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viernes, 6 de noviembre de 2015

“Esto que tú ahora escribes, no puedes comprenderlo todo; pero estos escritos servirán para convertir muchas almas”

Del Opúsculo: “Escritos Póstumos de la Sierva de Dios Madre María Ràfols”Documentos Hallados el Primer Viernes de Octubre de 1931 y el Día 29 de Enero de 1932.  (Con Aprobación Eclesiástica)
                   Nihil obstat.       Aloyslus Traglia S. R. C. Ass
               S. F. Subprom. Gen.
                Romae 1 Dec. 1931.
JESÚS, MARÍA, JOSÉVillafranca del Panadés, día 19 de Abril del año 1815
Mi dulce Jesús me manda escribir algunas de las mercedes tan grandes que he recibido y estoy recibiendo en estos días que por inspiración divina me encuentro en esta Casa, de tantos recuerdos para mi pobre alma. No obstante la repugnancia tan grande que siento, no puedo negarme más a los mandatos que mi Divino Maestro Cristo Jesús me está reprendiendo con una dulce seriedad. Mi Divino Maestro me enseña estos días a hacer la oración mental en una postura que yo nunca la había hecho así. Mi mayor gusto ha sido siempre hacer oración y como por el día siempre tengo muchas ocupaciones, procuro saciar estas ansias por la noche, cuando no soy vista de nadie. Así, pues, digo que la primera noche que llegué a esta Casita, la pasé en oración, y sobre las once oí la voz de mi Divino Maestro y me dijo estas palabras: “He aquí, Hija mía muy amada, el lugar designado para tu descanso y mi recreo. Yo te he traído a este santo lugar, que ya desde que tú naciste tomé posesión de él y de todo tu ser, eligiéndote para grandes empresas; por eso Yo he tomado un particular cuidado de ti; siendo yo mismo tu Maestro y tu Director, auxiliándome de mi Madre Santísima. Son grandes las gracias que vas a recibir en esta pobre morada. Primeramente quiero advertirte, Hija mía, que siempre que hagas oración por inspiración mía, a altas horas de la noche, cuando no seas vista de las criaturas, póstrate en tierra y con el rostro pegado a ella, me invocarás a Mí, y no te olvides nunca que eres tierra y en tierra te has de convertir. En esta postura permanecerás en oración hasta que de nuevo con toda claridad yo te visite.” 
AI instante que mi Dulce Jesús me dio este mandato, me postré con el rostro pegado a la tierra y me puse en oración por primera vez en esta postura; y tan impresionada estaba, que me fue imposible manifestar mis sentimientos de otra manera que con un profundo silencio y una copiosa lluvia de lágrimas que regaron hasta el suelo. En aquella feliz noche las gracias que recibió mi pobre alma, sólo el Corazón de Jesús puede comprenderlas. Con estas mercedes tan singulares, se enardeció mi pobre alma y prendió el fuego del puro amor de Dios en tal forma, que en aquellos instantes creí morir de amor.
