jueves, 28 de noviembre de 2013

Mensajes a J.V. - 16 Nov 213 - Para cada pecado hay una Virtud, con la cual podéis protegeros,

Nov 16_13 Para cada pecado hay una Virtud, con la cual podéis protegeros.ImprimirE-Mail
Rosario vespertino
Temas:
  • La cruz siempre os va a llevar a un sufrimiento pero, ¿qué es ése sufrimiento?, es el vencer vuestra carne, es apartaros de todo aquello que es agradable a los sentidos y que os lleva al pecado, es una lucha constante en vosotros mismos.
  • Satanás os conoce perfectamente, ciertamente, no conoce vuestro pensamiento, pero conoce vuestros actos y vuestras debilidades y por eso él se va a ir sobre vuestras debilidades.
  • Para cada pecado hay una Virtud con la cual podéis protegeros.
  • Cuando un endemoniado se le acercaba a Mi Hijo Jesucristo, lo trataba con Amor, reprendía a satanás, pero al enfermo lo cuidaba.

    Mensaje de Dios Padre a J. V.

    Primer Misterio, Habla Dios Padre. 
    Sobre: La cruz siempre os va a llevar a un sufrimiento pero, ¿qué es ése sufrimiento?, es el vencer vuestra carne, es apartaros de todo aquello que es agradable a los sentidos y que os lleva al pecado, es una lucha constante en vosotros mismos.
    Hijitos Míos, recordad que el pecado es una trampa de satanás. Satanás siempre va a presentar el pecado agradable a los sentidos o sea, agradable a la carne.Recordad, Mis pequeños, que el Pecado Original afectó vuestra carne, vuestros sentidos y por eso satanás se toma de ahí para presentaros el pecado como si fuera un bien para vosotros, pero, luego, Mi Santo Espíritu que habita en vosotros, os va a volver a la realidad espiritual para la que vinisteis a la Tierra.
    Vosotros mismos sois una dualidad, carne y espíritu. Vuestra alma tiende a lo espiritual, vuestra alma tiende hacia el Bien. Vosotros no sois lo suficientemente fuertes, espiritualmente hablando, para que podáis manteneros en la vida espiritual para la cual fuisteis creados. Es vuestra obligación y la necesidad de vuestra alma, de acudir constantemente a Mí, vuestro Dios, para que recibáis la Fuerza y el Alimento necesario para que os podáis proteger contra el pecado que os rodea.
    Cuando os he dicho que Me pidáis el don de Discernimiento, es para que vosotros mismos os deis cuenta en qué situación estáis cuando satanás os pone la tentación. Si ésta tentación es agradable a vuestros sentidos, pero vuestra alma no se siente a gusto, sabréis que es una tentación de satanás y la debéis hacer a un lado ya que os va a llevar al pecado, porque va a agradar a vuestros sentidos, o sea, a vuestra carne.
    De ahí que vais tomando ideas entre vosotros, creyendo que si algo es agradable a vosotros, es bueno, porque vinisteis a la Tierra a gozar, y es una mentira, Mis pequeños, Mi Hijo Jesucristo fue muy claro cuando dijo “el que quiera venir en pos de Mí, -o sea, la vida espiritual-, que tome su Cruz y Me siga”.
    La cruz siempre os va a llevar a un sufrimiento pero, ¿qué es ése sufrimiento?, es el vencer vuestra carne, es apartaros de todo aquello que es agradable a los sentidos y que os lleva al pecado, es una lucha constante en vosotros mismos de hacer crecer lo espiritual y apartar de vosotros los sentidos que os llevan hacia el mal. El Espíritu de Discernimiento siempre va a estar lleno de Sabiduría porque os va a llevar a la plenitud espiritual a la que vosotros fuisteis llamados.
    Mis pequeños, no os dejéis engañar por lo que satanás ha ido dispersando en el mundo, que es su mentira, vosotros vinisteis a luchar contra la maldad y eso duele, Mis pequeños, duele, porque sois atacados por el mismo satanás a través de vuestros hermanos, pero, cuando realmente estáis actuando para Mí, vuestro Dios, Yo os voy a llenar de un gozo espiritual que nunca lo va a poder dar satanás con todas sus tentaciones y ahí es donde os daréis cuenta de que vais por buen camino, que sois atacados cuando estáis viviendo en el bien, que vais a sufrir por no dejaros llevar por el mal y que, además, Yo os voy a dar regalos inimaginables, espiritualmente hablando y, a veces, también materialmente hablando, que nunca os los va a poder dar satanás.
    Nunca os apartéis de Mí, Mis pequeños, la salvación de vuestra alma está Conmigo, con vuestro Dios. Cuando os sintáis débiles, cuando sintáis que son vuestros sentidos los que están gozando, pero que vuestra alma Me está dando la espalda, acudid a Mí, inmediatamente, para que Yo os rescate y os regrese nuevamente a la paz espiritual en la que debéis vivir continuamente.
    Gracias, Mis pequeños.
    Segundo Misterio, Habla Dios Padre.
    Sobre: Satanás os conoce perfectamente, ciertamente, no conoce vuestro pensamiento, pero conoce vuestros actos y vuestras debilidades y por eso él se va a ir sobre vuestras debilidades.
    Hijitos Míos, la tentación es un foco rojo que se enciende para mostraros en dónde estáis débiles. Satanás os conoce perfectamente, ciertamente, no conoce vuestro pensamiento, pero conoce vuestros actos y vuestras debilidades y por eso él se va a ir sobre vuestras debilidades. Si vosotros utilizáis Sabiduría, Sabiduría Santa, que proviene de Mí, vuestro Dios y os dais cuenta con ésta Sabiduría, en qué renglón de vuestra vida satanás os está atacando, os daréis cuenta que es en vuestra debilidad, una debilidad espiritual que os va a hacer caer en el pecado, satanás no os va a atacar en las partes fuertes que vosotros tenéis, porque son una muralla contra su tentación.
    Todos vosotros tenéis debilidades, y ahí es donde os ataca, os repito, si vosotros acudís a Mí, para pedir Sabiduría Santa, pediréis también que os ayude a fortalecer ésa parte de vuestra vida, en donde satanás os está atacando, porque ahí sois débiles, debéis tener la humildad de corazón para aceptar esto, Mis pequeños y sobre todo, para pedir Mi ayuda para fortaleceros.
    Estad siempre atentos, Mis pequeños, a éstos focos rojos que os marca satanás. Ciertamente, él os quiere hacer morir espiritualmente por ahí, por vuestra debilidad, pero vosotros debéis fortaleceros y pedirMe a Mí, vuestro Dios, que os dé la Gracia necesaria para que vosotros crezcáis en Virtud en ésos puntos en donde vosotros estáis débiles. Aquí es donde os dais cuenta, de como Yo, de un mal, siempre saco un bien y vosotros debéis agradecer ésta Sabiduría que Yo permito tengáis, para que vayáis creciendo espiritualmente y os vayáis fortaleciendo de tal forma, que satanás no os pueda ya hacer caer espiritualmente y os lleve hacia la condenación eterna.
    Pedid, pedid por vuestros hermanos, para que ellos también se vayan fortaleciendo en las debilidades que tienen. No les critiquéis, ayudadles con la oración y de esta forma, todos os vais fortaleciendo para luchar contra las maldades de satanás en vuestro ser.
    Gracias, Mis pequeños.
    Tercer MisterioHabla Dios Padre
    Sobre: Para cada pecado hay una Virtud con la cual podéis protegeros.
    Hijitos Míos, así como os voy pidiendo que os protejáis contra los ataques de satanás, la mejor forma de ello, Yo os la di a través de las Virtudes. Para cada pecado hay una Virtud, con la cual podéis protegeros.
    Vosotros debéis acrecentar ésas Virtudes, que son la llave, la protección contra todo ataque de satanás. Ciertamente, que mientras estéis sobre la Tierra trabajando para Mí, vuestro Dios, (Lenguas…), la maldad siempre os va a atacar, Mis pequeños, vinisteis a éste mundo, en el cual satanás es el príncipe y él os va a atacar con todo su poder, pero también Mi Poder Divino está sobre vosotros y vosotros os protegéis con Mi Alimento Divino, con los Sacramentos, con la vida en la Gracia y con las Virtudes vosotros podréis vencer a satanás.
    Mis pequeños, satanás es un enemigo poderoso, no lo menospreciéis, no os ha atacado todavía completamente con su poder satánico, malvado, porque Yo lo limito, pero vendrá el tiempo en que lo hará y es porque vosotros mismos os habéis alejado de éstas Fuerzas Divinas con las que Yo os he ido protegiendo, que son la vida en la Gracia, las Virtudes, la oración, los Sacramentos.
    Muchos de vosotros ya no estáis protegidos contra la fuerza de satanás, porque Me habéis dado la espalda y no os estáis protegiendo con este escudo Divino que Yo os proporciono cuando estáis Conmigo.
    Mis pequeños, la lucha es fuerte, las fuerzas satánicas os rodean, entendedlo. Podéis vencerlo si os unís en grupos en oración, recordando las Palabras de Mi Hijo, que cuando dos o más estáis reunidos, Él está Presente, ayudándoos y protegiéndoos, pero ya no tenéis vida espiritual en el hogar, ya no tenéis vida espiritual en comunidad, estáis desprotegidos, entendedlo. Regresad nuevamente al Bien, o acaso ¿os gusta vivir lo que estáis viviendo?, ¿acaso el mal, la maldad, las acechanzas de satanás os producen gusto y placer y os dan paz interior y paz exterior? ¡No seáis tontos, Mis pequeños!, no os engañéis. Como os dije anteriormente, el pecado, ciertamente, os trae un placer en los sentidos, pero luego os daréis cuenta del error y os sentiréis moral y espiritualmente destruidos, sin paz, sin alegría, sin amor, ¿así os gusta vivir, Mis pequeños? No seáis necios, Yo os puedo dar ésa alegría, ésa paz, ésa libertad que no podéis tener cuando vivís para satanás y sus pecados.
    Dejad ya éste mundo de maldad en el cual estáis y cambiad éste mundo de maldad en un mundo de Bien, en un mundo de espiritualidad perfecta, viviendo lo que se os ha dado en los Mandamientos, en los Consejos que Vivió Mi Hijo, en todas las Palabras Santas se os han dado desde el Antiguo Testamento por Mi parte y en el Nuevo Testamento por parte de Mi Hijo.
    Regresad pues al Bien y todo cambiará a vuestro alrededor, aunque veáis que casi todo está ya terminado, y que hay demasiada maldad, que vosotros mismos creéis no poder salvar, recordad que Yo Soy vuestro Dios, Omnipotente y Poderoso, que puedo sacar de vuestra debilidad y de vuestra humildad una gran Fuerza si os acercáis a Mí.
    Recordad la Fuerza de David, venciendo al gigante Goliat con solamente una honda, ésa honda son las oraciones, el Santo Rosario, la vida en la Gracia y así fácilmente podréis destruir a satanás.
    Todo se puede cambiar, Mis pequeños, si os acercáis a Mí. Todo puede volver al Bien, a vuestra paz exterior y a vuestra paz interior si os regresáis a Mi Bien, pero si preferís vivir en el mal que estáis viviendo, éste, ciertamente, se irá acrecentando y todavía va a ser peor para vosotros. Yo os doy la libertad de elección, vosotros escogéis vuestro modo de vida. Os bendigo, Mis pequeños y soplo sobre vosotros, para que recibáis Mi Espíritu Santo, para que os guíe hacia la Verdad y os llenéis de Sabiduría Divina, para que actuéis como Yo quiero que actuéis y para que viváis según Mi Voluntad.
    Gracias, Mis pequeños.
    Cuarto Misterio, Habla Dios Padre.
    Sobre: Cuando un endemoniado se le acercaba a Mi Hijo Jesucristo, lo trataba con Amor, reprendía a satanás, pero al enfermo lo cuidaba.
    Hijitos Míos, Mi Hijo os enseñó que no es el sano el que necesita de médico, sino el enfermo. Al enfermo se le cuida, se ora por él, se le atiende para que su enfermedad no empeore, estáis preocupados y pendientes de su restablecimiento, todo esto alguna vez o varias veces lo habéis vivido todos vosotros, porque todos os habéis enfermado alguna vez, y ya que os recuperáis os dais, también, cuenta de que atrás de todos ésos cuidados, había mucho amor y éste amor es el que, en un muy buen porcentaje de vuestra recuperación, el que más actuó.
    Todo esto os lo recuerdo porque vosotros no solo os enfermáis de cuerpo, sino, también de alma. Alrededor de vuestro Mundo, muchos hermanos vuestros se han enfermado fuertemente, satanás los ha tomado para que os quiten la paz, destruyan a vuestros hermanos de edad madura y aún a vuestros pequeños, no solo quitándoles la vida humana sino también la espiritual y así ha creado grupos que venden droga, “protección”, abusos de poder, etc. Se han coludido con las autoridades y vosotros veis vuestra impotencia para vencerles.
    Hace tiempo os anuncié que el mal caminaría por vuestras calles y nadie lo iba a poder detener y ahora lo veis y patente entre vosotros. Ciertamente nadie, con fuerzas humanas, los podrá detener, ya que usáis la fuerza y la destrucción contra ellos y ya os he dicho que al mal no se le debe atacar de la misma forma, o sea, con el mal, sino que al mal se le debe atacar con el bien. Os repito, éstos hermanos vuestros están enfermos, muy enfermos, de la maldad de satanás y a satanás se le ataca con el amor, con el bien, con vuestras oraciones, con el rezo del Santo Rosario y los Sacramentos.
    Cuando un endemoniado se le acercaba a Mi Hijo Jesucristo, lo trataba con Amor, reprendía a satanás, pero al enfermo lo cuidaba, vosotros, si de veras queréis combatir todo este mal que cada vez se va multiplicando más, debéis orar con el corazón, ya sea en lo individual o en grupos, para que vuestros hermanos sanen y Yo les pueda dar su salvación eterna.
    Yo os amo a todos, pero en especial a los enfermos.
    Gracias, Mis pequeños.

