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viernes, 13 de noviembre de 2015

“Este escrito será encontrado cuando se acerque la hora de Mi Reinado en España.”


Del Opúsculo: “Escritos Póstumos de la Sierva de Dios Madre María Ràfols”Documentos Hallados el Primer Viernes de Octubre de 1931 y el Día 29 de Enero de 1932.  (Con Aprobación Eclesiástica)
           Nihil obstat. Aloyslus Traglia S. R. C. Ass
      S. F. Subprom. Gen.
   Romae 27 Apbrihs 1932  

JESÚS, MARÍA, JOSÉ
Hace bastantes días que el Sagrado Corazón de Jesús me está insistiendo que escriba lo que es su voluntad y agrado para mayor honra y gloria de su Divino Corazón. Grandes han sido mis resistencias y repugnancias, y ya estaba decidida a no escribir jamás una letra si este Corazón Sacratísimo no me hubiera hecho ver con toda claridad lo mucho que le desagrado con esta desobediencia a sus mandatos. Yo le he presentado todas mis miserias y ruindades y le he dicho que a ver si una alma tan pecadora y tan baja como la mía era capaz de hacer nada bueno; a lo que me ha contestado mi Jesús: “Eso es precisamente lo que Yo quiero de ti; que te humilles, que reconozcas que no vales nada ni que tampoco eres capaz de hacer nada bueno, pues así haré mejor de ti lo que Yo deseo y te iré diciendo todo lo que quiero que escribas; olvídate del todo de ti misma y no atiendas más que a mis palabras.” Qué confusión la mía y cómo querría yo saber explicar con toda claridad la bondad y misericordia que este Sagrado Corazón tiene con esta miserable pecadora. No sé cómo puede haber almas que tengan miedo de darse a Él de lleno, pues sólo en esa Fuente de Misericordia y de Amorpodemos hallar remedio y consuelo para todas nuestras necesidades.
¡Cuántas cosas me ha hecho ver este Corazón Divino! ¡Pero cuánto tengo que vencerme para escribirlas! Si no fuera por darle gusto a Él, nunca jamás lo hiciera. Y no puedo seguir escribiendo lo que yo quiero para que todos sepan que esto no es mío, sino del Corazón de Jesús; porque no me deja Él y en estos momentos me está diciendo lo que voy a consignar.
“Hija mía, quiero, por mediación tuya, derramar grandes gracias a mis hijos los hombres y que esto que ahora escribes lo encontrará en el mes de Enero de 1932 una de tus Hijas, que es la designada por Mí para encontrar todo lo que tú escribas por mandato mío; pero esto que consignas ahora lo encontrará después de otros documentos que más adelante Yo te haré escribir para mayor gloria de mi Corazón y consuelo de tus Hijas y de todas las criaturas.
Mira, hija mía: tú no puedes comprender todo lo que voy a decirte, pero tampoco hace falta que lo sepas, pues Yo no te lo digo para ti, sino para otros Hijos míos, que llegará día que serán muy perseguidos y estarán muy dudosos y apurados con las luchas que les armará el enemigo, queriendo destruir la Religión y hasta mi dulce nombre de todos los ámbitos de la tierra.
Cuando llegue esta época, que empezará abiertamente en el año 1931, quiero que todos mis Hijos los hombres, que tanto me han costado, levanten su espíritu y pongan en Mí y en mi Madre Santísima toda su confianza. Soy el mismo de siempre, no he cambiado de condición; uso de la misma misericordia y caridad que cuando vivía en la tierra en carne mortal; mi Evangelio es siempre el mismo; pero, Hija mía, los hombres se olvidan de esto y muchos me desprecian y ultrajan. Yo, en cambio, estoy siempre dispuesto a olvidarlo todo, a no tener en cuenta sus ofensas, con tal que acudan a mi Corazón compasivo y misericordioso, llenos de contrición y de ilimitada confianza. Si fuera necesario que otra vez padeciese los tormentos de mi Pasión y muerte para salvarlos, cree, Hija mía, que lo haría. Tan grande es el amor que les tengo, que por una sola alma daría otra vez mi vida. No los he olvidado, Hija mía, y porque cobren buen ánimo y valor les hablo nuevamente por tu medio. Estoy dispuesto a derramar grandes gracias, sobre mi querida España, que tanto la ha de perseguir la masonería; pero quiero que no sucumban mis fieles Hijos; yo les ayudaré en todas las luchas y conmigo la victoria la tendrán segura. Hermoso es mi Evangelio y si tuvieran mucha fe no necesitarían que Yo les amonestara nuevamente para mantenerse firmes en la pelea; pero me compadezco de ellos, y por el grande amor que les tengo les hago saber por tu medio que Yo los sostendré en todo, que siento predilección por mi querida España, tan amada de mi Madre Santísima, y antes que perderse la fe en Ella, haría que desaparecieran los pueblos. Este escrito será encontrado cuando se acerque la hora de Mi Reinado en España; pero antes haré que se purifique de todas sus inmundicias. Menester es, Hija mía, que mi amor para con Ella sea infinito, pues de lo contrajo ya tenía motivos para haberlos abandonado. Son muchas las ofensas que he recibido y las que he de recibir, sobre todo de la mujer, con sus vestidos impúdicos, sus desnudeces, su frivolidad y sus perversas intenciones, con los que conseguirán la desmoralización de las familias y de los hombres, y ésta será en gran parte la causa de que se irrite la Justicia de mi Eterno Padre y se vea obligado a castigar a los hombres por lo mucho que se alejarán de Él y de mi Iglesia Católica y de los mandatos de mi Vicario en la tierra, y de los Divinos preceptos. Tanta corrupción de costumbres habrá en todas clases sociales y tantas deshonestidades se cometerán, que mi Eterno Padre se verá obligado, si no se enmiendan después de este llamamiento Misericordioso, a destruir poblaciones enteras, pues a tal extremo llegará la corrupción, que no se detendrán de escandalizar y pervertir a los inocentes niños pequeñuelos, tan amados de mi Corazón. No sólo en España, sino en todo el mundo reinará también cuando se encuentre este escrito, estos pecados… y lo que más me duele, que me ofendan, olviden y desprecien las almas que me están consagradas. ¡Cuánto amor siento por mis queridos Sacerdotes y Religiosos, y qué poco se esmeran en devolverme amor por amor! Para todos, Hija mía, hago este llamamiento; quiero que mis sacerdotes sean sal de la tierra; que sean santos, que vengan a mi Sagrario, que tan olvidado me tienen la mayor parte, sin acordarse que para ellos principalmente estoy en esta prisión de amor. Muchos no cuentan conmigo para nada, se olvidan de que soy la infinita Sabiduría; que los amo con locura, que quiero me tengan presente en todos sus actos; para eso les di ejemplo en todo y que sepan que sin Mí, nada pueden hacer. Que se acerquen con grande confianza a mi Tabernáculo santo, que los espero para enseñarles, para inspirarles, para comunicarles mi espíritu y después lleven la vida a las almas. Los quiero muy humildes, muy puros y castos; que no olviden nunca que mi mayor deseo es que se amen unos a otros como Yo los he amado desde un principio: y que las faltas de caridad son las que más lastiman mi Corazón. Que se cubran los defectos con la envoltura de la caridad, para no escandalizar al pueblo. Que el Santo Sacrificio de la Misa lo celebren con grande reverencia y amor. ¡Cuántas gracias retiro en este Sacrificio por lo mal dispuestos que llegan a Él mis amados Sacerdotes! ¡Y cuántas gracias recibirían si me visitaran con frecuencia en este mi Sagrario! También me ofenden mucho las irreverencias y faltas de respeto con que andan y están en el templo. ¡Qué pocos son, Hija mía, los que me aman de veras! Mi Corazón se vería muy contento si encontrase en ellos sus delicias. Me gustaría conversar íntimamente con mis amados Sacerdotes y comunicarles la luz de mi Evangelio; pues no todos los que lo leen lo entienden. Quisiera que todos correspondieran a los altos designios que les he confiado. Los he puesto para que sean la luz del mundo y me representen a Mí en la tierra y hagan el mismo oficio que Yo hice con las almas; de pacificadores y de intermediarios con el Padre Eterno y de conquistadores de esas mismas almas. Consigna también, Hija mía, que si soy para todos Padre Misericordioso y compasivo, lo soy muy especialmente para mis amados Sacerdotes: pero que no olviden nunca, que en el último día les pediré estrecha cuenta de sus almas y de las que a ellas les tengo confiadas. Que se amen unos a otros con amor y caridad fraternal, y que este amor, no se cansen de recomendarlo nunca a mis Hijos los Hombres.