Sobre las doce, poco más o menos, oí otra vez la voz de mi Dulce Jesús, con una dulzura y majestad que yo, miserable criatura, no soy capaz de saberlo explicar; pero mi Jesús quiere que lo escriba, y sólo por darle gusto a Él, yo lo haré lo mejor que sepa; pero ¡ay!, es tan difícil traducir al lenguaje humano las cosas divinas, que no sé cómo empezar, porque no se parecen en nada a estas cosas de la tierra. De pronto me vi toda iluminada con unas luces tan resplandecientes y una variedad de colores tan lindos que yo no sabía en aquellos instantes si estaba en la tierra o en el cielo, y no sabía decir otra cosa en aquellos momentos celestiales más que ¡oh, qué grandes son, Señor, vuestras moradas! Misericordia, Señor, misericordia para los pobres pecadores, no los privéis, Señor, de vuestro Reino. Están ciegos, no les toméis en cuenta lo que os hacen. No os aman, Señor, porque no os conocen. Y entretanto, yo me veía cercada de tanta luz por tochas partes, y tan grande era mi miseria y mi nada que parecía todo mi ser un pequeño granito de arena en un inmenso mar; yo estaba anonadada y abismada entre esa claridad tan grande y sin poder distinguir a mi Jesús por ninguna parte. De pronto, en medio de esa claridad tan celestial, aparece otra mayor así como en forma de una hermosa nube, y rasgándose rápidamente la nube, veo a mi Dulce Jesús que salía de ella, y mostrándome sus preciosas llagas, de las cuales salía multitud de luz en forma de unos rayos tan brillantes y luminosos que me los dirigía a mí. Yo estaba avergonzada de tanta misericordia; y esta humilde morada se convirtió en un instante en un inmenso y verdadero paraíso. ¡Oh, qué grandes son, Señor, tus misericordias con esta vil criatura! ¡Y qué grande es el Corazón de Jesús, y qué misericordia tiene con todos, y cuánto nos ama y mendiga nuestro amor para enriquecernos con sus más preciados dones! Este Corazón Divino es el Manantial de donde salen todas las gracias para purificar nuestras grandes miserias y ruindades; y cuantas más gracias nos da más rico queda Él. Es un Manantial inagotable de donde dimanan todas las verdaderas delicias. Y cómo le devora la sed infinita de salvar almas… Por eso lo que desea su Corazón, amante y misericordioso es manifestarse a nosotros y derramar sus gracias infinitas para enriquecer nuestras miserias. ¡Y cuánto le hacen sufrir nuestras frialdades e ingratitudes y desconfianzas en su Corazón Misericordioso! Por eso me pide con tanta insistencia que escriba las cosas que Él me haga ver y sentir, para que los pobres pecadores, por muy endurecidos que estén, al leer estos escritos en los tiempos venideros, que tan necesitados estarán de Su Misericordia, por los muchos hijos ingratos que le olvidarán y querrán borrar Su memoria y Su Nombre bendito de este mundo, despierten de su profundo sueño y ceguera, y sin ningún temor acudan a Su Corazón Paternal y misericordioso.
Así, pues, ayudada de la divina gracia y con la mayor humildad y de la manera que mejor me sea posible, en medio de mi ignorancia, les diré todo lo que el Señor en su infinita misericordia me dio a entender en aquella noche primera que pasé aquí, y que tan memorable será siempre para mí. Pues bien, cuando yo estaba ya como fuera de este mundo miserable, oigo por segunda vez la voz dulcísima de mi Dueño y Señor, y con su amabilidad acostumbrada me ordenó que me pusiera de rodillas; así lo hice y me puse como tenía de costumbre, las manos cruzadas y apoyadas al Santo Cristo, y me dijo con mucha majestad: “Hija mía, ya sabes que te he traído a esta Casa para fortificar y recrear tu espíritu.” También me dijo: “Quiero que vivas desprendida y tu corazón no esté pegado a nada de la tierra; por eso es mi voluntad que ese crucifijo que tienes en tanta estima y no está conforme con la pobreza que tú profesas, lo claves en esta misma habitación que tú moras, y Yo haré que permanezca aquí, sin que nadie pueda arrancarlo hasta que tus Hijas vengan en los tiempos venideros a reconocer y venerar por primera vez esta santa Casa santificada con mi presencia. Cuando visiten esta habitación, Yo haré que una de tus Hijas al verlo lo reconozca por tuyo, y sin ningún esfuerzo ni respeto humano, por inspiración mía lo desclavará y al dueño de esta Casa muy conmovida se lo pedirá.” Mientras el Corazón de Jesús me hablaba estas palabras, me hizo sentir con toda claridad los grandes designios que sobre esta Casa y sus cercanías tiene. No los consigno ahora todos porque me repugna y avergüenza hablar de estas cosas tan grandes que el Corazón de Jesús quiere realizar sobre esta Casa… (siendo yo tan indigna de recibir estas gracias tan singulares). Me dio a entender que el Santo Cristo lo guarden en Zaragoza en la Casa Madre, y que lo tengan en veneración hasta que mis Hermanas habiten esta humilde morada, y entonces quiere mi Dulce Jesús que lo veneren en este mismo lugar, “que Él preparará las cosas y los acontecimientos de manera tan sorprendente y en tiempos tan difíciles para llevar a cabo tales empresas, que eso mismo será el reclamo para atraer a las muchedumbres, y por los acontecimientos que el Corazón de Jesús obrará en este lugar, dejarán sus depravadas vidas muchos pecadores y aquí vendrán (a la Casa del Corazón de Jesús) a limpiar sus conciencias.”