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Mensaje a J.V. - 08 Nov 2013 - Sois muy ingatos con el Amor de Nuestro Dios, El os da todo

Nov 08_13 Sois muy ingratos con el Amor de Nuestro Dios, Él os da todo.ImprimirE-Mail
Rosario vespertino
Temas:
  • Meditad la palabra “eterna”, pedidLe ayuda a Mi Esposo, el Espíritu Santo, para que os haga entender lo que es la eternidad, estaréis sufriendo por toda una eternidad o estaréis gozando por toda una eternidad.
  • Luz, Soy Yo, Luz debéis ser vosotros, hijos Míos. Ciertamente, satanás tratará de apagar la Luz de vuestra presencia y, especialmente en estos tiempos, en los que él ha provocado que muchas almas vivan en las tinieblas.
  • El don de la vida es un regalo inmenso, inconmensurable y, al tenerlo, debéis trabajar fuertemente para agradarMe a Mí, vuestro Dios y, a Mí, Me agradáis, salvando almas.
  • Si producís amor, el amor regresará a vosotros, si actuáis en el mal o en la indiferencia, también ése mal se regresará a vosotros y cada vez más incrementado.
  • El hecho de haberos dado la vida, éste don tan grande, es que vosotros fuerais corredentores con Mi Hijo Jesucristo.
  • No estáis viviendo como Yo quisiera que vivierais, amándoos los unos a los otros, en plena confianza los unos con los otros, de que no se van a aprovechar de alguna forma de vosotros y que os puedan causar algún daño, sino al contrario.

Mensaje de Dios Padre y la Santísima Virgen María a J. V.

