EUGENIA VON DER LEYEN
Nada impuro entrará en el Cielo
Para el alma manchada, pero sin culpas graves (pecados mortales), esta luz es ya un juicio; pues un estado de culpa no va bien con la infinita santidad y perfección de Dios. La unión con Dios "su eterna bienaventuranza", es, por tanto, imposible. El alma no sería capaz de soportar su Grandeza.
Ciertamente la mayor parte de las personas jamás entrarían al Cielo si no fuese por aquel lugar de purificación en el más allá. Dios dice a traves de su Iglesia: "Quienes mueren en gracia y amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios" (Catecismo Iglesia Católica 1054).
El presente tema tiene su fundamento en aquellas palabras de la Sagrada Escritura: "Santo y saludable es el pensamiento de rogar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (IIº Macabeos 12, 34-43).
La Iglesia nos recuerda también aquella parábola del Evangelio que habla de una prisión, de la cual nadie saldrá hasta no haber pagado el último céntimo (Mateo 5,24-25).
El alma que al momento de la muerte aún se halla manchada por el pecado, se siente inexpresablemente abatida ante la presencia de Dios, como aplastada por el peso de su culpa, que debe ser expiada; ella misma es quien se arroja al Purgatorio. Sólo entonces ella comprende lo que es Dios y su amor hacia las almas, igualmente la desgracia del pecado ante los ojos de su Divina Majestad. Ella desea lanzarse inmediatamente a los brazos de Dios, mas se siente totalmente indigna, se halla como encadenada; destrozada de arrepentimiento y de dolor, suspira y anhela a Dios y le agradece profundamente, pues todavía puede reparar y expiar sus tantas maldades.
La pobre alma es consciente de que está salvada, y esto la consuela en su tormento. Sin duda es una gran misericordia de Dios que aún después de la muerte exista un lugar donde se pueda reparar. El Purgatorio es, pues, un misterio de la gracia, un fuego de la Divina Misericordia.
También tormentos físicos
El terrible tormento que experimentan las almas por el deseo de Dios, se une a los castigos particulares correspondientes a cada pecado. Con el arrepentimiento y la Confesión se elimina el pecado, mas no el castigo merecido por él.
El fuego purificador, que la quema dentro, la atormentará especialmente en aquellas partes del cuerpo que fueron causa de pecado. Aunque el cuerpo ha quedado en la tierra, la pobre alma tendrá la sensación de tenerlo aún, pues este también tiene parte en el doloroso castigo, como aquellas que se aparecieron a Eugenia mostrando su boca llena de heridas, por los pecados cometidos con la lengua; o aquella otra con las manos ensangrentadas, por haber asesinado.
Este es un acto de la Divina Justicia, pues luego del Juicio Final el Purgatorio cesará, y el cuerpo, que juntamente pecó con el alma, quedaría impune.
Sor María de la Natividad (fallecida en 1798), en complemento a esto dice: "Algunos años antes del Juicio Universal, las penas del Purgatorio se incrementaran para cada alma en proporción a la grandeza de su culpa. Dios puede hacer sufrir a un alma en un año, todo aquello que debería haber sufrido en 100 años. Los ángeles comunicarán a las almas que, para pagar totalmente su deuda, sus sufrimientos aumentarán pues se acerca el Juicio Universal".
Las Pobres Almas son verdaderamente pobres
Las Almas del Purgatorio se llaman justamente "Pobres Almas", porque tienen gran necesidad de ser ayudadas. No pueden ya ofrecer obras a la Divina Justicia para satisfacer por sus errores, como cuando estaban en la tierra.
El Señor Obispo, Monseñor Keppler de Rottenberg, gran predicador de las Almas del Purgatorio, dice: "En el Purgatorio las almas se asemejan al péndulo de un reloj: sufren y esperan - sufren y esperan". Las almas sufren y sufren sin ganar ningún mérito. En cambio, al soportar pacientemente los dolores en el mundo, le hacen merecer la Felicidad Eterna. Los sufrimientos y penas de estas almas, según San Agustín, son peores que los tormentos que padecieron los mártires. Según Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura, las almas en el Purgatorio arden en un fuego semejante al del Infierno (como los condenados), con la sola diferencia que las primeras agradecen y bendicen a Dios por su salvación, y las otras, en cambio, lo maldicen.
