lunes, 17 de marzo de 2014

La beata Anna Catalina Emmerich y las desvirtuaciones de la Última Cena



ana-catalina-emmerichLa beata estigmatizada Anna Catalina Emmerich, beatificada por Juan Pablo II en 2004, fue un alma con unos dones sobrenaturales como pocas veces se han conocido en la historia de la Iglesia. Entre ellos sus visiones que le hicieron contemplar como una espectadora la Pasión de Jesucristo -sobre las que se basaron la famosa película de Mel Gibson- así como la vida de la Virgen María.
Tal como nos dice el padre Angel Peña, O.P., y destacando que la beata nunca estuvo físicamente en dichos lugares, Para comprobar la autenticidad esencial de las visiones de Ana Catalina, podemos poner como ejemplo el hallazgo de la casa de la Virgen en Éfeso. Según el relato escrito en “La vida de la Santísima Virgen María”la casa de María se encuentra a unas tres horas de Éfeso sobre una colina situada a la izquierda de la carretera de Jerusalén. La montaña cae a pico hacia Éfeso que se divisa, viniendo del sudeste.
El 1891, el padre Jung, sacerdote lazarista, acompañado por otro hermano y dos laicos, se dirigieron hacia Éfeso, en Turquía, para estudiar la realidad del relato de acuerdo a la visión de Ana Catalina. Encontraron una capilla en ruinas que eran los restos de un modesto y antiguo santuario que la tradición local llamaba Panaghia Kapulu (puerta o Casa de la Santísima). Ese sería el lugar donde vivió la Santísima Virgen en Éfeso los últimos años de su vida. Y los fieles ortodoxos acuden a él anualmente el día de la Asunción, en peregrinación.
Las coincidencias entre el relato de Brentano y la realidad eran tan grandes que se hicieron excavaciones arqueológicas en 1892, sacando a luz los cimientos de una casita edificada entre los siglos I y II y cuyo plano corresponde a lo que indica Ana Catalina como vivienda de María. La noticia se extendió rápidamente y, ya en 1896, acudieron un millón de fieles en peregrinación.”
En sus visiones sobre La Pasión nos relata, visto en primera persona por ella, todo lo que aconteció en la Última Cena, y tiene detalles muy importantes para aclarar un aspecto de la misma que se presenta en la actualidad por múltiples vías de forma poco realista para avalar múltiples posiciones, sobre todo litúrgicas.
Hoy en día es frecuente ver y oír como se presenta la Última Cena como si fuera un acontecimiento informal, una reunión de amigos, una explosión de alegría desarrollada en un ambiente cuasi festivo de exaltación de la amistad. Esta celebración de alegría informal, según dicen, habría sido bien recogida por la liturgia de los primeros cristianos para posteriormente, a raíz de Trento, ser “adornada” de solemnidad, misterio, recogimiento, boato y espíritu sacrificial únicamente con el fin de contrarrestar los excesos protestantes, lo cual habría oscurecido durante siglos la verdadera liturgia.
Sin embargo, como decía el profesor Amerio, nada más lejos de lo ocurrido, En realidad la Ultima Cena fue un acto supremo de amor divino, pero fue un evento trágico. Se desenvolvió en el presentimiento del deicidio, en la sombra de la traición, en el espanto de los discípulos, inseguros de su propia fidelidad al Maestro, en el temor previo al sudor de sangre de Getsemaní. El arte cristiano ha representado siempre la Ultima Cena como un evento trágico, y no como un convite divertido”.
Y así lo atestiguan las visiones de Catalinna Emmerich. El ambiente de la misma no parecía precisamente una alegre reunión. Durante la Cena “al principio estuvo muy afectuoso con sus Apóstoles; después se puso serio y melancólico y les dijo: Uno de vosotros me venderá; uno de vosotros, cuya mano está conmigo en esta mesa” y amenazó sin decir el nombre al traidor “Jesús añadió: “El hijo del hombre se va, según esta escrito de Él; pero desgraciado el hombre que venderá al Hijo del hombre: más le valdría no haber nacido“.
En la misma había en todo momento un aire de solemnidad, o sea nada cotidiano: “De pie en medio de los Apóstoles, les habló algún tiempo con solemnidad. La predicación no fue únicamente sobre la amistad, sino “sobre la penitencia, la confesión de las culpas, el arrepentimiento y la justificación”.Los Apóstoles lejos de entregarse a una alegra cena de amistad, comprendían perfectamente lo que estaba pasando y, dice la beata, “vi también que todos reconocían sus pecados y se arrepentían”.
