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Febrero 17, 1930
La Divina Voluntad es el latido, la criatura el corazón;
la Divina Voluntad es el respiro, la criatura el cuerpo.
Inseparabilidad de la una y de la otra.
(1) El Querer Divino continúa ocupando mi pequeña inteligencia, y yo sumergiéndome en Él siento su fuerza vivificadora, que dentro y fuera me circunda, y mi dulce Jesús que parece que se esconde dentro de las olas altísimas de luz de su Querer Divino, frecuentemente se mueve en estas olas de luz, y haciéndose ver, con ternura indecible me ha dicho:
(2) “Hija mía, mi Divina Voluntad es latido sin corazón, la criatura es corazón, Ella es el latido. Mira que unión inseparable hay entre mi Fiat y la criatura: el corazón es nada, no tiene ningún valor sin el latido, con el latido se constituye vida de la criatura, pero el latido no puede palpitar sin el corazón. Tal es mi Divina Voluntad, si no tiene la nada del corazón de la criatura, no tiene donde formar su latido de vida para desarrollar y formar su Vida Divina. Entonces mira, mi Divina Voluntad no teniendo corazón, lo ha creado en la criatura para tener su corazón dónde poder formar su latido. Además de esto mi Divina Voluntad es respiro sin cuerpo, la criatura es el cuerpo, Ella es el respiro; el cuerpo sin el respiro está muerto, así que quien forma el respiro de la criatura es mi Divina Voluntad, por eso se puede decir: ‘El cuerpo de Ella es el de la criatura, y el respiro de ella es el de mi Querer Divino’. Mira qué gran unión hay entre una y la otra, unión que no puede separarse, porque si cesa el respiro cesa la vida. Por eso mi Divina Voluntad es todo para la criatura: es palabra sin boca, es luz sin ojo, es oído sin orejas, es obra sin manos, es paso sin pies, y por eso el alma que vive en mi Querer Divino le sirve de boca, de ojo, de orejas, de manos y de pies. Ella se restringe para encerrase en la criatura, mientras permanece inmensa, y victoriosa forma en ella su reino, sirviéndose de ella como si fuese su cuerpo, donde late, respira, habla, obra y camina. Por eso el dolor de mi Fiat Divino es incomprensible porque las criaturas no se prestan para hacerlo desarrollar todas sus operaciones en ellas, para hacerlo reinar, y lo obligan al silencio y a la inactividad, y con paciencia divina e indecible espera a quien debe vivir en su Querer para reemprender su hablar y su obrar divino, para formar su reino en medio a las criaturas. Por eso sé atenta hija mía, escucha el hablar de mi Fiat Divino, dale la vida en todos tus actos, y verás los portentos inesperados que mi Divina Voluntad hará en ti”.
Sea todo para gloria de Dios y para cumplimiento de su Santísima Voluntad.