Tales cosas pasarán, que este lugar será la admiración del mundo cristiano. Este Crucifijo que tenía en mucha estima, me lo mandaron hacer exprofeso para mí la familia de un P. Jesuita, que no sabían qué hacerse conmigo, por lo mucho que hicimos por salvarlos durante los horrorosos asedios. Este Padre lo bendijo y le aplicó muchas indulgencias y él mismo me lo mandó, para que lo tuviese en la celda; pero yo lo estimaba tanto por venir de una persona tan santa, tan amante de la cruz, de tanta austeridad y penitencia, que sólo su recuerdo hacía mucho bien a mi alma, y por eso lo llevaba siempre conmigo. Por la noche me lo ponía junto al corazón y poniendo los brazos en forma de cruz (como me lo ordenó la Santísima Virgen en mi temprana edad) lo sujetaba, y cuando me despertaba lo besaba con grande amor y le pedía perdón y misericordia para los pobrecitos pecadores que en aquella hora le estaban ofendiendo. También con este Crucifijo se convirtieron muchas almas, y me decían que recibían mucho consuelo en besarlo; y ellas mismas una vez convertidas me suplicaban las llevase a hacer penitencia y llorar sus graves pecados a un sitio muy retirado. También los niños de la Inclusa le querían mucho y cómo les gustaba besarlo cuando yo les decía: “Mirad, hijitos míos, éste es vuestro Padre; queredlo mucho, que Él nunca os abandonará.” Y también les hablaba muchas veces de la Santísima Virgen, diciéndoles que la quisieran mucho porque Ella era la Madre de todos; y los pobrecitos, llenos de candor y cariño, acercándose a mí todos llorando me decían: Tú eres nuestra Madre. Pobrecitos, cuánto los recuerdo y cuántas veces me hacen llorar estos angelitos por el amor que todos me tienen y recuerdan aun siendo mayorcitos, viniendo en mi busca para contarme sus apurillos y pedirme consejo. Por eso les recomiendo a todas mis Hermanas, que cuando la obediencia las ponga para cuidar de estos pobres niños, no escatimen ningún sacrificio y los quieran y mimen cuanto puedan, pues no tienen otras madres en la tierra más que a nosotras. El Santo Cristo antes mencionado, quiere el Sagrado Corazón de Jesús: que desde el día que la Hermana designada por Él para encontrar todo lo que Yo escriba por mandato Suyo, lo coloque en la misma habitación y el mismo sitio que lo desclavó: Se le llame el Santo Cristo de la Pureza y del Consuelo,por las muchas almas que invocándolo se han convertido, de negras e impuras, en blancas y castas, recibiendo de Él grandes consuelos y esperanzas de salvación eterna. Y cuando mis futuras Hijas pequeñas, estén en la Escolanía o casa de preparación, hará la Hermana que esté al frente de ellas que todos los viernes visiten esta Santa Imagen y que le pidan con mucha fe les conceda para siempre la pureza de cuerpo y alma, la humildad, mansedumbre y caridad, y un grande horror a todo pecado o vicio para no ofender a Dios, ni siquiera con sombras de pecado. En la misma noche y entre dulces delicias me hizo ver mi Dulce Jesús con toda claridad, que cuando se encuentren estos mis escritos, en estos recintos grandes edificios se levantarán, para bien de las almas y de la humanidad, sin más medios humanos que la fe y confianza ciega en su divino Corazón. Que todas estas obras se levantarán por inspiración divina y que el principal instrumento de estas obras tan del agrado del Corazón de Jesús, será y se llevarán a cabo por mediación del señor Obispo que en aquellos años gobierne esta diócesis de Barcelona. También me ha hecho sentir con toda claridad, que estas obras se harán en los años 1931 al 1940 sobre poco más o menos. Y que el mismo Corazón de Jesús, por medio de su fiel instrumento (el señor Obispo) dirigirá estas santas obras, y moverá de una manera sobrenatural muchos corazones de almas generosas de esta villa, y de otras muchas partes para que cuando empiecen las obras, sin ningún entorpecimiento se lleven a la práctica estos grandes designios de su Divino Corazón…