Esta es la razón por la que estas Benditas Almas son tan pobres, más que un mendigo, pues lo único que pueden es sufrir.
Según la Beata Ana Catalina Emmerick y Ana María Lindmayr, las almas que no pertenecen a la Iglesia son unas de las más necesitadas, pues no tienen a nadie que ore por ellas, quedan en absoluto abandono; sus familiares, que no creen en el Purgatorio, no rezan por ellas, ni hacen actos de caridad en su favor.
Las Pobres Almas ruegan por los vivos
En una revista publicada por la Iglesia bajo el título "Voces del más allá", aparece lo siguiente: Una monja francesa rezó y ofreció mucho por una Hermana suya difunta. Por bondad de Dios y para instrucción nuestra, se le apareció. Le dijo: "Hay almas que padecen su purgatorio en los lugares donde pecaron; algunas al pie del altar, pero no por alguna falta cometida allí, sino como premio a la devoción y respeto que en vida tuvieron al S. Sacramento y a otros lugares santos.
Estas sufren menos que si se hallaran en el Purgatorio, y Jesús, a quien ven con los ojos de la Fe y el alma, alivia sus tormentos.
Las Almas del Purgatorio no están ocupadas solamente en sus sufrimientos; ruegan mucho para que se haga la voluntad de Dios, y por los hombres que les han abreviado y aligerado sus dolores. Ellas alaban y magnifican al Señor por su misericordia infinita, pues a muchas de ellas sólo les falto un mínimo para caer en el espantoso abismo y condenarse. Nunca podremos llegar a imaginar el enorme agradecimiento de estas pobres almas que de tal forma fueron libradas de satanás.
La Indulgencia Plenaria es muy rara
Entre otras, una de las preguntas que la Monja le hizo a la difunta, fue: ¿Te ayuda la Indulgencia Plenaria? Respuesta: "Pocas, poquísimas personas son capaces de ganarlas; es necesaria una verdadera contrición del corazón y de la voluntad, lo cual es raro, muy raro, más raro de lo que se piensa; en el Purgatorio recibimos las indulgencias que se nos ofrecen según el querer de Dios. Si un alma está al extremo del deseo, esto es, cerca del cielo, ella puede ser liberada con alguna Indulgencia Plenaria que sea ofrecida, totalmente o en parte, a su favor. Pero para la mayoria de las almas esto no sucede. Si durante su vida las almas tuvieron poca estima o pensaron poco en las Indulgencias, Dios, Justo y Eterno, las recompensa según sus obras. Ellas reciben solamente lo que Él tenga a bien darles, mas casi nunca es una Indulgencia total".
El día de Navidad es la gran fiesta de las Pobres Almas
Otra pregunta: ¿El día de la conmemoración de los fieles difuntos son liberadas la mayoría de las almas?: "El día de los difuntos un gran número de almas, por una especial gracia de Dios, dejan el lugar de expiación y entran al Cielo; sólo en este día todas las almas tienen, sin excepción, parte en las oraciones de la Iglesia. Muchas almas por Justicia Divina reciben, durante los largos años que deben pasar en el Purgatorio, este único refrigerio. Por lo tanto, no es el día de los difuntos que la mayoría de las almas entran al cielo, sino el día de Navidad.
Mil años ante Dios son como un día
¿Cuánto duran las penas del Purgatorio? Esto es distinto para cada alma, sin embargo los tormentos más largos y más terribles son para aquellos de duro corazón; también aquellos de los que habla el Beato Enrique Suso (muerto en el año 1365): "Existen personas que han hecho airar tanto a Dios, que deberán sufrir en el Purgatorio hasta el último día. Son los pecadores obstinados, aquellos que han pospuesto su conversión para el final de su vida, los cuales tuvieron, pues, antes de morir, un mínimo de arrepentimiento".
No obstante, el concepto de tiempo para las Pobres Almas es totalmente diferente al nuestro. Según Ana María Lindmayr, una hora de purgatorio para ellas, se hace más largo que 20 años de sufrimientos en el mundo; para las que deben sufrir más, el tormento se hace eterno, y para las demás se hace breve.
