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miércoles, 13 de octubre de 2010

Mensajes a Luisa Piccarreta, 1903

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Mensajes tomados del libro de Luisa Piccarreta “La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad”. Ver la historia de esta Sierva de Dios en: Luisa Piccarreta, la pequeña hija de la Divina Voluntad, Italia, ( 4 de marzo)


10 de enero de 1903

Las palabras más agradables a la dulce Mamá

Esta mañana, después de haber esperado mucho, vino la Reina Mamá con el Niño en brazos y me lo dio, diciéndome que lo tuviera cortejado con actos continuos de amor. Yo lo hice por cuanto pude y mientras esto hacía, Él me dijo:
“Amada mía, las palabras más agradables y que más consuelan a mi Madre son ‘Dominus tecum’, ‘el Señor es contigo’, porque en cuanto fueron pronunciadas por el arcángel, sintió comunicarse en Ella todo el Ser divino, y entonces se sintió investida de la potencia divina, de modo que su potencia humana, ante la divina, se perdió en ésta y mi Madre quedó con la potencia divina en sus manos.”

30 de junio de 1903

La Santísima Virgen le enseña a tener la mirada interior fija en Jesús

Encontrándome fuera de mí misma vi a la Reina Madre y postrándome a sus pies le dije: “Dulcísima Madre mía, en qué terribles aprietos me encuentro privada de mi único Bien, de mi misma vida, siento que toco los extremos.” Y mientras esto decía, lloraba.
La Virgen Santísima, abriéndose la parte del corazón como si abriera una custodia, tomó el Niño de ahí adentro y me lo dio, diciéndome:
“Hija mía, no llores. Aquí tienes a tu Bien, a tu Vida, a tu Todo. Tómalo y tenlo siempre contigo. Y mientras lo tienes contigo, ten tu mirada fija en tu interior en Él, no te preocupes si no te dice nada o si no sabes decirle nada, míralo solamente en tu interior, porque al mirarlo comprenderás todo, harás todo y darás satisfacción por todos. Esta es la belleza del alma interior, que sin voz, sin instrucción, como no hay ninguna cosa externa que la atraiga o la inquiete sino que toda su atracción, todos sus bienes están encerrados en el interior, fácilmente con el simple mirar a Jesús todo comprende y todo obra. De este modo caminarás hasta la cima del Calvario y habiendo llegado ahí, no lo verás ya niño sino crucificado, y tú quedarás junto con Él crucificada”
Entonces pareció que con el Niño en brazos y con la Virgen Santísima hacía el camino del Calvario. Conforme caminábamos, algunas veces encontraba a alguien que quería quitarme a Jesús y llamaba en ayuda a la Reina Madre diciéndole: “Mamá mía, ayúdame porque me quieren arrebatar a Jesús.”
Y Ella me respondía:
“No temas, tu empeño sea tener la mirada interior fija en Él y esto tiene tanta fuerza que todas las demás fuerzas humanas y diabólicas quedan debilitadas y derrotadas.”

17 de diciembre de 1903

La adoración de la Santísima Virgen cuando encontró a Jesús llevando la cruz

Continuando mi habitual estado, por pocos instantes vi al bendito Jesús con la cruz sobre el hombro en el momento de encontrarse con su Santísima Madre, y yo le dije: “Señor, ¿qué hizo tu Mamá en este encuentro dolorosísimo?”
Y Él:
“Hija mía, no hizo más que un acto de adoración profundísimo y simplísimo, y como el acto, cuanto más simple es, tanto más fácil es para unirse con Dios, espíritu simplísimo, por eso en ese acto se fundió en Mí y continuó lo que obraba Yo mismo en mi interior. Y esto me fue sumamente agradable, más que si me hubiera hecho cualquier otra cosa más grande.
Porque el verdadero espíritu de adoración consiste en esto: que la criatura se pierda a sí misma y se encuentre en el ambiente divino, y adore todo lo que obra Dios y con Él se una. ¿Crees que sea verdadera adoración la que con la boca adora y con la mente piensa en otra cosa? ¿O que la mente adora y la voluntad está lejos de Mí? ¿O que una potencia me adora y las demás están todas desordenadas? No, Yo quiero todo para Mí y todo lo que le he dado, en Mí, y éste es el acto más grande de culto de adoración que la criatura puede darme.” (8)
(8) Jesús usa ese momento de la pasión para enseñarle a Luisa el acto de perfecta adoración de María, y luego le enseña que toda su vida fue eso: adoración perfecta y continua, sobre la cual se realizaban todos los misterios y actividad de Ella; maternidad divina, corredención, etc.

21 de diciembre de 1903

Efectos de los dolores de la Santísima Virgen

Esta mañana me encontré fuera de mí misma y al mirar la bóveda del cielo, vi siete soles resplandecientísimos, pero su forma era diferente del Sol que vemos, empezaban en forma de cruz y terminaban en punta y esta punta estaba dentro de un corazón. Al principio no se veía bien porque era tanta la luz de estos soles que no dejaba ver quién estaba adentro, pero conforme más me acercaba, más se distinguía que adentro estaba la Reina Mamá, y en mi interior dije: “¡Cuánto quisiera decirle si quiere que me esfuerce en salir de este estado por mí misma sin que asista el sacerdote!” (9)
(9) Como sabemos, Luisa diario caía en un estado de éxtasis, quedando su cuerpo como petrificado, y su alma (o tal vez mejor: su espíritu) “fuera de sí misma”. Para volver en sí necesitaba de la orden del sacerdote, lo cual implicaba que diario tenía que ir a la casa de Luisa para darle la orden de volver en sí. Este depender de los sacerdotes en este punto fue una pena muy dolorosa para Luisa durante toda su vida. En varias ocasiones Luisa quería no depender en este punto de ellos por la molestia que les significaba y poder salir de ese estado por sí misma. En todas las ocasiones que le pidió a Jesús que la librara de esta pena por el fastidio que daba a los demás, Jesús, por varias razones que en su momento le explica, le responde “No”, como en este capítulo.
Y se lo dije. Ella me respondió con un “no” rotundo. Yo quedé mortificada por esta respuesta y la Santísima Virgen se volteó hacia una multitud de personas que le hacían corona y les dijo:
“Oigan lo que quiere hacer.”
Y todos dijeron: “¡No, no, que no lo haga!”
Después, acercándose a mí, toda bondad me dijo:
“Hija mía, ánimo en el camino del dolor. ¿Ves estos siete soles que salen de mi Corazón? Son mis siete dolores, los cuales me fructificaron inmensa gloria y esplendor. Estos soles, fruto de mis dolores, saetean continuamente el trono de la Santísima Trinidad, la cual al sentirse herida me envía siete canales de gracia continuamente haciéndome dueña de ellos, y yo los dispongo para gloria de todo el Cielo, para alivio de las almas purgantes y para beneficio de todos los viadores.” (10)
Mientras esto decía, desapareció y yo me encontré en mí misma.
(10) Desde estos primeros volúmenes María le habla de sus dolores, que asociados a los de Jesús y teniendo dimensiones, valor y efectos divinos la hicieron corredentora. Más adelante se profundiza más en este aspecto de María. También se ve que sus dolores van más allá de la corredención, (“para bien de los viadores y de las almas del purgatorio”), pues cambiados en mares de felicidad, hacen felices a los bienaventurados en el Cielo. ¡Y lo veremos en el Cielo, será parte de nuestra felicidad eterna!