Queridos hijos, cuidad del precioso Tesoro de la Fe que el Señor os ha concedido. El hombre sin fe vive en la oscuridad espiritual y sus pasos lo conducen a la perdición; El que tiene fe tiene una gran riqueza espiritual. La fe os lleva a comprender los Designios de Dios y os hace aceptar Su Voluntad. Mirad el ejemplo de Simeón que, por su fe, logró grandes virtudes. Simeón fue un hombre justo y su ejemplo de fe condujó a muchos hombres al encuentro con Dios. Su alegría fue inmensa al encontrarnos en el templo. Sus ojos brillaban al contemplar a Jesús en Mís brazos. Fuímos recibidos en la Entrada del Templo y Simeón recitó una hermosa oración de alabanza a Dios por responder a su petición. Simeón creyó y el Señor escuchó su oración de fe. El Señor quiere conoceros. Abrid vuestros corazones y dejad que la llama de la fe, por la Gracia de Dios, crezca en vuestros corazones. La humanidad vive en las tieneblas del pecado, pero vosotros que sois del Señor podéis vivir en la Luz de Su gracia. No os deshagáis de los Tesoros que el Señor os ha concedido. Testimoniad con valentía vuestra fe. Anunciad a Jesús a aquellos que viven en las tieneblas del pecado.Sed instrumentos para aquellos que están alejados. Tiempos difíciles vendrán y pocos serán aquellos que permanecerán firmes en la fe. La gran confusión espiritual se esparcirá por todo el mundo y muchos vivirán en la duda y la incertidumbre. Doblad vuestras rodillas en la oración. Buscad la Verdad de Jesús en Sus Palabras y en el Verdadero Magisterio de Su Iglesia. No retrocedáis. Yo siempre estaré cerca de vosotros. Adelante en la verdad. Dejad que la Luz de la Fe os conduzca a Mi Hijo Jesús. Él os ama y os espera. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre d la Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.
Queridos hijos, soy vuestra Madre Dolorosa y sufro a causa de aquello que viene para vosotros. Camináis hacia un futuro de grandes batallas espirituales. La Verdadera Iglesia de Mi Jesús enfrentará una gran batalla con lo aumento desmesurado de las falsas doctrinas. Vosotros que sois del Señor defiendlo. No permitáis que el enemigo venza. Como David confió en el Señor y ganó grandes batallas, también depositad vuestra confianza en el Señor y seréis victoriosos. Mirad el ejemplo de valor de los grandes hombres de fe. Las Sagradas Escrituras deben ser para vosotros una fuente de orientación. Estudiad las Sagradas Escrituras, pues sólo así podéis convertiros en siervos fieles de Mi Hijo Jesús. Vuestra victoria está en el Señor. Confiad en Él y todo estará bien para vosotros. Abrid vuestros corazones y en todo imitad a Mi Hijo Jesús. Doblad vuestras rodillas en oración y buscad fuerzas en la Eucaristía. Llenaos de esperanza. No hay victoria sin cruz. Después de todo el dolor, los justos experimentarán una gran alegría. Adelante en defensa de la verdad. Yo rogaré a Mi Jesús por vosotros. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.
Queridos hijos, Mi Hijo Jesús necesita de vosotros. No os desaniméis. No retrocedáis. El Señor no os abandonará. Después de la cruz vendrá la victoria para vosotros. Los escogidos serán perseguidos y amenazados, pero escuchad la Voz de Mi Hijo Jesús. Él es vuestro todo y ninguna fuerza humana podrá destruir los Planes de Dios. Tened valor. El Señor os escogió y os envia en medio del enemigo, pero Él no os abandonará. Mirad el ejemplo de Elías y dejaros conducir por las Manos del Señor, pues sólo así seréis victoriosos. Vuestra arma en la gran batalla es la Verdad. Abrazad la Verdad. Quien camina en la Verdad no sufrirá derrota. No os olvidéis: en las manos el Santo Rosario y las Sagradas Escrituras; En el corazón el amor a la verdad. Adelante sin miedo. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.
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