La monja difunta, hablando del tiempo de las penas del Purgatorio, dice: "Te digo esto según los cálculos humanos, porque para nosotras es distinto... Estoy aquí desde hace ocho años, pero me parece haber estado dieciséis mil años... ¡Oh Dios mío!"
San Miguel, Patrono de las Pobres Almas
San Miguel Arcángel y las Pobres Almas. Un alma dijo: "Él no sólo es el testigo cuando se proclama la sentencia; es también ejecutor de la Divina Justicia... y acompaña al alma después de haber completado la purificación a la eterna felicidad. Es compasivo con nosotras y nos anima en nuestros tormentos hablándonos del Cielo". A veces viene acompañado de la Virgen, a quien vemos corporalmente en sus fiestas. En sus fiestas ella viene a visitarnos y regresa al Cielo con muchas almas. También nuestroAngel Custodio nos consuela...
Podemos ayudarlas de muchas formas
Y cómo?
1. Ante todo con la S. Misa, que nunca podría ser sustituida por ninguna otra cosa. No sólo debemos mandarla celebrar, sino también asistir a ella. En la S. Misa ofrecemos al Padre Celestial los méritos y sufrimientos de su Divino Hijo, sus santas Llagas y su preciosa Sangre, su tormentosa expiación. En su amor misericordioso por las almas, Él nos permite transferir este infinito y precioso tesoro a su favor, e igualmente recibir y ofrecer por ellas la S. Comunión, claro está, todo sólo por medio de nuestra Santísima Madre. Ana María Lindmayr hace énfasis en esto: "Todas las buenas obras deben confiarse a nuestra Madre, no debemos ofrecer nada según nuestro propio querer".
"Les ayuda de un muy modo especial las llamadas "Misas Gregorianas", que se aplican durante todo un mes por los difuntos. Su origen se remonta al Papa San Gregorio Magno (540-604).
En su libro Diálogos se lee que San Gregorio tuvo una revelación por la que constataba que un religioso llamado Justo había pasado del Purgatorio a la Gloria gracias a la celebración de la Santa Misa, en la que se pidió por su eterno descanso y el perdón de sus pecados durante 30 días consecutivos... Después esto se hizo una costumbre... Las condiciones eran:
1º Las treinta Misas debían celebrarse en forma continua, sin interrupción, con excepción del Viernes Santo y debían aplicarse siempre por los mismos difuntos. 2º No era necesario que las celebrara un mismo sacerdote, ni en un mismo altar, ni en memoria de San Gregorio.
2. Por medio del sufrimiento reparador. Cualquier sufrimiento que se ofrezca por ellas les proporciona un gran alivio. La Beata Ana Catalina Emmerick dice: "Es imposible describir qué enorme consuelo les llevamos a las pobres almas con nuestro autodominio y nuestros pequeños sacrificios". Se sabe del Santo Cura de Ars que él pidió a Dios de poder sufrir por las noches en favor de las Almas del Purgatorio.
3. El rezo del S. Rosario, después de la S. Misa, es el medio más eficaz para ayudarlas. Por medio del S. Rosario son diariamente liberadas muchas almas, que de lo contrario habrían seguido sufriendo por muchos años más. Por este medio las encomendamos a la poderosa intercesión de la Madre de Dios, quien con el mayor de los gustos las socorre, ella que es la más grande consoladora.
4. También con el rezo y meditación del Vía Crucis les aliviamos en gran medida sus tormentos, ofreciendo al Padre los dolores y muerte de su amado Hijo y las lágrimas de su querida Madre.
En cada estación podríamos agregar "Oh Jesús mío, por tu crucifixión, ten piedad de nosotros y de todos los difuntos". También les es de gran provecho la oración de las cinco llagas, especialmente frente a la tumba del difunto.
5. Las indulgencias son de un valor inestimable, fue lo que dijeron las almas a María Simma (1915-2004). Ciertamente, pues ellas acortan sus padecimientos; de hecho, la indulgencia es la remisión total o parcial ante Dios de un castigo temporal por pecados que han sido perdonados, pero no expiados.
Atendamos a estos tesoros de gracias que Jesús ha ganado para nosotros con su pasión y nos es dado por medio de la Iglesia.