Quiero también, Hija mía, que no haya en mi querida España una provincia, un pueblo, una aldea, un individuo donde no reine mi Sagrado Corazón. Ésta será la primera nación que se consagrará a mi Divino Corazón; pero no me contentaré con esta consagración general; quiero presidir los hogares, las familias, las cátedras, las oficinas, las Escuelas de los niños, los talleres, las cúpulas de los templos, y en todas partes quiero que mis queridos Hijos vean y veneren mi Imagen. Hasta en los montes por donde pasen los caminantes ha de estar expuesta mi Imagen. No se ha de constituir una familia donde no la presida mi Corazón. Estoy dispuesto a derramar muchas gracias, pero quiero que me las pidan con ilimitada confianza. Quiero que vengan a Mí todos los que sufren, todos los necesitados, todos mis Hijos desgraciados, los pobres pecadores. Con más vehemencia deseo Yo comunicarles mis gracias que ellos pedírmelas. Quiero, Hija mía, reinar en todos y cada uno de los hombres. En los Prelados, en los Sacerdotes, en las Comunidades religiosas y en todos los que lo deseen. Quiero también, Hija mía, que la fiesta de mi Corazón se celebre en toda mi iglesia Católica con la mayor solemnidad y esplendor que sea elevada a fiesta de precepto, y que comulguen todos los fieles. Deseo muchas comuniones reparadoras. También la fiesta de “Cristo-Rey”, que será instituida por voluntad Mía y a su debido tiempo por mi Vicario en la tierra, mi amado Hijo Pío XI; quiero que revista la mayor solemnidad y esplendor posible. Quiero que mi Reinado se propague por todo el mundo, pero en mi querida España ha de prender con mayor fuerza este fuego Divino y de aquello lo comunicarán por todo el mundo.
Mi Madre Santísima quiere a España con predilección y los dos la hemos de salvar si corresponden a nuestras gracias. Les hago estas comunicaciones, Hija mía, por tu medio, por pura Misericordia; llevado del grande amor que les tengo y de las muchas instancias que me hace mi Madre Santísima, a la que nada puedo negar y por cuyo conducto deseo que se me pidan todas las gracias. A nadie dispenso ninguna gracia si no pasa primero por mi Santísima Madre.
Mucho me ofenden también los hombres, Hija mía, por la poca caridad que se tienen entre sí: el rico quiere explotar al pobre, y el pobre se rebela contra el rico. No es ésta la doctrina que Yo enseñé; deseo que haya paz y unión y que se tengan grande caridad unos con otros. Muchos son también los que no quieren obedecer las disposiciones de la Santa Iglesia, de mi Vicario en la tierra, y muchos los que la persiguen y desean destruirla. No son respetados los Sacerdotes ni religiosos, que son la porción escogida de mi Iglesia, y todas estas ofensas las recibo Yo, porque es a Mí a quien las hacen. Deseo que todos se conviertan, y por mi parte no quedará, Hija mía; en Mí encontrarán infinita misericordia, pero deseo que hagan muchos actos de desagravios para aplacar la Justicia Divina irritada de mi Eterno Padre y por mis méritos obtener perdón y misericordia.
Deseo también que de todos los Seminarios se encarguen los Padres Jesuitas, y que con el mayor esmero, sin perdonar ningún sacrificio, formen con el mayor celo a los jóvenes, para que cuando lleguen a ser Sacerdotes sean verdaderos apóstoles Míos y lleven la luz de la fe, con su palabra, con su porte exterior, santos ejemplos y santidad de vida a todos las almas. Los Padres Jesuitas los han de examinar detenidamente, sobre todo en los tres primeros años de estudios, para ver si tienen verdaderamente vocación sacerdotal y esto les será fácil conocerlo estando como deben estar siempre con ellos, en las clases, en los recreos y en todas partes, y además, porque no les faltará mi protección y ayuda. Deseo que los sacerdotes sean un modelo vivo de mi Imagen y que todos propaguen la devoción a mi Divino Corazón. Quiero la reforma de mis Sacerdotes y cuando salgan de los Seminarios, después de acabar los estudios, siempre que tengan necesidad de algún consejo u otras necesidades, que encuentren entrada franca en los Padres Jesuitas, y les ayudarán en todo. Los Padres de la Compañía de Jesús han de ser siempre modelos de humildad y sencillez; muy amantes de los pobres, confiando siempre en mi Divina Providencia.
Con el tiempo habrá muchas almas que propagarán la devoción de mi Divino Corazón, y esto me será muy agradable; pero los que más lo han de hacer los Hijos de mi Compañía, que los he escogido Yo principalmente para esta obra tan de mi agrado. Por mi nombre y por mi causa serán en todos los tiempos y en todas las partes muy perseguidos, como lo fui Yo en mi vida mortal, y hasta trabajará el enemigo por hacerles desaparecer, rabioso del mucho bien que hacen a las almas; pero Yo te hago saber, Hija mía, y por tu medio a todos los hombres, que prevalecerán a pesar de sus enemigos hasta el fin de los tiempos, y las naciones y pueblos donde los acojan con cariño y buena voluntad, Yo las bendeciré grandemente y una de estas naciones deseo que sea mi amada España.
Quiero que todos los hombres vistan la insignia de mi Corazón Misericordioso, y a los que la lleven devotamente Yo les prometo grandes gracias de salvación eterna. Quiero que esta insignia se represente en todas partes con veneración hasta en la bandera de mi amada España, y esto lo han de tener como una de las más grandes que puedo dispensarles y como una prueba de que quiero que España sea siempre grande, y lo será si se mantiene firme en la fe que mi Apóstol Santiago plantó en ella y cuyo testimonio es y será siempre la Sagrada Imagen de mi Madre Santísima del Pilar, que quiero sea invocada de todos los fieles con el rezo del Santo Rosario y que vayan de todas partes a su Santa Capilla, establecida por mi Apóstol Jacobo en Zaragoza. La grandeza y nobleza de la nación dependerá de la fe y religión católica que haya en Ella. Si dejan perder la religión, quedará destruida. Les aviso por tu medio para que ninguno se llame a engaño y para que todos sepan el camino que deben seguir si quieren tenerme contento y labrar el camino de su felicidad eterna.”
Estoy en un martirio continuo. Sólo este Sagrado Corazón de mi Dulce Jesús sabe con qué repugnancia escribo estas cosas tan grandes y qué más quisiera sufrir toda clase de tormentos que escribir una letra; pero, por otro lado, es tanto lo que me insiste y tan grande la suave violencia que me hace, que no puedo dejar de cumplir sus mandatos aunque tenga que sufrir grandes tormentos. Él es el que me está dictando todo lo que escribo, sin saber lo que con esto se propone, ni deseo averiguarlo; pero sí deseo en todos los instantes de mi vida darle gusto en todo y no desagradarle jamás en nada, y le pido antes mil muertes que tener esta desgracia, para mí la más grande del mundo. Bien sabe este Sagrado Corazón que todo lo hago únicamente por darle gusto a Él solo.