Otra noche en que yo estaba castigando mi cuerpo para desarmar la Justicia Divina y consolar a mi Dulcísimo Jesús de todos los pecados que se cometían en toda aquella comarca, se me apareció Nuestro Señor Jesucristo muy triste y me dijo: “Sigue, hija mía, sigue castigando tu cuerpo para que mi Eterno Padre se desagravie por las muchas profanaciones que en estos últimos tiempos me están haciendo.”
“Hija mía, quiero que escribas las profanaciones tan horrendas que hicieron a Mi Imagen en estas últimas guerras, unos malhechores muy cerca de este lugar; estos desgraciados eran tres. Ultrajes que recibí cuando me profanaron: Al romper la Cruz arrancaron el brazo izquierdo y cuando vieron que no era de oro como ellos creían al robarlo del Convento de los Dominicos, buscaron unas cañas y otras leñas de las que tenía tu hermano para cocer el pan y prepararon detrás de esta casa una grande hoguera para quemar la Cruz y Mi Imagen; pero por más esfuerzos que hicieron no lo pudieron conseguir y sólo se quemó la Cruz.
Cuando la hoguera estaba bien encendida, echaron mi Imagen y al instante que cayó en ella, la hoguera se apagó de repente y por más esfuerzos que hicieron para encenderla de nuevo no lo pudieron conseguir, y eso que la leña estaba muy seca. Yo hice este milagro, por ver si mis hijos ingratos abrían los ojos del alma y se convertían, pero tan ciegos estaban que este prodigio los endureció más. Y al ver que quedaban burlados, inventaron otro medio para que desapareciera mi Imagen, y cogiéndola con mucho furor la tiraron al estanque que se recoge el agua para moler, creyendo que entre el cieno se consumiría. Y entonces yo hice que presenciaran otro nuevo prodigio, por ver si se convencían del poder de mi Eterno Padre y se convertían; pero todo fue en vano. Mi Imagen no se hundió como ellos creían entre el cieno; por el contrario, siguió flotante sobre el agua como si fuera una paja, con un resplandor tan claro y brillante que iluminaba todo el contorno; uno de los ladrones atemorizado al ver ese nuevo prodigio en una noche tan señalada (era el día 14 de Septiembre de 1809) invocó a mi Madre Santísima bajo el título del Pilar, con la tan acostumbrada invocación en España, diciendo en voz muy alta: Perdónanos de lo que hemos hecho con tu Hijo, Señora; y bendita y alabada sea la hora en que la Virgen Santísima del Pilar vino en carne mortal a Zaragoza. Al oír sus compañeros tales alabanzas, lo cogieron con grande furia y lo tiraron también al estanque y en vez de ahogarse cogió con suma facilidad la imagen y besándola con gran amor y veneración se la escondía sobre su pecho, y por sí sólo salió del estanque; y se la quitaron al buen ladrón para hacerle otra nueva profanación; quisieron clavarle un grueso clavo en la cabeza, y por más esfuerzos que hicieron en distintos sitios no lo pudieron conseguir. Al verse burlados nuevamente intentaron ver si podían clavarle las espinas de la corona, y antes que clavarse se rompieron. Más enfurecidos aún me escupieron y me pisotearon con tal insolencia, que en aquella noche volvieron a