San Pedro, CA, Agosto 29, 2002, 9:30 am, 1 Reyes: 13
Meditaciones con San Juan Bautista
Bendito sea el Señor. Aleluya. Amén
Por: Marino Restrepo , del libro: MEDITACIONES Tomo III
Comprobar la fe es un acto de amor a Dios.
Evaluar con frecuencia el verdadero estado de nuestra relación con dios, es un acto de contrición. Reconocer permanentemente que somos miseria y pecado y que lo único bueno en nosotros es lo que podemos tener dl Espíritu de Dios, es ser humildes. Entregarnos a la voluntad de Dios, por medio de una sincera conversión de nuestra vida de pecado, es un acto de valor que nos da la salvación.
Comprometer todo lo que somos y lo malo que hemos sido, con el camino del Calvario del Señor, es volvernos cristianos. Aceptar que el mensaje redentor que contiene el Evangelio de Jesucristo nuestro Señor es la única verdad, el único camino y la vida eterna, es haber logrado nacer a la gracia del mismo Jesucristo nuestro Salvador.
Cristo ha venido a salvarnos y no nos puede caber duda al respecto. El ha conseguido que nosotros encontremos la puerta al cielo y nos salvemos de la muerte eterna. Aceptar este misterio es haber visto en la cruz al hombre dios que nos abrió sus Sagradas Llagas para que en ellas colocáramos toda nuestra maldad, toda nuestra oscuridad y toda nuestra iniquidad.
Creer en Cristo y seguirlo es alcanzar el valor de un soldado que se enlista a un ejército que está preparado para librar una batalla permanente contra las huestes del mal, en defensa de las almas escogidas. Vivir esa batalla es ser pilar de una Iglesia Militante que fue fundada por el mismo nuestro Señor Jesucristo en cabeza de sus apóstoles.
Luchar en la Iglesia Militante es haber nacido a la gracia de Cristo Redentor a través del Cuerpo Místico que es Jesucristo mismo, hecho Iglesia. Entregar la vida por la causa del Evangelio es aceptar el verdadero camino que lleva a la verdadera salvación del alma.
El compromiso en todo esto es con la herencia que nuestro Padre Celestial prometió a nuestro antepasado Abraham que sería cumplido por medio de su propio hijo Jesucristo.
Se puede esperar la Gloria espiritual en Cristo si se camina al centro de la batalla espiritual, donde se lucha día a día con las armas de Dios y viviendo rectamente sin dejarse pervertir por las ilusiones de este mundo, vano y transitorio.
Si se compromete toda la vida a una misión santa de obediencia al Evangelio de Cristo, se vivirá con la certeza de que se llegará triunfante a la santa Jerusalén, donde viviremos una vida real, imperecedera y libre de la muerte y las ilusiones del diablo. Vivir así es haber recibido a Cristo en el corazón.
Bendito sea por siempre el Señor.