Ofrecimiento, Habla La Santísima Virgen María.
Sobre: Meditad la palabra “eterna”, pedidLe ayuda a Mi Esposo, el Espíritu Santo, para que os haga entender lo que es la eternidad, estaréis sufriendo por toda una eternidad o estaréis gozando por toda una eternidad.
(Lenguas…) Hijitos Míos, no os imagináis, Mis pequeños, cuánto Amor y cuánta ternura os tiene, a cada uno de vosotros, Nuestro Padre y Nuestro Dios.
Yo, vuestra Madre, la Siempre Virgen María, os puedo asegurar esto, porque veo cómo el Amor de Nuestro Dios, llega a cada uno de vosotros, pero, desgraciadamente, no en cada corazón reacciona igual el Amor de Nuestro Dios, no todos los corazones están abiertos a Su Unción.
Hay almas que están atentas a la acción de Nuestro Dios, porque viven con Él, viven en Gracia, viven en la oración, reciben con agrado lo que Nuestro Dios les manda y, además, saben detectar, en ellos, cuando la Gracia de Nuestro Dios llega a su vida, ya sea a su persona, ya sea a su familia, a sus negocios, a lo propio de ésa persona y saben agradecer.
En otros, llega la Gracia de Nuestro Dios, y al estar distraídos en cosas del mundo, pero que todavía llegan a estar, de repente, en la búsqueda de la Gracia y de las Enseñanzas de Nuestro Dios, se llegan a dar cuenta, pero es menos, menos la intensidad que se aprovecha, porque no están abiertos de corazón a Su Gracia y, también, es poco lo que agradecen. Y hay otras almas, que reciben de igual manera, porque todas las almas reciben igual, pero éstas están cerradas a la vida espiritual y no aprovechan prácticamente nada y menos aún, agradecen.
Ciertamente, es la Parábola del Sembrador, Mis pequeños y, vosotros, sois la tierra, ¿acaso sois tierra fecunda o seréis piedra o tierra seca?
Nuestro Dios no hace distinción, todos vosotros recibís igual, vosotros sois los que hacéis la diferencia, o estáis con Dios o no estáis con Él.
Y así se van ganando también los méritos para la Vida Eterna y quiero que quede bien claro, Mis pequeños, porque muchos de vosotros no actuáis de forma correcta con Nuestro Dios, creéis que os merecéis mucho más de lo que tenéis y de lo que merecéis, pero no hacéis lo debido.
Sois muy ingratos con el Amor de Nuestro Dios, Él os da todo y, vosotros, prácticamente nada.
Ciertamente, se viene el momento en que os veréis interiormente y os daréis cuenta cómo está vuestro interior. Os he ido avisando esto alrededor del mundo por mucho tiempo y, los momentos en que se darán éstos acontecimientos, ya están más cerca de lo que imagináis.
A pesar de que se os ha venido avisando de mucho tiempo atrás, muy pocas almas han detenido su paso en la vida y han cambiado de rumbo hacia el Bien. Pero muchas otras, a pesar de que tuvieron el Llamado, no le hicieron caso o ni siquiera les interesó.
Los momentos de vuestro Juicio Personal os indicarán cómo está vuestra vida y vuestro interior, cómo os presentaréis ante vuestro Dios. Él es Justo y dadivoso en extremo, vosotros no.
No os imagináis cómo os ama y, vosotros, cómo Le falláis. Soy vuestra Madre y voy buscando a cada alma para que regrese al redil; veis la Bondad de la intención, pero no os interesa, pretextos tenéis a miles para no venir a donde Nuestro Dios quiere que estéis!
Vosotros mismos os juzgaréis en el momento indicado, ya no os podréis esconder, todo quedará claro ante vuestros ojos, sabréis perfectamente adónde iréis yvosotros mismos tomaréis el rumbo que vuestro corazón os indique.
Benditas aquellas almas que gozarán, porque verán a Nuestro Dios alegre, porque fuisteis almas que acudisteis a Su Llamado, Le seguisteis y hasta sufristeis por manteneros en la Verdad y en el Amor de Nuestro Dios, vuestro momento, de gran felicidad, también se acerca, mientras para unos será el sufrimiento y el llorar, para otros será la alegría y el reír.
Mientras tanto, Mis pequeños, Yo, como Madre vuestra, seguiré tratando de convencer a las almas alejadas, a regresar al rebaño de Mi Hijo. Vosotros, los que entendéis ésta problemática espiritual, orad, orad por aquellos que no buscan el vivir para Nuestro Dios, pero sobre todo, que no buscan una vida eterna en Nuestro Dios. Entended, Mis pequeños, que os estáis jugando vuestra vida eterna, si vais hacia el mal, vuestro sufrimiento será eterno, no hay vuelta atrás.
Meditad la palabra “eterna”, pedidLe ayuda a Mi Esposo, el Espíritu Santo, para que os haga entender lo que es la eternidad, estaréis sufriendo por toda una eternidad o estaréis gozando por toda una eternidad, ya no habrá tiempos, el tiempo desaparecerá. Seréis parte, los que fuisteis malos, de un mal eterno y los buenos, seréis parte de un bien eterno. Obscuridad y Luz, totalmente separados unos de otros. Son palabras fuertes, Mis pequeños, entended esta realidad y que os haga temblar el simple hecho de pensar que podríais estar en un ambiente de maldad eterno.
Orad, orad profundamente para que podáis entender estar realidad. Os amo, Mis pequeños, acudid a Mí para que os ayude, Mis pequeños en vuestra salvación. Soy vuestra Madre, la Siempre Virgen María, que os ama con todo Su Corazón.
Gracias, Mis pequeños.
Primer Misterio, Habla Dios Padre.
Sobre: Luz, Soy Yo, Luz debéis ser vosotros, hijos Míos. Ciertamente, satanás tratará de apagar la Luz de vuestra presencia y, especialmente en estos tiempos, en los que él ha provocado que muchas almas vivan en las tinieblas.
Hijitos Míos, Mis pequeños, si Yo Soy Luz, todos aquellos que Me siguen también serán Luz, porque Yo habito en vosotros.
Ciertamente, la obscuridad prácticamente ya os cubrió, satanás se ha adueñado de infinidad de almas y aún las almas buenas, también, han sido víctimas de él.
Lo importante, Mis pequeños, que debéis tener en mente, es el que sois Luz en éstos momentos de la historia, momentos importantísimos, momentos de cambio. Si estáis Conmigo, mucha Luz dejaréis por todos lados. A veces, ni una palabra tendréis qué decir y dejaréis Luz en los corazones, pero es por vuestra actuación, será santa, porque no podéis llevar la Luz, que solamente viene de Mí, si vuestro corazón no es puro, no es limpio, si no lleva buenas intenciones hacia vuestros hermanos.
Vosotros, los que seréis Luz en estos momentos de la humanidad, deberéis quitar, de vuestra vida, todo aquello que no os deje actuar plenamente para Mí. Distracciones, os pone infinidad de ellas satanás, para que no os deis cuenta de vuestra misión particular. Luz, Soy Yo, Luz debéis ser vosotros, hijos Míos. Ciertamente, satanás tratará de apagar la Luz de vuestra presencia y, especialmente en estos tiempos, en los que él ha provocado que muchas almas vivan en las tinieblas.
Cuidaos, Mis pequeños, de su ataque, que, ciertamente tendréis, porque si atacó a Mi Hijo Jesucristo, que era Luz entre los hombres, al ser vosotros los Cristos de éstos momentos, tendréis que ser atacados también, porque tomaréis la Cruz de Mi Hijo, pero que eso os alegre, porque seréis Luz de salvación para infinidad de almas.
Recordad lo que dicen las Escrituras, que a una vela no se le pone debajo de una cama para esconderla, para esconder su luz, así que vosotros, no os escondáis del mundo. Dad la cara, dad ejemplo de que Yo, vuestro Dios, estoy con vosotros. Dadles Vida a todas las almas que podáis, todo lo que tenéis no es vuestro: dones, capacidades, vida espiritual, todo vine de Mí. Lo que sí será vuestro, será el fruto que Me deis cada uno de vosotros con los dones recibidos y de ahí se basará vuestro Juicio Personal. Animaos, Mis pequeños, para que podáis cambiar muchas almas que viven en la obscuridad, que viven en el error, para que pasen hacia la Luz.
Gracias, Mis pequeños.
Segundo Misterio, Habla Dios Padre.
Sobre: El don de la vida es un regalo inmenso, inconmensurable y, al tenerlo, debéis trabajar fuertemente para agradarMe a Mí, vuestro Dios y, a Mí, Me agradáis, salvando almas.
Hijitos Míos, este es tiempo en que debéis dejar la apatía a un lado, son momentos de acción, son momentos en que se debe imponer la Ley Divina. Ciertamente lucharéis contra la maldad de satanás, ella se ha introducido en muchos corazones y lucharéis contra hermanos vuestros que están llenos de su maldad, pero seréis protegidos. Por otro lado, también lucharéis contra espíritus inmundos, que también os rodean y os atacan.
Recordad que satanás ya está vencido, que está dando sus patadas de ahogado, pero que todavía tiene fuerza descomunal para destruir muchas almas. Se os han dado indicaciones de cómo ir eliminando su poder y es, especialmente, a través del Santo Rosario y de vuestra vida sacramental.
El Amor debe ser parte de vuestra vida, porque no puede satanás atacar a las almas que están llenas de Mi Amor. Ciertamente, al actuar así, como actuáis, buscando vida sacramental, dando buen ejemplo y perdonando a aquellos que no están dando el buen ejemplo, ayudadles, que de vosotros solamente salga ejemplo de vida en Dios. A satanás no le gusta esto y seréis atacados, pero Yo estaré a vuestro lado. No hay nada a qué temer, más bien, temeos a vosotros mismos si no estáis haciendo lo que Yo os pido, porque de esto seréis juzgados. Daos cuenta, Mis pequeños, que si estáis en la Tierra y que si estáis trabajando para Mí, vuestro Dios, la salvación de muchas almas depende de vosotros.
Sí, Mis pequeños, preocupaos por esto, porque el don de la vida es un regalo inmenso, inconmensurable y, al tenerlo, debéis trabajar fuertemente para agradarMe a Mí, vuestro Dios y, a Mí, Me agradáis, salvando almas.
Ahora, preguntaos vosotros mismos, ¿sois ejemplo de vida ante vuestros hermanos? ¿Ellos ven en vosotros a un salvador o están viendo a un alma que causa escándalo?, ya sea por sus palabras, por su ejemplo. ¿Sois realmente almas que están ayudando a otras en su salvación o sois almas que están hundiendo a la perdición eterna a muchos de vuestros hermanos?
Alguna vez os he hablado de ésos hermanos vuestros que los catalogáis como “artistas”, ved, en algunos de ellos, cómo actúan, qué ejemplo están dando. Ciertamente éstas almas deben preocuparse mucho más, porque están dando un mal ejemplo a muchísimos de vuestros hermanos, a miles, a millones. Ahora, vosotros, en el ambiente en el que vivís, ¿cómo os comportáis?, recordad que el ejemplo que dais, sea bueno o malo, se va a reproducir en cadena y, así, afectaréis en bien o afectaréis en mal a muchas almas también.
Muy pocos de vosotros meditáis lo que estáis logrando con vuestra vida sobre la Tierra, muchos ojos os ven, ¿qué les estáis dejando? En vuestro Juicio Personal os mostraré lo que dejasteis en aquellas almas que estuvieron en algún momento junto a vosotros a lo largo de vuestra vida y lo que vuestra actuación, buena o mala, fue dejando en hermanos vuestros a través de generaciones.
Cuando dais un buen ejemplo, algo bello, algo grande, lo ven vuestros hermanos y ellos lo transmitirán a sus hijos y luego los nietos y así sucesivamente, pero lo bueno o lo malo, lo vieron de vosotros. Y, nuevamente, os pregunto ¿cómo afectasteis almas a lo largo de vuestra existencia sobre la Tierra? ¿Fue para Bien o fue para mal? ¡Cuántas, cuántas generaciones están llevando lo bueno que hicisteis en su vida, en su corazón, o lo malo con lo que las afectasteis también!
Gracias, Mis pequeños.
Tercer MisterioHabla Dios Padre.
Sobre: Si producís amor, el amor regresará a vosotros, si actuáis en el mal o en la indiferencia, también ése mal se regresará a vosotros y cada vez más incrementado.
Hijitos Míos, hace tiempo os previne de estos momentos que ya estáis viviendo, en donde os avisé que las fuerzas de la Naturaleza se iban a volver en contra vuestra si no cambiabais, si no enmendabais el camino.
Sois tercos y tontos, estáis sufriendo a pesar de que Yo os previne, no quisisteis ir por el buen camino, no quisisteis tomar providencia en lo que pudiera suceder, no creísteis en Mis Palabras y, si seguís así, se incrementará la fuerza destructiva de la Naturaleza contra vosotros, porque ahora está siendo manipulada por las fuerzas de satanás.
Os vuelvo a prevenir, estáis viendo y habéis visto ya en muchos casos y en varios países, cómo las fuerzas de la Naturaleza han castigado fuertemente a hermanos vuestros, en un grado que nunca antes se había visto.
Os he dicho que el vivir en la oración, vivir en estado de Gracia, el vivir Conmigo, vuestro Dios, os asegura un bienestar, tanto espiritual como físico, tanto en lo personal como a vuestro alrededor. Si tenéis salud espiritual, tendréis salud corporal y todo lo que os rodea en la Naturaleza también cambia, todo se vuelve bello, resplandeciente, porque vivís en el Amor y agradable a Mis Ojos, porque os volvéis verdaderamente hijos Míos, hijos que se saben amar unos a otros y que saben, principalmente, moverse de acuerdo a como Yo les pida, porque estaréis siempre atentos a Mi Voluntad y no a la vuestra.
Estáis entrando a etapas más difíciles y las podréis detener o aminorar si vosotros incrementáis la oración, las obras buenas, la vida en el Amor. De vosotros depende, en parte vuestro futuro, Yo, que Soy vuestro Dios, puedo modificar las leyes de la Naturaleza, a Mi Libre Albedrío, siempre y cuando vuestros actos Me lleven a ello. Si Yo veo un cambio en vosotros, ciertamente, Yo provocaré un cambio a vuestro alrededor y aún a vuestra propia persona.
Entended esta lección, Mis pequeños, el bienestar vuestro y el de vuestros hermanos, depende de vuestro actuar particular. Si producís amor, el amor regresará a vosotros, si actuáis en el mal o en la indiferencia, también ése mal se regresará a vosotros y cada vez más incrementado. ¿Queréis sufrir?, manteneos fuera de Mí, ¿queréis gozar?, vivid Conmigo, pero entended ya, Mis pequeños.
Gracias, Mis pequeños.
Cuarto Misterio, Habla Dios Padre.
Sobre: El hecho de haberos dado la vida, éste don tan grande, es que vosotros fuerais corredentores con Mi Hijo Jesucristo.
Hijitos Míos, recordad las Bienaventuranzas. Los que estáis Conmigo, estáis viendo la impunidad de aquellos que obran en el mal. Vosotros, buscáis la Justicia, buscáis el bienestar de los pueblos, de las familias, de la sociedad, aún de vuestra propia familia. Quisierais el cambio y de hecho, os he pedido que se realice ya ése cambio, que Me lo pidáis de corazón, que venga desde lo más profundo de vuestro corazón, que insistáis, como la viuda insistía en las Sagradas Escrituras, para que le hicieran justicia y así, debéis estarMe insistiendo. Yo os podría dar todo de una manera muy fácil, pero ¿dónde queda el mérito de vosotros, vuestra presencia en la Tierra, vuestra oración, vuestra intercesión, vuestra donación?
El hecho de haberos dado la vida, éste don tan grande, es que vosotros fuerais corredentores con Mi Hijo Jesucristo. Es una gran tarea, es una bendición muy grande para las almas, no alcanzáis vosotros, los que tenéis vida, a daros cuenta de ésta Gracia tan grande que es el don de la vida. Venir a servirMe a la Tierra, es el deseo de miles y millones de almas y, vosotros, tenéis ésa Gracia, pero muchos de vosotros lo tomáis como una carga, como algo que no debió haber aparecido en vuestra vida. Los que estáis Conmigo, empezáis ya a vislumbrar lo que es ésta Gracia tan grande. Los que estáis llenos de soberbia y de maldad, no alcanzáis a daros cuenta de éste regalo tan grande. Servir a vuestro Dios, es un regalo inmenso que los ángeles gozan y vosotros no os queréis dar cuenta de ello. Vuestro estado espiritual cambia de nivel al final de vuestra existencia, crecéis y aumentáis de gozo por el bien que hicisteis aquí en la Tierra o desperdiciaréis y sufriréis vuestro estado espiritual si no actuasteis en el Bien.
En estos momentos Me quiero centrar a que entendáis ésta Gracia tan grande del don de la vida, vinisteis a la Tierra a servirMe, estáis en el campo de batalla, si os mantenéis en Mí, lográis el equivalente a una medalla de honor, crecéis en Gracia, aumentáis en vida espiritual y en gozo celestial y así las almas se van acercando más a Mí y, al subir de nivel, porque de hecho, existen niveles de gozo en el Cielo, de castigo en el Purgatorio y en el Infierno, vosotros debéis meditar esto, Mis pequeños y luchar por tener un lugar más cercano a Mí en el Reino de los Cielos, porque es natural que si os acercáis más a la Fuente de Vida, a la Fuente de Gracias, que Soy Yo, más gozo tendréis.
No desperdiciéis ya vuestros momentos de vida aquí en la Tierra, aprovechadlos, para que podáis crecer espiritualmente, viviendo en el Amor y trabajando arduamente por Mi Reino y todo lo que ello conlleva.
Gracias, Mis pequeños.
Quinto MisterioHabla Dios Padre.
Sobre: No estáis viviendo como Yo quisiera que vivierais, amándoos los unos a los otros, en plena confianza los unos con los otros, de que no se van a aprovechar de alguna forma de vosotros y que os puedan causar algún daño, sino al contrario.
Hijitos Míos, Yo, vuestro Dios, Dios de Amor, Dios que os Creó para amar, quiero que estéis conscientes en que, si se os están dando todas éstas advertencias de lo que os puede suceder, si preferís vivir en el mal que en el Bien, no las toméis como algo negativo. Desgraciadamente el hombre, en su gran mayoría, responde más a una advertencia de dolor que a una advertencia de Amor.
Mi Hijo os vino a dar toda una Evangelización de Amor, Él no levantó Su Mano para golpear o tomó alguna espada para destruir una vida, al contrario, Él fue atacado fuertemente y por aquellos que debieran ser ejemplo en ése tiempo, que eran los sacerdotes, los escribas, los que supuestamente debieran estar llenos de la Palabra de Amor que Yo ya les había dejado, pero que no la vivían.
Él os dejó Amor, porque la salvación viene por el seguimiento del Amor, pero ¿cuántos, cuántos Le siguieron? Muy pocos.
En cambio, cuando algo grave sucede en el mal, que os duele, porque perdéis vuestros bienes o la salud o aún vuestra vida, o la de vuestros hermanos, entonces sí respondéis. Por eso os hablo fuerte, trato de mover vuestro ser advirtiéndoos qué os puede pasar si no regresáis al Bien. Mi Evangelización, que es la de Mi Hijo, es de Amor, os quiero Conmigo, con un Amor que os dé una verdadera paz y armonía en vuestra vida, que no viváis con dudas, con preocupaciones, que afecten vuestro estado de ánimo, porque, ciertamente, lo primero que os da el vivir en el Amor, es la paz y Yo veo en éstos momentos de la humanidad, cómo habéis perdido la paz, cómo habéis perdido la confianza en el trato con vuestros hermanos, no sabéis si al decirles algo, responderán positivamente o en forma negativa, que os puedan causar hasta un mal grave.
No estáis viviendo como Yo quisiera que vivierais, amándoos los unos a los otros, en plena confianza los unos con los otros, de que no se van a aprovechar de alguna forma de vosotros y que os puedan causar algún daño, sino al contrario, sabiendo que podéis contar plenamente con vuestros hermanos en lo que necesitéis y que ellos, a la vez, confiarán en vosotros, porque viviréis un amor pleno.
¡Qué lejos estáis de eso¡ ¿verdad, Mis pequeños?, satanás se ha encargado de que no tengáis paz en vuestro corazón ni en vuestra vida y vosotros, no hacéis nada al respecto, cuando menos, en vuestro alrededor, en vuestra vida de familia, en vuestra vida de relación con los que tenéis que platicar o hacer algún trato de negocio, para obtener de sus bienes. ¿Cuánto realmente hacéis, Mis pequeños, para llevar una vida como quisierais llevarla? y no como ahora que vivís en la zozobra. Si vosotros no trabajáis en ello, Yo no os puedo obligar, os tenéis que dar plena cuenta vosotros mismos, de que el cambio tiene que venir de lo profundo de vuestro corazón y no de una imposición Mía. Os he dado la libertad, ¿cómo la estáis usando?, dad ejemplo de amor y el amor regresará a vosotros. Trabajad en ello, Mis pequeños.
Gracias, Mis pequeños.