reproducirse todos los tormentos de mi amarga Pasión. Y entonces mi Corazón Misericordioso, quiso hacer otro nuevo y más portentoso prodigio de amor por ver si abrían los ojos del alma los otros dos ladrones (puse por intercesores ante mi Eterno Padre, a mi Madre Santísima y al buen ladrón que expuso su vida por sacar mi Imagen del estanque) y en presencia de los tres hice que mi Imagen se cubriera de un copioso sudor de sangre, para que vieran que mi Corazón de Padre, siempre estaba dispuesto a perdonar y a derramar nuevamente mi sangre, por la salvación de los pobres pecadores. Y tal dureza y ceguedad tenían, que aun viendo con sus propios ojos este portento de amor, no se convirtieron más que uno. Prohibiéndole los otros bajo pena de muerte, el decir algo de lo ocurrido; y a continuación hicieron un hoyo en la tierra para esconder mi Imagen. Antes de tirarme, quiso mi Corazón Misericordioso que los tres oyeran mi voz y les dije con amor compasivo: Hijos míos, ¿aun viendo tales prodigios no creéis? ¿Qué mal os he hecho Yo, para que me tratéis así? Hijos ingratos… Yo os aseguro que en los tiempos venideros, de este hoyo me sacarán otros obreros; vosotros sois dos, los que ciegos y endurecidos estáis, y cuatro o cinco serán los que presenciarán mi hallazgo milagroso, con un portentoso prodigio que llenará de asombro a todo el mundo cristiano. Ya que a vosotros no os conmueven estos prodigios de mi amor misericordioso y que desperdiciáis esta mi sangre que estáis viendo, no queriendo venerarla hoy, Yo os anuncio y aseguro que el metala y la tierra la adorarán y respetarán, y se conservará fresca y roja hasta el día 15 de Noviembre del año 1929 en que Yo haré otro esfuerzo de Amor misericordioso, haciendo que otros hombres que en este lugar honradamente trabajarán, por mediación Mía, con grande asombro uno de ellos lo encontrará y con ‘fe ciega’ y sin respeto humano, a los demás compañeros emocionado lo mostrará. Y esta Sangre Preciosa que vosotros profanáis, entre sus dichosas manos se consumirá. Y admirados del portentoso prodigio, con sencillez y ciega fe, la verdad del hecho siempre dirán, y atraídos por este portento, multitud de fieles de todas partes aquí vendrán y la salud de cuerpo y alma invocando a esta imagen conseguirán. Yo haré que en estas cercanías que tan profanado he sido, se le levante un trono de amor donde todos los pecadores que con fe me invoquen alcanzarán perdón, y que muchas almas puras y castas me desagraviarán ejerciendo por todas partes la caridad. ¡Tengo una sed ardiente de ser amado de los hombres! Y qué pocos, hija mía, son los que me corresponden de verdad.”
“Todo esto oían mis hijos ingratos con terror, tan de piedra tenían el corazón y tan ciegos los tenía el infernal enemigo, que por entonces todo fue en vano y con furia infernal tiraron la Imagen al hoyo entre horribles blasfemias, y cubriéndola, apisonaron fuertemente la tierra, para que nadie de buena fe pudiera recogerla. Así, hija mía, me trataron esos hijos ingratos, y todas las delicadezas de mi Corazón misericordioso caían sobre sus almas como rayos de sol ardiente que endurecía más sus corazones pecadores…
E1 buen ladrón no acertaba a marcharse del sitio que habían escondido mi Imagen, y con malos tratos lo alejaron de allí, amenazándole que como dijera algo de lo que habían hecho lo matarían. Yo al ver cómo me amaba y no cesando de llorar de sincero arrepentimiento, premié su grande ‘contrición’ y el mismo día lo traje a gozar conmigo a mi Reino.”