“Escribe, Hija mía; a todos los que me invocaren y honraren devotamente los auxiliaré en todas sus necesidades. Los que deseen en poco tiempo mayor santidad de vida la obtendrán si me lo piden con fe por medio de mi Madre Santísima. Los que se esfuercen por vivir siempre en la llaga de mi costado, pero crucificados a las cosas del mundo y muertos a sí mismos por la mortificación continua, los haré partícipes aun en este mundo de los regalos de mi Divino Corazón. Los que deseen obtener el triunfo de sus obras y empresas, las encomienden a mi Corazón Misericordioso. Los que deseen obtener la conversión de los pecadores lo conseguirán de mi Corazón Misericordioso pidiéndola por mediación de mi Madre Santísima. Todos los que me pidan con viva fe, espíritu de oración, por intercesión de mi Santísima Madre, se les concederá mi Corazón Misericordioso. Nunca negaré ninguna gracia que se me pida por intercesión de mi Santísima Madre. Soy refugio de pecadores y atribulados y siempre que vengan a Mí, con amor y confianza, los acogerá mi Corazón Misericordioso y compasivo.
La desconfianza en mi misericordia es una de las faltas que más me hace sufrir. Todos los que vistan devotamente mi insignia recibirán mi especial protección a la hora de la muerte.”
“No temas, Hija mía, escribir todo lo que Yo te diga; antes que tú, escribieron por mandato Mío mis amados Hijos, Margarita Alacoque, Agustín Cardaveraz y Bernardo de Hoyos, y quiero por tu intermedio acelerar el cumplimiento de mis promesas en favor de mis Hijos los hombres.”
Cuánto me humillan estas mercedes tan grandes del Corazón de Jesús con esta pobre pecadora, y yo entiendo que la predilección tan grande que tiene con esta su amada Hermandad, después de su infinita misericordia, es por las almas tan santas y humildes que ha habido y habrá, a lo que me ha dicho el Corazón de Jesús:
“Sí, Hija mía; Yo te aseguro que hay y habrá almas muy puras y muy santas muy humildes en esta mi amada Hermandad, que pasan y pasarán completamente desapercibidas a los ojos de las criaturas y aun de las mismas Hermanas con quienes vivan, y no se hará mención de ellas para nada; pero en recompensa de tanta humildad y del grande amor que me tienen y me tendrán sin más fin que darme gusto en todo y teniendo en nada las cosas de la tierra; ya que cuando se encuentre todo lo que escribas por mandato Mío, no tendrán tus Hijas venideras ningún dato de la santidad de estas mis fieles Hijas para que se animen a imitarlas. Yo te iré diciendo para que lo consignes, las virtudes que quiero que practiquen y mostrarles mi Corazón Misericordioso para que aprendan de Él las virtudes y santidad de vida que ellas han aprendido.”
Grandes eran mis temores de que este escrito llegara a manos de algunas personas, pues yo sólo quiero ocultarlo todo y dejarlo a merced del Corazón de Jesús, y si es su voluntad que se descubra, así sea; pero si se pierde sin ser visto de nadie, tendré una alegría muy grande; mi mayor empeño es pasar olvidada de todas las criaturas en vida y en muerte, y sepultarme solamente en el Corazón de mi Dulce Jesús. A esta súplica me ha contestado el Corazón de Jesús:
“Hija mía, nada temas; no es mi voluntad que ahora se lea esto que te he hecho escribir, y aún después de tu muerte tardará muchos años a saberse; pero cuando llegue la hora. Yo inspiraré a una de tus Hijas que vaya a buscarlo al Archivo del Hospital de Zaragoza, donde quiero que lo escondas, y permanecerá invisible hasta el momento que Yo tengo ya señalado.”
Son incontables los beneficios que el Sagrado Corazón me ha dispensado durante los cuarenta días de retiro espiritual que he hecho por mandato suyo, y me sirven de grande humillación para mí al ver que siendo tan miserable y pecadora no se detiene el Sagrado Corazón en concederme tantas gracias. Esto sólo puede hacerlo su infinita Misericordia.
Durante este santo tiempo de retiro, se me ha manifestado muchas veces el Sagrado Corazón de Jesús muy triste por las ofensas que continuamente recibe de los hombres, por los sacrilegios que se cometen en las iglesias y se han de cometer por los años en que se encuentre este escrito, y también por la frialdad con que le han de servir los que se llaman cristianos. Yo me he ofrecido para sufrir todos los tormentos que Él tenga a bien enviarme con tal de aliviar algo a su Corazón Dulcísimo y evitar que los hombres le ofendan. Mucho le ha complacido este ofrecimiento y me ha manifestado que toda mi vida estará sembrada de cruces muy pesadas y dolorosas, pero que no tema. Él me ayudará a llevarlas con a1egría. Que quiere descansar en mi corazón, porque muchos le cierran la puerta, negándole la entrada. Y con semblante muy triste me ha dicho:
“Si al menos encontrase bien dispuestas a 1as almas que me están consagradas. Pero, Hija mía, muchos me tienen abandonado y prefieren sus gustos, su amor propio, la gloria propia, con lo que viven una vida muy terrena y su corazón está ocupado en esas mezquindades, y para Mí no hay entrada.”
También me ha manifestado el Corazón de Jesús que son sus deseos, que en los tiempos venideros, cuando hagan la Escolanía en Villafranca, hagan también junto a Ella un distrito separado de los parajes de las Escolanas, para que allí reúnan a las Hermanas que se sientan con vocación para ir a las Misiones (y si no hubieran voluntarias, la Presidenta General mandará las que en la presencia de Dios les inspire son aptas para esos ministerios), y que las formen los Padres Jesuitas; que las formen bien, instruyéndolas espiritual y materialmente, y que sean de virtud muy sólida, por lo que las tendrán por lo menos un año en esta Casa de formación, antes de que las destinen a las Misiones, para que en esa vida de apostolado no pierdan nada del espíritu y fervor que debe reinar en todas las de esta Hermandad.
Deseo y pido para todas mis Hermanas tan amadas del Sagrado Corazón de Jesús que se esfuercen todo cuanto puedan por tenerle siempre contento, que se olviden de sí mismas y no vivan más que para el Corazón de Jesús, y cuando se encuentre este escrito, que presiento habrá así como ahora la estamos pasando, grande persecución religiosa, en vez de comentar o relatar con otras personas, la conducta de los perseguidores y quejarse, levanten el corazón a Dios y redoblen la oración y sacrificios pidiendo al Corazón de Jesús la conversión de los perseguidores de la Religión, el triunfo de la Santa Iglesia, fortaleza para el Vicario de Jesucristo, que será muy perseguido, y grande paciencia y constancia para todos los cristianos, Sacerdotes y Religiosas, para no sucumbir un punto y sufrir hasta morir, si es preciso, por defender el Nombre de Cristo. Sepan aprovecharse de ese tiempo de prueba, que es tiempo de gracia y bendiciones, y tengan a grande honra el ser perseguidos y despreciados por el Santo Nombre de Jesucristo y por su causa, pues así se parecerán más a Él en esta vida y después también estarán más cerca de Él en la eterna. Se esfuercen por manifestarle en esas circunstancias mayor amor y delicadezas en todos sus actos, aún en los que de suyo son indiferentes, y de esta manera suplirán e1 desamor y olvido que le tienen la mayor parte de los hombres.
