"UNA MISIÓN DE RESCATE POR LAS ALMAS"
Dirección para Nuestros Tiempos.
Revelaciones a Ana, apóstol laica
El Cielo habla
A LOS QUE EXPERIMENTAN TRAGEDIA
Jesús
La vida en la tierra está llena de cambios.
Si observas el pasado de cualquier vida encontrarás
momentos clave que marcaron
un cambio. Los cambios a veces llegan de
forma predecible y esperada, como quien en
su vocación se prepara y avanza hacia el
cambio; en otras ocasiones, el cambio llega
abruptamente como en el caso de que una
persona resulte herida o muera inesperadamente.
Sobre este cambio, el que se ve
como una tragedia, deseo hablarles hoy.
Amigo Mío, en la vida de todas las personas
existen eventos que resaltan como especialmente
difíciles y que alteran la vida. Las
tragedias, ese cambio repentino en el camino,
marca a la persona, lo sé, y por esa
razón les pido que en los momentos de conmoción,
en los momentos en que sientan
una aplastante tristeza en su vida, refúgiense
en Mí, vengan a Mí: Yo estoy allí. No
permanezco día tras día con Mis hijos para
luego abandonarlos cuando más necesitan
de Mi apoyo. Hijo Mío, tu tristeza es comprensible,
pero Yo te sostendré mientras
dure. No siempre podrás comprender la razón por la que
permití que sucediera alguna cosa, y en tu natural incapacidad
para comprender, Me habrás de retar exclamando,
“Dios, ¿cómo pudiste permitir
esto? Dios, ¿en dónde estás? Dios, ¿porqué
nos has abandonado?” Amigos Míos, esas
preguntas tráiganlas directamente a Mi
presencia, ya que Yo Soy el oyente más compasivo
al tratarse de estos sinceros gritos de
angustia. Mira hijo, Yo Mismo grité y Me lamenté
de angustia. En Mi condición humana
y muriendo en una cruz, Me cuestioné
el valor del plan de Dios. Para Mí, que estaba
clavado a un pedazo de madera y elevado
hacia los aires, sujeto al total rechazo
y a la burla, no había nadie que sufriera
más que Yo y Me parecía que nadie podría
saber hasta dónde llegaba Mi dolor. Amadísimo
hijo Mío, te digo esto para que comprendas
que Yo, tu Salvador, entiendo muy
bien cuán profundo es tu dolor. Te acompañaré
en cada momento de tu angustia y te
cubriré de gracias celestiales. No; no creas
que te dejaré solo en medio de esta tragedia.
Santa Madre
Mi pobre y pequeño hijo, cómo sufres. Hay veces
que el sufrimiento es tan grande, que un pequeñito
ni siquiera puede sentir el consuelo que se le
está prodigando. Lo mismo pasa contigo ahora:
en tu tristeza te tambaleas, pero eres sostenido.
Sé que no siempre sientes este apoyo y lo aceptamos,
pero más tarde cuando vengas al cielo, te
maravillarás de la generosidad que hay en él al
ver las grandes distancias que tuvo que recorrer
para llevarte auxilio en esta tragedia. Querido y
amado hijo del Padre: descansa en tu pequeña
alma. Estás herido y necesitas de la atención celestial:
te cuidaremos. Yo estaré al pendiente
aprovechando cada oportunidad para enviarte
muestras de la tierna atención que el cielo te está
dando. Dios tiene un plan y tú eres parte de ese
plan, así como yo fui parte del plan de Dios.
Ahora, al dirigirte estas palabras, estoy desempeñando
parte de ese plan de Dios. ¿Porqué usamos
palabras? Mi pequeño hijo, usamos palabras
para comunicar la verdad porque somos almas
santas, llenas de la integridad de Dios. Estas palabras
representan la verdad de Dios. Si una persona
envía una carta llena de amor, ¿dirías que la
persona envió palabras? ¿No sería más preciso
decir que la persona ha enviado amor, bondad y,
con ellas, también aliento? En la tierra, por la
forma tan limitada de ver de aquellos que aún no
han experimentado el cielo, quizás sea verdad
que una palabra es simplemente una palabra que
representa un concepto. En el cielo, que es desde
donde hablamos, una palabra significa mucho
más. Estas palabras que estás leyendo conllevan
gracias celestiales de consuelo, alegría y verdad.
Mi amor por ti, que es parte del amor que Dios te
tiene, brota de éstas páginas hacia tu corazón. Al
leer estas palabras, mi intercesión por ti se está
llevando a cabo. El cielo está contigo, te lo prometo.
Yo soy tu Madre y tú eres mi hijo muy
amado. Vuelve tu rostro hacia mí y te daré consuelo
celestial que no puede ser visto ni entendido.
Sabrás que estoy contigo por las gracias de
calma que me acompañan dondequiera que voy.
Estoy en calma porque veo el plan de Dios. Te
daré esta calma y te ayudaré a ver, como mínimo,
que Dios tiene un plan para ti que incluye esta
tragedia Estoy contigo, pequeña paloma. Tu dolor
no quedará sin valor, y cada lágrima que derrames
será una que el cielo tome en cuenta. Ahora
quédate en paz mientras caminamos contigo por
este tiempo de tristeza. Te daremos las gracias
que necesites para enfrentarlo hoy, y para crecer
en santidad mañana. Todo está bien. El cielo te
rodea.