Con estas manifestaciones quedé tan apenada, que desde aquel instante no podía hacer más que llorar y amarle cuanto podía, por los que le aborrecían lastimando su Corazón amante; y redoblé mis penitencias y desde ese día, rezaba con mis dos sobrinitos mayores, por estos contornos, el siguiente Rosario de desagravios, que deseo cuando se encuentre este escrito, lo entreguen a una persona culta y santa para que con esta idea, que yo en mi ignorancia les dejo, hagan un Acto de desagravios más completo y lo hagan por lo menos todos los años públicamente el día que cometieron tales profanaciones en este lugar.
Rosario o Acto de Desagravios ante la Imagen del Santo Cristo Desamparado(se rezará cinco decenas de las siguientes alabanzas):
Conocido, alabado, querido y reverenciado sea de todo el mundo, el Santo Cristo Desamparado. Respuesta. Amén. A todos nos perdone con su amor misericordioso y en su amor todos vivamos abrazados. Amén.
En cada decena se dirá:
1º—   Otra vez has padecido
tan al vivo tu Pasión, que
Sangre tu cuerpo ha sudado;
y hasta la tierra ha llegado
lo copioso del sudor.
Respuesta.— Por tu Pasión, Jesús mío, misericordia y perdón.
2º—   Con penetrantes espinas
coronaron de nuevo tu cabeza,
y apretándolas con fuerza rompen
tus sienes divinas,
abriéndose así tus minas
del oro de más valor.
Respuesta.—  Por tu Pasión, Jesús mío, abrasadme en vuestro amor.
3º—   El cuerpo llevas manchado,
y las mejillas hermosas
con salivas asquerosas,
tus hijos te han ensuciado,
y en la hoguera te han echado
y tu rostro denegrido ha quedado.
Respuesta.—  Por tu Pasión, Jesús mío, misericordia y perdón.
4º—   Ya lo han tirado al estanque
con rigor fiero e inhumano,
y en vez de hundirse en el cieno,
se cubrió de resplandores
para convertir ladrones;
pero para dos fue en vano.
Respuesta.—  Por tu Pasión, Jesús mío, misericordia y perdón.
5º—   Y haced, mi Jesús amado,
que mis ojos hechos fuentes,
lloren lágrimas ardientes
de lo mucho que he pecado
y pues tanto te he costado,
y sois liberal dador.
Respuesta.—  Perdónanos, Jesús, y abrásanos en tu amor.
También hice todos los días que permanecí en Villa-franca, con el fin de desagraviar a mi Dulce Jesús de las muchas profanaciones que recibió en este lugar, el Vía-Crucis descalza hasta el Calvario y de regreso rezaba el rosario de desagravios, que tanto les recomiendo; todas mis penitencias de esos días iban dirigidas al mismo fin; pidiéndole perdón y la salvación de esos hijos ingratos y desgraciados, si es que aún vivían. A lo que me contestó mi Dulce Jesús: “Si, hija mía, aún viven llenos de remordimientos; pero no llega a triunfar la gracia; mi Amor misericordioso está esperando que tú hagas más penitencias por ellos y se conviertan.” 
Y mientras me decía estas palabras tan consoladoras, me hizo sentir con toda claridad, si mal no recuerdo en este instante, que estos pobres desgraciados eran hijos de Cataluña, y desde que cometieron el hurto y aquellas profanaciones tan horribles, no tenían tranquilidad en ninguna parte, porque el recuerdo de aquella sangre profanada y las palabras que nuestro Salvador les dirigió antes de echar su Imagen en el hoyo, las oían sin cesar y atemorizados y errantes no sabían dónde esconderse, por cuyo motivo estaban muy aniquilados y a punto de terminar su carrera sobre la tierra.
A los dos días de hacerme estas manifestaciones, en que yo estaba haciendo oración y penitencia por estos dos pobres pecadores, se me mostró Nuestro Señor Jesucristo muy consolado y me dijo: “Basta, hija mía, basta; ya se han salvado aquellas dos almas que te recomendé.”