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martes, 26 de noviembre de 2013

Mensaje a Luz de María - 24 de Noviembre del 2013

MENSAJE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
A SU AMADA HIJA LUZ DE MARÍA
FIESTA DE CRISTO REY DEL UNIVERSO
24  DE NOVIEMBRE DEL 2013


Pueblo Mío, amado Pueblo Mío:

SIENDO EL HOMBRE MI HIJO, DESEO QUE NO ME OLVIDE SINO ME QUE ME ENTREGUE Y ME OFRENDE EL AMOR PURO, NO SÓLO CON LAS ORACIONES, SINO CON CADA ACTO U OBRA CON LOS QUE CONTINUAMENTE TRATA DE ENFRENTAR LOS OBSTÁCULOS.

Son instantes en los cuales la fuerza de la llama de la Fe que mantiene Mi Pueblo debe fortalecerse y de esa forma combatirán los errores que se esparcen por la Tierra.

HIJOS VERDADEROS, NO SUCUMBAN ANTE EL MUNDO QUE LES DESEA ARREBATAR DE MIS MANOS. Ustedes son Mis verdaderos hijos, no permitan que el pecado les lleve a separarse de Mí, ni que las corrientes inconscientes de los modernismos les hagan olvidar que YO SOY EL QUE SOY Y NO CAMBIO. SOY EL MISMO DE HOY, DE AYER Y DE SIEMPRE.

MI AMOR Y MI VERDAD NO TRANSMUTAN, SINO PERMANECEN INCAMBIABLES,
COMO MI AMOR NO SE DESVANECE POR LOS MÍOS, NI MI VERDAD PERECE ANTE LOS MODERNISMOS.
MI TRONO NO ES TERRENO SINO CELESTIAL.

Cuanto Mi Madre les ha anunciado y no ha acontecido, acontecerá.

El desconcierto permanecerá en Mi Pueblo, la confusión será causa de su división, y serán cometidas tantas injusticias por los hombres que no poseen la Luz de Mi Espíritu Santo.

La confusión hará presa de los que no Me conocen verdaderamente, de aquellos que no son verdaderos cristianos y de quienes no Me aman, sino sólo aparentan amarme.

Amado Pueblo Mío:

PARA AMARME DEBEN CONOCERME, Y CONOCERME VERDADERAMENTE, NO DENTRO DE LA SUPERFICIALIDAD, SINO EN LA PLENITUD QUE EMANA DE LA ORACIÓN, DE LA MEDITACIÓN Y DE LA COMUNIÓN CONMIGO.

Soy Rey de Cielos y Tierra, cuanto existe es Mi Reino; lo que el hombre no alcanza a mirar con sus ojos es parte de Mi Reino. Les llamo a mirar a lo alto, aquello que no alcanzan mirar y más allá… es parte de Mi Reino. Así como el cuerpo humano contiene en sí moléculas que no miran con la vista, así Mi Reino es infinito.

Amados, siendo todo cuanto existe Mi Reino, Soy un Rey solitario. Mis hijos se entregan a las novedades que los ídolos les presentan y se permiten ser deslumbrados…

SOY REY Y MENDIGO DE AMOR, DE ESE AMOR QUE RECLAMO COMO MÍO Y NO ME LO ENTREGAN.

VENGO COMO REY A DERRIBAR ÍDOLOS PARA RECUPERAR A LOS MÍOS.

Amado Pueblo Mío:

Les llamo a orar por San Francisco en Estados Unidos, el pecado sobreabunda, será acrisolado por Misericordia.
Amado Pueblo Mío, oren por China, padecerá.
España sufrirá y la realeza padecerá.

LA HUMANIDAD SE ASOMBRARÁ ANTE LA LUZ QUE MIRARÁN EN EL FIRMAMENTO. 
DE MI CASA DESCIENDE LA BENDICIÓN PARA MI PUEBLO.

Hijos, oren unos por otros. No decaigan, no continúen ignorando Mi Presencia. Yo resplandezco  para ustedes: donde no encuentren luz, búsquenme, me mantengo en ustedes, Mi Luz brilla en las tinieblas, es más fuerte que todo. En la Casa de Mi Padre hay muchas moradas.

Mírenme presente en ustedes, no se detengan hasta encontrarme verdaderamente presente. Son Mis hijos hoy y siempre, en lo infinito de lo infinito.

YO LES RECLAMO, SON MI PUEBLO, poseen Derechos Divinos que ustedes mismos se han limitado.  Yo Me acerco con la potencia de Mi Amor Infinito, y cada uno Me dirá si es digno de Mí.

YO LES LLAMO Y LES LLAMARÉ, así como Mi Madre intercede e intercederá por ustedes, Sus hijos. Mi Madre les llamará constantemente para que previniéndoles, no les alcance la oscuridad eterna.

Sean hijos dignos de este Rey que les ama por sobre Sí Mismo.

Escuchen Mi Palabra, Pueblo Mío.

Les bendigo.