No se acobarden cuando presencien estas tribulaciones que les anuncio; el Señor es Omnipotente, y si quisiera podía muy bien confundir a todos los enemigos en un instante, de manera que si no lo hace es porque no nos conviene; porque Él busca siempre nuestro bien espiritual, aunque a nosotros nos parezca lo contrario, y también porque las tribulaciones y sufrimientos de las almas buenas desarman y aplacan la Justicia Divina, irritada por los pecados y desórdenes de los hombres. Tengan todas, buen ánimo y no confíen más que en el Corazón de Jesús y en la Virgen Santísima, que nunca las abandonará si son fieles en acudir a Ellos. También nosotras somos muy atribuladas y perseguidas de las criaturas, pero estando bien con Dios, nada del mundo es capaz de robarnos la paz del alma, ni desanimarnos, por nada pasajero; toda nuestra confianza la tenemos en el Corazón de Jesús y estamos seguras que todo lo que nos venga será por permisión Suya y para nuestra mayor santificación. No teman perder las cosas materiales, que nada valen; teman perder las espirituales, que son las que nos han de salvar y las únicas que debemos tener en grande estima. Tengan grande confianza, que todo pasará, y aunque les parezca que el Señor duerme, está siempre en vela y cuando Él diga basta, todos los enemigos quedarán confundidos. El arma más poderosa que pueden emplear para conseguir la victoria, será la reforma de costumbres, la oración y el rezo en común, y que se reúnan los fieles y hagan rogativas y otras devociones con los brazos en cruz; y otro medio muy poderoso será el que recen el Santo Rosario en familia.
Que el Corazón de Jesús las bendiga y gobierne todas sus acciones y se hagan muy santas, pide todos los días.
Hermana María Ràfols. —Rubricado.
Huesca, 1º de Julio de 1836.

***

Día treinta y uno de Julio.
Después de comulgar y dar gracias estaba yo pensando como de costumbre, en los muchos ultrajes que hicieron al Santo Cristo Desamparado, y me ofrecí a mi Dulce Jesús con toda mi alma para sufrir todo lo que Él quiera con tal que mis padecimientos sirvieran para desagraviarle algo de los que recibió entonces y recibe todos los días de tantos pecadores como le ofenden. Y con toda claridad me ha dicho el Corazón de Jesús para que lo consigne:
“Hija Mía, en los tiempos venideros, cuando esta Imagen mía esté a la veneración de los fieles, me habrán hecho grandes profanaciones en muchas imágenes mías, de mi Madre Santísima y de los santos; pero como amo tanto a les hombres y deseo tanto su salvación, que por sola mi Misericordia Yo haré resucitar de la tierra esta Imagen mía para que en Ella me desagravien de tantas ofensas y sacrilegios: quiero muchos actos de reparación y me serán tan agradables estos actos de reparación y desagravios que me hagan ante esta Imagen, que Yo derramaré grandes gracias a todos los que con verdadera fe y humildad y contrición acudan a Mí. Mi Padre Eterno se complacerá mucho siempre que se le adore y venere haciendo interiormente actos de contrición por sí y por los pobres pecadores.”
Me dio a entender también mi Dulce Jesús en este mismo día, que este robo sacrílego lo cometieron en la madrugada de aquella noche tan memorable, o sea el día 14 de Septiembre 1809, y que los Religiosos Dominicos a nadie dieron parte por temor a que hicieran mayores robos y sacrilegios, porque en aquellos años se hacían muchos robos en las iglesias. Desgraciadamente, también ahora se han hecho y se hacen muchos. Los Religiosos Dominicos sintieron mucho perder dicha Imagen, pues la tenían en mucha estima y veneración, por habérselas regalado un personaje gran siervo de Dios, muy adicto a la Orden de Predicadores.
También quiere mi Jesús que cuando se edifique el templo en Villafranca le dediquen una Capilla a esta Imagen, colocándola en el centro sobre una cruz grande, y no han de colocar en ese altar ninguna otra Imagen; pero ha de estar en tal forma que los fieles puedan verla y adorarla. De tal forma ha de estar hecho el relicario, que no lo puedan coger, porque me inspira el Corazón de Jesús que los perseguidores de la Religión, al ver los portentosos milagros que por mediación de esta Imagen se obrarán, intentarán robarla nuevamente. De modo que han de procurar que esté bien sujeta y resguardada por medio de un cristal recio. La podrán sacar del relicario o camarín, los días de Viernes Santo, catorce de Septiembre y el día quince de Noviembre, y siempre que el señor Obispo de Barcelona lo crea de utilidad para el bien de las almas. Como, por ejemplo, en tiempos de ejercicios, peregrinaciones, etc. Cuando se saque esta veneranda Imagen del relicario para adorarla, que la adoren de rodillas y que esté Bien custodiada por sacerdotes.
La Imagen de la Virgen del Pilar la deben poner también, en forma que los fieles la puedan adorar a semejanza de la de Zaragoza.
Pidan todos y cooperen en lo que esté de su parte para que el reinado del Corazón de Jesús venga pronto a su amada España; tan pronto como Él lo desea, y después trabajen todos los habitantes de esta nación en cooperar cuanto puedan para que reine también cuanto antes en todo el mundo, pues los que de veras aman a Dios no se contentan con amarle ellos solos, sino que trabajan para que no haya una alma, si fuera posible, que deje de conocerle y amarle, y de esta manera será para todos muy fructuosa la Redención de nuestro Divino Salvador.
Lo que más desea este Sagrado Corazón es que se Le adore en el Santísimo Sacramento de su Amor, y para que todos los fieles lo puedan hacer sería muy conveniente que los días festivos y aun con más frecuencia hubiera en las Parroquias y Comunidades Religiosas, una hora de Exposición del Santísimo, donde deben cantar alguna alabanza todos los fieles, con lo cual se encenderá en sus almas el fuego del Divino Amor; y antes de reservar darán la bendición a los fieles. Mucho le agradaría esta práctica al Corazón de Jesús, porque sus mayores delicias son vivir entre los hombres. Además, una hora de tiempo se pierde en cualquiera parte, y en cambio para visitar a Jesús Sacramentado, que es donde encontrarían remedio en todas sus necesidades, lo tienen la mayor parte de los hombres casi siempre olvidado y abandonado.
Sólo el Corazón de Jesús sabe la violencia tan grande que he tenido que hacerme para cumplir sus mandatos de escribir todo lo que me ha dicho, y aún no se acaba este martirio para mí, pues en estos instantes me está diciendo que este tiempo de mi destierro, como podré estar más unida con Él y libre de las terrenas ocupaciones, quiere que en los ratos que me lo permitan mis ajes, pues de ordinario estoy enferma, escriba un tratadito pequeño para Religiosas y principalmente para mis Hermanas en Religión.
Al recibir estos nuevos mandatos del Corazón de Jesús, que tanto me mortifican, he hecho el propósito de olvidarme del todo de mí misma y hacerme cuenta que soy un instrumento suyo sin ningún valor, para que haga de mí lo que quiera. Yo sólo deseo su Divino Amor y que todo sea para su mayor gloria.
Con toda claridad me ha manifestado el Corazón de Jesús que quiere que este escrito se lo muestren al Santo Padre cuando lo encuentren.
Hermana María Ràfols.
Santo Cristo Desamparado_Zaragoza
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viernes, 6 de noviembre de 2015

“Esto que tú ahora escribes, no puedes comprenderlo todo; pero estos escritos servirán para convertir muchas almas”

Del Opúsculo: “Escritos Póstumos de la Sierva de Dios Madre María Ràfols”Documentos Hallados el Primer Viernes de Octubre de 1931 y el Día 29 de Enero de 1932.  (Con Aprobación Eclesiástica)
                   Nihil obstat.       Aloyslus Traglia S. R. C. Ass
               S. F. Subprom. Gen.
                Romae 1 Dec. 1931.