Cuando llegó el sagrado momento de la institución del Sacramento del Altar, “El Señor estaba entre Pedro y Juan; las puertas estaban cerradas; todo se hacía con misterio y solemnidad. Cuando el cáliz fue sacado de su bolsa, Jesús oró, y habló muy solemnemente. Yo le vi explicando la Cena y toda la ceremonia: me pareció un sacerdote enseñando a los otros a decir misa.
De otra parte, el “cutrismo” litúrgico, que suele usar vestimentas y cálices “pobres”, sin adornos de ningún tipo, supuestamente más acordes con el cristianismo primitivo, no parece que fuera lo que vio la beata: “El cáliz que los apóstoles llevaron de la casa de Verónica [para la Última Cena], es un vaso maravilloso y misterioso. Había estado mucho tiempo en el templo entre otros objetos preciosos y de gran antigüedad, cuyo origen y uso se había olvidado” y nos atestigua además que había servido ya muchas veces a Jesús para la celebración de las fiestas”.
Estábamos pues ante un acontecimiento lleno de solemnidad, donde se uso el cáliz que solía usar Jesucristo, un cáliz especial, un vaso maravilloso lleno de misterio, un objeto precioso, y todo ello envuelto en un ambiente serio, de misterio, envuelto en el arrepentimiento de los pecados personales, al punto que la beata nos dice como conclusión lo que sé es que todo me recordó de un modo extraordinario el santo sacrificio de la Misa.”. Recordemos que en época de la beata la Misa se celebraba como la forma extraordinaria hoy, es decir con todo el ritualismo, misterio y solemnidad del milenario rito que es lo más alejado que podamos imaginar a la “imagen” de una alegre “cena”. Todo ello lo refrenda nuevamente en su relato de la subida al monte de los olivos donde nos cuenta“Los Apóstoles conservaban aún algo del entusiasmo y del recogimiento que les había comunicado la santa comunión y los discursos solemnes y afectuosos de Jesús”
rodillasjhsY respecto a la Sagrada Comunión, nos dice la beata:“Tomó la patena con los pedazos de pan y dijo: Tomad y comed; este es mi Cuerpo, que será dado por vosotros. Extendió su mano derecha como para bendecir, y mientras lo hacía, un resplandor salía de Él: sus palabras eran luminosas, y el pan entraba en la boca de los Apóstoles como un cuerpo resplandeciente: yo los vi a todos penetrados de luz; Judas solo estaba tenebroso.”. Esta narración de los hechos parece sugerir claramente una comunión directa de los Apóstoles en la boca, con efectos claramente sobrenaturales pues “entraba en la boca de los Apóstoles como un cuerpo resplandeciente” lo cual es la antítesis de presentar la comunión de los apóstoles como si comieran un pan más, un alimento. Lo que sucedió es muy ajeno a ese espíritu sino que fue un ambiente sobrenatural de misterio y reverencia.
¿Se puede deducir de todo esto que esta comunión fue dada directamente en la boca? Pues es perfectamente posible y parece sugerirse. De hecho, como nos explica Mons. Schneider, aparte del propio relato de la beata, no es para nada desdeñable la idea: Es posible suponer que Cristo, durante la Última Cena, haya dado el pan a cada Apóstol directamente en la boca y no sólo a Judas. Efectivamente existía una práctica tradicional en el ambiente del Medio Oriente en el tiempo de Jesús y que aún ser conserva en nuestros días: el anfitrión nutre a sus huéspedes con su propia mano, poniendo en su boca un pedazo simbólico del alimento”.
El capítulo posterior donde nos narra los acontecimientos en el huerto de los olivos no puede más que dejar acongojado a cualquier católico de buena voluntad por el absoluto realismo con el que describe como parte del sufrimiento que hizo sudar sangra a Jesús fue por la visión de los pecados futuros de los cristianos, especialmente los cometidos contra la Santísima Eucaristía, es un episodio que merece la pena ser leído por que describe proféticamente casi milimétricamente lo que desgraciadamente vivimos hoy en día:
“Apareciéronse a los ojos de Jesús todos los padecimientos futuros de sus Apóstoles, de sus discípulos y de sus amigos; vio a la Iglesia primitiva tan pequeña, y a medida que iba creciendo vio las herejías y los cismas hacer irrupción, y renovar la primera caída del hombre por el orgullo y la desobediencia; vio la frialdad, la corrupción y la malicia de un número infinito de cristianos; la mentira y la malicia de todos los doctores orgullosos, los sacrilegios de todos los sacerdotes viciosos, las funestas consecuencias de todos estos actos, la abominación y la desolación en el reino de Dios en el santuario de esta ingrata humanidad, que Él quería rescatar con su sangre al precio de padecimientos indecibles.
En medio de todas esas apariciones, yo veía a Satanás moverse bajo diversas formas horribles, que representaban diferentes especies de pecados. Estas figuras diabólicas arrastraban, a los ojos de Jesús, una multitud de hombres, por cuya redención entraba en el camino doloroso de la cruz. Al principio vi rara vez la serpiente, después la vi aparecer con una corona en la cabeza: su estatura era gigantesca, su fuerza parecía desmedida, y llevaba contra Jesús innumerables legiones de todos los tiempos, de todas las razas. En medio de esas legiones furiosas, de las cuales algunas me parecían compuestas de ciegos, Jesús estaba herido como si realmente hubiera sentido sus golpes; en extremo vacilante, tan pronto se levantaba como se caía, y la serpiente, en medio de esa multitud que gritaba sin cesar contra Jesús, batía acá y allá con su cola, y desollaba a todos lo que derribaba.
Entonces me fue revelado que estos enemigos del Salvador eran los que maltrataban a Jesucristo realmente presente en el Santísimo Sacramento. Reconocí entre ellos todas las especies de profanadores de la Sagrada Eucaristía. Yo vi con horror todos esos ultrajes desde la irreverencia, la negligencia, la omisión, hasta el desprecio, el abuso y el sacrilegio; desde la adhesión a los ídolos del mundo, a las tinieblas y a la falsa ciencia, hasta el error, la incredulidad, el fanatismo y la persecución. Vi entre esos hombres, ciegos, paralíticos, sordos, mudos y aun niños. Ciegos que no querían ver la verdad, paralíticos que no querían andar con ella, sordos que no querían oír sus avisos y amenazas; mudos que no querían combatir por ella con la espada de la palabra, niños perdidos por causa de padres o maestros mundanos y olvidados de Dios, mantenidos con deseos terrestres, llenos de una vana sabiduría y alejados de las cosas divinas. Vi con espanto muchos sacerdotes, algunos mirándose como llenos de piedad y de fe, maltratar también a Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Yo vi a muchos que creían y enseñaban la presencia de Dios vivo en el Santísimo Sacramento, pero olvidaban y descuidaban el Palacio, el Trono, lugar de Dios vivo, es decir, la Iglesia, el altar, la custodia, los ornamentos, en fin, todo lo que sirve al uso y a la decoración de la Iglesia de Dios. Todo se perdía en el polvo y el culto divino estaba si no profanado interiormente, a lo menos deshonrado en el exterior. Todo eso no era el fruto de una pobreza verdadera, sino de la indiferencia, de la pereza, de la preocupación de vanos intereses terrestres, y algunas veces del egoísmo y de la muerte interior.
Aunque hablara un año entero, no podría contar todas las afrentas hechas a Jesús en el Santísimo Sacramento, que supe de esta manera. Vi a los autores de ellas asaltar al Señor, herirle con diversas armas, según la diversidad de sus ofensas. Vi cristianos irreverentes de todos los siglos, sacerdotes ligeros o sacrílegos, una multitud de comuniones tibias o indignas. ¡Qué espectáculo tan doloroso! Yo veía la Iglesia, como el cuerpo de Jesús, y una multitud de hombres que se separaban de la Iglesia, rasgaban y arrancaban pedazos enteros de su carne viva. Jesús los miraba con ternura, y gemía de verlos perderse.”
No nos dejemos pues influir por ese espíritu que desvirtuá la Última Cena para justificar la mundanalización y desacralización de la sagrada liturgia, el culto y la reverencia debida al Santísimo Sacramento y que tanto hizo sufrir a Nuestro Señor en el huerto de los olivos. No, no se pareció a una alegre cena de amigos informal, sino que todo me recordó de un modo extraordinario el santo sacrificio de la Misa”. 
Beata Anna Catalina Emmerich, ruega por nosotros.
Fray Guzmán