Su Señor y Su Rey, ahora y por siempre, por los siglos de los siglos.

Su Jesús

AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.



COMENTARIO DEL INSTRUMENTO
AL MENSAJE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Hermanos (as):

Al celebrar a Cristo, Rey del Universo, mi conciencia me lleva más allá y en un tratar de unirme con quien es la Voluntad Divina, elevo el pensamiento, regido por una constante acción de gracias.

Retrocedo al instante de la Creación y palpito en esa Inteligencia Divina, que no deteniendo Su Espíritu, creó.

Para ser Rey se debe poseer un reino y si el hombre ha reconocido a Jesucristo como Rey del Universo, no podemos separar a ese Rey de lo que es más que el Universo que conocemos, sino en la plenitud de la Libertad Divina, decidirnos a transitar junto a Cristo no sólo en la Tierra sino en el Cosmos mismo.  

La Omnipotencia con que Dios creó todo cuanto existe, nos lleva a reflexionar en todo lo queexiste, como acción de gracias continua a quien es el Manso Cordero de Amor.

La Bóveda del Cielo nos cobija, el Universo nos plasma las estrellas y cuanto contiene... Así reconocemos nosotros como cristianos que el Universo es todo lo creado por Dios y que los Cielos y la Tierra han surgido de Sus Manos.

Sólo un Rey Omnicreante dota a los Suyos de libre albedrío para no forzar ni sujetar a quienes ama, a mantenerse obligados a ...

!Cuánto Amor para que los hombres desagradecidos avasallen y confronten al Creador, asistiendo ante Él en la Eucaristía y rechazándole sin embargo en Su Creación cuando se le cuestiona sin miramientos ni respetos.

!Oh necedad humana…!, sin ser más que un ser humano, el hombre ha sobrepasado no sólo el tiempo y el espacio que ha surcado, sino que desea decir a Dios lo que puede o no puede haber creado, dándole libres interpretaciones falseadas por ideologías modernas, que abusando, desean apoderarse de cuanto es potestad Divina.  

Demos gracias y con corazón contrito, acerquémonos nuevamente a ese Rey que viene por Su Pueblo y del que Él desea una total correspondencia.

No limitemos al Creador ni olvidemos que ni un cabello de la cabeza cae si no es por Voluntad de Dios, pero a esa Voluntad el hombre debe responder en cada acto u obra de su vida, sin ánimo de ser más QUE QUIEN ES TODO EN TODO, PRINCIPIO Y FIN, ALFA Y OMEGA.

Amén.



domingo, 24 de noviembre de 2013

Santo Cura de Ars - Sobre el Juicio Final

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

SOBRE EL JUICIO FINAL
Santo Cura de Ars

Tunc videbunt Filium hominis venientem cum potestate magna et maiestate.



Entonces verán al Hijo del hombre viniendo con gran poder y majestad terrible, rodeado de los ángeles y de los santos.
(S. L.uc. XXI, 27.)


No es ya, hermanos míos, un Dios revestido de nuestra flaqueza, oculto en la obscuridad de un pobre establo, reclinado en un pesebre, saciado de oprobios, oprimido bajo la pesada carga de su cruz; es un Dios revestido con todo el brillo de su poder y de su majestad, que hace anunciar su venida por medio de los más espantosos prodigios, es decir, por el eclipse del sol y de la luna, por la caída de las estrellas, y por un total transtorno de la naturaleza. No es ya un Salvador que viene como manso cordero a ser juzgado por los hombres y a redimirlos; es un Juez justamente indignado que juzga a los hombres con todo el rigor de su justicia. No es ya un Pastor caritativo que viene en busca de las ovejas extraviadas para perdonarlas; es un Dios vengador que viene a separar para siempre los pecado-res de los justos, a aplastar los malvados-con su más terrible venganza, a anegar los justos en un torrente de dulzuras. Momento terrible, momento espantoso, ¿ cuándo llegarás? Momento desdichado ¡ay! quizás en breve llegarán a nuestros oídos los anuncios precur sores de este Juez tan temible para el pecador. ¡ Oh pe­cadores ! salid de la tumba de vuestros pecados, ve­nid al tribunal de Dios, venid a aprender de qué manera será tratado el pecador. El impío, en este mundo, parece hacer gala de desconocer el poder de Dios, viendo a los pecadores sin castigo; llega hasta decir: No, no, no hay Dios ni infierno; o bien: No atiende Dios a lo que pasa en la tierra. Pero dejad que venga el juicio, y en aquel día grande Dios mani­festará su poder y mostrará a todas las naciones que El lo ha visto todo y de todo ha llevado cuenta.

¡Qué diferencia, H. M., entre estas maravillas y las que Dios obró al crear el mundo! Que las aguas rieguen y fertilicen la tierra, dijo entonces el Señor; y en el mismo instante las aguas cubrieron la tierra y la dieron fecundidad. Pero, cuando venga a destruir el mundo, mandará al mar saltar sus barreras con ímpetu espantoso, para engullir el universo entero en su furor. Creó Dios el cielo, y ordenó a las estrellas que se fijasen en el firmamento. Al mandato de su voz, el sol alumbró el día y la luna presidió a la noche. Pero, en aquel día postrero, el sol se obscurecerá, y no darán ya más lumbre la luna y las estrellas. Todos estos astros cae­rán con estruendo formidable.

¡Qué diferencia, H. M.! Para crear el mundo empleó Dios seis días; para destruirle, un abrir y cerrar de ojos bastará. Para crearle, a nadie llamó que fuese testigo de tantas maravillas; para destruirle, todos los pueblos se hallarán presentes, todas las naciones confe­sarán que hay un Dios y reconocerán su poder. ¡Venid, burlones impíos, venid incrédulos refinados, venid a ver si existe o no Dios, si ha visto o no todas vues­tras acciones, si es o no todopoderoso! ¡Oh Dios mío! cómo cambiará de lenguaje el pecador en aquella hora! ¡Qué de lamentos! ¡Ay! ¡Cómo se arrepentirá de haber perdido un tiempo tan precioso ! Mas no es tiempo ya, todo ha concluído para el pecador, no hay esperanza. ¡ Oh, qué terrible instante será aquél ! Dice San Lucas que los hombres quedarán yertos de pavor, pensando en los males que les esperan. ¡Ay ! H. M., bien puede uno quedarse yerto de temor y morir de espanto ante la amenaza de una desdicha infinitamente menor que la que al pecador le espera y que ciertísimamente le so­brevendrá si continúa viviendo en el pecado.

H. M., si en este momento en que me dispongo a hablaros del juicio, al cual compareceremos todos para dar cuenta de todo el bien y de todo el mal que hayamos hecho, y recibir la sentencia de nuestro de­finitivo destino al cielo o al infierno, viniese un, án­gel a anunciaros ya de parte de Dios que dentro de veinticuatro horas todo el universo será abrasado el llamas por una lluvia de fuego y azufre ; si empezaseis ya a oir que el trueno retumba y a ver que la tempes­tad enfurecida asuela vuestras casas ; que los relám­pagos se multiplican hasta convertir el universo en globo de fuego ; que el infierno vomita ya todos sus réprobos, cuyos gritos y alaridos se dejan oir hasta los confines del mundo, anunciando que el único medio de evitar tanta desdicha es dejar el pecado y hacer pe­nitencia ; ¿ podríais escuchar, H. M., a esos hombres sin derramar torrentes de lágrimas y clamar misericor­dia? ¿No se os vería arrojaros al pie de los altares pi­diendo clemencia? ¡Oh ceguera, oh desdicha incom­prensible, la del hombre pecador! los males que vuestro pastor os anuncia son aún infinitamente más espanto­sos y dignos de arrancar vuestras lágrimas, de desga­rrar vuestros corazones.

¡Ah! estas terribles verdades van a ser otras tan­tas sentencias que pronunciarán vuestra condenación eterna. Pero la más grande de todas las desdichas es que seáis insensibles a ellas y continuéis viviendo en pecado sin reconocer vuestra locura hasta el momento en que no haya ya remedio para vosotros. Un momento más, y aquel pecador que vivía tranquilo en el pecado será juzgado y condenado; un instante más, y llevará consigo sus lamentos por toda la eternidad. Sí, H. M., seremos juzgados, nada más cierto; sí, seremos juzga-dos sin misericordia ; sí, eternamente nos lamentare­mos de haber pecado.

1. — Leemos en la Sagrada Escritura, H. M., que cada vez que Dios quiere enviar algún azote al mundo o a su Iglesia, lo hace siempre preceder de algún signo que comience a infundir el terror en los corazones y los lleve a aplacar la divina justicia. Queriendo anegar el universo en un diluvio, el arca de Noé, cuya cons­trucción duró cien años, fué una señal para inducir a los hombres a penitencia, sin la cual todos debían pe­recer. El historiador Josefo refiere que, antes de la des­trucción de Jerusalén, se dejó ver, durante largo tiem­po, un corneta en figura de alfanje, que ponía a los hombres en consternación. Todos se preguntaban: ¡Ay de nosotros! ¿qué querrá anunciar esta señal? tal vez alguna gran desgracia que Dios va a enviarnos. La luna estuvo sin alumbrar ocho noches seguidas; la gente parecía no poder ya vivir más. De repente, aparece un desconocido que, durante tres años, no hace sino gritar, día y noche, por las calles de Jerusalén: ¡Ay de Jerusalén! ¡Ay de Jerusalén!... Le prenden; le azotan con varas para impedirle que grite; nada le detiene. Al cabo de tres años exclama: ¡ Ay! ¡ay de Jerusalén ! y ¡ ay de mí ! Una piedra lanzada por una máquina le cae encima y le aplasta en el mismo instan-te. Entonces todos los males que aquel desconocido ha­bía presagiado a Jerusalén vinieron sobre ella. El hambre fué tan dura que las madres llegaron a dego­llar a sus propios hijos para alimentarse con su carne. Los habitantes, sin saber por qué, se degollaban unos a otros; la ciudad fué tomada y como aniquilada; las calles y las plazas estaban todas cubiertas de cadáve­res; corrían arroyos de sangre ; los pocos que lograron salvar sus vidas fueron vendidos como esclavos.