JESÚS, MARÍA, JOSÉVillafranca del Panadés, día 19 de Abril del año 1815
Mi dulce Jesús me manda escribir algunas de las mercedes tan grandes que he recibido y estoy recibiendo en estos días que por inspiración divina me encuentro en esta Casa, de tantos recuerdos para mi pobre alma. No obstante la repugnancia tan grande que siento, no puedo negarme más a los mandatos que mi Divino Maestro Cristo Jesús me está reprendiendo con una dulce seriedad. Mi Divino Maestro me enseña estos días a hacer la oración mental en una postura que yo nunca la había hecho así. Mi mayor gusto ha sido siempre hacer oración y como por el día siempre tengo muchas ocupaciones, procuro saciar estas ansias por la noche, cuando no soy vista de nadie. Así, pues, digo que la primera noche que llegué a esta Casita, la pasé en oración, y sobre las once oí la voz de mi Divino Maestro y me dijo estas palabras: “He aquí, Hija mía muy amada, el lugar designado para tu descanso y mi recreo. Yo te he traído a este santo lugar, que ya desde que tú naciste tomé posesión de él y de todo tu ser, eligiéndote para grandes empresas; por eso Yo he tomado un particular cuidado de ti; siendo yo mismo tu Maestro y tu Director, auxiliándome de mi Madre Santísima. Son grandes las gracias que vas a recibir en esta pobre morada. Primeramente quiero advertirte, Hija mía, que siempre que hagas oración por inspiración mía, a altas horas de la noche, cuando no seas vista de las criaturas, póstrate en tierra y con el rostro pegado a ella, me invocarás a Mí, y no te olvides nunca que eres tierra y en tierra te has de convertir. En esta postura permanecerás en oración hasta que de nuevo con toda claridad yo te visite.” 
AI instante que mi Dulce Jesús me dio este mandato, me postré con el rostro pegado a la tierra y me puse en oración por primera vez en esta postura; y tan impresionada estaba, que me fue imposible manifestar mis sentimientos de otra manera que con un profundo silencio y una copiosa lluvia de lágrimas que regaron hasta el suelo. En aquella feliz noche las gracias que recibió mi pobre alma, sólo el Corazón de Jesús puede comprenderlas. Con estas mercedes tan singulares, se enardeció mi pobre alma y prendió el fuego del puro amor de Dios en tal forma, que en aquellos instantes creí morir de amor.
Sobre las doce, poco más o menos, oí otra vez la voz de mi Dulce Jesús, con una dulzura y majestad que yo, miserable criatura, no soy capaz de saberlo explicar; pero mi Jesús quiere que lo escriba, y sólo por darle gusto a Él, yo lo haré lo mejor que sepa; pero ¡ay!, es tan difícil traducir al lenguaje humano las cosas divinas, que no sé cómo empezar, porque no se parecen en nada a estas cosas de la tierra. De pronto me vi toda iluminada con unas luces tan resplandecientes y una variedad de colores tan lindos que yo no sabía en aquellos instantes si estaba en la tierra o en el cielo, y no sabía decir otra cosa en aquellos momentos celestiales más que ¡oh, qué grandes son, Señor, vuestras moradas! Misericordia, Señor, misericordia para los pobres pecadores, no los privéis, Señor, de vuestro Reino. Están ciegos, no les toméis en cuenta lo que os hacen. No os aman, Señor, porque no os conocen. Y entretanto, yo me veía cercada de tanta luz por tochas partes, y tan grande era mi miseria y mi nada que parecía todo mi ser un pequeño granito de arena en un inmenso mar; yo estaba anonadada y abismada entre esa claridad tan grande y sin poder distinguir a mi Jesús por ninguna parte. De pronto, en medio de esa claridad tan celestial, aparece otra mayor así como en forma de una hermosa nube, y rasgándose rápidamente la nube, veo a mi Dulce Jesús que salía de ella, y mostrándome sus preciosas llagas, de las cuales salía multitud de luz en forma de unos rayos tan brillantes y luminosos que me los dirigía a mí. Yo estaba avergonzada de tanta misericordia; y esta humilde morada se convirtió en un instante en un inmenso y verdadero paraíso. ¡Oh, qué grandes son, Señor, tus misericordias con esta vil criatura! ¡Y qué grande es el Corazón de Jesús, y qué misericordia tiene con todos, y cuánto nos ama y mendiga nuestro amor para enriquecernos con sus más preciados dones! Este Corazón Divino es el Manantial de donde salen todas las gracias para purificar nuestras grandes miserias y ruindades; y cuantas más gracias nos da más rico queda Él. Es un Manantial inagotable de donde dimanan todas las verdaderas delicias. Y cómo le devora la sed infinita de salvar almas… Por eso lo que desea su Corazón, amante y misericordioso es manifestarse a nosotros y derramar sus gracias infinitas para enriquecer nuestras miserias. ¡Y cuánto le hacen sufrir nuestras frialdades e ingratitudes y desconfianzas en su Corazón Misericordioso! Por eso me pide con tanta insistencia que escriba las cosas que Él me haga ver y sentir, para que los pobres pecadores, por muy endurecidos que estén, al leer estos escritos en los tiempos venideros, que tan necesitados estarán de Su Misericordia, por los muchos hijos ingratos que le olvidarán y querrán borrar Su memoria y Su Nombre bendito de este mundo, despierten de su profundo sueño y ceguera, y sin ningún temor acudan a Su Corazón Paternal y misericordioso.
Así, pues, ayudada de la divina gracia y con la mayor humildad y de la manera que mejor me sea posible, en medio de mi ignorancia, les diré todo lo que el Señor en su infinita misericordia me dio a entender en aquella noche primera que pasé aquí, y que tan memorable será siempre para mí. Pues bien, cuando yo estaba ya como fuera de este mundo miserable, oigo por segunda vez la voz dulcísima de mi Dueño y Señor, y con su amabilidad acostumbrada me ordenó que me pusiera de rodillas; así lo hice y me puse como tenía de costumbre, las manos cruzadas y apoyadas al Santo Cristo, y me dijo con mucha majestad: “Hija mía, ya sabes que te he traído a esta Casa para fortificar y recrear tu espíritu.” También me dijo: “Quiero que vivas desprendida y tu corazón no esté pegado a nada de la tierra; por eso es mi voluntad que ese crucifijo que tienes en tanta estima y no está conforme con la pobreza que tú profesas, lo claves en esta misma habitación que tú moras, y Yo haré que permanezca aquí, sin que nadie pueda arrancarlo hasta que tus Hijas vengan en los tiempos venideros a reconocer y venerar por primera vez esta santa Casa santificada con mi presencia. Cuando visiten esta habitación, Yo haré que una de tus Hijas al verlo lo reconozca por tuyo, y sin ningún esfuerzo ni respeto humano, por inspiración mía lo desclavará y al dueño de esta Casa muy conmovida se lo pedirá.” Mientras el Corazón de Jesús me hablaba estas palabras, me hizo sentir con toda claridad los grandes designios que sobre esta Casa y sus cercanías tiene. No los consigno ahora todos porque me repugna y avergüenza hablar de estas cosas tan grandes que el Corazón de Jesús quiere realizar sobre esta Casa… (siendo yo tan indigna de recibir estas gracias tan singulares). Me dio a entender que el Santo Cristo lo guarden en Zaragoza en la Casa Madre, y que lo tengan en veneración hasta que mis Hermanas habiten esta humilde morada, y entonces quiere mi Dulce Jesús que lo veneren en este mismo lugar, “que Él preparará las cosas y los acontecimientos de manera tan sorprendente y en tiempos tan difíciles para llevar a cabo tales empresas, que eso mismo será el reclamo para atraer a las muchedumbres, y por los acontecimientos que el Corazón de Jesús obrará en este lugar, dejarán sus depravadas vidas muchos pecadores y aquí vendrán (a la Casa del Corazón de Jesús) a limpiar sus conciencias.”