EXAMEN DE CONCIENCIA - LOS DIEZ MANDAMIENTOS, P. WILSON SALAZAR













domingo, 16 de marzo de 2014

Profecías de la Beata Catalina Emmerich que coinciden con los acontecimientos actuales y que se vienen marcando desde la década de los 40's

Deterioro del mundo a partir de la década del 40 coincide con la profecía de Catalina Emmerich

Guerras y revoluciones en el mundo y Lucifer desencadenado.

A partir de 1940 el mundo entró en un espiral de cambios que lo han alejado de la espiritualidad y están destruyendo la civilización. En 1939 comenzó la segunda guerra mundial con el infame holocausto, al que siguieron los holocaustos rusos, chinos y turcos. En los 50 se consolidó la guerra fría y la revolución china. Y en los 60 comenzó la revolución sexual, cuyo hito es el mayo del 68 francés, y el Concilio Vaticano II que generó tantos problemas en la Iglesia.  


Concomitantemente, en el siglo XIX, la beata Ana Catalina Emmerich tuvo una visión de que Lucifer era liberado del infierno por el 1940, cuando Jesús bajó a los infiernos luego de su muerte, y un tiempo antes serían liberados algunos secuaces para preparar el terreno. 

UN HECHO DESAPERCIBIDO

Cuando Jesús bajó a los infiernos luego de su muerte, sujetó todas las cosas a su victoria, hasta a los demonios, quienes se vieron obligados a “doblar la rodilla” en su presencia. Pero hay un hecho que ha pasado casi desapercibido, Ana Catalina Emmerich tuvo la videncia de que en ese momento se produjo la liberación de Lucifer de las cadenas del infierno, para 50 o 60 años antes del 2000 y un tiempo antes algunos demonios.
La vidente Beata A.C. Emmerich (1774 – 1824) escribió un libro (“La Dolorosa Pasíon de Nuestros Señor Jesucristo”) que en un capítulo contiene sus visiones sobre el descenso de Jesús a los infiernos, donde liberó desde Eva y Adán en adelante, que habían estado esperando su redención salvadora, hecho que se recuerda el Sábado Santo, ver aquí y aquí.
La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, Emmerich al parecer fue la base para la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo de 2004.