Mas, como el día del juicio será el más terrible y espantoso de cuantos haya habido, le precederán se­ñales tan horrendas, que llevarán el espanto hasta el fondo de los abismos. Dícenos el Señor que, en aquel momento infausto para el pecador, el sol no dará ya más luz, la luna será semejante a una mancha de sangre, y las estrellas caerán del firmamento. El aire es­tará tan lleno de relámpagos que será un incendio todo él, y el fragor de los truenos será tan grande qué los hombres quedarán yertos de espanto. Los vientos so­plarán con tanto ímpetu, que nada podrá resistirles. Árboles casas serán arrastradas al caos dé la mar ; el mismo mar de tal manera será agitado por las tempes­tades, que sus olas se elevarán cuatro codos por enci­ma de las más altas montañas y bajarán tanto que po­drán verse los horrores del abismo ; todas las criaturas, aun las insensibles, parecerán quererse aniquilar, para evitar la presencia de su Criador, al ver cómo los crí­menes de los hombres han manchado y desfigurado la tierra. Las aguas de los mares y de los ríos hervirán como aceite sobre brasas; los árboles y plantas vomi­tarán torrentes de sangre; los terremotos serán tan grandes que se verá la tierra hundirse por todas partes; la mayor parte de los árboles y de las bestias serán tra­gados por el abismo, y los hombres, que sobrevivan aún, quedarán como insensatos ; los montes y peñas­cos se desplomarán con horrorosa furia. Después de todos estos horrores se encenderá fuego en los cuatro ángulos del mundo: fuego tan violento que consumirá las piedras, los peñascos y la tierra, como briznas de paja echadas en un horno. El universo entero será redu­cido a cenizas; es preciso que esta tierra manchada con tantos crímenes sea purificada por el fuego que encen­derá la cólera del Señor, de un Dios justamente irri­tado.

Una vez que esta tierra cubierta de crímenes sea purificada, enviará Dios, H. M., a sus ángeles, que harán sonar la trompeta por los cuatro ángulos del mundo y dirán a todos los muertos: Levantaos, muer­tos, salid de vuestras tumbas, venid y compareced a juicio. Entonces, todos los muertos, buenos y malos, justos y pecadores, volverán a tomar la misma forma que tenían antes; el mar vomitará todos los cadáveres que guarda encerrados en su caos, la tierra devolverá todos los cuerpos sepultados, desde tantos siglos, en su seno. Cumplida esta revolución, todas las almas de los santos descenderán del cielo resplandecientes de gloria y cada alma se acercará a su cuerpo, dándole mil y mil parabienes. Ven, le dirá, ven, compañero de mis su­frimientos; si trabajaste por agradar a Dios, si hiciste consistir tu felicidad en los sufrimientos y combates, ¡oh, qué de bienes nos están reservados! Hace ya más de mil años que yo gozo de esta dicha; ¡oh, qué ale­gría para mí venir a anunciarte tantos bienes como nos están preparados para la eternidad. Venid, bendi­tos ojos, que tantas veces os cerrasteis en presencia de los objetos impuros, por temor de perder la gracia de vuestro Dios, venid al cielo, donde no veréis sino bellezas jamás vistas en el mundo. Venid, oídos míos, que tuvisteis horror a las palabras y a los discursos impuros y calumniosos; venid y escucharéis en el cielo aquella música celeste que os arrobará en éxtasis continuo. Venid, pies míos y manos mías, que tantas veces os empleasteis en aliviar a los desgraciados; va­mos a pasar nuestra eternidad en el cielo, donde vere­mos a nuestro amable y caritativo Salvador que tanto nos amó. ¡Ah! allí verás a Aquel que tantas veces vino a descansar en tu corazón. ¡Ah! allí veremos esa mano teñida aún en la sangre de nuestro divino Salvador, por la cual El nos mereció tanto gozo. En fin, el cuer­po y el alma de los santos se darán mil y mil parabie­nes; y esto por toda la eternidad.

Luego que todos los santos hayan vuelto a tomar sus cuerpos, radiantes todos allí de gloria según las buenas obras y las penitencias que hayan hecho, espe­rarán gozosos el momento en que Dios, a la faz del universo entero, revele, una por una, todas las lágri­mas, todas las penitencias, todo el bien que ellos Hayan realizado durante su vida; felices ya con la felicidad del mismo Dios. Esperad, les dirá el mismo Jesucristo, esperad, quiero que todo el universo se goce en ver cuánto habéis trabajado. Los pecadores endurecidos, los incrédulos decían que yo era indiferente a cuanto vosotros hicieseis por mí ; pero yo voy a mostrarles, en este día, que he visto y contado todas las lágrimas que derramasteis en el fondo de los desiertos ; voy a mostrarles en este día que a vuestro lado me hallaba yo sobre los cadalsos. Venid todos y compareced delante de esos pecadores que me despreciaron y ultrajaron, que osaron negar que yo existiese y que los viese. Ve­nid, hijos míos, venid, mis amados, y veréis cuán bue­no he sido y cuán grande fué mi amor para con: vos-otros.

Contemplemos por un instante, H. M., a ese infini­to número de almas justas que entran de nuevo en sus cuerpos, haciéndolos semejantes a hermosos soles. Mirad a todos esos mártires, con las palmas en la mano. Mirad a todas esas vírgenes, con la corona de la virginidad en sus sienes. Mirad a todos esos apóstoles, a todos esos sacerdotes; tantas cuantas almas salvaron, otros tantos rayos de gloria los embellecen. Todos ellos, H. M., dirán a María, la Virgen-Madre: Vamos a reunirnos con Aquel que está en el cielo, para dar nuevo esplendor de gloria a vuestra hermosura.

Pero no, un momento de paciencia; vosotros fuis­teis despreciados, calumniados y perseguidos por los malvados; justo es que, antes de entrar en el reino eterno, vengan los pecadores a daros satisfacción hon­rosa.

Mas ¡terrible y espantosa mudanza! oigo la mis­ma trompeta llamando a los réprobos para que salgan de los infiernos. ¡Venid, pecadores, verdugos y tiranos, dirá Dios que a todos quería salvar, venid, compareced ante el tribunal del Hijo del Hombre, ante Aquel de quien tantas veces atrevidamente pensasteis que no os veía ni os oía! Venid y compareced, porque cuan-tos pecados cometisteis en toda vuestra vida serán ma­nifestados a la faz del universo. Entonces clamará el ángel: ¡Abismos del infierno, abrid vuestras puertas!

Vomitad a todos esos réprobos ! su juez los llama. Ah, terrible momento! todas aquellas desdichadas al-mas réprobas, horribles como demonios, saldrán de los abismos e irán, como desesperadas, en busca de sus cuerpos. ¡Ah, momento cruel! en el instante en que el alma entrará en su cuerpo, este cuerpo experimenta­rá todos los rigores del infierno. ¡Ah! este maldito cuerpo, estas malditas almas se echarán mil y mil mal­diciones. ¡Ah! maldito cuerpo, dirá el alma a su cuer­po que se arrastró y revolcó por el fango de sus , impurezas; hace ya más de mil años que yo sufro y me abraso en los infiernos. Venid, malditos ojos, que tan­tas veces os recreasteis en miradas deshonestas a vos-otros mismos o a los demás, venid al infierno a con-templar los monstruos más horribles. Venid, malditos oídos, que tanto gusto hallasteis en las palabras y dis­cursos impuros, venid a escuchar eternamente los gri­tos, alaridos y rugidos de los demonios. Venid, lengua y boca malditas, que disteis tantos besos impuros y que nada omitisteis para satisfacer vuestra sensualidad y vuestra gula, venid al infierno, donde la hiel de los dragones será vuestro alimento único. ¡Ven, cuerpo maldito, a quien tanto procuré contentar; ven a ser arrojado por una eternidad en un estanque de fuego y de azufre encendido por el poder y la cólera de Dios! ¡Ah! ¿quién es capaz de comprender, ni menos de expresar las maldiciones que el cuerpo y el alma mu­tuamente se echarán por toda la eternidad?

Sí, H. M., ved a todos los justos y los réprobos que han recobrado su antigua figura, es decir, sus cuerpos tal como nosotros los vemos ahora, y esperan a su juez, pero un juez justo y sin compasión, para castigar o recompensar, según el mal o el bien que hayamos hecho. Vedle que llega ya, sentado en un trono, radiante de gloria, rodeado de todos los ángeles, precedido del es­tandarte de la cruz. Los malvados viendo a su juez, ¿qué digo? viendo a Aquel a quien antes vieron ocu­pado solamente en procurarles la felicidad del paraíso, y que, a pesar de El, se han condenado, exclamarán: Montañas, aplastadnos, arrebatadnos de la presencia de nuestro juez; peñascos, caed sobre nosotros; ¡ah, por favor, precipitadnos en los infiernos! No, no, pecador, acércate y ven a rendir cuenta de toda tu vida. Acér­cate, desdichado, que tanto despreciaste a un Dios tan bueno. ¡Ah! juez mío, padre mío, criador mío, ¿dónde están mi padre y mi madre que me condenaron? !Ah! quiero verlos ; quiero reclamarles el cielo que me de­jaron perder. ¡Ay, padre! ¡Ay, madre! fuisteis vos-otros los que me condenasteis; fuisteis vosotros la causa de mi desdicha. No, no, al tribunal de tu Dios; no hay remedio para ti. ¡ Ah ! juez mío, exclamará aquella joven..., ¿ dónde está aquel libertino que me robó el cielo? No, no, adelántate, no esperes socorro de nadie... ¡estás condenada! no hay esperanza para ti; sí, estás perdida; sí, todo está perdido, puesto que perdiste a tu alma y a tu Dios. ¡Ah! ¿quién podrá comprender la desdicha de un condenado que verá enfrente de sí, al lado de los santos, a su padre o a su madre, radiantes de gloria y destinados al cielo, y a sí propio reservado para el infierno? Montañas, dirán estos réprobos, se­pultadnos; ¡ah, por favor, caed sobre nosotros! ¡Ah, puertas del abismo, abríos para sepultarnos en él! No, pecador; tú siempre despreciaste mis mandamien­tos; pero hoy es el día en que yo quiero mostrarte que soy tu dueño. Comparece delante de mí con todos tus crímenes, de los cuales no es más que un tejido tu vida entera. ¡Ah, entonces será, dice el profeta Ezequiel, cuando el Señor tomará aquel gran pliego milagroso donde están escritos y consignados todos los crímenes de los hombres. ¡Cuántos pecados que jamás aparecie­ron a los ojos del mundo van ahora a manifestarse! ¡Ah! temblad los que, hace quizás quince o veinte años, venís acumulando pecado sobre pecado. ¡Ay, desgraciados de vosotros!