Tales cosas pasarán, que este lugar será la admiración del mundo cristiano. Este Crucifijo que tenía en mucha estima, me lo mandaron hacer exprofeso para mí la familia de un P. Jesuita, que no sabían qué hacerse conmigo, por lo mucho que hicimos por salvarlos durante los horrorosos asedios. Este Padre lo bendijo y le aplicó muchas indulgencias y él mismo me lo mandó, para que lo tuviese en la celda; pero yo lo estimaba tanto por venir de una persona tan santa, tan amante de la cruz, de tanta austeridad y penitencia, que sólo su recuerdo hacía mucho bien a mi alma, y por eso lo llevaba siempre conmigo. Por la noche me lo ponía junto al corazón y poniendo los brazos en forma de cruz (como me lo ordenó la Santísima Virgen en mi temprana edad) lo sujetaba, y cuando me despertaba lo besaba con grande amor y le pedía perdón y misericordia para los pobrecitos pecadores que en aquella hora le estaban ofendiendo. También con este Crucifijo se convirtieron muchas almas, y me decían que recibían mucho consuelo en besarlo; y ellas mismas una vez convertidas me suplicaban las llevase a hacer penitencia y llorar sus graves pecados a un sitio muy retirado. También los niños de la Inclusa le querían mucho y cómo les gustaba besarlo cuando yo les decía: “Mirad, hijitos míos, éste es vuestro Padre; queredlo mucho, que Él nunca os abandonará.” Y también les hablaba muchas veces de la Santísima Virgen, diciéndoles que la quisieran mucho porque Ella era la Madre de todos; y los pobrecitos, llenos de candor y cariño, acercándose a mí todos llorando me decían: Tú eres nuestra Madre. Pobrecitos, cuánto los recuerdo y cuántas veces me hacen llorar estos angelitos por el amor que todos me tienen y recuerdan aun siendo mayorcitos, viniendo en mi busca para contarme sus apurillos y pedirme consejo. Por eso les recomiendo a todas mis Hermanas, que cuando la obediencia las ponga para cuidar de estos pobres niños, no escatimen ningún sacrificio y los quieran y mimen cuanto puedan, pues no tienen otras madres en la tierra más que a nosotras. El Santo Cristo antes mencionado, quiere el Sagrado Corazón de Jesús: que desde el día que la Hermana designada por Él para encontrar todo lo que Yo escriba por mandato Suyo, lo coloque en la misma habitación y el mismo sitio que lo desclavó: Se le llame el Santo Cristo de la Pureza y del Consuelo,por las muchas almas que invocándolo se han convertido, de negras e impuras, en blancas y castas, recibiendo de Él grandes consuelos y esperanzas de salvación eterna. Y cuando mis futuras Hijas pequeñas, estén en la Escolanía o casa de preparación, hará la Hermana que esté al frente de ellas que todos los viernes visiten esta Santa Imagen y que le pidan con mucha fe les conceda para siempre la pureza de cuerpo y alma, la humildad, mansedumbre y caridad, y un grande horror a todo pecado o vicio para no ofender a Dios, ni siquiera con sombras de pecado. En la misma noche y entre dulces delicias me hizo ver mi Dulce Jesús con toda claridad, que cuando se encuentren estos mis escritos, en estos recintos grandes edificios se levantarán, para bien de las almas y de la humanidad, sin más medios humanos que la fe y confianza ciega en su divino Corazón. Que todas estas obras se levantarán por inspiración divina y que el principal instrumento de estas obras tan del agrado del Corazón de Jesús, será y se llevarán a cabo por mediación del señor Obispo que en aquellos años gobierne esta diócesis de Barcelona. También me ha hecho sentir con toda claridad, que estas obras se harán en los años 1931 al 1940 sobre poco más o menos. Y que el mismo Corazón de Jesús, por medio de su fiel instrumento (el señor Obispo) dirigirá estas santas obras, y moverá de una manera sobrenatural muchos corazones de almas generosas de esta villa, y de otras muchas partes para que cuando empiecen las obras, sin ningún entorpecimiento se lleven a la práctica estos grandes designios de su Divino Corazón…
Otra noche en que yo estaba castigando mi cuerpo para desarmar la Justicia Divina y consolar a mi Dulcísimo Jesús de todos los pecados que se cometían en toda aquella comarca, se me apareció Nuestro Señor Jesucristo muy triste y me dijo: “Sigue, hija mía, sigue castigando tu cuerpo para que mi Eterno Padre se desagravie por las muchas profanaciones que en estos últimos tiempos me están haciendo.”
“Hija mía, quiero que escribas las profanaciones tan horrendas que hicieron a Mi Imagen en estas últimas guerras, unos malhechores muy cerca de este lugar; estos desgraciados eran tres. Ultrajes que recibí cuando me profanaron: Al romper la Cruz arrancaron el brazo izquierdo y cuando vieron que no era de oro como ellos creían al robarlo del Convento de los Dominicos, buscaron unas cañas y otras leñas de las que tenía tu hermano para cocer el pan y prepararon detrás de esta casa una grande hoguera para quemar la Cruz y Mi Imagen; pero por más esfuerzos que hicieron no lo pudieron conseguir y sólo se quemó la Cruz.