“Te hago saber, hija mía muy amada, que han muerto muy arrepentidos pidiéndome perdón en alta voz, y bendiciendo mi nombre y mi Corazón misericordioso. Al ver estas muertes tan santas unos compañeros amigos suyos en los caminos del mal, se han arrepentido también de sus malas vidas, y sin respetos humanos, deshechos en llanto, han confesado públicamente sus muchos pecados y ya viven en mi gracia.”
El consuelo que mi pobre alma recibió con estas saludables noticias, sólo el Corazón de Jesús que ve en el interior de mi alma puede comprenderlo.
La conversión de estas dos almas, me ha dado a entender mi Dulce Jesús, que serán muy provechosas y servirán para despertar la fe de muchos hijos suyos, que andarán por todo el mundo (cuando se encuentren estos escritos) envueltos en una ola de cieno, guiados por el espíritu infernal, profanando y destruyendo templos, derribando imágenes y sobre todo queriendo borrar su nombre mil veces bendito de todos los ámbitos de la tierra.
Al entender tales cosas quedé tristemente impresionada, y más cuando con más claridad me hicieron ver y sentir muy apenados el Corazón de Jesús y la Santísima Virgen, que hasta en su querida España se cebaría y con más furia que en otras naciones, el espíritu del mal, trabajando sin descanso por borrar la fe cristiana en todos sus habitantes, y de manera especial querrán con gran empeño quitar, y quitarán de la vista de sus hijos pequeñuelos, tan amados de su Corazón, su Imagen, y prohibirán que Se les enseñe, su “Doctrina Divina” (todo con el fin infernal de que no le conozcan a Él). Yo estaba tan apenada, Hermanas mías, que no hacía más que llorar y ofrecerle con la mayor humildad y amor mi propia vida, para evitar tales desgracias en nuestra querida España. A lo que me contestó mi Jesús lleno de amor y mansedumbre:
“No temas; por más medios y maquinaciones que mis hijos desgraciados inventen para quitar la fe de España, no lo conseguirán, y Yo te aseguro, para tu consuelo y tranquilidad, que por amor a las almas justas, puras y castas que en España siempre habrá, Yo reinaré hasta el fin de los tiempos en ella de una manera singular, y mi Imagen será venerada hasta por calles y plazas.”
También me ha dado a entender mi Dulce Jesús que cuando lleguen esos tiempos tan turbulentos y calamitosos, el medio más poderoso para desagraviar a su Eterno Padre, será invocar a su Madre Santísima bajo la advocación del pilar, que es la Patrona y Protectora de nuestra querida España. Y que la devoción más sustancial, y que más le agradará a la Virgen del Pilar para que la invoquen en tiempos de guerras, pestes y persecuciones que se levanten contra nuestra Sacrosanta Religión, será la oración mental y vocal meditando los cinco misterios dolorosos del Santo Rosario; y esta devoción no sólo se rece en los templos, sino también en las casas, pues de ordinario la corrupción del hogar de familia ha sido siempre el origen de las calamidades públicas y de los derrumbamientos de la fe cristiana, porque nuestro común enemigo lo que más persigue es descristianizar la familia; conseguido esto, la victoria del enemigo infernal es segura. Por eso el gran mal de estos tiempos y de otros peores que aún vendrán, ha sido siempre y será el perder la memoria y el gusto de la vida sobrenatural, viviendo sólo para las cosas terrenas y pecaminosas. Y qué razón es aquello del Evangelio: “Los hijos de este siglo son más sagaces que los hijos de la luz.” Por eso el medio más eficaz para combatir la masonería, que tanto incremento va tomando, es cristianizar la familia, tomando siempre por modelo la casita y Familia de Nazaret. Porque, aunque, Hermanas mías, es muy lamentable y horrendo ver cómo derrumban casas, templos, imágenes y monasterios… es mucho más grande el mal que el enemigo hace cuando consigue la ruina moral en las familias cristianas. Porque del hogar es donde ha de venir la regeneración y el bienestar de los pueblos. La familia es la primera escuela del niño, y si en la escuela de los padres envenenan ya a los hijos, la nación será perdida. Por eso yo les ruego a todos, y de manera especial a mis Hermanas en Religión, que pidan, se sacrifiquen y trabajen cuanto esté a su alcance para que en todas las familias que ustedes traten en sus ministerios de caridad, se rece el santo Rosario y se invoque al Sagrado Corazón de Jesús. ¡Es tan poco conocido este Corazón amante! Por eso se le ama tan poco, porque es imposible conocerle bien y no amarle.
