Pureza.
Frente a la inminencia de los últimos tiempos, el
Señor exige de los suyos disposiciones muy precisas. La primera es “tener los
lomos ceñidos”, actitud necesaria para todos, pero especialmente para los
pastores de la grey de Cristo, ya que les permitirá estar mejor preparados para
la evangelización. Algunos Padres relacionaron el ceñimiento de los lomos con la
virtud de la castidad. “Los que viven en castidad –escribe Orígenes- tienen los
riñones ceñidos”.
Comentario:
Se sabe que hacia el fin de los tiempos la lujuria
llevará la voz cantante y lo habrá contaminado casi todo, que es lo que está
sucediendo ahora. Por eso los que quieran permanecer fieles a Cristo deberán
guardar la castidad, la pureza.
Como comentario de la importancia de esta virtud,
pongamos aquí las palabras que Jesús dice en la Obra de María Valtorta,
refiriéndose a este tema, y esto nos ayudará a ser más castos y precavidos
contra el demonio, que por todos los medios nos quiere llevar a la impureza,
pues sabe que con ese pecado nos desmantela el alma.
Dice Jesús:
La pureza tiene un valor tal, que un seno de
criatura pudo contener al Incontenible, porque poseía la máxima pureza posible
en una criatura de Dios.
El verdadero amor no conoce egoísmo. El verdadero
amor es siempre casto, aunque no sea perfecto en la castidad como el de los dos
esposos vírgenes. La castidad unida a la caridad conlleva todo un bagaje de
otras virtudes y, por tanto, hace, de dos que se aman castamente, dos cónyuges
perfectos.
Las dos vías más comunes que Satanás toma para
llegar a las almas son la sensualidad y la gula. Empieza siempre por la materia;
una vez que la ha desmantelado y subyugado, pasa a atacar a la parte superior:
primero, lo moral (el pensamiento con sus soberbias y deseos desenfrenados);
después, el espíritu, quitándole no sólo el amor — que ya no existe cuando el
hombre ha substituido el amor divino por otros amores humanos — sino también el
temor de Dios. Es entonces cuando el hombre se abandona en cuerpo y alma a
Satanás, con tal de llegar a gozar de lo que desea, de gozar cada vez
más.
Insisto sobre el valor de la pureza. La castidad
es siempre fuente de lucidez de pensamiento. La virginidad afina y conserva la
sensibilidad intelectiva y afectiva hasta la perfección, perfección que sólo
quien es virgen experimenta.
El valor de la pureza es tal que — lo has visto —
Satanás se preocupaba ante todo de inducirme a la impureza. Él sabe bien que la
culpa sensual desmantela el alma y la hace fácil presa para las otras culpas. La
atención de Satanás se dirigió a este punto capital para vencerme. El pan, el
hambre, son las formas materiales para la alegoría del apetito, de los apetitos
que Satanás explota para sus fines. ¡Bien distinto es el alimento que él me
ofrecía para hacerme caer como ebrio a sus pies! Después vendría la gula, el
dinero, el poder, la idolatría, la blasfemia, la abjuración de la Ley divina.
Mas el primer paso para poseerme era éste: el mismo que usó para herir a
Adán.
El mundo se burla de los puros. Los culpables de
impudicia los agreden. Juan el Bautista es una víctima de la lujuria de dos
obscenos. Pero si el mundo tiene todavía un poco de luz, se debe a los puros del
mundo. Son ellos los siervos de Dios y saben entender a Dios y repetir las
palabras de Dios. Yo he dicho: "Bienaventurados los puros de corazón, porque
verán a Dios", incluso desde la tierra. Ellos, a quienes el humo de la
sensualidad no turba el pensamiento, "ven" a Dios y lo oyen y le siguen, y lo
manifiestan a los demás.
Cuanto más puros seáis, más comprenderéis; porque
la impureza - del tipo que sea - es en todo caso humo que obnubila y grava vista
e intelecto.
Sed puros. Comenzad a serlo por el cuerpo para
pasar al espíritu. Comenzad por los cinco sentidos para pasar a las siete
pasiones. Comenzad por el ojo, sentido que es rey y que abre el camino a
la más mordiente y compleja de las hambres. El ojo ve la carne de la mujer y
apetece la carne. El ojo ve la riqueza de los ricos y apetece el oro. El ojo ve
la potencia de los gobernantes y apetece el poder. Tened ojo sereno, honesto,
morigerado, puro, y tendréis deseos serenos, honestos, morigerados y puros.
Cuanto más puro sea vuestro ojo, más puro será vuestro corazón. Estad
atentos a vuestro ojo, ávido descubridor de los pomos tentadores. Sed castos en
las miradas, si queréis ser castos en el cuerpo. Si tenéis castidad de carne,
tendréis castidad de riqueza y de poder; tendréis todas las castidades y seréis
amigos de Dios. No temáis ser objeto de burlas por ser castos, temed sólo ser
enemigos de Dios.
Un día oí decir: "El mundo se burlará de ti,
considerándote mentiroso o eunuco, si muestras no tender hacia la mujer". En
verdad os digo que Dios ha puesto el vínculo matrimonial para elevaros a
imitadores suyos procreando, a ayudantes suyos poblando los Cielos. Pero existe
un estado más alto, ante el cual los ángeles se inclinan viendo su sublimidad
sin poderla imitar. Un estado que, si bien es perfecto cuando dura desde el
nacimiento hasta la muerte, no se encuentra cerrado para aquellos que, no siendo
ya vírgenes, arrancan su fecundidad, masculina o femenina, anulan su virilidad
animal para hacerse fecundos y viriles sólo en el espíritu. Se trata del
eunuquismo sin imperfección natural ni mutilación violenta o voluntaria, el
eunuquismo que no impide acercarse al altar; es más, que, en los siglos
venideros, servirá al altar y estará en torno a él. Es el eunuquismo más
elevado, aquel cuyo instrumento amputador es la voluntad de pertenecer a Dios
sólo, y conservarle castos el cuerpo y el corazón para que eternamente refuljan
con la candidez que el Cordero aprecia.