LA VISIÓN DEL INFIERNO

Uno de los capítulos de La Dolorosa Pasión muestra el Infierno
El infierno se me apareció bajo la forma de un edificio inmenso, tenebroso, cerrado con enormes puertas negras con muchas cerraduras; un aullido de horror se elevaba sin cesar desde detrás de ellas. ¿Quién podría describir el tremendo estallido con que esas puertas se abrieron ante Jesús? ¿Quién podría transmitir la infinita tristeza de los rostros de los espíritus de aquel lugar?
La Jerusalén celestial se me aparece siempre como una ciudad donde las moradas de los bienaventurados tienen forma de palacios y de jardines llenos de flores y de frutos maravillosos.
El infierno lo veo en cambio como un lugar donde todo tiene por principio la ira eterna, la discordia y la desesperación, prisiones y cavernas, desiertos y lagos llenos de todo lo que puede provocar en las almas el extremo horror, la eterna e ilimitada desolación de los condenados. Todas las raíces de la corrupción y del terror producen en el infierno el dolor y el suplicio que les corresponde en las más horribles formas imaginables; cada condenado tiene siempre presente este pensamiento, que los tormentos a que está entregado son consecuencia de su crimen, pues todo lo que se ve y se siente en este lugar no es más que la esencia, la pavorosa forma interior del pecado descubierto por Dios Todopoderoso.

LOS ÁNGELES DERRIBAN LA PUERTA DEL INFIERNO

Los ángeles toman el infierno, todos tuvieron que adorar a Jesús y ahí decreta la liberación de Lucifer 50 o 60 años antes del 2000, por un tiempo, pero antes libera a unos demonios para que vayan preparando el camino.
Cuando los ángeles, con una tremenda explosión, echaron las puertas abajo, se elevó del infierno un mar de imprecaciones, de injurias, de aullidos y de lamentos. 
Todos los allí condenados tuvieron que reconocer y adorar a Jesús, y éste fue el mayor de sus suplicios. En el medio del infierno había un abismo de tinieblas al que Lucifer, encadenado, fue arrojado, y negros vapores se extendieron sobre él.
Es de todos sabido que será liberado durante algún tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año 2000 de Cristo. Las fechas de otros acontecimientos fueron fijadas, pero no las recuerdo, pero sí que algunos demonios serán liberados antes que Lucifer, para tentar a los hombres y servir de instrumento de la divina venganza.

LAS ALMAS DE LOS REDIMIDOS VAN AL PURGATORIO

En el mismo momento también salen las almas del purgatorio.
La Beata Ana Catalina Emmerich también describe el encuentro de Jesús con Adán y Eva, así como la gran alegría que inundó las almas que habían estado esperando en el Purgatorio por los frutos meritorios de su Pasión Redentora.
Vi multitudes innumerables de almas de redimidos elevarse desde el purgatorio y el limbo detrás del alma de Jesús, hasta un lugar de delicias debajo de la Jerusalén celestial. Vi a Nuestro Señor en varios sitios a la vez; santificando y liberando toda la creación; en todas partes los malos espíritus huían delante de Él y se precipitaban en el abismo. Vi también su alma en diferentes sitios de la tierra, la vi aparecer en el interior del sepulcro de Adán debajo del Gólgota, en las tumbas de los profetas y con David, a todos ellos revelaba los más profundos misterios y les mostraba cómo en Él se habían cumplido todas las profecías.