Entonces Jesucristo, con el libro de las conciencias en la mano, con voz de trueno formidable, llamará a todos los pecadores para convencerlos de todos los pe­cados que hayan cometido durante su vida. Venid, impúdicos, les dirá, acercaos y leed, día por día; mirad todos los pensamientos que mancharon vuestra imaginación, todos los deseos vergonzosos que corrom­pieron vuestro corazón; leed y contad vuestros adul­terios; ved el lugar, el momento en que los co­metisteis; ved la persona con la cual pecasteis. Leed todas vuestras voluptuosidades y lascivias, leed y con­tad bien cuántas almas habéis perdido, que tan caras me habían costado. Más de mil años llevaba ya vuestro cuerpo podrido en el sepulcro y vuestra alma en el infierno, y aún vuestro libertinaje seguía arrastrando almas a la condenación. ¿Veis a esa mujer a quien perdisteis, a ese marido, a esos hijos, a esos vecinos? Todos claman venganza, todos os acusan de su perdi­ción, de que, a no ser por vosotros, habrían ganado el cielo. Venid, mujeres mundanas, instrumentos de Sa­tanás, venid y leed todo el cuidado y el tiempo que empleasteis en componeros; contad la multitud de malos pensamientos y de malos deseos que suscitasteis en las personas que os vieron. Mirad todas las almas que os acusan de su perdición. Venid, maldicientes, sembradores de falsas nuevas, venid y leed, aquí están escritas todas vuestras maledicencias, vuestras burlas, y vuestras maldades; aquí tenéis todas las disensiones que causasteis, aquí tenéis todas las pérdidas y todos los, daños de que vuestra maldita lengua fué causa principal. Id, desdichados, a escuchar en el infierno los gritos y los aullidos espantosos de los demonios. Venid, mal­ditos avaros, leed y contad ese dinero y esos bienes perecederos a los cuales apegasteis vuestro corazón, con menosprecio de vuestro Dios, y por los cuales sacrifi­casteis vuestra alma. ¿Habéis olvidado vuestra dureza para con los pobres? Aquí la tenéis, leed y contad. Ved aquí vuestro oro y vuestra plata, pedidles ahora que os socorran, decidles que os libren de mis manos. Id, mal­ditos, a lamentar vuestra miseria en los infiernos. Venid, vengativos, leed y ved todo cuanto hicisteis en daño de vuestro prójimo, contad todas las injusticias, todos los pensamientos de odio y de venganza que alimentasteis en vuestro corazón; id, desdichados, al infierno. ¡Ah, rebeldes ! mil veces os lo avisaron mis ministros, que, si no amabais a vuestro prójimo como a vosotros mismos, no habría perdón para vosotros. Apartaos de mí, malditos, idos al infierno, donde seréis víctimas de mi cólera eterna, donde aprenderéis que la venganza está reservada sólo a Dios. Ven, ven, bebedor, acércate,-mira hasta el último vaso de vino, hasta el último bo­cado de pan que quitaste de la boca de tu esposa y de tus hijos; he aquí todos tus excesos, ¿los reconoces? ¿son los tuyos realmente, o los de tu vecino? He aquí el número de noches y de días que pasaste en las tabernas, los domingos y fiestas; he aquí, una por una, las palabras deshonestas que dijiste en tu em­briaguez; he aquí todos los juramentos, todas las im­precaciones que vomitaste; he aquí todos los escánda­los que diste a tu esposa, a tus hijos y a tus vecinos. Sí, todo lo he escrito, todo lo he contado. Vete, des­dichado, a embriagarte de la hiel de mi cólera en los infiernos. Venid, mercaderes, obreros, todos, cual-quiera que fuese vuestro estado; venid, dadme cuenta, hasta el último maravedí, de todo lo que comprasteis y vendisteis; venid, examinemos juntos si vuestras medidas y vuestras cuentas concuerdan con las mías. Ved, mercaderes, el día en que engañasteis a ese niño. Ved aquel otro día en que exigisteis doblado precio por vuestra mercancía. Venid, profanadores de los Sacramentos, ved todos vuestros sacrilegios, todas vuestras hipocresías. Venid, padres y madres, dad-me cuenta de esas almas que yo os confié; dadme cuenta de todo lo que hicieron vuestros hijos y vues­tros criados; ved todas las veces que les disteis permiso para ir a lugares y juntarse con compañías que les fueron ocasión de pecado. Ved todos los malos pensamientos y deseos que vuestra hija inspiró; ved todos sus abrazos y otras acciones infames; ved todas las palabras impuras que pronunció vuestro hijo. Pero, Señor, dirán los padres y madres, yo no le mandaba tales cosas. No importa, les dirá el juez, los pecados de tus hijos son pecados tuyos. ¿Dónde están las virtudes que les hicisteis practicar? ¿dónde los buenos ejemplos que les disteis y las buenas obras que les mandasteis hacer ? ¡Ay! ¿qué va a ser de esos padres y madres que ven cómo van sus hijos, unos al baile, otros al juego o a la taberna, y viven tranquilos? ¡ Oh, Dios mío, qué ceguera ! ¡Oh, qué cúmulo de crímenes, por los cua­les van a verse abrumados en aquellos terribles mo­mentos ! ¡Oh! ¡cuántos pecados ocultos, que van a ser publicados a la faz del universo ! ¡Oh, abis­mos de los infiernos! abríos para engullir a esas mu­chedumbres de réprobos que no han vivido sino para ultrajar a su Dios y condenarse.

Pero entonces, me diréis, ¿todas las buenas obras que hemos hecho de nada servirán? Nuestros ayunos, nuestras penitencias, nuestras limosnas, nuestras co­muniones, nuestras confesiones, ¿quedarán sin recom­pensa? No, os dirá Jesucristo, todas vuestras oraciones no eran otra cosa que rutinas; vuestros ayunos, hi­pocresías; vuestras limosnas, vanagloria; vuestro trabajo no tenía otro fin que la avaricia y la codicia; vuestros sufrimientos no iban acompañados sino de quejas y murmuraciones; en todo cuanto hacíais, yo no entraba para nada. Por otra parte, os recompensé con bienes temporales: bendije vuestro trabajo ; di fertilidad a vuestros campos y enriquecí a vuestros hi­jos; del poco bien que hicisteis, os di toda la recom­pensa que podíais esperar. En cambio os dirá Jesús, vuestros pecados viven todavía, vivirán eternamente delante de Mí ; id, malditos, al fuego eterno, preparado para todos los que me despreciaron durante su vida.

II. — Sentencia terrible, pero infinitamente justa. ¿Qué cosa más justa, en verdad, para un dulos que aseguraban que todo concluía con la muer­te? ¿Veis ahora su desesperación? ¿ oís cómo confiesan su impiedad? ¿cómo claman misericordia? Mas ahora todo está acabado; el infierno es vuestra sola herencia. ¿Veis a ese orgulloso que escarnecía y despreciaba a todo el mundo? ¿ le veis abismado en su corazón, con­denado por una eternidad bajo los pies de los demo­nios? ¿Veis a ese incrédulo que decía que no hay Dios ni infierno? ¿le veis confesar a la faz de todo el uni­verso que hay un Dios que le juzga y un infierno donde va a ser precipitado para jamás salir de él? Verdad es que Dios dará a todos los pecadores libertad de presen­tar sus razones y excusas para justificarse, si es que pueden. Mas, ¡ay! ¿qué podrá decir un criminal que no ve en sí mismo sino crimen e ingratitud? ¡Ay! todo lo que el pecador pueda decir en aquel momento in-fausto sólo servirá para mostrar más y más su impiedad y su ingratitud.

He aquí, sin duda, H. M., lo que habrá de más es­pantoso en aquel terrible momento: será el ver nosotros que Dios nada perdonó para salvarnos; que nos hizo participantes de los méritos infinitos de su muerte en la cruz; que nos hizo nacer en el seno de su Iglesia; que nos dió pastores para mostrarnos y enseñarnos todo lo que debíamos hacer para ser felices. Nos dió los Sacra­mentos para hacernos recobrar su amistad cuantas veces la habíamos perdido; no puso límite al número de pecados que quería perdonarnos; si nuestra conversión hubiese sido sincera, estábamos seguros de nuestro per­dón. Nos esperó años enteros, por más que nosotros no vivíamos sino para ultrajarle; no quería perdernos, mejor dicho, quería en absoluto salvarnos; ¡y nosotros no quisimos! Nosotros mismos le forzamos por nues­tros pecados a lanzar contra nosotros sentencia de eterna condenación: Id, hijos malditos, id a reuniros con aquel a quien imitasteis; por mi parte, no os reconozco sino para aplastaros con todos los furores de mí cólera eterna.

Venid, nos dice el Señor por uno de sus profetas, venid, hombres, mujeres, ricos y pobres, pecadores, quienesquiera que seáis, sea el que fuere vuestro estado condición, decid todos, decid vuestras razones, yo diré las mías. Entremos en juicio, pesémoslo todo con el peso del santuario. ¡Ah! terrible momento para un pecador, que, por cualquier lado que considere su vida, no ve más que pecado, sin cosa buena. ¡Dios mío! ¡qué va a ser de él ! En este mundo, el pecador siempre en­cuentra excusas que alegar por todos los pecados que ha cometido; lleva su orgullo hasta el mismo tribunal; de la penitencia, donde no debiera comparecer sino para acusarse y condenarse a sí mismo. Unas veces, la igno­rancia; otras, las tentaciones demasiado violentas; otras, en fin, las ocasiones y los malos ejemplos: tales son las razones que, todos los días, están dando los pecadores para encubrir la enormidad de sus crímenes. Ve­nid, pecadores orgullosos, veamos si vuestras excusas serán bien recibidas el día del juicio; explicaos delante de Aquel que tiene la antorcha en la mano, y que todo lo vió, todo lo contó y todo lo pesó. ¡No sabías — dices — que aquello fuese pecado! ¡Ah, desdichado! te dirá Jesucristo: si hubieses nacido en medio de las naciones idólatras, que jamás oyeron hablar del ver­dadero Dios, pudiera tener alguna excusa tu ignoran­cia; pero ¿tú, cristiano, que tuviste la dicha de nacer en el seno de mi Iglesia, de crecer en el centro de la luz, tú que a cada instante oías hablar de la eterna fe­licidad? Desde tu infancia te enseñaron lo que debías ha­cer para procurártela; y tú, a quien jamás cesaron de instruir, de exhortar y de reprender, ¿ te atreves aún a excusarte con tu ignorancia? ¡Ah, desdichado! si viviste en la ignorancia, fué sencillamente porque no qui­siste instruirte, porque no quisiste aprovecharte de las instrucciones, o huíste de ellas. ¡Vete, desgraciado, vete! ¡tus excusas sólo sirven para hacerte más digno aún de maldición ! Vete, hijo maldito, al infierno, a arder en él con tu ignorancia.