6. Ejercicios de virtud y buenas obras. Jesús, por medio de Ana María Lindmayr, nos recomienda: "Debemos proponernos cada semana una virtud específica y ejercitarnos en ella ante Dios y los hombres, aprovechando cada oportunidad que se nos presente". Estos actos, sin embargo, debemos ponerlos en manos de la Santa Madre, por medio de nuestro Ángel Custodio, para que ella los use como convenga mejor. Por ejemplo, los actos de humildad y de renuncia de sí mismo pueden servir para aquellas almas que deben sufrir a causa de su soberbia y desprecio de los demás". Ella dice expresamente: "Es justamente con la humildad que podemos ayudar a las Pobres Almas, mucho más que con cualquier penitencia que pudiésemos hacer".
Los sufrimientos de las almas que en vida pecaron con el demasiado comer y beber pueden ser aliviados con el ayuno; otras, en cambio, tienen necesidad de actos de paciencia y dulzura, para verse libres de las penas debidas a su impaciencia e ira. Los tormentos de quienes fueron duros de corazón pueden ser mitigados con las obras de misericordia, a estos les ayuda especialmente ayudar con donaciones para las misiones.
7. Un medio muy fácil para ayudarlas es la buena intención, por ejemplo, antes de hacer cualquier cosa decir: "En nombre de Dios" o "Jesús, todo por ti" o "Todo por tu Sagrado Corazón por medio de tu Santísima Madre".
Aquella Monja difunta dijo esto tan importante a su Hermana: "Sucede en el mundo, y hasta en los Monasterios, que muchas acciones y obras buenas en sí mismas no obtendrán en el día de la recompensa premio alguno por no haber sido antes ofrecidas a Dios".
También el llamado acto heroico de caridad hace parte de estas buenas intenciones en alivio de las almas.
Este acto consiste en ofrecer voluntariamente todas las obras buenas que hagamos en favor de los difuntos. Con esto no perdemos nada, porque: "Aquello que hicieron al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hicieron".
8. Algo bastante útil para las pobres almas, indica Ana María Lindmayr, es el agua bendita. Con frecuencia el Señor le encargaba rociar agua bendita. Tenía la piadosa costumbre de antes de acostarse dar agua bendita a las Almas del Purgatorio.
Ella escribió: "Una noche me olvidé y me fui a dormir; mas las pobres almas permanecieron todo el tiempo dando vueltas alrededor de mi cama, me levanté y las rocié con el agua bendita. Sólo hasta entonces pudieron descansar". Las Almas Santas sienten la fuerza purificadora y santificante del agua bendita, igualmente el amor con el cual se les da.
Santa María Magdalena de Pazzi solía decir a sus novicias: "¡Hermanas, no suban inútilmente las escaleras!", queriéndoles decir que hasta la más pequeña acción la hiciesen como acto de obediencia y con recta intención, ofreciéndola a Jesús por amor a Él!
9. Incluso el encender velas en su nombre las ayuda. Primero, por tratarse de un gesto de atención y amor hacia ellas; y lo otro, porque al estar benditas iluminan las tinieblas en que se puedan encontrar. Meditemos sobre nuestra enorme miseria y la desgracia que es estar en pecado, incluso venial, y hagamos nuevamente el firme propósito de combatir, con una entera confianza en la gracia de Dios, nuestra debilidad y nuestra maldad.
Vivamos desde hoy mismo conscientes de la Divina presencia de Jesús en nosotros para que seamos invadidos de Su Amor, que todo lo abraza, y conformados plenamente a Él. En esta íntima unión con Dios podremos desprendernos de todo y dar mucho más a aquellas que no pueden hacer nada por sí mismas: Las Pobres Almas del Purgatorio.
Oración de ofrecimiento por las Almas del Purgatorio
Amabilísimo y buen Dios, porque es Tu voluntad que oremos por las pobres almas del Purgatorio, te ofrecemos por medio de las purísimas manos de María, nuestra Madre, todas las Misas celebradas en este día para gloria tuya y por la libertad de todas las almas del Purgatorio. Te rogamos humildemente que tengas piedad de todas ellas y canceles sus culpas, por los infinitos méritos de tu amadísimo Hijo. Amén.