QUE PASÓ EN EL MUNDO ALREDEDOR DE 1940

Sesenta años antes del 2000 (cuando habría sido liberado Lucifer y unoa años antes algunos demonios) nos retrotrae a 1940, en plena segunda guerra mundial que comenzó en 1939, en la cual el nazismo mató a seis millones de judíos, y cuyas bajas totales se estiman en alrededor de 70 millones de personas.
Pero también estaba en marcha una matanza peor y silenciosa, que exterminó a 50 millones de rusos y otras nacionalidades por el régimen comunista soviético, cuya cúspide fue durante el período de Iósif Stalin, que ascendió al poder en 1941 y lo retuvo hasta 1953.
En 1950 triunfa la Revolución China y se crea la República Popular China, bajo el liderazgo de Mao Tse Dong, que según las estimaciones tiene el record de 60 millones de fusilamientos.
El período post guerra, que comenzó con la reconstrucción de Europa, consolidó el liderazgo mundial de EE.UU., dando comienzo así a la “guerra fría” que produjo enorme cantidad de conflictos, como la Guerra de Corea y la de Vietnam, ocasionó la guerrilla y las consecuentes dictaduras militares en América Latina, y numerosas revoluciones independentistas en África y Asia.
Pero la post guerra fue una época de grandes cambios de valores, abriendo la compuerta a la descristianización de occidente que se hizo especialmente visible en los movimientos del mayo de París ’68, donde se desencadenó formalmente la revolución sexual.
Dentro de la Iglesia Católica es llamativo que las estadísticas muestren que los abusos sexuales en EE.UU. tuvieron su pico en la década de los ’50. Y otro hito a destacar es el Concilio Vaticano II, que comenzó en 1962, y que propició (intencionadamente o no) un descenso en la religiosidad, crisis en el sacerdocio y diversos movimientos cuestionadores de la doctrina tradicional que subsisten hasta hoy.
Esto es una apretada síntesis de lo que sucedió y probablemente nos olvidamos de hecho importantes, pero la intención fue mostrar la correlación entre la supuesta liberación de Lucifer y secuaces y los hechos en el mundo.
Fuentes: La Dolorosa Pasión de Nuestros Señor Jesucristo por Ana Catalina Emmerich,