Pero — dirá otro — es que mis pasiones eran muy violentas y mi debilidad muy grande. Mas — le dirá el Señor — ya que Dios era tan bueno que te hacía co­nocer tus debilidades, ya que tus pastores te advertían que debías velar continuamente sobre ti mismo y mor­tificarte, para dominarlas, ¿por qué hacías tú precisa-mente todo lo contrario? ¿Por qué tanto cuidado en contentar tu cuerpo y tus gustos? Dios te hacía cono­cen- tu flaqueza, ¿y tú caías a cada instante? ¿Por qué, pues, no recurrir a Dios en demanda de su gracia? ¿por qué no escuchar a tus pastores que no cesaban de exhortarte a pedir las gracias y las fuerzas necesarias para vencer al demonio? ¿Por qué tanta indiferencia y desprecio por los Sacramentos, donde hubieras ha­llado abundancia de gracia y de fuerza para hacer el bien y evitar el mal? ¿Por qué tan frecuente desprecio de la palabra de Dios, que te hubiera guiado por el camino que debías seguir para llegar a El? ¡Ah, pe­cadores ingratos y ciegos! todos estos bienes estaban a vuestra disposición; de ellos podíais serviros como tan-tos otros se sirvieron ¿Qué hiciste para impedir tu caída en el pecado? No oraste sino por rutina o por costumbre.

¡Vete, desdichado! Cuanto más conocías tu flaqueza, tanto más debías haber recurrido a Dios, que te hubie­ra sostenido y ayudado en la obra de tu salvación. Vete, maldito, por ella te haces aún más criminal.

Pero, ¡las ocasiones de pecar son tantas! — dirá todavía otro. — Amigo mío, tres clases conozco de oca­siones que pueden conducirnos al pecado. Todos los estados tienen sus peligros. Tres clases hay, digo, de ocasiones: aquellas a las cuales estamos necesariamente expuestos por los deberes de nuestro estado, aquellas con las cuales tropezamos sin buscarlas, y aquellas en las cuales nos enredamos sin necesidad. Si las ocasio­nes a las cuales nos exponemos sin necesidad no han de servirnos de excusa, no tratemos de excusar un pecado con otro pecado. Oíste cantar — dices — una ma­la canción; oíste una maledicencia o una calumnia; pero ¿por qué frecuentabas aquella casa o aquella compañía? ¿por qué tratabas con aquellas personas sin religión ? ¿No sabías que quien se expone al peligro es culpable y en él perecerá? El que cae sin haberse ex-puesto, en seguida se levanta, y su caída le hace aún más vigilante y precavido. Pero ¿no ves que Dios, que nos ha prometido su socorro en nuestras tentacio­nes, no nos lo ha prometido para el caso en que nosotros mismos tengamos la temeridad de exponernos a ellas? Vete, desgraciado, has buscado la manera de per­derte a ti mismo; mereces el infierno que está reserva-do a los pecadores como tú.

Pero —diréis— es que continuamente tenemos malos ejemplos delante de los ojos. ¿Malos ejemplos? Frívola excusa. Si hay malos ejemplos, ¿no los hay acaso también buenos? ¿Por qué, pues, no seguir los buenos mejor que los malos? Veías a una joven ir al templo, acercarse a la sagrada Mesa; ¿por qué no seguías a ésta, mejor que a la otra que iba al baile? Veías a aquel joven piadoso entrar en la iglesia para adorar a Jesús en el Sagrario; ¿por qué no seguías sus pasos, mejor que los del otro que iba a la taberna? Di más bien, pecador, que preferiste seguir el camino ancho, que te condujo a la infelicidad en que ahora te encuen­tras, que el camino que te había trazado el mismo Hijo de Dios. La verdadera causa de tus caídas y de tu re­probación no está, pues, ni en los malos ejemplos, ni en las ocasiones, ni en tu propia flaqueza, ni en la falta de gracias y auxilios ; está solamente en las malas dis­posiciones de tu corazón que tú no quisiste reprimir.

Si obraste el mal, fué porque quisiste. Tu ruina viene únicamente de ti.

Pero —replicaréis todavía— ¡se nos había dicho siempre que Dios era tan bueno !Dios es bueno, no hay duda; pero es también justo. Su bondad y su miseri­cordia han pasado ya para ti; no te queda más que su justicia y su venganza. ¡Ay, H. M.! con tanta repug­nancia como ahora sentirnos en confesarnos, si, cinco mi­nutos antes de aquel gran día, Dios nos concediese sacerdotes para confesar nuestros pecados, para que se nos borrasen, ¡ah! ¡con qué diligencia nos aprovecha­ríamos de esta gracia! Mas ¡ay! que esto no nos será concedido en aquel momento de desesperación. Mucho más prudente que nosotros fué el Rey Bogoris. Ins­truído por un misionero en la religión católica, pero cautivo aún de los falsos placeres del mundo, habiendo llamado a un pintor cristiano para que le pintara, en su palacio, la caza más horrible de bestias feroces, éste, al revés, por disposición de la divina providencia, le pintó el juicio final, el mundo ardiendo en llamas, Je­sucristo en medio de rayos y relámpagos, el infierno abierto ya para engullir a los condenados, con tan es­pantosas figuras que el rey quedó inmóvil. Vuelto en sí, acordóse de lo que el misionero le había enseñado para que aprendiese a evitar los horrores. de aquel mo­mento en el cual no cabrá al pecador otra suerte que la desesperación; y renunciando, al instante, a todos sus placeres, pasó lo restante de su vida en el arrepenti­miento y las lágrimas.

¡ Ah, H. M. ! si este príncipe no se hubiese conver­tido, hubiera llegado igualmente para él la muerte ; hubiera tardado algo más, es verdad, en dejar todos sus bienes y sus placeres; pero, al morir, aun cuando hubiese vivido siglos, habrían pasado a otros, y él estaría en el infierno ardiendo por siempre jamás; mientras que ahora se halla en el cielo, por una eternidad, esperando aquel gran día, contento de ver que todos sus pecados le han sido perdonados y que jamás volverán a aparecer, ni a los ojos de Dios, ni a los ojos de los hombres.

Fué este pensamiento bien meditado el que llevó a San Jerónimo a tratar su cuerpo con tanto rigor y a derramar tantas lágrimas. ¡Ah! —exclamaba él en aquella vasta soledad— paréceme que oigo, a cada instante, aquella trompeta, que ha de despertar a todos los muertos, llamándome al tribunal de mi Juez. Este mismo pensamiento hacía temblar a David en su trono, y a San Agustín en medio de sus placeres, a pesar de todos sus esfuerzos por ahogar esta idea de que un día sería juzgado. Decíale, de cuando en cuando, a su amigo Alipio: ¡ Ah, amigo querido ! día vendrá en que comparezcamos todos ante el tribunal de Dios para recibir la recompensa del bien o el castigo del mal que hayamos hecho durante nuestra vida ; deje­mos, amigo mío — le decía — el camino del crimen por aquel que han seguido todos los santos. Preparémonos, desde la hora presente, para ese gran día.

Refiere San Juan Clímaco que un solitario dejó su monasterio para pasar a otro con el fin de hacer mayor penitencia. La primera noche fué citado al tribunal de Dios, quien le manifestó que era deudor, ante su jus­ticia, de cien libras de oro. ¡Ah, Señor! —exclamó él— ¿ qué puedo hacer para satisfacerlas? Permaneció tres años en aquel monasterio, permitiendo Dios que fuese despreciado y maltratado de todos los demás, hasta el extremo de que nadie parecía poderle sufrir. Apa­reciósele Nuestro Señor por segunda vez, diciéndole que aún no había satisfecho más que la cuarta parte de su deuda. ¡Ah, Señor! —exclamó él— ¿ qué debo, pues, hacer para justificarme? Fingióse loco durante trece años, y hacían de él todo lo que querían; tra­tábanle duramente, cual si fuera una acémila. Apareciósele por tercera vez el Señor, diciéndole que tenía pagada la mitad. ¡Ah, Señor! —repuso él— puesto que yo lo quise, es preciso que sufra para satisfacer a vues­tra justicia. ¡Oh, Dios mío! no esperéis a castigar mis pecados después del juicio. Cuenta el mismo San Juan Clímaco otro hecho que hace estremecer. 

Había -dice- solitario que llevaba ya cuarenta años llorando sus pecados en el fondo de una selva. La víspera de su muerte, abriendo de golpe los ojos, fuera de sí, mirando a uno y otro lacio de su cama, como si viese a alguien que le pedía cuenta de su vida, respondía con voz trémula : Sí, cometí este pecado, pero lo confesé e hice penitencia de él años y años, hasta que Dios me lo perdonó. También cometiste tal otro pecado, le decía la voz. No —respondió el solitario— ese nunca lo he co­metido. Antes de morir, se le oyó exclamar ¡Dios mío, Dios mío! quitad, quitad, os pido, mis pecados de delante de mis ojos, porque no puedo soportar su vista. ¡Ay! ¿qué va a ser de nosotros, si el demonio echa en cara aun los pecados que no se han cometido, cubiertos como estarnos de culpas reales y de las cuales no hemos hecho penitencia? ¡Ah! ¿por qué diferirla para aquel terrible momento? Si apenas los santos es­tán seguros, ¿qué va a ser de nosotros?

¿ Qué debemos concluir de todo esto, H. M.? Hemos de concluir que es necesario no perder jamás de vista que un día seremos juzgados sin misericordia, y que nuestros pecados se manifestarán a la vista del universo entero; y que, después de este juicio, si nos hallamos culpables de estos pecados, iremos a llorarlos en los infiernos, sin poder ni borrarlos, ni olvidarlos. ¡Oh! ¡qué ciegos somos, H. M., si no nos aprovechamos del poco tiempo que nos queda de vida para asegurarnos el cielo! Si somos pecadores, tenemos ahora esperanza de perdón; al paso que, si aguardamos a entonces, no nos quedará ya recurso alguno. ¡Dios mío !hacedme la gracia de que nunca me olvide de tan terrible momento, en especial cuando me vea tentado, para no sucumbir; a fin de que en aquel día podamos oir, salidas de la boca del Sal­vador, estas dulces palabras: «Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os está preparado desde el comienzo del mundo.»


San Juan Bautista María Vianney (Cura de Ars)


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