Cuando la hoguera estaba bien encendida, echaron mi Imagen y al instante que cayó en ella, la hoguera se apagó de repente y por más esfuerzos que hicieron para encenderla de nuevo no lo pudieron conseguir, y eso que la leña estaba muy seca. Yo hice este milagro, por ver si mis hijos ingratos abrían los ojos del alma y se convertían, pero tan ciegos estaban que este prodigio los endureció más. Y al ver que quedaban burlados, inventaron otro medio para que desapareciera mi Imagen, y cogiéndola con mucho furor la tiraron al estanque que se recoge el agua para moler, creyendo que entre el cieno se consumiría. Y entonces yo hice que presenciaran otro nuevo prodigio, por ver si se convencían del poder de mi Eterno Padre y se convertían; pero todo fue en vano. Mi Imagen no se hundió como ellos creían entre el cieno; por el contrario, siguió flotante sobre el agua como si fuera una paja, con un resplandor tan claro y brillante que iluminaba todo el contorno; uno de los ladrones atemorizado al ver ese nuevo prodigio en una noche tan señalada (era el día 14 de Septiembre de 1809) invocó a mi Madre Santísima bajo el título del Pilar, con la tan acostumbrada invocación en España, diciendo en voz muy alta: Perdónanos de lo que hemos hecho con tu Hijo, Señora; y bendita y alabada sea la hora en que la Virgen Santísima del Pilar vino en carne mortal a Zaragoza. Al oír sus compañeros tales alabanzas, lo cogieron con grande furia y lo tiraron también al estanque y en vez de ahogarse cogió con suma facilidad la imagen y besándola con gran amor y veneración se la escondía sobre su pecho, y por sí sólo salió del estanque; y se la quitaron al buen ladrón para hacerle otra nueva profanación; quisieron clavarle un grueso clavo en la cabeza, y por más esfuerzos que hicieron en distintos sitios no lo pudieron conseguir. Al verse burlados nuevamente intentaron ver si podían clavarle las espinas de la corona, y antes que clavarse se rompieron. Más enfurecidos aún me escupieron y me pisotearon con tal insolencia, que en aquella noche volvieron a reproducirse todos los tormentos de mi amarga Pasión. Y entonces mi Corazón Misericordioso, quiso hacer otro nuevo y más portentoso prodigio de amor por ver si abrían los ojos del alma los otros dos ladrones (puse por intercesores ante mi Eterno Padre, a mi Madre Santísima y al buen ladrón que expuso su vida por sacar mi Imagen del estanque) y en presencia de los tres hice que mi Imagen se cubriera de un copioso sudor de sangre, para que vieran que mi Corazón de Padre, siempre estaba dispuesto a perdonar y a derramar nuevamente mi sangre, por la salvación de los pobres pecadores. Y tal dureza y ceguedad tenían, que aun viendo con sus propios ojos este portento de amor, no se convirtieron más que uno. Prohibiéndole los otros bajo pena de muerte, el decir algo de lo ocurrido; y a continuación hicieron un hoyo en la tierra para esconder mi Imagen. Antes de tirarme, quiso mi Corazón Misericordioso que los tres oyeran mi voz y les dije con amor compasivo: Hijos míos, ¿aun viendo tales prodigios no creéis? ¿Qué mal os he hecho Yo, para que me tratéis así? Hijos ingratos… Yo os aseguro que en los tiempos venideros, de este hoyo me sacarán otros obreros; vosotros sois dos, los que ciegos y endurecidos estáis, y cuatro o cinco serán los que presenciarán mi hallazgo milagroso, con un portentoso prodigio que llenará de asombro a todo el mundo cristiano. Ya que a vosotros no os conmueven estos prodigios de mi amor misericordioso y que desperdiciáis esta mi sangre que estáis viendo, no queriendo venerarla hoy, Yo os anuncio y aseguro que el metala y la tierra la adorarán y respetarán, y se conservará fresca y roja hasta el día 15 de Noviembre del año 1929 en que Yo haré otro esfuerzo de Amor misericordioso, haciendo que otros hombres que en este lugar honradamente trabajarán, por mediación Mía, con grande asombro uno de ellos lo encontrará y con ‘fe ciega’ y sin respeto humano, a los demás compañeros emocionado lo mostrará. Y esta Sangre Preciosa que vosotros profanáis, entre sus dichosas manos se consumirá. Y admirados del portentoso prodigio, con sencillez y ciega fe, la verdad del hecho siempre dirán, y atraídos por este portento, multitud de fieles de todas partes aquí vendrán y la salud de cuerpo y alma invocando a esta imagen conseguirán. Yo haré que en estas cercanías que tan profanado he sido, se le levante un trono de amor donde todos los pecadores que con fe me invoquen alcanzarán perdón, y que muchas almas puras y castas me desagraviarán ejerciendo por todas partes la caridad. ¡Tengo una sed ardiente de ser amado de los hombres! Y qué pocos, hija mía, son los que me corresponden de verdad.”
“Todo esto oían mis hijos ingratos con terror, tan de piedra tenían el corazón y tan ciegos los tenía el infernal enemigo, que por entonces todo fue en vano y con furia infernal tiraron la Imagen al hoyo entre horribles blasfemias, y cubriéndola, apisonaron fuertemente la tierra, para que nadie de buena fe pudiera recogerla. Así, hija mía, me trataron esos hijos ingratos, y todas las delicadezas de mi Corazón misericordioso caían sobre sus almas como rayos de sol ardiente que endurecía más sus corazones pecadores…
E1 buen ladrón no acertaba a marcharse del sitio que habían escondido mi Imagen, y con malos tratos lo alejaron de allí, amenazándole que como dijera algo de lo que habían hecho lo matarían. Yo al ver cómo me amaba y no cesando de llorar de sincero arrepentimiento, premié su grande ‘contrición’ y el mismo día lo traje a gozar conmigo a mi Reino.”
Con estas manifestaciones quedé tan apenada, que desde aquel instante no podía hacer más que llorar y amarle cuanto podía, por los que le aborrecían lastimando su Corazón amante; y redoblé mis penitencias y desde ese día, rezaba con mis dos sobrinitos mayores, por estos contornos, el siguiente Rosario de desagravios, que deseo cuando se encuentre este escrito, lo entreguen a una persona culta y santa para que con esta idea, que yo en mi ignorancia les dejo, hagan un Acto de desagravios más completo y lo hagan por lo menos todos los años públicamente el día que cometieron tales profanaciones en este lugar.
Rosario o Acto de Desagravios ante la Imagen del Santo Cristo Desamparado(se rezará cinco decenas de las siguientes alabanzas):
Conocido, alabado, querido y reverenciado sea de todo el mundo, el Santo Cristo Desamparado. Respuesta. Amén. A todos nos perdone con su amor misericordioso y en su amor todos vivamos abrazados. Amén.
En cada decena se dirá:
1º—   Otra vez has padecido
tan al vivo tu Pasión, que
Sangre tu cuerpo ha sudado;
y hasta la tierra ha llegado
lo copioso del sudor.
Respuesta.— Por tu Pasión, Jesús mío, misericordia y perdón.
2º—   Con penetrantes espinas
coronaron de nuevo tu cabeza,
y apretándolas con fuerza rompen
tus sienes divinas,
abriéndose así tus minas
del oro de más valor.
Respuesta.—  Por tu Pasión, Jesús mío, abrasadme en vuestro amor.
3º—   El cuerpo llevas manchado,
y las mejillas hermosas
con salivas asquerosas,
tus hijos te han ensuciado,
y en la hoguera te han echado
y tu rostro denegrido ha quedado.
Respuesta.—  Por tu Pasión, Jesús mío, misericordia y perdón.
4º—   Ya lo han tirado al estanque
con rigor fiero e inhumano,
y en vez de hundirse en el cieno,
se cubrió de resplandores
para convertir ladrones;
pero para dos fue en vano.
Respuesta.—  Por tu Pasión, Jesús mío, misericordia y perdón.
5º—   Y haced, mi Jesús amado,
que mis ojos hechos fuentes,
lloren lágrimas ardientes
de lo mucho que he pecado
y pues tanto te he costado,
y sois liberal dador.
Respuesta.—  Perdónanos, Jesús, y abrásanos en tu amor.
También hice todos los días que permanecí en Villa-franca, con el fin de desagraviar a mi Dulce Jesús de las muchas profanaciones que recibió en este lugar, el Vía-Crucis descalza hasta el Calvario y de regreso rezaba el rosario de desagravios, que tanto les recomiendo; todas mis penitencias de esos días iban dirigidas al mismo fin; pidiéndole perdón y la salvación de esos hijos ingratos y desgraciados, si es que aún vivían. A lo que me contestó mi Dulce Jesús: “Si, hija mía, aún viven llenos de remordimientos; pero no llega a triunfar la gracia; mi Amor misericordioso está esperando que tú hagas más penitencias por ellos y se conviertan.” 
Y mientras me decía estas palabras tan consoladoras, me hizo sentir con toda claridad, si mal no recuerdo en este instante, que estos pobres desgraciados eran hijos de Cataluña, y desde que cometieron el hurto y aquellas profanaciones tan horribles, no tenían tranquilidad en ninguna parte, porque el recuerdo de aquella sangre profanada y las palabras que nuestro Salvador les dirigió antes de echar su Imagen en el hoyo, las oían sin cesar y atemorizados y errantes no sabían dónde esconderse, por cuyo motivo estaban muy aniquilados y a punto de terminar su carrera sobre la tierra.
A los dos días de hacerme estas manifestaciones, en que yo estaba haciendo oración y penitencia por estos dos pobres pecadores, se me mostró Nuestro Señor Jesucristo muy consolado y me dijo: “Basta, hija mía, basta; ya se han salvado aquellas dos almas que te recomendé.”