Jesús baja a los Infiernos y al Purgatorio: visión de Ana Catalina Emmerich


Cuando Jesús, dando un grito, expiró, yo vi su alma celestial como una forma luminosa penetrar en la tierra, al pie de la cruz; muchos ángeles, en los cuales estaba Gabriel, la acompañaban. Vi su divinidad unida con su alma pero también con su cuerpo suspendido en la cruz. No puedo expresar cómo era eso aunque lo vi claramente en mi espíritu. El sitio adonde el alma de Jesús se había dirigido, estaba dividido en tres partes. Eran como tres mundos y sentí que tenían forma redonda, cada uno de ellos separado del otro por un hemisferio.
Delante del limbo había un lugar más claro y hermoso; en él vi entrar las almas libres del purgatorio antes de ser conducidas al cielo. La parte del limbo donde estaban los que esperaban la redención, estaba rodeado de una esfera parda y nebulosa, y dividido en muchos círculos. Nuestro Señor, rodeado por un resplandeciente halo de luz, era llevado por los ángeles por en medio de dos círculos: en el de la izquierda estaban los patriarcas anteriores a Abraham; en el de la derecha, las almas de los que habían vivido desde Abraham hasta san Juan Bautista. Al pasar Jesús entre ellos no lo reconocieron, pero todo se llenó de gozo y esperanzas y fue como si aquellos lugares estrechos se expandieron con sentimientos de dicha. Jesús pasó entre ellos como un soplo de aire, como una brillante luz, como el refrescante rocío. Con la rapidez de un viento impetuoso llegó hasta el lugar cubierto de niebla, donde estaban Adán y Eva; les habló y ellos lo adoraron con un gozo indecible y acompañaron a Nuestro Señor al círculo de la izquierda, el de los patriarcas anteriores a Abraham. Este lugar era una especie de purgatorio. Entre ellos había malos espíritus que atormentaban e inquietaban el alma de algunos. El lugar estaba cerrado pero los ángeles dijeron: «Abrid estas puertas.» Cuando Jesús triunfante entró, los espíritus diabólicos se fueron de entre las almas llenas de sobresalto y temor. Jesús, acompañado de los ángeles y de las almas libertadas, entró en el seno de Abraham.
Este lugar me pareció más elevado que las partes anteriores, y sólo puedo comparar lo que sentí con el paso de una iglesia subterránea a una iglesia superior. Allí se hallaban todos los santos israelitas; en aquel lugar no había malos espíritus. Una alegría y una felicidad indecibles entraron entonces en estas almas, que alabaron y adoraron al Redentor. Algunos de éstos fueron a quienes Jesús mandó volver sobre la tierra y retomar sus cuerpos mortales para dar testimonio de Él. Este momento coincidió con aquel en que tantos muertos se aparecieron en Jerusalén. Después vi a Jesús con su séquito entrar en una esfera más profunda, una especie de Purgatorio también, donde se hallaban paganos piadosos que habían tenido un presentimiento de la verdad y la habían deseado. Vi también a Jesús atravesar como libertador, muchos lugares donde había almas encerradas, hasta que, finalmente, lo vi acercarse con expresión grave al centro del abismo.
El infierno se me apareció bajo la forma de un edificio inmenso, tenebroso, cerrado con enormes puertas negras con muchas cerraduras; un aullido de horror se elevaba sin cesar desde detrás de ellas. ¿Quién podría describir el tremendo estallido con que esas puertas se abrieron ante Jesús? ¿Quién podría transmitir la infinita tristeza de los rostros de los espíritus de aquel lugar?
La Jerusalén celestial se me aparece siempre como una ciudad donde las moradas de los bienaventurados tienen forma de palacios y de jardines llenos de flores y de frutos maravillosos. El infierno lo veo en cambio como un lugar donde todo tiene por principio la ira eterna, la discordia y la desesperación, prisiones y cavernas, desiertos y lagos llenos de todo lo que puede provocar en las almas el extremo horror, la eterna e ilimitada desolación de los condenados. Todas las raíces de la corrupción y del terror producen en el infierno el dolor y el suplicio que les corresponde en las más horribles formas imaginables; cada condenado tiene siempre presente este pensamiento, que los tormentos a que está entregado son consecuencia de su crimen, pues todo lo que se ve y se siente en este lugar no es más que la esencia, la pavorosa forma interior del pecado descubierto por Dios Todopoderoso.
Cuando los ángeles, con una tremenda explosión, echaron las puertas abajo, se elevó del infierno un mar de imprecaciones, de injurias, de aullidos y de lamentos. Todos los allí condenados tuvieron que reconocer y adorar a Jesús, y éste fue el mayor de sus suplicios. En el medio del infierno había un abismo de tinieblas al que Lucifer, encadenado, fue arrojado, y negros vapores se extendieron sobre él. Es de todos sabido que será liberado durante algún tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año 2000 de Cristo. Las fechas de otros acontecimientos fueron fijadas, pero no las recuerdo, pero sí que algunos demonios serán liberados antes que Lucifer, para tentar a los hombres y servir de instrumento de la divina venganza.
Vi multitudes innumerables de almas de redimidos elevarse desde el purgatorio y el limbo detrás del alma de Jesús, hasta un lugar de delicias debajo de la Jerusalén celestial. Vi a Nuestro Señor en varios sitios a la vez; santificando y liberando toda la creación; en todas partes los malos espíritus huían delante de Él y se precipitaban en el abismo. Vi también su alma en diferentes sitios de la tierra, la vi aparecer en el interior del sepulcro de Adán debajo del Gólgota, en las tumbas de los profetas y con David, a todos ellos revelaba los más profundos misterios y les mostraba cómo en Él se habían cumplido todas las profecías.
Esto es lo poco de que puedo acordarme sobre el descendimiento de Jesús al limbo y a los infiernos y la libertad de las almas de los justos. Pero además de este acontecimiento, Nuestro Señor desplegó ante mí su eterna misericordia y los inmensos dones que derrama sobre aquellos que creen en Él. El descendimiento de Jesús a los infiernos es la plantación de un árbol de gracia destinado a las almas que padecen. La redención continua de estas almas, es el fruto producido por este árbol en el jardín espiritual de la Iglesia en todo tiempo. La Iglesia debe cuidar este árbol y recoger los frutos para entregárselo a la Iglesia que no puede recogerlos por sí misma. Cuando el día del Juicio Final llegue el dueño del árbol nos pedirá cuentas, y no sólo de ese árbol, sino de todos los frutos producidos en todo el jardín.
Fuente: La amarga Pasión de Cristo, por Ana Catalina Emmerich