También les recomiendo a todos, que sufran todas las persecuciones en silencio, sin hacer caso a la repugnancia que nuestra flaca naturaleza pueda sentir, abandonándose a la Providencia del Sagrado Corazón de Jesús, dejándonos gobernar por Él en todo; nadie como Él nos quiere; bien lo demostró en el Calvario, y Él tendrá buen cuidado de procurarnos todo cuanto necesitemos en nuestras necesidades temporales y eternas. Buen modelo llevamos delante; Él todo lo sufrió en silencio y nadie como Él fue humillado y sufrió toda clase de padecimientos por nuestro amor. Por eso nosotros, que somos pecadores, suframos con mansedumbre las persecuciones que el Señor consienta; pues con esta moneda se compra el cielo; y no abramos la boca cuando nos persigan más que para rogar por los que nos aflijan. Así lo hacía Nuestro Señor Jesucristo. Tampoco quiero decir con esto que se acobarden y dejen de hacer sus rezos, como verdaderos cristianos; por el contrario, los buenos hijos de Dios no deben tener para hacer el bien ningún respeto humano, y cuando las calamidades sean tan grandes y públicas, y la fe esté en peligro de languidecer, deben rezar el santo Rosario hasta por las calles… Con esta arma tan poderosa se aumentarán los cristianos de verdad, y se fortificará la fe sobrenatural en muchas almas cobardes que estarán a punto de perderse para siempre.
Yo estaba muy triste con estas cosas que mi Dulce Jesús me hacía sentir, y me repugnaba mucho escribirlas, cuando de pronto oigo con toda claridad la voz del Señor que me decía:“Hija mía, no temas en hacer mis mandatos; esto que tú ahora escribes, no puedes comprenderlo todo; pero estos escritos servirán para convertir muchas almas fortificando los espíritus, y animarán y darán aliento a las almas que duden de mi Corazón Misericordioso. También quiero que consignes, para consuelo de los hijos de esta nación tan amada de mi Madre Santísima, que si hace falta para salvarla de las maquinaciones infernales, Yo la salvaré, valiéndome de portentosos milagros que visiblemente verán con sus propios ojos muchas personas; y mi Madre Santísima les comunicará lo que tengan que hacer para aplacar y desagraviar a mi Eterno Padre.”
Yo no sé si en todo esto que les dejo escrito, como lo hago con tanta repugnancia y es un suplicio tan grande el escribir estas cosas, habré sabido interpretar bien los mandatos y deseos del Sagrado Corazón de Jesús; sólo por Él lo hago todo.
Al terminar de escribir estos renglones, oí de nuevo la voz dulcísima del Corazón de Jesús, que, poco más o menos, me dijo estas palabras: “Los designios, hija mía, que Yo tengo sobre ti, son muy grandes; y ya sabes que desde la cuna te he concedido muy grandes gracias y he tenido un particular cuidado de ti, siendo Yo mismo tu Maestro.”
En estos días que llevo aquí, como tengo todo el tiempo disponible para darme más de lleno a la oración, las gracias sobrenaturales que de continuo estoy recibiendo son muy abundantes; y no pudiendo contener el ardiente amor que yo siento hacia Nuestro Señor Jesucristo, procuro transmitirlo entre mis hermanos y sobrinitos, convirtiendo esta humilde vivienda en un verdadero horno divino.
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