En resumidas cuentas, aquella mujer era una felicidad para mí y un consuelo para todos… Con su maravilloso tacto, era capaz de mantener una paz celestial en el hogar, a pesar de que éramos muchos, de muy distinto temperamento y había toda clase de problemas,  sobre todo cuando Camilo, mi hijo mayor, se quedó a vivir con nosotros durante los primeros tiempos de su matrimonio. Mi nuera era una mujer que se complacía en crear la discordia y se empeñaba en desempeñar el papel de ama de casa para molestar a Ana; pero aquella alma de Dios sabía cómo mantener a cada cual en el puesto que le correspondía y lo hacía de una manera tan sutil, tan suave, que no la puedo describir. A veces llegaba yo a la casa cansado, de mal humor y hasta enojado, pero ella siempre se las arreglaba para aplacarme y hacerme alegre la existencia.”
La familia que Ana debía cuidar estaba formada por sus siete hijos, dos de los cuales murieron cuando eran pequeños, su marido y sus padres, que vivían con ella. Cada mañana, los reunía a todos para orar; a los que podían. Los llevaba a oír misa y por la noche volvían a reunirse todos para escuchar lecturas espirituales y rezar las plegarias. Ana se preocupaba, sobre todo, de vigilar la conducta de los niños.
También tenía tiempo la beata para trabajar en sus costuras con las que, muchas veces, complementó el escaso salario de su marido, y, otras, pudo socorrer a los más pobres que ella, porque siempre fue extraordinariamente generosa y enseñó a sus hijos a serlo.

Visiones y experiencias místicas

Se diría que un trabajo doméstico tan excesivo hubiese monopolizado las energías de cualquier mujer; sin embargo, las obligaciones familiares no la privaban de entregarse a experiencias místicas de gran altura. Para dar una idea de lo que era aquello, recurrimos a las memorias sobre la beata, escritas después de su muerte por el cardenal Pedicini, a quien conoció por intermedio de su confesor y con quien compartió, durante treinta años la dirección espiritual de aquella alma elegida. Muy posiblemente, a través del cardenal se dieron a conocer las excelsas virtudes y dones sobrenaturales de la beata. Desde el momento de su conversión, Dios la gratificó con maravillosas intuiciones sobre sus designios respecto a los peligros que amenazaban a la Iglesia, sobre acontecimientos futuros y sobre los misterios de la fe. Estas cosas se le revelaron a Ana en un “sol místico” que reverberaba ante sus ojos y en el que vio también las iniquidades que los hombres cometían continuamente contra Dios. En aquellas ocasiones sentía que era su deber dar satisfacciones al Señor por aquellos agravios y ofrecerse como víctima.
Por eso sufría Ana verdaderamente agonías físicas y mentales cuando se entregaba a la plegaria por la conversión de algún pecador endurecido. Con frecuencia leía los pensamientos y adivinaba los motivos entre las gentes que la visitaban y, en consecuencia, podía ayudarlas de una manera que parecía sobrenatural. Entre las personalidades que estuvieron relacionadas con ella, debe mencionarse a San Vicente Strambi, a quien ella pronosticó la fecha exacta de su muerte.
En los primeros años después de su conversión, Ana María tuvo abundantes consuelos espirituales y arrobamientos, pero más tarde, especialmente durante los últimos años de su vida, sufrió grandemente por los ataques de Satanás. Estas pruebas, aunadas a los quebrantos de su salud y a las murmuraciones y calumnias, le dieron ocasión para mostrar resignación y soportarlas alegremente. El 9 de junio de 1837 murió, al cabo de nueve meses de agudos sufrimientos, a la edad de sesenta años.
Fue beatificada en 1920 y su sepulcro se encuentra en Roma, en la iglesia San Crisógono, de los padres Trinitarios, en cuya orden la beata era terciaria. Su cuerpo yace en ataúd de cristal para que su cuerpo incorrupto pueda contemplarse.

Oración

(dictada por la Virgen durante un éxtasis)

“Postrada a vuestros pies, gran reina del cielo, yo os venero con el más profundo respeto y confieso que sois Hija de Dios Padre, Madre del Verbo Divino, Esposa del Espíritu Santo. Sois la tesorera y la distribuidora de las divinas misericordias. Por eso os llamamos Madre de la divina Piedad. Yo me encuentro en la aflicción y la angustia. Dignaos mostrarme que me amáis de verdad. Os pido igualmente que roguéis con fervor a la Santísima Trinidad para que nos conceda la gracia de vencer siempre al demonio, al mundo y las malas pasiones; gracia eficaz que santifica a los justos, convierte a los pecadores, destruye las herejías, ilumina a los infieles y conduce los judíos a la verdadera fe. Obtenednos que el mundo entero forme un solo pueblo y una sola Iglesia.”
Tres últimos epígrafes, publicados por www.corazones.org Fuente: Vida de los Santos de Butler, Vol. II.

Las Profecías de la Beata Ana Maria Tiagi

“Después de purificar al mundo y a su iglesia y de arrancar de cuajo toda la mala hierba, preparaba un renacimiento, milagroso triunfo de su misericordia, y mi mano todopoderosa volverá a imponer el orden ahí donde es impotente el esfuerzo humano”.

“Dios enviará dos castigos: uno en forma de guerras, revoluciones y peligros originados en la tierra; y otro enviado del cielo. Vendrá sobre la tierra una oscuridad intensa que durará tres días y tres noches. Nada será visible y el aire se volverá pestilente y nocivo y dañará, aunque no exclusivamente, a los enemigos de la religión”.

“Durante los tres días de tinieblas la luz artificial será imposible; sólo las velas benditas alumbrarán. Durante estos días de tinieblas los fieles deben permanecer en sus casas rezando el santo rosario y pidiendo a dios misericordia”.

“Millones de hombre morirán por el hierro, unos en guerra, otros en industrias civiles; otro millones perecerán de muerte imprevista. A la prueba le seguirá un renacimiento universal. Este cambio ocurrirá cuando parezca que la iglesia ha perdido los medios humanos de hacer frente a las persecuciones”.