Señor Jesucristo, ¿donde estuvo Ud. entre la tarde del viernes que fue crucificado y el domingo que resucitó? [2013-03-29]

La “laguna” en el paradero de Jesús entre que murió y resucitó.
¿Dónde fue Cristo después de su muerte en la tarde del viernes y antes de que se levantara el domingo de Pascua? Tanto la Escrituracomo la Tradición responden a esta pregunta. Santo Tomás dice que descendió a los infiernos y fue liberar a los justos aplicándoles los frutos de la Redención.


En el Credo de los Apóstoles proclamamos que Cristo “descendió a los infiernos”. Este Credo, formulado en el siglo V, se refiere al descenso del alma de Cristo, ya separada del cuerpo por la muerte, al lugar que también se llama “sheol” o “hades”. El Cuarto Concilio Lateranense, en el 1215, definió esta doctrina de Fe. 
En este caso “infierno” no se refiere al lugar de los condenados sino que es el lugar de espera de las almas de los justos de la era pre-cristiana.  Entre la multitud de justos allí esperando la salvación, estaba San José, los patriarcas y los profetas, como todos aquellos que murieron en paz con Dios. Todos necesitaban, como nosotros, la salvación de Cristo para poder ir al cielo.
Considere lo siguiente en un sermón del siglo segundo y también el Catecismo de la Iglesia Católica.

UN SERMÓN ANTIGUO

Hoy reina un gran silencio en la tierra, un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra tembló y sigue estando, porque Dios se ha dormido en la carne y que ha levantado a todos los que han dormido desde que comenzó el mundo
Se ha ido a buscar a Adán, nuestro primer padre, como a una oveja perdida. Preocupado por el deseo de visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, se ha ido a liberar del dolor a Adán de sus cadenas y a Eva, cautiva con él – Él que es a la vez su Dios y el hijo de Eva…
Yo soy tu Dios, que por amor a vosotros me he convertido en el Hijo… Te ordeno, tú que duermes, que despiertes. Yo no te he creado para ser a un prisionero en el infierno. Levántate de entre los muertos, porque yo soy la vida de los muertos
[De una antigua homilía de Sábado Santo del siglo segundo]

LA ESCRITURA ATESTIGUA TAMBIÉN EL DESCENSO DE CRISTO AL LUGAR DELOS MUERTOS Y LO QUE HIZO

Pues Cristo quiso morir por el pecado y para llevarnos a Dios, siendo esta la muerte del justo por los injustos. Murió por ser carne, y luego resucitó por el Espíritu. Entonces fue a predicar a los espíritus encarcelados;…… Pues no sin razón el Evangelio ha sido anunciado a muchos que han muerto; si bien en cuanto seres humanos han recibido la sentencia de muerte, a través del Espíritu viven para Dios. (1 Pedro 3:18, 1 Pedro 4:6).

EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Considere también la del Catecismo de la bajada de Cristo a los muertos, que resumo y extracto de CIC # 631-635.
“Jesús bajó a las regiones inferiores de la tierra. Este que bajó es el mismo que subió” (Ef 4, 9-10). El Símbolo de los Apóstoles confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de Cristo a los infiernos y su Resurrección de los muertos al tercer día, porque es en su Pascua donde, desde el fondo de la muerte, Él hace brotar la vida
Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús “resucitó de entre los muertos” (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf. Hb13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf. 1 P 3,18-19).
La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18;Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf.Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el “seno de Abraham” (cf. Lc 16, 22-26).
“Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva …” (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación.
Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef4, 9) para “que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan” (Jn 5, 25). Jesús, “el Príncipe de la vida” (Hch 3, 15) aniquiló “mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud “(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado “tiene las llaves de la muerte y del Infierno” (Ap1, 18) y “al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos” (Flp 2, 10).
Fuentes: Obispo Charles Pope, Corazones.org,