“Te hago saber, hija mía muy amada, que han muerto muy arrepentidos pidiéndome perdón en alta voz, y bendiciendo mi nombre y mi Corazón misericordioso. Al ver estas muertes tan santas unos compañeros amigos suyos en los caminos del mal, se han arrepentido también de sus malas vidas, y sin respetos humanos, deshechos en llanto, han confesado públicamente sus muchos pecados y ya viven en mi gracia.”
El consuelo que mi pobre alma recibió con estas saludables noticias, sólo el Corazón de Jesús que ve en el interior de mi alma puede comprenderlo.
La conversión de estas dos almas, me ha dado a entender mi Dulce Jesús, que serán muy provechosas y servirán para despertar la fe de muchos hijos suyos, que andarán por todo el mundo (cuando se encuentren estos escritos) envueltos en una ola de cieno, guiados por el espíritu infernal, profanando y destruyendo templos, derribando imágenes y sobre todo queriendo borrar su nombre mil veces bendito de todos los ámbitos de la tierra.
Al entender tales cosas quedé tristemente impresionada, y más cuando con más claridad me hicieron ver y sentir muy apenados el Corazón de Jesús y la Santísima Virgen, que hasta en su querida España se cebaría y con más furia que en otras naciones, el espíritu del mal, trabajando sin descanso por borrar la fe cristiana en todos sus habitantes, y de manera especial querrán con gran empeño quitar, y quitarán de la vista de sus hijos pequeñuelos, tan amados de su Corazón, su Imagen, y prohibirán que Se les enseñe, su “Doctrina Divina” (todo con el fin infernal de que no le conozcan a Él). Yo estaba tan apenada, Hermanas mías, que no hacía más que llorar y ofrecerle con la mayor humildad y amor mi propia vida, para evitar tales desgracias en nuestra querida España. A lo que me contestó mi Jesús lleno de amor y mansedumbre:
“No temas; por más medios y maquinaciones que mis hijos desgraciados inventen para quitar la fe de España, no lo conseguirán, y Yo te aseguro, para tu consuelo y tranquilidad, que por amor a las almas justas, puras y castas que en España siempre habrá, Yo reinaré hasta el fin de los tiempos en ella de una manera singular, y mi Imagen será venerada hasta por calles y plazas.”
También me ha dado a entender mi Dulce Jesús que cuando lleguen esos tiempos tan turbulentos y calamitosos, el medio más poderoso para desagraviar a su Eterno Padre, será invocar a su Madre Santísima bajo la advocación del pilar, que es la Patrona y Protectora de nuestra querida España. Y que la devoción más sustancial, y que más le agradará a la Virgen del Pilar para que la invoquen en tiempos de guerras, pestes y persecuciones que se levanten contra nuestra Sacrosanta Religión, será la oración mental y vocal meditando los cinco misterios dolorosos del Santo Rosario; y esta devoción no sólo se rece en los templos, sino también en las casas, pues de ordinario la corrupción del hogar de familia ha sido siempre el origen de las calamidades públicas y de los derrumbamientos de la fe cristiana, porque nuestro común enemigo lo que más persigue es descristianizar la familia; conseguido esto, la victoria del enemigo infernal es segura. Por eso el gran mal de estos tiempos y de otros peores que aún vendrán, ha sido siempre y será el perder la memoria y el gusto de la vida sobrenatural, viviendo sólo para las cosas terrenas y pecaminosas. Y qué razón es aquello del Evangelio: “Los hijos de este siglo son más sagaces que los hijos de la luz.” Por eso el medio más eficaz para combatir la masonería, que tanto incremento va tomando, es cristianizar la familia, tomando siempre por modelo la casita y Familia de Nazaret. Porque, aunque, Hermanas mías, es muy lamentable y horrendo ver cómo derrumban casas, templos, imágenes y monasterios… es mucho más grande el mal que el enemigo hace cuando consigue la ruina moral en las familias cristianas. Porque del hogar es donde ha de venir la regeneración y el bienestar de los pueblos. La familia es la primera escuela del niño, y si en la escuela de los padres envenenan ya a los hijos, la nación será perdida. Por eso yo les ruego a todos, y de manera especial a mis Hermanas en Religión, que pidan, se sacrifiquen y trabajen cuanto esté a su alcance para que en todas las familias que ustedes traten en sus ministerios de caridad, se rece el santo Rosario y se invoque al Sagrado Corazón de Jesús. ¡Es tan poco conocido este Corazón amante! Por eso se le ama tan poco, porque es imposible conocerle bien y no amarle.
También les recomiendo a todos, que sufran todas las persecuciones en silencio, sin hacer caso a la repugnancia que nuestra flaca naturaleza pueda sentir, abandonándose a la Providencia del Sagrado Corazón de Jesús, dejándonos gobernar por Él en todo; nadie como Él nos quiere; bien lo demostró en el Calvario, y Él tendrá buen cuidado de procurarnos todo cuanto necesitemos en nuestras necesidades temporales y eternas. Buen modelo llevamos delante; Él todo lo sufrió en silencio y nadie como Él fue humillado y sufrió toda clase de padecimientos por nuestro amor. Por eso nosotros, que somos pecadores, suframos con mansedumbre las persecuciones que el Señor consienta; pues con esta moneda se compra el cielo; y no abramos la boca cuando nos persigan más que para rogar por los que nos aflijan. Así lo hacía Nuestro Señor Jesucristo. Tampoco quiero decir con esto que se acobarden y dejen de hacer sus rezos, como verdaderos cristianos; por el contrario, los buenos hijos de Dios no deben tener para hacer el bien ningún respeto humano, y cuando las calamidades sean tan grandes y públicas, y la fe esté en peligro de languidecer, deben rezar el santo Rosario hasta por las calles… Con esta arma tan poderosa se aumentarán los cristianos de verdad, y se fortificará la fe sobrenatural en muchas almas cobardes que estarán a punto de perderse para siempre.
Yo estaba muy triste con estas cosas que mi Dulce Jesús me hacía sentir, y me repugnaba mucho escribirlas, cuando de pronto oigo con toda claridad la voz del Señor que me decía:“Hija mía, no temas en hacer mis mandatos; esto que tú ahora escribes, no puedes comprenderlo todo; pero estos escritos servirán para convertir muchas almas fortificando los espíritus, y animarán y darán aliento a las almas que duden de mi Corazón Misericordioso. También quiero que consignes, para consuelo de los hijos de esta nación tan amada de mi Madre Santísima, que si hace falta para salvarla de las maquinaciones infernales, Yo la salvaré, valiéndome de portentosos milagros que visiblemente verán con sus propios ojos muchas personas; y mi Madre Santísima les comunicará lo que tengan que hacer para aplacar y desagraviar a mi Eterno Padre.”
Yo no sé si en todo esto que les dejo escrito, como lo hago con tanta repugnancia y es un suplicio tan grande el escribir estas cosas, habré sabido interpretar bien los mandatos y deseos del Sagrado Corazón de Jesús; sólo por Él lo hago todo.
Al terminar de escribir estos renglones, oí de nuevo la voz dulcísima del Corazón de Jesús, que, poco más o menos, me dijo estas palabras: “Los designios, hija mía, que Yo tengo sobre ti, son muy grandes; y ya sabes que desde la cuna te he concedido muy grandes gracias y he tenido un particular cuidado de ti, siendo Yo mismo tu Maestro.”
En estos días que llevo aquí, como tengo todo el tiempo disponible para darme más de lleno a la oración, las gracias sobrenaturales que de continuo estoy recibiendo son muy abundantes; y no pudiendo contener el ardiente amor que yo siento hacia Nuestro Señor Jesucristo, procuro transmitirlo entre mis hermanos y sobrinitos, convirtiendo esta humilde vivienda en un verdadero horno divino.
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